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Mi nuevo comienzo

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Sinopsis

Isabel nunca iba al pueblo, si no muy, muy pocas veces. Y las pocas veces que se vio obligada a hacerlo, salió de la casa a la hora en que los demás aldeanos estaban almorzando o durmiendo la siesta. No le gustaba estar rodeada de otras personas, y sabía cómo la llamaban las personas en los muelles. La bruja del faro. Isabel se maravilló de cómo las personas etiquetaban a otras personas sin siquiera conocerlas. Ella había elegido ir a vivir al viejo faro que era propiedad de su difunto abuelo. Era cierto, pasaba todo el tiempo sola o en compañía de su pastor alemán, pero eso no la hacía peligrosa. Así que cuanto menos pudiera viajar a la ciudad, mejor. Sin embargo, de una cosa estaba segura. Los animales eran cien veces mejores que los humanos. Kimon nunca la había juzgado, ciertamente no podía, pero era uno de los pocos amigos que le había permanecido fiel. Oh, sí, los humanos todavía tenían mucho que aprender sobre la verdadera amistad. Le silbó a Kimon, quien se animó y la siguió mientras subían por el acantilado. Un aire fresco golpeó su rostro, dos gaviotas se liberaron en vuelo y luego fueron a descansar sobre las rocas en el mar.

RománticoSegunda Chance AmistadAcción18+16+Posesivo

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Isabel nunca iba al pueblo, si no muy, muy pocas veces. Y las pocas veces que se vio obligada a hacerlo, salió de la casa a la hora en que los demás aldeanos estaban almorzando o durmiendo la siesta. No le gustaba estar rodeada de otras personas, y sabía cómo la llamaban las personas en los muelles. La bruja del faro.

Isabel se maravilló de cómo las personas etiquetaban a otras personas sin siquiera conocerlas. Ella había elegido ir a vivir al viejo faro que era propiedad de su difunto abuelo. Era cierto, pasaba todo el tiempo sola o en compañía de su pastor alemán, pero eso no la hacía peligrosa.

Así que cuanto menos pudiera viajar a la ciudad, mejor.

Sin embargo, de una cosa estaba segura. Los animales eran cien veces mejores que los humanos. Kimon nunca la había juzgado, ciertamente no podía, pero era uno de los pocos amigos que le había permanecido fiel. Oh, sí, los humanos todavía tenían mucho que aprender sobre la verdadera amistad.

Le silbó a Kimon, quien se animó y la siguió mientras subían por el acantilado.

Un aire fresco golpeó su rostro, dos gaviotas se liberaron en vuelo y luego fueron a descansar sobre las rocas en el mar.

-Hermoso, ¿no?- preguntó Isabel al perro, refiriéndose al espectáculo que la naturaleza ofrecía debajo de ellos.

El perro dejó escapar un gemido ahogado e Isabel no supo si él pensaba como ella.

Cerró los ojos y disfrutó de la sensación que le daba el viento. Él había dado un vuelco radical a su vida, y en ese momento estaba más convencida que nunca de la elección que había hecho.

Sus cinco minutos de relajación se vieron interrumpidos por un fuerte ruido que resonó en su cabeza durante varios minutos.

-¡Malditos aviones!- tronó. Mientras veía al caza volar por encima de ella, girar un par de veces y luego desaparecer entre las nubes.

Kimon ladró molesto. Esos enormes pájaros tecnológicos también lo molestaban.

-Vamos. Tenemos que comprobar que la luz funciona.- le dijo Isabel a Kimon. Él la miró con una leve inclinación de cabeza.

De hecho, una densa niebla cubría el cielo, poco después la visibilidad habría sido mínima, y el faro habría facilitado el recorrido de los barcos que se encontraban en el mar.

La vista desde allí siempre fue algo mágico. Isabel siempre sintió que volaba. Se sentía como si pudieras tocar el cielo con un dedo. Comprobó que todo funcionaba correctamente y se sentó un momento en la vieja mecedora de su abuelo que estaba en el pequeño balcón sobre el faro. Volvió a cerrar los ojos y empezó a pensar en viejos recuerdos, en una Isabel de infancia que corría despreocupada por la hierba de aquel lugar. A una Isabel que no sabía lo cruel y tiránica que era la vida. Cómo el destino podría burlarse de ti al deformar tu existencia.

