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Capítulo I. Un viaje antes de la boda: el control del abuelo.

Keanu.

- “Bien hermanito, no te voy a preguntar como los llevas, porque sin lo llevas la mitad de mal que yo, comprendo el humor de perros que llevas, nadie se atreve a entrar en tu despacho.”- me dijo Mike, entrando en mi despacho, y tirándose de forma destartala en el sofá.

No podía discutir con él, ya que tenía razón, esta maldita espera, no iba para nada con mi forma de hacer las cosas. Por lo menos, esta noche se realizarían los tres compromisos, y yo podría poner el anillo que había comprado, en el dedo de mi Sirena tentadora, así mi instinto de cazador se calmaría algo, ya que el mundo sabría que quiera era mi dueña, y yo podría decirle al resto de la población masculina que, Ariana Cortes Basterra, ya no estaba en el mercado de diosas deseables. O al menos eso esperaba, por aun me quedaba un maldito mes para la boda, y lo importante, para esa deseada noche, en que tendría el honor en que mi dueña, se entregara a mí.

- “No te esfuerces Mike, tu hermano ha decidido mantener este humor de perros, hasta que no se case con Arianna, esperamos que el resto del mundo, pueda sobrevivirlo.”- dijo un sonriente asistente, y mejor amigo, entrando por la puerta del despacho sin tocar.

Nunca me había molestado que los hiciera, pero ahora sí, ya que esa sonrisa, que mostraba él, todo el día, sólo significaba una cosa, el hijo de p… de Jason había tenido una larga y extenuante noche de pasión con su recién estrenada esposa, y lo único que hacía el muy maldito, con esa actitud, era demostrarnos al resto de los que estaban en abstinencia forzosa, que él era el único estaba feliz y satisfecho, de los cuatro.

- “Es él, quien me pone de mal humor, mira esa sonrisa de gato que se ha tomado toda la leche y se está relamiendo, ver eso todos los días, cabrea, y no sabes cuánto.”- sabía que me estaba quejando como un niño pequeño, no era nada típico en mí, pero necesitaba desahogarme, este periodo de espera se me estaba haciendo más que largo.

Jason solo lo miró y sigue sonriendo, ya estaba acostumbrado a que su jefe, y mejor amigo, estos días pareciera un oso con dolor de muelas.

- “Ahora que lo miro bien, hasta a mí también me estas cayendo mal, Jason.”- dijo Mike mirándolo desde el sillón donde se había tirado cuando entró en mi despacho. - “¿No podría aguantarte un poco esa sonrisa de satisfacción, para que el resto de los humanos podamos revolvernos en nuestra miseria sin tener una prueba visual de lo que es, ser un feliz recién casado, maldito cabr …?”- Jason lo interrumpió.

- “Lo siento por los dos, pero no voy a dejar de sonreír por amar, y ser feliz al lado de mi mujer, y ustedes tengan que esperar, la culpa es de sus familias, y de las promesas que hicieron, yo no tengo ese problema, y sí estoy más que feliz, en mi matrimonio, pues lo digo. Lo que faltaba.”- dijo el muy descarado sentándose en la silla que había frente a mi mesa de despacho, mientras yo, desde mi silla ejecutiva, lo miraba entrecerrando los ojos, con cierto grado de envidia, y odio.

- “Hermano despídelo, hasta que nos hayamos casado, ¡Por dios! No aguanto que sonría como si el conociera un secreto, que nosotros desconocemos”- se quejó, Mike.

-” Por mi encantado, más tiempo para pasar, con la deseable, señora Graham.”- dijo el mal nacido de Jason sonriendo aún más ampliamente. Justo en ese momento, entró Kevin Junior, también si tocar la puerta de mi despacho.

- “¿Pero es que mi despacho se ha convertido en la sala de reuniones, no podéis tocar la puerta, alguno de los tres, maldita sea?”- les dije serio a los tres, Kevin, como los otros, también me ignoró y se fue directamente a el mueble bar de mi despacho, para servir cuatro copas.

- “¿Alguien sabe si hay algún somnífero, que me duerma hasta dentro de un mes, y me despierte ya casado, y con mi esposa, la arpía pelirroja, en mis brazos?”- preguntó mientras nos entregada a cada uno una copa, sabía que tanto su futura esposa, como su madre selo estaban poniendo difícil, por razones distintas, unas más placenteras que otras.

