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Capítulo II- Aprendiendo

Mi primer día de trabajo fue extraño. Al llegar el sitio antes luminoso y brillante ahora se sumía en pequeñas luces, las ventanas tapadas no dejaban entrar ni un rayo de luz solar. Me quedé mirando a mi alrededor, los sofás y alfombras seguían allí, solo que ahora dos hombres vestidos completamente de negro hablaban silenciosamente en una esquina. Me acerqué y uno de ellos me miró directamente, era alto y corpulento.

-¿Eres la nueva?-su voz no parecía ser de él, era suave, casi como el de una mujer.

Asentí, luego el pelirrojo también me observó, de pies a cabeza hasta dar un asentimiento.

-Tú eres...¿Nadia?

-Nalia-corregí.

-Casi lo mismo-el pelirrojo se presentó- soy Mario, el segundo al mando luego de José, él es Waldo mi compañero y el tercero al mando.

-Le gusta lucirse, solo eres un puesto arriba de mí zanahoria-soltó una risa, me sentí más cómoda.

-No creo que quieras un golpe mañanero Wally-aún así le golpeo en la nuca, instintivamente di unos pasos hacia atrás, el pelinegro le golpeó el estómago, pero Mario fue más veloz, agarrándole por el brazo lo dobló por su espalda.

-Muy bien zanahoria-gimió-suéltame.

Mario lo soltó y miró a mi dirección.

-No te preocupes, somos así-miró a Waldo-ve a enseñarle donde trabajará.

-Sí mi señor-me dio un guiño para que le siguiera, me despedí asintiendo del pelirrojo.

-Maldita zanahoria, ya me las pagará-murmuraba el pelinegro mientras subíamos por la escalera del pasillo- trabajas con dos más de tu edad-habíamos llegado al segundo piso, me guío hasta la última puerta de un largo pasillo lleno de éstas.

-¿Esta habitación es solo para mi?-había una cama gigante en el centro, un par de sillas en el rincón y todo el lugar cubierto de un rojo vino.

-Ajá-encendió las luces- dos toques en la puerta es alguien del personal, tres toques significa que es un cliente, tienes vestimentas en ese armario-me señaló a mi izquierda- todo el dinero que ganes nos los quedamos nosotros hasta el final de la semana-suspiró-como eres menor de edad muchos intentarán sobrepasarse, si eso ocurre hay un botón debajo de la cama que inmediatamente nos alertará a Mario y a mí, y si hay casos especiales en que quieres llegar al sexo con el cliente no debes decírselo a nadie.

-vaya-aún no creía que pasaría el resto del día así.

-Si quieres comer algo, María es nuestra cocinera, generalmente ella trae las comidas a tu habitación y luego se las lleva-Waldo iba saliendo de la habitación- desde ahora tienes diez minutos para cambiarte, en adelante estarás recibiendo clientes-iba a cerrar la puerta- ah, una última cosa, escoge un nombre nuevo, no puedes usar el real.

Me lo pensé unos segundos, Waldo me esperaba pacientemente.

-Aurora-me sonrío y se fue.

**

Me quedé un tiempo esperando que mis latidos se calmaran, esto es real, me quedaba poco tiempo para cambiarme y trabajar, me desvestí rápidamente, cuando abrí el armario solté un gritito. Habían trajes de todo tipo, desde estudiante hasta enfermera, todos mostraban más piel de lo que nunca antes había dado, me decidí por uno de vaquera, un conjunto negro y transparente le acompañaba, agradecí ser menor de edad.

Nunca antes había hecho un baile, tampoco era una excelente seductora, pero me animé y cuando ya pensaba que no vendría nadie tres toques sonaron en la puerta. Respiré hondo y dije un "adelante". De principio nadie entró, luego un hombre alto y vestido elegante cerró la puerta detrás de si, me límite a mirarle temblando como una cría, él me sonrío.

-Hola querida- se acercó hasta el centro de la habitación- eres Aurora ¿no?