Suspiró profundamente y continuó sumergiéndose solo en recuerdos agradables.

Kimon se había agachado a su lado. Tenía la cabeza agachada entre las patas y hacía compañía a su ama como un amigo sincero.

Cinco minutos después, el estallido de un barco atravesó el denso aire que se había creado.

El pastor alemán saltó y comenzó a ladrar, Isabel primero abrió un ojo y tranquilizó al perro con una suave caricia en la espalda, luego se puso de pie y sonrió.

-Es Carl.- dijo.

Entró corriendo, cerró la puerta de cristal oxidada, echó un último vistazo fugaz a su alrededor y bajó corriendo las escaleras hasta el pequeño muelle bajo el acantilado.

-¡Hola Isabel!- exclamó el viejo pescador, mientras intentaba levantarse la gabardina amarilla que no dejaba de caerse, dejando un hombro al descubierto.

-Hola buen Carl. ¿También fuiste a pescar hoy?- Preguntó, mientras señalaba a los peces con los anzuelos aún en la boca, sumergidos en el hielo, en la cubierta del barco.

Carl sonrió, abrió una bolsa y comenzó a meter algo de pescado en ella.

Otro avión que pasó por encima les llamó la atención.

-Había silencio una vez aquí en Wilmington. Ya no.” Observó a Carl mientras cerraba la bolsa y se la entregaba a Isabel.

Ella se encogió de hombros y sonrió un poco avergonzada.

-¿Cuánto te debo, Carl?- le preguntó refiriéndose al pescado.

Él frunció el ceño. - ¿Otra vez con esta historia? Ya te dije que lo hago de buena gana y gratis. Me gusta traerte algo de pescado.-

"Está bien, entonces gracias", respondió Isabel, lanzando su mirada entre Carl y Jimmy. El chico la saludó.

-Ahora mejor me voy, mi esposa se empezará a preocupar si no me ve llegar. Adiós Isabel.- La saludó el pescador llevándose el índice y el dedo medio a un lado de la frente, como un auténtico marinero.

-¡Carl, Jimmy! Gracias por el pescado.- respondió Isabel subiendo la escalera, siempre seguida por Kimon.

Recordó el día que se mudó al faro. Carl era amigo de su abuelo, y cuando llegó a Wilmington, Carl fue el único que no siguió los malos rumores. Recordaba a aquella niña que felizmente pasaba sus vacaciones de verano en casa de su abuelo, no sabía que le había pasado a esa niña que entretanto se había convertido en mujer, y nunca le había pedido ninguna explicación, respetando su silencio. . Pero en el fondo, Carl sabía quién era realmente Isabel.

El día pasó volando en un abrir y cerrar de ojos. Al caer la noche Isabel asó un pescado, habiéndolo limpiado previamente y metiendo los demás en la nevera. Se sentó en la pequeña mesa de dos asientos en la cocina, encendió una vela y descorchó una botella de vino, se sirvió una copa y cenó solo con la compañía de Kimon. Mientras afuera, un cielo estrellado decía adiós a otro día, pero prometía el comienzo de otro nuevo amanecer.

Isabel miró por la ventana el cielo estrellado. Luego se volvió hacia el perro que estaba comiendo.

-Creo que mañana será un día maravilloso.- Dijo finalmente.

Siempre he tenido suerte con el dinero de mis padres, pero mi vida no siempre ha sido fácil.

Muchos piensan que teniendo dinero se puede hacer de todo, quizás tengas razón pero no siempre es tan fácil.

Mucha gente me llama usurpador aunque no saben que uno se dedica a estudiar y a veces hasta le dan una paliza. Tenía

amigos y profesores en la universidad que no me apoyaban para nada porque 'ella es rica, ella puede hacer todo'.

No funciona así, por mi 'riqueza' si se le puede llamar que nunca me dieron crédito por nada.

