Capitulo 8
Hacía casi una hora que estaba solo en el mostrador y nadie había llegado, era solo un vaso de tequila que probablemente guardaría toda la noche y estaba entre varias personas hablando entre sí y la bendita música alta que hizo Ojalá estuviera en casa desde el momento en que llegué allí. Hasta que alguien se acercó furtivamente a susurrarme al oído, por un segundo pensé que era Bárbara, pero la voz era diferente.
—Así que realmente viniste— Ricardo se reveló en medio de haces de luz. —No puse mucha fe en que aparecieras.
—Mal juicio— bromeé, tomando un sorbo de la bebida seguro de que no había más tiempo para escapar.
—Y parece que el personal nos dejó plantados— Miró alrededor del lugar, tratando de reconocer a alguien. —Entonces supongo que solo somos tú y yo—.
No sabía si era una buena idea, pero ¿qué podía decir? Incluso pensé en algunas excusas tontas, pero ninguna de ellas sería lo suficientemente buena.
Teniendo en cuenta todo, incluso Ricardo era bueno para hablar y en un —ida y vuelta— de conversaciones paralelas terminé convenciéndome de que ya había bebido demasiado, o al menos lo suficiente como para marearme un poco y decidí que el resto de la bebida en mi vaso que ni siquiera sabía cuál sería mi última bebida, pensé. Pero cada vez que lo vaciaba, Ricardo insistía en llenarlo y volverlo a llenar aunque decía que no iba a beber más. Insistió e insistió.
—Entonces, ¿no quieres salir de aquí un rato?— Y había bastante claras sus intenciones que traté de evadir todo el tiempo. —Sal de este lío—.
—Oh, voy al baño y vuelvo enseguida— fue todo lo que pude decir para alejarme de esa invitación y sin demora, salí esforzándome por no tropezar con nadie y en busca del baño.
Ni siquiera recordaba haber visto uno allí, pero sabía que en algún lugar de ese pasillo debía haber un baño, sería inaceptable que no lo hubiera hasta que, para mi sorpresa, mis ojos se encontraron con alguien que no esperaba encontrar. allí, no en esas condiciones.
—¡¿Bárbaro?! No sabía que estaba aquí.
—¿Estás bien, Liv?— a pesar de la sonrisa en su rostro, me pareció demasiado serio.
—Sí. Tropecé torpemente y rápidamente me ayudó a recuperarme. —Yo creo.
—Te vi cuando llegué, pero supuse que estabas con otra persona y no querías estorbar.
¡PARA TODO! A ver si no es solo mi paranoia o tal vez fue culpa de la bebida, pero por un segundo pensé que era un poco de celos, se que no tenía nada que ver, pero es todo lo que se me ocurrió.
—¿Qué? No. Ricardo es solo un amigo del trabajo. En realidad, se suponía que todos los profesores estarían aquí, pero por alguna razón misteriosa, nadie apareció. —Sentí una necesidad absurda de explicar lo que estaba pasando.
Tal vez no era tan misterioso y yo estaba demasiado borracho para darme cuenta.
—Está bien Liv, no tienes que explicarme nada.
Sonaba bastante arrogante y me enojé por eso y volví a mi búsqueda del baño. Me quedé allí frente al espejo mirándome durante unos minutos tratando de convencerme de que no estaba borracho, pero cuanto más intentaba creer esa mentira, más borrosa se volvía mi propia imagen. Tomé el celular y le grabé un audio a Alice, a quien elegí para sacar mi enojo momentáneo.
—Estoy literalmente borracho y voy a tener que pedir un uber, pero ni siquiera sé la dirección de mi casa. ¡Te odio por dejarme ir sola! Adiós—.
Me quedé con el celular y decidí volver al mostrador y encontrar una excusa plausible para irme, no podía soportar beber ni un sorbo más. Apenas llegué al mostrador, Ricardo ya había llenado mi vaso con algo verde con un poco de hielo y, al parecer, mucho alcohol.
—Usted demoró. Así que pedí una bebida más para ti.
—Oh no, realmente necesito irme a casa—.
—¿Qué? —Él no quería perder la guerra a esas alturas del campeonato. —Pero aún es temprano. —me mostró la hora en la pantalla de su celular, pero todo lo que pude ver fue un montón de números borrosos. Además, no me has contestado.
—¿Cuál era la pregunta de nuevo?—
—Vamos al lugar más cómodo, no sé, solo sal de aquí.
—Lo siento—, aparté la bebida. —pero realmente tengo que irme ahora.
Me levanté más que decidida a alejarme de él y sentí que me tomaba del brazo.
—Esperar. ¿Ni siquiera te terminarás ese trago? Señaló el vaso y me lo entregó. —Realmente no vas a hacer ese desaire, ¿verdad?—
No entendía a dónde iba exactamente con esto y, por otro lado, no sabía cómo iba a perderlo.
—Roxana, será mejor que te vayas a casa— era la voz de Bárbara, me giré para comprobarlo y estaba mirando a Ricardo como si fuera una guerra.
