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Capítulo 03

El despertador suena y abro mis ojos de mala gana, el sol aún no sale, tomo el cel de la mesa de noche y retraso la alarma, hoy aún quería seguir durmiendo, me tapo hasta la cabeza durmiendo diez minutos más, ya que suena de nuevo la alarma, apago la alarma y estiro mi cuerpo, mis huesos se reacomodan tan bien, me levanto y, ya que volvería a bañarme más tarde, decido sólo lavarme la cara y cepillar mis dientes después de hacer mis necesidades en el baño, sin quitarme la pijama salgo de mi habitación, llevándome la sorpresa que las luces estaban apagadas, mi corazón de acelera por el miedo de perder a mi tía, por lo que voy a su habitación y toco la puerta.

—¿Tía?... ¿Te sientes mal?— pregunto sin hacer notar mi preocupación.

—Lo siento, Isa tendrás que hacer hoy la masa, apenas me levanté —dice tratando de calmarme pero, se que hoy no se siente bien y no me dirá, porque hoy también empiezo a trabajar en la compañía del señor Ivan, así es, se unieron él y mi tía para que aceptara, mi tía dijo que me haría bien distraerme esas 3 horas y no quería verme deprimida, y terminé aceptando sólo para hacerla feliz.

—Esta bien, tía te espero con la masa lista.

Digo y bajo rápido encendiendo las luces de la casa y panadería, como me ha enseñado mi tía, hago la masa de cada pan que prepararemos, el tiempo se me pasa volando y empiezo a hacer las primeras carteras de pan cuando llega mi tía con el desayuno listo, la miro, pero no la veo pálida, así que no me preocupo, parte de la familia vendrán la próxima semana, todos se turnaran para ayudar con la panadería en lo que estoy en la oficina, terminamos de hacer las primeras charolas y empezamos a desayunar entre bromas y recordando a uno de mis ex, ya que hice muchas ridículas cartas de amor y cartulinas, no digo que no sea romántico, pero hacerlas todo el tiempo ya es ridículo y más cuando esa persona termina por irse con otra.

si todos mis ex me dejaron por otra, el único que no se fue con una mujer se fue al cielo antes de tiempo, el último el más doloroso, ya que los encontré en la cama y aún tenía estragos de la partida de Javier. Llegaron las 9 de la mañana y ya habíamos terminado de hacer el pan y tenía que bañarme para ir a mi otro trabajo de tres horas, si no fuera porque me insistió mi tía y el señor Ivan no lo hubiera tomado, prefiero estar al pendiente de mi tía.

Al salir de casa llevo puesta una falda de tubo negra y una blusa blanca, lo único que tenía para un trabajo de oficina, tomo el autobús que me deja muy cerca del edificio de oficinas de grupo Lion's, Dios es un edificio de 20 pisos, entró y soy detenida por el guardia.

—¿Tiene cita?

—Si, no se si con el señor Ivan Strelnikov o el señor William Strelnikov.

—¿Cómo que no sabe con quien?

—Es que el señor Ivan Strelnikov me dijo que viniera porquehoy empiezo a trabajar aquí —le sonrío como si fuera mi sueño dorado trabajar en una oficina.

—Pase con la recepcionista y dígale su nombre y que viene a nombre del señor Ivan Strelnikov.—

Asiento con la cabeza diciendo que entendí, al entrar hay una sala de espera con sillones de piel en color beige, hay plantas de sombra que le dan un toque acogedor aunque es bastante amplio el lugar, llegó con la señorita de recepción que está atendiendo una llamada, espero a que se desocupe, aunque a la vez parecía perdida.

—¿Dígame en que puedo ayudarle?

—Soy Isabela Afrodita Arismendy Montemayor —si, tengo un apellido muy llamativo, pero soy de familia pobre y numerosa—, y vengo a nombre del señor Ivan Strelnikov por un empleo.

Se me queda mirando como si estuviera loca o mintiendo, pero hace como que busca, y lo digo porque no se escucha el teclado.

—Lo siento, pero no tengo nada.

Me le quedo mirando de mala manera, —disculpa, pero no tecleaste ni una sola tecla para buscar, podrías buscar de nuevo.

—como ya le dije, no hay nada.

—Y yo te dije que buscaras de nuevo —subo un poco la voz y una voz masculina se escucha a mi espalda.