- “Esta visto que hoy no voy a poder usar el maldito trabajo para poder eludir, las ansias que tengo de secuestrar a mi mujer, y llevármela a algún lugar, casarme, y pasarme un mes en su cama.”- pensé mientas apagaba el ordenador, y me levantaba de mi asiento para sentarme en el sillón individual.

Mientras, los otros tomaban posiciones en los sillones a mi alrededor, excepto, Mike, que desde que llegó se había apropiado del sillón de tres plazas, acostándose, de forma desgarbada, como cuando era niño.

- “Hoy, nos comprometemos.”- soltó Kevin con un deje de emoción, que era raro en él, lo que demostraba lo loco que lo había vuelto, la deslenguada de Miriam Lugo García.

- “Y después, sólo hay que esperar un mes, y ya estaremos casados.”- dijo Mike, mirando al techo, como soñando, que ese día llegara pronto.

- “Eso me recuerda, que debía entregaros algo.”- dijo Jason, y salir un momento del despacho, regresó, con unos sobres en las manos, y nos dio una carta, a cada uno.

Nada más abrirlo, mi mal genio se multiplicó por diez, mi abuelo había vuelto a hacer otra de las suyas.

- “¿Pero que mierda es esta?”- dijo Mike al mismo tiempo que Kevin gruñía, y tiraba la carta al suelo. Al parecer no era el único al que se la había jugado el abuelo.

Al parecer los tres teníamos que viajar este último mes antes de la boda, para dejar todo, arreglado, y así poder tomarnos unas semanas de luna de miel, a Kevin le tocaba viajar a Seattle, la sede central de Powell Holding, Mike, tenía una reunión, de ventos, a la que debía haber ido mi madre, pero como estaba con los de la boda no podía, en Japón, y yo tenía varias reuniones en varios países, entre ellos, Nueva Zelanda y Colombia, pero lo mejor, y por lo que los tres estimábamos que rompíamos algo, era que salíamos mañana de viaje, después del compromiso de esta noche.

Cogí el teléfono para llamar a mi abuelo, ardiendo por dentro de ira, tenía que cantarle las cuarenta, cuando, como siempre, ese viejo zorro se adelantó, entrando como no, en mi despacho, también sin llamar.

Desde hoy iba a poner un cartel, como en el colegio, o en las consultas médicas, para que la gente supiera usar la educación de tocar antes de entrar, además de poner un fechillo a la puerta, no sea qué después de casarme, un día tuviera la visita de mi deseada, y amada esposa, a mi despacho, con la excelente idea de seducir y pervertir a su marido, ante eso, esa puerta se cerraría a cal y canto, mientras ella se dedicaba a torturarme.

- “¡Ni se les ocurra quejarse!”- sentencio el maldito viejo controlador- “Porque sólo tenéis dos opciones, o viajáis este mes a dejarlo todo arreglado o lo hacéis después de la boda. Yo en su lugar, lógicamente, preferiría lo primero, mientras sus prometidas y sus madres, lo preparan todo para la boda, así os distraéis un poco, y así podéis no estar tan … ¿cómo decirlo? ¡Ah!, ya se … ansiosos.”- odiaba ser manipulado, pero tenía que reconocer que esa maldita habilidad de mi abuelo, que yo también la había heredado, sabía usarla como un auténtico zorro astuto, cuando le convenía.

Ante esta afirmación, nadie dijo nada, pero la ira se reflejaba en nuestros ojos, otra vez el gran Kevin senior Powell, se había vuelto a salirse con la suya. Y eso a mí me reventaba.

- “Jason prepáralo todo, te vienes, conmigo, tu mujer podrá soportar estar sin ti, unas semanas, además estará ocupada haciendo de dama de honor, para las novias.”- por primera vez la sonrisa de Jason se borrón, y cierto deje de enfado se dibujó en sus ojos.

Así fue como, tras el maldito compromiso, donde mi preciosa prometida, me volvió loco con ese vestido que debía de estar prohibido, para no alterar la presión sanguínea de este humilde hombre enamorado sobre todo porque, tras dar mil y una explicación a unas mosqueteras nada contentas con sus parejas, los cuatro volamos al día siguiente a diferentes países del mundo, mientras nuestras futuras esposas, eran sometidas al acoso de nuestras histéricas y descontroladas, madres.

Mientras volaba en unió de los Jet privados del grupo, con más ganas desee haber cedido a la sugerencia de Arianna de fugarnos a las Vegas, y acabar con todo de una vez, esto sólo demuestra que cuando un hombre se enamora, pierde agilidad mental.

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