Asentí, el hombre tenía unos bellos ojos grises, y porte de político, nunca antes le había visto pero se veía que era alguien importante.

-Soy Miguel-se sentó en la cama- puedes acercarte querida, no muerdo-soltó una risita. Tenía conciencia en que parecía una animal asustado al lado de un león hambriento, sus ojos me recorrieron y por primera vez me sentía deseada. Me animé mentalmente y me acerqué lentamente donde estaba él. Le sonreí y mordí uno de mis labios, el hombre dejó de sonreír.

-Acércate-obedecí.

Una de sus manos se apoyó en mi cintura, la otra acarició mi mejilla.

-Eres hermosa Aurora-sentí su aliento sobre mi piel-tan..inocente.

Di media vuelta y comencé a mover mis caderas torpemente, sentía vergüenza pero el hombre soltó un gemido cuando rocé mi trasero con su entrepierna.

-Sigue.

Durante los siguientes veinte minutos me moví sobre él, danzaba entre sus brazos y sus cortos gemidos, me intentaba besar pero me alejaba y le sonreía, era adictivo provocar tales placeres. Para el siguiente cliente probé otras técnicas, era más atrevida y de vez en cuando posaba mis manos en lugares que sabía que causaban placer, en total doce hombres habían pasado por la habitación, cuando se terminaban los minutos quedaban con ganas de llegar a otra cosa, pero les negaba rotundamente y mientras se iban y me echaban una última ojeada de placer reía para mis adentros, me había gustado el trabajo, no sabía que causaba tantas cosas en los hombres, era algo nuevo y me encantaba.

Cuando dieron las doce volví a vestirme normalmente y bajé sonriente al primer piso, Mario y Waldo estaban sentados jugando a las cartas.

-Pues te ha ido bien hoy Aurora-Waldo me sonrió- has ganado buenos dórales, algunos quieren volver pronto.

Le sonreí.

-Puedes irte, mañana a la misma hora-Mario me miró- le informaré al jefe que has traído buena clientela hoy.

-gracias, hasta luego.

**

Y pasó mi primera semana de trabajo, Waldo era un especie de amigo, por la mañana hablábamos tonterías hasta que debía subir, diferentes hombres pasaban por mi habitación, era solo hacer unos buenos movimientos y toques suaves y los clientes se iban sudando frío y rogando por más, me divertía verlos así. En una ocasión pude sentir fuertes gemidos de la habitación de al lado, fueron los veinte minutos más largos de mi vida. En general me aburría pero cuando llegaba alguien planeaba nuevas tácticas, les dejaba de vez en cuando tocarme, les sonreía y ellos a mi, me sentía en el cielo.

-Son quinientos cincuenta dólares Aurora-salté de emoción, era mi primera semana y ya llevaba más de lo que papá ganaba en un mes- el jefe vendrá el lunes, quiere hablar contigo, puedes irte- Mario siempre era serio y formal a la hora de hablar de trabajo, en cambio Waldo era un mar de anécdotas y historias buenas.

-Adiós Waldo, adiós Mario-siempre que me iba tomaba diferentes rutas, las noches eran frías y cuando llegaba a casa y todos dormían mis ojos se cerraban automáticamente, dormía hasta las once y de inmediato partía al trabajo, admito que sentía necesidad de llegar y mover mis caderas sobre cualquier hombre.

-Eres fantástica-el hombre se iba-volveré me has dejado con ganas linda. Me limitaba a sonreírles.

Las semanas pasaban, llevaba un mes y dos semanas trabajando, por otro lado Herber y Sabina habían conseguido empleo en una juguetería, por lo que ninguno pasaba más tiempo que para dormir en la casa.

-Hija te ves cansada-papá siempre leía el periódico o veía televisión, no había notado las grandes ojeras que posaban en sus ojos- la próxima semana gasta tu dinero en algo para tí, ahora tenemos suficiente para vivir los siguientes meses, gracias hija-me miraba con lágrimas en los ojos.

