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Capítulo 1. Mosquita muerta

Por Javier

—Necesito que te hagas cargo del shopping.

Insiste mi padre.

Así llamaba él a uno de los complejos de compras más grandes del país.

No es un shopping propiamente dicho, se dividía en stands o en una especie de boutiques que no estaban separadas más que a los costados y con vidrios y todas tenían las cajas de cobro en común, pero era mucho más que ropa, había un piso de electrodomésticos, que se dividían por marcas, otro de muebles, juguetes, electrónica, esos stands eran todos nuestros, salvo la parte de bares y restaurantes, que les alquilamos el lugar.

Sobre todos había dos restaurantes de comidas rápidas que eran competencia entre sí y otro un poco más formal, sin serlo totalmente, pero que iban personas adultas y sobre todo, sin chicos.

Las familias con criaturas siempre elegían las casas de comida rápida, éstos estaban ubicados en planta baja, ya que estaban abiertos hasta más tarde que el Shopping.

Lo llamo así para darle el gusto a mi padre…en los demás pisos habían pequeños bares, también concesionados, todo lo demás era nuestro.

Teníamos artículos importados y marcas propias.

Algunas marcas de ropa eran reconocidas y se vendían también en otros lugares muy exclusivos y teníamos una marca más juvenil, para seguir llegando a los nuevos jóvenes, esos que se desesperan por las marcas más nombradas y nosotros mirábamos y teníamos en cuenta cada tendencia.

Siempre se sacaban sublíneas nuevas y con nombres distintos, eso era marketing puro.

Cuentan que mi mamá no quería comprar esas tierras.

Cuando las compraron, eran terrenos alejados y no valían mucho, pero mi padre siguió una idea que traía mi abuelo de Francia: ellos eran Italianos, salvo la mamá de mi mamá que era alemana, pero habían visto en Francia uno de los primeros shoppings y a mi padre le quedo esa idea metida en el alma.

Compró la extensión más grande que pudo y con mucho trabajo y muchísima más suerte, llegó a tener este imperio.

Cuando llegaron las autopistas, una salida llevó nuestro nombre: "Shopping Ferrazzi".

Comenzó con esto hace 52 años, apenas tenía 20, era un adelantado mi viejo.

Lástima que mi madre no pudo disfrutar su esplendor, solo la parte de muchísimo trabajo.

Cuando ella murió ya eran millonarios, pero no como ahora.

Ella falleció joven, nos tuvieron de grandes, porque no podían tener hijos y finalmente, con tratamientos, llegamos nosotros.

No la conocí realmente, yo tenía un año cuando se nos fué.

Mi padre no se volvió a casar, nunca le conocí una mujer, hasta ahora…

Él lo niega, claro ¿Qué va a decir? ¿Qué tiene una querida de 20 años?

Dice que la quiere como a una hija.

¡Si ya nos tiene a nosotros!

Mi hermano Tony no tiene problema con eso, hasta parece tenerle cariño y son amigos…o algo más, estoy seguro que esa mujer juega a dos puntas.

Sí, es eso, le saca todo a mi padre y disfruta la cama de mi hermano.

—Sí, viejito, conta conmigo, voy a venir todos los días a trabajar y hacerme cargo de todo, ya pensé en algunas reformas.

—Las reformas que sean respetando siempre a los empleados.

Me dijo.

Claro, él sabía que le declaré la guerra a la puta de Camila, siempre con su cara de mosquita muerta que todos dicen lo angelical que es.

—Es que hay que implementar entregas a domicilios a partir de ciertos montos.

—Eso me parece excelente, podés hablarlo con Camila.

¡Otra vez ella!

—Antes lo hablaría con mi hermano ¿No te parece?

Le corté bruscamente.

—Con tu hermano también, pero él, dos veces por semana se ocupa de la importación y dos días más, está reunido con los diseñadores, en los talleres y el resto acá, aunque muchas veces la importación se puede manejar desde acá, también termina yendo a la aduana.

—Si, ya sé eso y es verdad que estoy más cómodo acá, pero…

—Por eso tenés que hablar las ideas con Camila.

Otra vez esa mujer, me enfurece ¡La odio!

—Ella es solo una empleada, no tengo nada que hablar con ella.

—Es más que una empleada, es casi una hija para mí.

—La palabra clave es “casi”.

Le respondí furioso.

Siempre ella, tan insoportable y mi padre y mi hermano la defendían ante mí todo el tiempo.

—Tratá de llevarte bien, porque es una empleada valiosísima y es muy importante para mí.

—¿Lo confesás?¿Es tu amante?

—No seas idiota, es una criatura.

—Una criatura que te envolvió con su apariencia tan…

—¿Tan qué?

