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Capítulo 5

Más tarde

Hablamos un rato y estoy convencida de que Hector es un gran hombre. Quiero conocerlo mejor y mantener el contacto. Así que, en cuanto su coche se detiene frente a mi casa, le pregunto: —¿Sería raro pedirte tu número? —pregunto sin pensarlo.

Me mira y saca su teléfono. —No . Pero quiero que sepas que no te llamaré para tener sexo. Quiero invitarte a una cita —sonríe y le devuelvo la sonrisa—. Bueno, me parece bien —ronroneo juguetonamente . Le doy mi número y me escribe. Guardo su número como "Golpeador Sexy"??.

—Te llamo luego. —Le hago un gesto con la mano antes de salir del coche. Saco las llaves del bolso cuando se marcha. Una vez dentro, Cali y Melinda están allí de brazos cruzados. —Podrías haber sido secuestrada —grita Cali.

Pongo los ojos en blanco. —Bueno , ya estoy aquí, ¿verdad? —pregunto . Las chicas me miran de arriba abajo. —Parece que acabas de tener sexo —anuncia Melinda—. Sí, lo hice. Fue increíble. Ahora sé lo que me estaba perdiendo. —Sonrío mientras bajo la mirada al suelo, avergonzada.

—Estoy un poco orgullosa de ti. Aunque todavía estoy enojada, pero cuéntanos qué tal te fue. —pregunta Cali— . Bueno... Empezó y luego supo que era virgen por lo apretada que estaba. Le dije que no se retirara y me dijo que quería ser el único antes de follarme sin parar. —Me muerdo el labio al recordarlo.

—¿Lo estás viendo de nuevo? —chilló Melinda y Cali sonreía—. Sí . Tengo su número. —dije .

—¡Ay , Dios mío, niña! ¡Qué emoción por ti! —chilló Cali. Suenaron las alarmas que me recordaban que debía prepararme para la escuela. —Lo siento, chicas. Tengo que prepararme para la clase de hoy —dije .

—¡A nosotros también! Nos vemos en la escuela. —Cali y Melinda me abrazan antes de irse. Subo corriendo las escaleras y me ducho. Al salir, me peino y me plancho el pelo. Me maquillo un poco con solo unos minutos de sobra.

Me puse la ropa que tenía colgada en el armario desde ayer por la mañana. Luego agarré las llaves y salí corriendo.

Me río de sus mensajes. Entro corriendo a la escuela y encuentro a Sharon esperándome. —Bueno , parece que tenemos la primera clase juntos —dice , acercándose a mí con su cara en el periódico.

—Sí . Lleguemos antes de que se nos haga tarde —digo mirando la hora— . Tranquila , chica, tenemos minutos de sobra —sonríe mientras empezamos a caminar...

Dejé escapar un suspiro al llegar por fin a la universidad donde trabajaré durante un año. Nunca había sido profesor antes. Si lo fuera, no tendría una casa tan grande. Trabajé con mi hermano menor en su empresa. Quería vivir en Estados Unidos un par de años antes de regresar. Como tengo un título en este campo, decidí ser profesor de ciencias.

Salgo del coche en cuanto encuentro sitio para aparcar. Entro en la escuela y me reciben personas que me adoran. Todos mis compañeros de trabajo me conocen como un rico empresario inglés. Pero no quiero que los alumnos se enteren. Acordaron callarse.

En cuanto encuentro el aula donde se supone que debo trabajar, todos guardan silencio. Una reacción natural cuando la gente ruidosa ve entrar a su profesor. Me ajusto la corbata. —Buenos días, clase, soy el profesor Rodriguez, su profesor de Ciencias —digo, sacando la lista de asistencia.

- Ahora, por favor, diga presente cuando diga su nombre. - ¿ Abigail Dur? - Grito. - Presente , señor.

Repaso los nombres de la lista. Entonces uno me llama la atención. —¿Cristina Webber? —pregunto . Me recuerda a la mujer con la que me acosté anoche. ¡Qué ganas de repetirlo!

—Aquí , señor. —Una voz familiar me llama temblorosamente. Yo lo sabría. La oí gemir mi nombre un millón de veces. Levanto la vista buscándola. Me mira con cara de pánico. Me toma un segundo recuperar la compostura. ¡Es una de mis alumnas! ¡Joder! Me aclaro la garganta. —Veronica Jones —digo .

Cuando llego al último nombre, empiezo a enseñar todas las cosas que preparé hoy.

Al final de la clase, todos se van.

Observo cómo todos empiezan a salir de clase. Me quedo sentada, fingiendo que tomo mis apuntes. —Hasta luego, chica. —Michelle me da una palmadita en el hombro antes de irse. Igual que yo había reconocido al hombre con el que me acosté anoche, ella lo reconoció del bar: era el chico con el que me fui a casa. Casi me da un ataque de pánico cuando entró en clase y empezó a pasar lista.

¡Me acosté con mi profesor de la universidad! Es lo peor que pude haber hecho. Cuando no hay nadie en la clase, me levanto. Como si no me viera, ordena sus papeles. Una vez frente a él, le doy un golpecito en el escritorio.

Me mira con esos hermosos ojos. Me muerdo el labio y aparto la mirada. —¿Podemos hablar ? —pregunto en voz baja— . Sí. Nos vemos en mi oficina. —Se aleja del podio y se dirige a una oficina en la otra habitación.

Lo sigo a la oficina. En cuanto entro, cierra la puerta con llave. Su oficina está vacía, por supuesto, salvo por un escritorio y una silla. Me pregunto cómo la decorará.

—Adelante, Sra. Webber —dice , sentado en el borde de su escritorio con los brazos cruzados—. Anoche . No... no tenía ni idea de que era mi profesora. —Tartamudeo . Me observa atentamente, acelerando mi corazón.

—No tenía ni idea de que eras mi alumno —su voz ronca sale áspera—. Escuche , profesor Rodriguez... lo de anoche fue un error. No puede... No volverá a suceder —digo nervioso.

—Vale —dice , y eso me molesta. No va a decir algo como «No puedo olvidar lo de anoche. No fue un error mío. ¿Todavía quiero verte?» ni a impedirme que intente terminar. Disimulé mi decepción. —Si ya terminaste , puedes ir a tu otra clase —dice con una leve sonrisa burlona.

—Vale ... de acuerdo. —Respiro hondo y salgo de su aula. No debí creerle cuando dijo que no era solo una aventura de una noche. Salgo furiosa del aula y me voy a la siguiente.

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