Debo decir que no me gustó el tono que usó cuando dijo que sería mejor irme a casa, sentí que me estaban dando órdenes. Pero en ese estado y con la compañía en la que estaba, pensé que realmente sería lo correcto.
—No te preocupes, te llevaré a casa—. Después de todo, ya nos íbamos. —replicó Ricardo, cayendo en el juego de poder que ambos iniciaron ahí.
No era del todo la verdad.
—¿Ustedes estaban saliendo?— Bárbara me miró confundida, esperando confirmación. No era exactamente lo que esperaba con esta intrusión.
—Ricardo, de verdad necesito irme. Lo miré seriamente para ser muy convincente. Y Bárbara puede dejarme en casa.
No estaba sobrio, pero después de todo sería prudente ir a casa con Bárbara, Ricardo era realmente raro.
—Todo bien. —Se dio por vencido ya que no tenía mucho que hacer, se acercó sutilmente sin apartar la mirada de Bárbara y depositó un beso en mi mejilla. —Nos vemos en el trabajo—.
Pagó la cuenta en el bar y se alejó, mirando hacia atrás con cada paso que daba.
—Vamos, te ves horrible. — Comentó apoyándome en su cuerpo.
—No dijiste eso esa noche. bromeé.
El camino a su coche estaba en silencio, algo andaba mal. Abrió la puerta y me ayudó a entrar ya que cada diez pasos yo tropezaba al menos una vez, todos atentos y aún con el ceño fruncido, se puso el cinturón de seguridad y cerró la puerta.
Mientras estaba en el estacionamiento apoyado en un auto más lejano, Ricardo nos miraba con sangre en los ojos disgustado porque su plan no había salido como él quería, no ese día.
—¿Que tienes? cuestioné mientras conducía en silencio sin apartar la vista de la carretera. Normalmente no estaría tan callado así. —¿Hice algo mal?
Como apenas recordaba aquella noche, resolví bombardearlo a preguntas.
—Creo que deberías tener más cuidado con ese tipo.
—¿Ah, sí? ¿Es porque?
—Sólo digo.
—¡No no! Sabes algo y no me lo quieres decir.
Solo estaba fanfarroneando, no pensé que me tomarías en serio.
—No puedo probarlo, así que será mejor que lo deje en paz.
—Teniendo en cuenta que no recordaré nada mañana, puedes decirme lo que quieras. Me encogí de hombros a pesar de que era malo, de hecho no era tan malo como lo hice parecer.
—Ese hombre... —pausa para repensar, era toda una acusación. —Él quería algo más contigo y no digo que no pueda hacer lo que quiere, porque tú sí puedes. Pero lo estaba haciendo de la manera incorrecta, llenándote de alcohol y llamándote a un lugar más tranquilo. Él no quería nada bueno.
Si no hubiera estado tan borracho, me habría dado cuenta.
—Yo no quería beber. —a pesar de escuchar cada palabra, no tenía mucho sentido en ese momento, obviamente culpa del alcohol.
—¿Y por qué bebiste?—
—Yo qué sé. Me encogí de hombros. —Ni siquiera quería estar allí sola.
—Todo bien. Sólo tienes que tener más cuidado. —y finalmente me miró por unos segundos. —La gente puede aprovecharse de ti—.
El resto del camino fue en silencio y solo me di cuenta cuando llegamos a casa, una vez más me ayudó a bajar del auto y apoyándome, caminamos hacia el portón con barras negras medianas, en la parte superior estaba resaltado el número —— y pronto Estábamos parados frente a la puerta de vidrio.
—Está cerrada. —El chequeó. —¿Alicia está en casa?—
—Mi llave está atascada en la ventana—. Señalé en su dirección. —Siempre lo consigo—.
—Todo bien. —Lo buscó y no tardó en encontrarlo, lo único que tuvo que hacer fue abrir la ventana que siempre dejaba abierta y jalar la cuerda. —Aquí está.
Abrió la puerta y pronto pasamos por ella, como si no hubiera un mañana caminé hacia el sofá y me tiré sobre él.
—Me moría por llegar a casa. comenté, deshaciéndome de los tacones altos y del sostén que me apretaba. ¿Que pasó? Sé que tú también.
—¿No vas a ir arriba?— preguntó recogiendo los zapatos que había tirado en otro lugar mientras me acomodaba en el sofá.
—No puedo subir esas escaleras—. Respondí sin siquiera abrir los ojos. Me quedaré por aquí.
—Todo bien. Entonces me iré.
—No, no te vayas. —Ni siquiera sabía de lo que estaba hablando— Quédate aquí conmigo.
—Quería que me preguntaras eso cuando no estuviera borracho.—susurró para sí mismo cubriéndome con una manta que estaba sobre el sillón. —Yo quedaría.
Me dio un beso rápido y se fue, terminando esa noche que me daría dolor de cabeza al día siguiente.
