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2, GRAN ERROR

Sofía se encontraba en su oficina, nerviosamente mirando el reloj. Había intentado llamar a la señora Imelda, la mujer que solía conseguirle mujeres para su jefe, pero no había podido localizarla. Ya era casi la hora de la cita y no tenía a nadie que pudiera sustituir a la chica que había cancelado.

El miedo de que la fueran a despedir la invadió y comenzó a sudar frío. Sabía que su jefe era muy exigente y que no toleraba errores. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Cómo iba a explicarle que no había conseguido una sustituta? Se sentía atrapada y sin salida. Fue entonces cuando tomó la absurda decisión de ir personalmente a explicarle a su jefe lo que había sucedido.

Tomó su bolso y salió corriendo de la oficina, sin pensar en las consecuencias de su decisión. Pero cuando llegó al sitio donde se encontraba su jefe, no se esperaba que fuera como aquel. El lugar era extraño, con luces rojas que apenas le permitían distinguir los rostros de las personas. Sofía se detuvo y miró al taxista con incredulidad, preguntándose si se había equivocado de dirección. Pero el taxista le aseguró que ese era el lugar que señalaba la tarjeta que ella le había mostrado.

Sofía se sintió cada vez más insegura y asustada. No sabía en qué tipo de lugar era aquel y qué iba a pasar a continuación. Con duda se introdujo en el estrecho recibidor donde un robusto guardia le cerró el paso.

—Identifíquese —le pidió extendiendo la mano, tomando la tarjeta que ella tenía, y enseguida llamó a una mujer. —Ya llegó la cita del cliente Vip.

La mujer que llegó era alta y delgada, con una falda corta y un escote pronunciado. Sofía se sintió incómoda al verla y se preguntó, ¿qué tipo de lugar era ese que frecuentaba su jefe? No parecía ser de la alta sociedad como el hotel que ella se imaginaba. La mujer la miró de arriba abajo y luego a la tarjeta que tenía en la mano la cual le arrebató.

—¡Cada día las escogen más raras! —dijo

Y sin esperar que Sofía le explicara a que había ido, la arrastró por un pasillo hasta llegar a una habitación oscura y lúgubre. Las paredes estaban cubiertas de un papel tapiz desgastado y manchado, y el techo estaba lleno de telarañas. En un rincón de la habitación había un perchero lleno de disfraces y máscaras extrañas, algunas de ellas parecían ser de animales y otras parecían ser de personajes de películas de terror. Pero todos con escenas del acto sexual.

En el centro de la habitación había una mesa pequeña con una silla, y al lado de la mesa había una puerta cerrada con llave. La mujer le indicó a Sofía que se cambiara en esa habitación y que dejara todas sus cosas en la mesa.

—Pero…

—Si quieres ver al dueño de esa tarjeta, es la única forma de hacerlo. Cámbiate y te llevaré —dijo en lo que se alejaba protestando por tener que luchar con novatas.

Sofía se sintió aún más incómoda al ver la habitación estrecha que le indicó la mujer. No sabía qué tipo de lugar era ese y se preguntó si su jefe estaba involucrado en algo ilegal. Con tanto dinero que poseía, ¿qué hacía en un lugar de mala muerte como aquel? Se preguntaba en lo que trataba de buscar algo no tan descubierto. Como le dijo la señora, no tenía otra opción, así que se cambió rápidamente y se puso una máscara que le pareció la menos grotesca.

Dejó todas sus cosas en la mesa, incluyendo su teléfono celular, su bolso y sus espejuelos, haciendo que su visión disminuyera grandemente, y esperó a que la mujer regresara para llevarla a ver a su jefe. Se sentía vulnerable y asustada, sin saber qué iba a pasar a continuación. Le explicaré todo a mi jefe y me iré enseguida, pensaba mientras trataba de estirar el vestido negro que se había puesto, que no iba más alla de la punta de sus redondos glúteos.

La mujer al regresar la observó con detenimiento. A pesar de que Sofía no era una belleza por su forma de vestir y sus enormes espejuelos por su miopía. Notó que tenía un cuerpo muy bien formado y un espeso y hermoso cabello que le llegaba más allá de la cintura y que seguía amarrado en un moño.

La mujer se acercó y le soltó el cabello, dejándolo caer en cascada por su espalda. Sofía se sintió incómoda por la atención que estaba recibiendo y se preguntó qué estaba pasando. La mujer la miró con una sonrisa maliciosa y le dijo.

—Si que eres una cajita de sorpresas, tienes suerte de tener un cuerpo tan hermoso, y deberías usar lentes en vez de esas gruesas gafas, no eres fea.

Sofía se sintió aún más incómoda al escuchar esas palabras y trató de alejarse, pero la mujer la agarró por el brazo y la obligó a quedarse en la habitación.

—Espera un momento aquí. No te muevas, y recuerda, pase lo que pase, no hables una sola palabra, ni trates de escapar, si te portas bien, todos tus problemas se acabarán.

