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Bruno

—Llegó el día en que Bruno tenía que entrar a cuidarte, ya te había cambiado de casa, así que muy nerviosos por lo que podía ocurrir, nos despedimos de quien te acompañaría en la que fue una pesadilla. Sabíamos que lo revisarían completamente antes de entrar, así que se fue a ciegas. Amanda solo tenía que hacer una cosa.

—¿Qué cosa?

— Aprovechar lo aprendido en tres años de estudio de arquitectura y hacer un plano de la casa.

—¿Estudió en la universidad? ¿Y cómo se supone que les entregaría eso si estaba igual de encerrada e incomunicada que yo?

—Sí, tenía estudios, pero la droga la consumió y dejó todo. ¿Recuerdas el día en que entraron balas a la casa? ¿El día en que murió Bruno?

—Imposible olvidarlo.

—Ese día Renato se enteró de que Andrés tenía todo listo para llevarte fuera del país, así que inventó que quería regalarle una droga que le había llegado para que supiera cuál era su competencia y mejorara lo suyo. Así teníamos la dirección y podíamos actuar. Andrés accedió a recibirlo en su casa, pero bajo algunas condiciones. Su gente lo pasaría a buscar y luego a dejar.

El Italiano se dio cuenta de que lo estaban siguiendo, tenía claro que no éramos nosotros, así que dio aviso a Andrés.

—¿Y quién era?

—No lo sé, probablemente alguien que quisiera ajustar algunas cuentas atrasadas.

—Me dijo que era Renato, o eso fue lo que entendí.

—No, Em, te mintió y seguramente Renato le siguió el juego.

—Estoy confundida, ¿cómo llegó a ustedes el plano de la casa?

—Renato llegó a la casa con la mercancía y un cliente nuevo para Andrés. Ese cliente era yo. Solo faltaba que me "convencieran". La suma de dinero era tan grande que sabíamos que tu ex no diría que no. Te necesitaba y estabas tan lejos. Todo resultó cómo lo planeamos y tú quedaste más tranquila. Hicimos todo el plan del hotel con ayuda de la DEA. Renato volvió con el dinero del negocio a manos de esa idiota y forzó a entrar a escondidas a la casa para buscar el plano.

—¿Así de fácil?

—No, el plan siempre fue que el plano se guardaría bajo el colchón de Bruno, y ahí fue encontrado. El resto de la historia, se cuenta sola. Al día siguiente entramos a buscarte.

—¿No se te olvida alguien en esta historia?

—Ryan —respondió con un suspiro.

—¿Y? —lo animé a seguir contando.

—Necesitábamos a alguien que pudiera entrar a esa casa, una persona que despistara un poco a Andrés. Ryan ya estaba en contacto con él. Ryan llegó solo a mí, Em.

—¿Cómo es eso?

—¿Recuerdas cuando dijo que intentó recuperar su libertad? En un momento de desesperación pidió ayuda al peor de los demonios y decidió trabajar con él. Llegó a mí, porque no daba más, estaba cansado de ser otro títere de Andrés y quería recuperar su libertad.

—Entonces, los ayudaron y de paso me acompañaron al lugar correcto por donde tenía que salir.

—Exacto, estudiamos la casa toda la noche. Amanda era muy buena en lo que hacía. Cada túnel está dibujado.

Se quedó mirando mi cara de asombro y con esa bella sonrisa que hacía que me enamorara aún más de él, se acercó.

—Ya estás a salvo y en casa.

No necesitaba saber más y por primera vez en mi vida pude dejar atrás y cerrar una etapa sin preguntas.

—Gracias por existir, Nicholas, y por todo lo que hiciste.

—Gracias por darme la oportunidad de ser padre. Alice es la personita más linda y dulce que he conocido después de ti.

Se levantó de la cama, caminó hasta llegar a mi lado y se sentó en sus talones. Me acomodé, sentada frente a él sin quitarle la mirada. Me agarró de las caderas y me atrajo hacia él. Hundió su nariz en mí y, cerrando los ojos, disfrutó de lo que pudo oler.

—Extrañaba tu olor, nuestro olor.

Me tomó de las manos y me levantó.

—Cierra los ojos.

Me dio risa que me lo dijera con ese tono tan juguetón. Era imposible mantener los cerrados, así que intenté hacer trampa.

—Bien cerrados, Em. No seas tramposa.