-De nada padre-le abracé. Me sentía mal, le mentía a toda mi familia, ellos creían que trabajaba en una panadería, pero si papá o mamá supieran que su hija pertenecía a un prostíbulo su mundo se iría en picada. Guardé ese peso de vergüenza en mi interior hasta que una tarde en que me había ido particularmente bien atendí un cliente diferente a los acostumbrados.

-Adelante-estaba de espaldas tomando agua, el cliente anterior había sido exigente, llevaba un conjunto azul rey, mis cabellos sueltos a los lados, cuando di media vuelta no esperaba ver a una mujer, sí, definitivamente era una mujer, llevaba un vestido negro apretado a su cintura delgada y larga, era pelirroja y era varios años mayor que yo, entró mirando cohibida a su alrededor, cuando sus ojos se encontraron con los míos, sentí una presión en mi estómago.

-¿Eres aurora?-hablaba bajo, aún así su aterciopelada voz me llegó con una ráfaga que me envolvía.

-Sí, adelante, no muerdo- le sonreí con ironía. Miraba atenta cada uno de sus pasos y movimientos, avanzó hasta quedar a centímetros de mí, ella era distinta, su mirada podría decirse que me atravesaba y escarbaba mi alma, era unos centímetros más pequeña que yo, algo me atraía a tocarle, a sentirla cerca de mí, incluso rogaba que me pidiera estar en la cama.

-¿Cómo se llama?-agarré una de sus manos, me gustaba el toque, su suavidad.

-Julianne

La atraje hasta la cama, tenía unos bellos ojos azules y unos labios grandes y apetecibles.

-Que lindo nombre-comencé a tocar y subir por sus brazos, me gustaba el toque, me encantaba y quería seguir haciéndolo.

-Gra-acias

No era comunicativa, y cuando miraba mis senos desviaba rápidamente la mirada a otro lado. Quería que no sintiese eso, quería que me desease como los otras hombres y es por eso que rompí un par de reglas. Acerqué mis labios a su cuello, se tensó al momento que repartí cortos besos hasta llegar a su mejilla, a ningún otro cliente le había dejado sentirme más de lo necesario. De a poco entre movimientos sutiles me subí sobre sus piernas, era atrevido lo sabía pero quería sentir sus labios y por regla ella debía ser quien me besase primero.

Soltó un leve gemido cuando rocé mis manos con sus senos, reí bajito mientras mordía su cuello. Tomé una de sus manos y la dejé en mi cintura, era claro que quería sentir su toque.

-Joder..

Bajé una de mis manos traviesamente hacia el principio de su vestido, quería subir pero eso sería llevar esto a otro nivel. Seguí moviéndome lentamente sobre ella, de vez en cuando subía mis senos a su rostro "accidentalmente" y ella suspiraba, Julianne nunca me tocaba más de lo necesario, pero yo era intrépida y recorría mis manos por todo su cuerpo. El tiempo había terminado, pero quería continuar tocándole, ahora ella era quien daba leves toques por mi espalda, solté gemidos pequeños, quería definitivamente llegar más lejos.

-Basta-Julianne me apartó suavemente y se levantó ordenándose el vestido, casi había logrado subírselo por completo. Por unos minutos me observó en silencio- no debí hacer esto, mi esposo..

Un sentimiento extraño me invadió ¿tenía esposo? Era obvio, una mujer mayor y bonita como ella tendría alguien a su lado.. ¿dije bonita?

-Adiós Aurora.

-Espera-me sorprendí tanto como Julianne cuando llegué a su lado.

-¿volverás?

Me miró incrédula unos segundos, definitivamente me había pasado.

-algún día, adiós-intenté decirle algo pero cerró la puerta.

Y así pasaron las siguientes dos semanas, Julianne no se iba de mi mente, continuamente imaginaba a ella y yo haciendo otras cosas.. pero me aferraba a la esperanza que volvería y podría gozar de sus labios que tanto me llamaban. Y ese momento llegó, de una forma muy distinta a la que imaginaba.

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