Sofía se preguntó qué estaba pasando y cómo había llegado a esa situación. Se sintió vulnerable y asustada, pero ya era tarde para arrepentirse. Debía decirle a su jefe que la chica no llegaría y que se buscara otra. Esperaba nerviosa, escuchando los extraños sonidos que provenían de diferentes lugares. Se abrazó acobardada, pero no podía perder su trabajo. No quería regresar al orfanato y estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para mantener su empleo.

En ese momento, la mujer regresó y sin decirle nada, la tomó por una mano y la llevó casi a rastras por un angosto y aún más lúgubre pasillo, mientras le daba indicaciones.

—Tú solo sigue el papel que quiera el cliente que juegues, no dejes que te quite la máscara, aunque creo que no lo haga. Ni nosotros sabemos de quién se trata. Solo complácelo. Al terminar, regresa a la habitación por tus cosas y me verás allá. Con ese cuerpo tienes un gran futuro, linda. Solo es cuestión de que te arregles.

Sofía apenas veía por dónde iba, ya que no llevaba sus espesos lentes y caminaba con dificultad por los altos tacones. Escuchaba aterrorizada los diferentes sonidos al pasar por delante de las puertas, sin saber qué había detrás de ellas. Finalmente, la mujer la detuvo delante de una y la impulsó dentro de la habitación oscura.

—Hazlo bien y tienes el futuro garantizado —le dijo la mujer antes de cerrar la puerta tras ella.

Sofía se encontró con un hombre que estaba sentado en una silla, mirándola con deseos. Se sintió incómoda y asustada, pero recordó las palabras de la mujer y trató de comportarse de la manera que le habían indicado. Avanzó despacio porque no veía. El hombre seguía mirándola con deseos mientras ella avanzaba lentamente por la habitación oscura, tratando de adivinar si era su jefe o no. La máscara que llevaba puesta le daba cierta seguridad, pero aún así, se sentía vulnerable. Finalmente, llegó hasta donde estaba el hombre.

—Señor….

—Sussss…

Le indicó el hombre y se puso de pie, ella intentaba hablar sin resultados. Sofía se sintió aterrorizada cuando el hombre le colocó algo en la boca que le impedía hacerlo. Intentó resistirse, pero se sintió completamente indefensa ante él. El hombre comenzó a jugar con su cabello largo, mientras Sofía trataba de liberarse sin éxito.

Se sentía humillada y desesperada. Sabía que tenía que hacer lo que fuera necesario para mantener su trabajo, pero no podía soportar la idea de ser tratada así por mucho más tiempo. Y ni siquiera sabía si ese hombre detrás de aquella máscara era su jefe. Las lágrimas brotaban de los ojos de ella sin poder contenerlas. Sentía como las manos deseosas del hombre recorrían su cuerpo y la despojaban de su ropa.

Se sintió abrumada por una mezcla de emociones: miedo, desesperanza, desolación e incredulidad. Era su primera vez y no podía creer que estuviera sucediendo en un lugar tan tenebroso y lúgubre. A pesar de que ella intentó resistirse, se sintió completamente vulnerable y sin poder hacer nada para evitar lo que estaba sucediendo.

No importaban los esfuerzos que hacía por escapar, el hombre había logrado colocarse encima de ella desnuda en la cama, y sin más apuntaba a su interior. Aterrorizada, trató de cerrar sus piernas, y su llanto se incrementó. Él se detuvo y curioso bajó una mano introduciendo de a poco un dedo, para luego mirarla con incredulidad. Ella lloraba y lloraba, haciendo que el desconocido de a poco comenzara a tratar de tranquilizarla.

Y eso fue algo que la llenó de vergüenza, a pesar de la situación en que se encontraba, sin poder evitarlo, comenzó a disfrutar de todas las nuevas sensaciones que el desconocido la estaba haciendo experimentar en su primera vez. Su llanto se mezclaba con los gemidos que se le escapaban por el placer prohibido.

Por un momento pensó que la iba a dejar ir luego de haberla hecho experimentar la mayor sensación que ella había imaginado con su lengua en su centro. Pero fue todo lo contrario, parecía poseído por ser el primero en poseerla, se introdujo en ella despacio, dejándose deslizar, ella sentía que perdía algo valioso e irreemplazable, y que nunca volvería a ser la misma persona de antes.

La experiencia la dejó con una sensación de vacío y desesperación. No sabía cómo podría recuperarse de lo que había sucedido y se preguntaba si alguna vez podría volver a ser ella de nuevo. La incredulidad de que algo así pudiera sucederle a ella la invadió, y se preguntó cómo había llegado a ese punto en su vida. Y lo peor, era que no sabía si había sido con su jefe.

¿Y ahora qué iba a hacer? Había ido allí para que su jefe no se quedara esperando a alguien que no iba a llegar, y había sufrido la peor de las desgracias. Encima de eso, estaba segura que la despedirían cuando regresara el lunes al trabajo, ¿qué iba a ser de su vida? Se preguntaba, no sabía cómo iba a sobrevivir sin su trabajo, sin un hogar y sin nadie en quien confiar. Se sentía completamente sola y desesperada, en lo que recogía sus cosas y salía llorando, después de que el hombre se marchara. ¿Cómo diablos se le ocurrió ir a ese lugar? ¿Qué va a ser de su vida ahora?

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