He tenido algunas amistades muy tóxicas desde que estaba en la escuela secundaria, nunca me gustó el ambiente escolar, solo asistía a él para llegar a mi meta y vengarme. Muchos de ustedes pensarán que soy un nerd, que no tenía amigos, estudiaba y nunca salía. Pero esta idea es incorrecta. No me gustaba estudiar, quizás era lo que más odiaba hacer porque lo veía como algo que me quitaba tiempo de mi vida social y de mi vida deportiva, siempre iba a fiestas con mis 'amigos' que me invitaban porque yo era el más 'popular' de la escuela aunque yo no me consideraba como tal. Nunca he tenido miedo de expresar mi opinión sobre nada aun sabiendo que voy en contra de las ideas de todos. Siempre he sido yo misma, siempre he sido Susana .

el punto de vista de susana

Soy Susana, acabo de terminar la universidad y me gradué en derecho, un campo que se ha desarrollado durante generaciones en mi familia. Por fin puedo realizar mi sueño, viajar y hacer lo que más me gusta. Sueño con trabajar en el extranjero, siempre me ha gustado descubrir lugares más allá de mi frontera territorial y espero que algún día todos mis deseos se hagan realidad. Soy una chica habladora, a veces, de hecho siempre, hablo más de lo necesario. Me encanta decirme las cosas a la cara pero siempre educadamente ya que siempre trato a las personas siempre pensando en cómo quiero que me traten. No me gustan para nada las cosas programadas, me gusta vivir cada día como si fuera el último, disfrutar la vida haciendo lo que me apasiona y no le tengo miedo a los obstáculos, al fin y al cabo son parte de nuestra vida. No quiero que mi vida sean solo programas. Si lo planeé todo, tal como soy, en cuanto se presenta un obstáculo, le pego a la pelota. Poco a poco aprendí a manejar pequeños inconvenientes y mi ingenio siempre me ha ayudado mucho.

Ahora estoy con mi familia para pasar los últimos momentos con ellos antes de partir a una nueva aventura. No me gustan las despedidas son tristes, parece que cuando te vas una persona nunca vuelve y de hecho por eso decidí ir sola al aeropuerto aunque sea muy triste. No quiero despedirme de nadie de mi familia, solo la palabra -adiós- me aterroriza al punto de hacer temblar mi corazón. No quiero ver llorar a nadie porque si no, yo también empezaría a llorar. Soy una persona que se preocupa bastante por su familia, ellos son mi roca y es gracias a ellos que llegué donde estoy. A veces tengo frío, me doy cuenta de eso, pero no puedo evitarlo. Mi carácter es así, tiendo a alejarme cuando una persona me lastima, actúo por impulso. Me culpo por dejar que esa persona vea mis debilidades. Tengo aspectos de mi carácter que necesitan madurar, me doy cuenta de esto, pero sé que tengo que crecer para cambiar.

El verano está por terminar y en unos días tendré que hacer la maleta.

Ya he encontrado un apartamento para quedarme, es muy luminoso y lo suficientemente grande para que viva una persona. Se que vivir sola ya es bastante dificil pero aun vivir sola y en otro continente me da un poco de miedo, siempre he sentido la necesidad de tener mi independencia, no es que mis padres no me la den, necesito tomar mi espacio y finalmente sentirme como una persona realizada. Quiero emprender el vuelo, volar con mis alas y llegar lejos.

Decidí irme después del verano ya que los meses de septiembre y octubre son en los que encuentras trabajo más fácilmente además porque Nueva York es una ciudad muy grande así que no creo que me cueste encontrar trabajo con un sueldo que además me permite quitarme los caprichos de los más pequeños.

Nací en una familia de abogados, ya fue el destino que siguiera los pasos de mi familia pero nunca nadie me ha obligado a tomar el camino de la justicia. Siempre he estado solo en casa, mis padres siempre estaban en la empresa (Anderson Abogado) o cuando estaban en casa estaban ocupados haciendo prácticas en la computadora aunque nunca me quitaban la atención o me hacían sentir abandonada. Aunque mis padres estaban muy ocupados, eran muy atentos incluso cuando no estaban en casa, mamá me dejaba comida antes de irme al trabajo y papá siempre se aseguraba de que tuviera algo de dinero en caso de que quisiera salir a caminar con amigos.

Son muy buenos en su trabajo, siempre han satisfecho a sus clientes y siempre han sido profesionales incluso cuando estaban en la oficina con toda la familia.

- Susana estamos orgullosos de ti y de lo que te estás convirtiendo - me dice mi padre con un brillo que aparece en sus ojos en cuanto me mira.