Sinopsis
León Vitorino Hay amor a primera vista? ¡Creo que si! Bueno, me pasó tan pronto como la vi. Esta mujer parecía un ángel. Tan hermosa y tan perfecta. Sus ojos me mostraron una gran tristeza que me hizo querer protegerla de todo y de todos. Todavía no sabe quién soy, pero pronto lo sabrá. Encantado de conocerte, soy tu CEO POSESIVO. María Eduarda Si me hubieran dicho que el día de mi cumpleaños sería violada y golpeada, me hubiera reído. Lástima que todo lo que pasé no fue un simple mal sueño, ese en el que cuando te despiertas ya es de mañana y te olvidas. Pero no fue un simple sueño, sino una pesadilla que se hizo realidad y que me hizo atentar contra mi propia vida. Intenté suicidarme, ¡sí! ¿Me equivoco? ¿Me merecía esto? ¿Puede un amor superar este dolor? ¡Ven y descubre esta hermosa, apasionada y al mismo tiempo triste historia y acompaña a esta pareja!
Prólogo
María Eduarda
Honestamente, no sé cómo me las arreglé para llegar a casa. Entro en silencio para no despertar a mi hermana, y termino gimiendo cuando accidentalmente choco contra el pasamanos y aprieto los dientes para no gritar, solo dejando escapar un pequeño gemido de dolor.
Subo las escaleras, o mejor dicho, voy gateando, y al fin logro llegar a mi habitación. Cierro la puerta y no enciendo la luz, tenía miedo de ver lo herida que estaba.
Estoy caminando muy despacio, cada paso que daba era una tortura, y siempre estaba apoyado contra la pared hasta llegar a mi mesita, donde tenía un cuaderno y también algunos libros.
No siempre necesitaba encender la luz de la habitación, ya que tenía una lámpara. Tan pronto como puedo alcanzarlo, lo enciendo y veo mis dedos magullados. Siento que las lágrimas ya fluyen. Abro el diario que recibí de mi hermana y empiezo a escribir. Hasta escribir duele. Empiezo a llorar suavemente.
“Querido diario, ¡Hoy fue mi cumpleaños número 18!”
"No merezco vivir".
“Fui violada y drogada, ¡y decidí que debía morir hoy!”.
Todo lo que puedo escribir es esto, y dejo el diario. Abro el cajón y había una pequeña navaja. Lo tomo y me dirijo al baño. Cuando llego, enciendo las luces. Las lágrimas caen cada vez más y no puedo controlarlo. Estaba avergonzado, dolorido, enojado.
Mi rostro magullado, mi cabello despeinado y mi ropa desgarrada. Ya era consciente de una cosa: no sabría vivir con esta pesadilla, y lo único que tenía que hacer era suicidarme, era la única solución.
Llevo el estilete directo a mi muñeca y empiezo a mover la hoja. Siento el escozor del corte y ya puedo ver la sangre saliendo. Hago lo mismo con el otro, y en poco tiempo estaba cayendo al suelo. Justo antes de hacerlo, escucho a mi hermana gritar:
“Perdóname…” suplico, y finalmente siento que la muerte se acerca y me entrego a ella en paz, sabiendo que nada en el mundo me hará daño.