Nuestras risas llenaron nuestra habitación, como era de costumbre tuve que hacerle caso, ya que me conocía tan bien que no podía engañarlo. Cerré los ojos y mientras me hacía esperar, recordé lo bien que lo pasamos en el probador de la tienda de lencería.

—¿En qué piensas? —preguntó mientras colgaba algo en mi cuello.

Abrí los ojos y era una bella gargantilla con una niña en movimiento. La miré por la parte de atrás y decía "Alice".

—La compré el día en que la conocí. Esperaba entregártela antes, pero las circunstancias no lo permitieron.

—Es perfecta —respondí.

Se inclinó y me dio un beso en el hombro y con uno de sus dedos siguió la línea de mi espalda.

—Ah... —gemí.

¿Cómo conseguía que cualquier movimiento sea tan erótico?

—Te amo —me susurró al oído.

Se sentó en el borde de la cama y tiró de mi mano para atraerme hasta su regazo. Subió lentamente una de sus manos hasta mi culo, mientras que con la otra me agarró la nuca. Acercó sus labios a los míos y con un apasionado beso, nos fuimos sumergiendo en nuestro mundo. Le pasé mis dedos por su cabello para pegarlo más a mí, mientras nuestras lenguas se reencontraban después de tanto tiempo.

—No sabes cómo me excitas. —Me monté sobre él, sintiendo su maravillosa y perfecta erección y lo ayudé a recostarme, dejándome el control de toda la situación. Le besé los labios, poco a poco fui bajando, lamiendo cada rincón de su perfecto cuerpo hasta llegar a su clavícula, esternón, ombligo y finalmente mi lugar favorito.

—¿Qué haces, Em?

—¿Quieres saber todo lo que soy capaz de hacer? —respondí mientras con mi lengua jugaba y humedecía su miembro.

—No me hagas esperar.

Puse su pene en mi boca y con movimientos rítmicos subía y bajaba.

—Em, no me quiero correr, ven aquí.

Obedecí. Mientras nos besábamos me recostó de espalda, quedando sobre mí. Se levantó de la cama, me acercó a la orilla con un rápido movimiento y, sin darme cuenta, ya estaba en posición de cuatro.

Lo sentí detrás de mí, abrió los labios de mi vagina y con un brusco movimiento me penetró. Lo sentí tan duro y fuerte que mi libido subió como espuma. Con cada empujón que me daba me profundizaba más, era imposible que no me aumentara el ritmo cardíaco, la temperatura y las ganas de gritar.

Se detuvo justo antes de llegar al clímax.

—¿Qué haces? ¿Por qué te detienes?

Lo miré y con esa sonrisa que amo, continuó con su trabajo, moviendo sus caderas de adelante hacia atrás.

—Vamos, Em, me voy a correr.

Ambos llegamos juntos al clímax. Me levanté y me abrazó por la espalda, jugando con uno de mis pechos mientras me besaba el cuello.

—Creo que necesitaré una ducha.

—Creo que ambos la necesitamos. —Rio.

Caminamos tomados de la mano hacia el baño y nos incorporamos al chorro de agua. Me agache ante él, dispuesta a terminar el trabajo que había comenzado hace un rato. Cogí su pene y me lo metí en la boca. Presioné con mis manos su miembro, mientras subía y bajaba.

—Cariño, me tienes loco. —Jadeó—. Detente o me voy a correr en tu boca.

—No lo haré.

Nicholas no paraba de jadear, lo tenía extasiado, sentí cómo temblaron sus piernas. El clímax ya estaba llegando y mi boca lo recibió como merecía. Limpiándome los restos de semen de los labios, me levanté sin quitarle la mirada.

—Me debes un orgasmo —dije, juguetona.

—No me gusta tener deudas. —Sonrió.

Su cuerpo me apretó contra la piedra fría que tenía en mi espalda. Besó cada rincón de mi cuerpo, y mis pezones duros y excitados le agradecían detenerse por más tiempo en ellos.

El cuerpo de mi rubio me aplastaba contra la pared mientras nuestras manos inspeccionaron nuestros cuerpos. Estaba besando mi cuello y se detuvo para mirarme a los ojos.

—Amo tu olor.

Le sonreí, bajó hasta uno de mis pechos y con su hábil boca estiró uno de mis pezones.

—Ah... —gemí

Estaba prácticamente en el fin del mundo cuando el monitor de la bebé se activó y la sentimos llorar.

—Bienvenido al mundo de los padres —le dije, riendo mientras cogíamos las toallas para ir a verla.

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