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CAPÍTULO 3

Milo llegó a su gran casa, suspiró profundo, se bajó del auto y miró la gran fachada de su mansión, la miró con tristeza, tenía todo, dinero, salud, pero no tenía lo más importante amor y con quién compartirlo, porque aunque se había casado porque quería a su esposa, después de 6 años, nada era igual.

Decidió entrar y así poder hablar con su esposa de una vez por todas, todo en la casa estaba en silencio, lo que era normalmente aburrido, pero siguió sus pasos hasta llegar a dónde tenía el bar, su esposa, siempre estaba ahí, y está vez no fue la excepción, estaba sentada en un sillón, con el celular en la mano, una botella de whisky en la mesita de al lado. y al lado un vaso ya vacío pero que se veía usado —puso lo ojos en blanco — definitivamente su esposa se había vuelto una alcohólica.

—Deberías buscar algo más valioso en qué invertir tu tiempo —Sabira brincó del susto al oírlo, no se había dado cuenta que su esposo había llegado.

—Lo tendría, si mi esposo pasara más tiempo en casa — dijo levantándose del sofá — ¿ya te dejo libre tu amante? — ella sabía que comentarios como ese lo molestaban mucho.

—Bien sabes que nunca te he sido infiel Sabira.

—Claro por eso no apareces en tres días — Milo se acercó furioso a su esposa.

—Te recuerdo que hace cuatro malditos días recibí por tercera vez la noticia de que había perdido un hijo, me mato trabajando para que tú tengas lo que quieras, ir de compras, ir a clubs, restaurantes finos, pasas gastando muchísimo dinero por día, mientras yo me mato trabajando ¿Qué haces tú? Aparte de gastar dinero, claro está, porque si no estoy mal, ni una maldita llamada o un mensaje en estos tres días, para saber dónde o con quién estoy, o si es que no estoy muerto.

—Sufriendo, te recuerdo que también era mi hijo — dijo altanera y nada dolida por la muerte del niño, Milo asintió.

—Ya, perfecto, porque mañana iremos a un médico. — Sabira dio un paso hacia atrás.

—¿Qué? — dijo en un susurro.

—Lo que has escuchado, no es normal, que te embaraces y luego en menos de dos meses tengas un aborto — Sabira lo miró asustada por lo que supo que algo le ocultaba y frunció el ceño.

—No creo que sea necesario.

—Para mí sí, desde que me conociste sabes que amo a los niños, que deseo ser padre, me duele que no nazcan, me rompes el corazón cada vez que me llaman diciendo que has tenido un aborto, no creo que pueda soportar algo así otra vez. —Milo tenía lágrimas en sus ojos pero no lloró, mientras que Sabira, empezó a sacar la actriz que había en ella.

—Lo siento, lo siento, lo siento tanto — repitió varias veces mientras llegaba hasta su esposo y lo abrazaba fuerte — tal vez sea que algo en mí esté malo, no sirvo — empezó a llorar, y eso conmovió a Milo, por lo que le devolvió el abrazo.

—No estoy diciendo que nos sirvas Sabira, pero necesitamos ir al médico a ver qué pasa contigo.

—No quiero, no me puedes obligar — se soltó de él enojada y se fue directo hasta la botella que tenía, se sirvió un vaso lleno de whisky y se lo bebió como si fuera agua.

—Tienes razón, no puedo obligarte — Sabira se giró sonriendo pensando que había ganado. — Quiero el divorcio — al oírlo soltó el vaso de su mano cayendo este al piso haciéndose mil pedazos.

—¿Cómo? ¿No puedes estar hablando enserio?

—¿Por qué no? Este matrimonio no funciona, ya no eres la misma mujer de la que me enamoré, te has vuelto egoísta, una borracha, no te importa abortar mil veces, te da igual, he visto tu comportamiento, mientras yo sufro y lloro la muerte de ese ser que no pudo nacer, tú estás como si hubieras perdido una sirvienta, porque a tus uñas y tu cabello le pones más atención que a tu vida misma — las palabras tan sincera de Milo, la hirieron y por primera vez en mucho tiempo, lloró de verdad, de dolor, resentimiento y odio.

—No me puedes dejar, yo.. yo te amo — Milo frunció el ceño, su te amo era tan frío y tan falso. — dame una oportunidad, déjame demostrarte que la mujer que te enamoró sigue aquí qué puedo volver hacer la misma — se acercó lentamente a él y sacó a flote aquella mujer que había enamorado a su marido, ese papel de mujer estúpida que había tenido que hacer casi un año, y delante de Milo.

Lo besó, transmitiendo todo aquello que su esposo quería sentir, Milo le devolvió el beso, con fervor, con ganas de follarsela, porque hacía mucho que ya no hacían el amor, quería descargarse en alguien y tenía que ser con su esposa, él no era un hombre infiel.

Levantó a su esposa de un rápido movimiento y la llevó hasta la habitación que compartían, la acostó en la cama y la desnudo, luego hizo lo mismo con él, se desvistió y buscó en su billetera lo que había pasado a comprar, Sabira frunció el ceño al ver lo que sacaba.

—¿Qué haces?

—Abriendo un condón — dijo sarcástico.

—Lo sé, lo que quiero decir es ¿porque lo vamos a usar?

—Porque hasta que no sepa qué porque abortas, no quiero correr el riesgo de volver a dejarte embarazada, no quiero sufrir de nuevo. — a Sabira le molestó su comentario pero no dijo nada, por ahora, disfrutaría del grandioso cuerpo de Milo, y de esa manera tan deliciosa en la que follaba.

Tuvieron sexo por dos horas seguidas, Milo había descargado esa frustración que tenía, se dio un baño, y bajó a comer algo, cuando Sabira bajó fue directamente al bar.

—Recuerda lo que te dije Sabira iremos quieras o no a ver un doctor, con la salud de otro hijo mío no vas a jugar, y te recomiendo que dejes de tomar tanto porque ya te dije que si sigues así, nos vamos a divorciar. — Milo subió a descansar, porque mañana tenía que levantarse temprano para ir a trabajar, dejando a su esposa molesta en la planta baja.

Sabira sabía que no debía ir a un doctor, porque entonces su mina de oro se iría y eso no le convenía para absolutamente nada.

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