—¡Tan de mosquita muerta!

—Es una mujer maravillosa, que luchó mucho, se recibió de licenciada en administración de empresas en 3 años y eso mientras trabajaba con nosotros, es más, estuvo un año trabajando sin pasar por administración, porque era menor de edad.

—¿Cómo?¿Estuvo en negro un año?¿Te volviste loco?

—La ayudé y ella respondió, no te metas con Camila.

¡Es increíble!

Ya voy a buscar la manera de hacerle la vida imposible hasta que se vaya.

—Otra cosa, no sé si sabías que uno de los dos departamentos del último piso lo usa ella, vive ahí y va a seguir viviendo ahí.

Salí asqueado, aunque lo negase, debe ser su amante, ya me las va a pagar, realmente la odio.

Pasé por el sector administrativo, eran 4 las oficinas principales y una, por supuesto, era de Camila.

—A mi oficina, ahora.

Le dije con muy malos modos.

Entré y ella lo hizo detrás mío, la miré mientras me sentaba detrás del escritorio, la observé sin hablar, Claro ¿Cómo no iba a estar loco mi viejo? Si viéndola de cerca, era verdaderamente hermosa, no me gustaba admitirlo, pero esto sólo lo admitiría en mis pensamientos…y tenía un cuerpo de infarto, unos pechos…¿Qué mierda estoy pensando?

Aparte deben estar hechos, el viejo le debe haber pagado las siliconas ¡Puta de mierda!

—No sé qué clase de relación tenés con mi padre —digo con desprecio— y con mi hermano —ella me mira con desdén, pero no dice nada.

—La semana que viene tomaré la dirección del shopping y no voy a tolerar comportamientos inapropiados, andá pensando en tu renuncia, después pensaremos en una excusa para el viejo.

Se paró poniendo ambas palmas en mi escritorio frente a mí, se inclinó para delante, la tuve cerca, tenía unos ojos grises, hermosos, poco maquillaje, unos rasgos perfectos, suaves, delicados…

¿Qué mierda estoy pensando?

Concentrate Javi, me dije, la odias.

—No sé qué pensás vos en cuanto a la relación que tengo con tu papá o con tu hermano, tu padre es como un ángel de la guarda, que lo encontré en el momento que más lo necesitaba y Tony es como un hermano. Mi comportamiento siempre es ubicado de acuerdo al lugar donde me encuentro y también es recíproco con las personas según se lo merezcan y no, no voy a renunciar, si querés, echame y vos le explicás a tu papá y a tu hermano los motivos.

Enojada, herida, pero todo lo dijo casi en voz baja y vi como le temblaban las manos y también su boca, esa boca...pero a mí no me va a embaucar, yo no voy a caer en su brujería.

—No me interesa, tengo mi opinión y vos no la vas cambiar, pero no te olvides que sos solo una empleada, con más beneficios que otros y me imagino por qué.

—No sé que te imaginás, pero estoy segura que estás muy equivocado y no me conocés en absoluto.

—No me interesa conocerte, andate con cuidado, porque no voy a parar hasta sacarte la máscara.

—Apurate, así dejás de lado ese odio absurdo que me tenés.

—Veo que estamos en la misma sintonía. Sí, te odio y esto es una guerra.

—¡Imbécil! ¡No te hice nada! ¡Ponete a trabajar y dejame en paz!

Me paré y rodeé el escritorio, ella estaba de pie, aunque tenía zapatos altos, me llegaba a la barbilla, la agarré de los hombros apretándolos con fuerza.

—A mí no me llamas imbécil, me respetás porque soy tu jefe y tampoco me mandás a trabajar, eso es lo que tenés que hacer vos en lugar de revolcarte con mi padre y con mi hermano, promiscua, eso es lo que sos.

Me dio una bofetada con todas sus fuerzas, me dejó ardiendo la mejilla, se la iba a devolver, pero jamás, hasta ahora, le pegué a una mujer, tampoco había insultado y faltado el respeto a nadie, jamás, me di cuenta que sí soy un imbécil y que me excedí, no sé cómo, pero cuando me di cuenta la estaba besando, mordiéndole los labios, casi lastimándola, comiéndole la boca, ella no me respondió, pero tampoco pudo evitar que mi lengua llegara casi hasta su garganta.

Paré porque estaba sintiendo el gusto de su sangre.

Estoy asombrado de mi comportamiento, no sé porqué actué así, siempre fui impulsivo, pero no maltrato a las mujeres.

Logró alejarse de mí y ya no intentó hacer nada, dio la vuelta y se fue, no a su oficina, sino a su departamento, lo sé, porque subió la escalera interna a la que ningún otro empleado tenía acceso.

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