—¿Qué sucede Jen?

—Nada señor, sólo un mal entendido, eso es todo —dice nerviosa.

Pongo los ojos en blanco, y volteo a ver al hombre para explicarle lo que pasaba, y me llevo una gran sorpresa, era el señor William, —¿señor Strelnikov?

—Isabela, no me diga que mi padre al final supo como hacerla venir —dice afirmando lo sucedido.

—Si, se canfabuló con mi tía —digo resignada y el sólo se ríe de mi—, no se ría de mi —digo avergonzada, pues la recepcionista me miraba.

—Es divertido, ya sabe —se acerca a mi oído—, me desquité lo de las galletas —me hace sonrojar y mira a Jen—, Jen, yo mismo la llevaré con Johnson.

mueve su cabeza en señal de que dirija mi atención hacia la chica que parecía estar mirando a un par de amantes decirse cosas lindas al oído, me acerco a Jen.

—Identificación —pide con amabilidad y le doy mi identificación, ella frunce el ceño al leer que era Mexicana y le sonreí con arrogancia, ya que mi inglés era perfecto, y todo gracias al tío Bryan y sus correcciones al pronunciar mal o por el acento mal usado.

—Te dije que tenía cita —digo tomando mi gafete de visitante y añado—, por favor busca bien la próxima.

Me dirijo hacia el señor William y le sigo el paso hasta el ascensor, la verdad es que no quería que estuviera en problemas, la chica pese a la forma tan petulante de tratarme y quizá podría desquitarme después, y sería mucho mejor que un llamado de atención de su jefe, el señor William pulsa el botón del séptimo piso fijándome en el portafolio negro que llevaba, la forma en que mete la mano a la bolsa de su pantalón alsando el saco, se ve tan relajado, pero a la vez se podía sentir esa intimidante energía que te hacia saber que era una persona importante.

—Iremos primero a recursos humanos para que firmes el contrato —dice apenas pasamos el segundo piso.

—Esta bien por mi.... pero ¿No debería de entrevistarme mi jefe?— Pregunto con curiosidad y él sólo se ríe, y aunque su risa es ronca, se puede escuchar la diversión en ella, yo no le veía lo gracioso.

—Mi padre es el dueño, así que.... no importa lo que diga.

Me le quedo viendo con extrañeza, la puerta se abre y entran unas personas qué saludan y saludo con un "buenos días", ponen el noveno piso, el señor William no cambia su posición hasta que se detiene el elevador en el séptimo piso, me da el paso y sale detrás, y en seguida se pone a mi lado y empieza a guiar.

—Dime Isabela, ¿Qué carrera tienes?

Lo miro y me pongo nerviosa, y no se porqué me da pena decirle, jamás la había sentido, —vera, tengo varias truncas, administracion de esa solo fue un semestre, diseño gráfico y medicina —en esta última mis ojos se cristaliza, no se porque, si hace mucho que no me pasaba—, son de media carrera.

—¿Falta de recursos en una de ellas?

Doy un suspiro, —no que va, aún hay dinero en la cuenta para mis estudios como para darle la vuelta a cada una de las carreras.

Me mira de reojo intrigado como si le mintiera, pero no es asi, es la mera verdad, ya que el dinero esta en una cuenta que genera muy buenas ganancias o algo asi. Aunque la verdad no se como no ha bajado, —y bueno, tengo una fobia psicológica a la sangre que terminó también con mi vocación, y lo mío no es administración y mucho menos conta —hago un gesto de desagrado, y ríe fugas el señor William hasta parece que lo hubiera imaginado.

Se para en frente de una gran puerta de cristal, detrás de ella se ve una recepción que al parecer está sola, abre la puerta y entró y yo detrás, nos acercamos y si, no ha llegado quien quiera que se supone debe de estar aquí, volteo a verlo y su expresión es muy seria, creo que está molesto, camina y lo sigo, llegamos a otra puerta y toca sin esperar que den el paso, abre la puerta, entramos, y hay una mujer recogiendo un montón de carpetas del piso, ambos la ayudamos.

—Gracias.

—Susan ¿qué haces con tantas carpetas?— pregunta el señor William.

—Sólo buscaba un expediente para el abogado —ríe nerviosa.

—Susan, ella es Isabela Arismendy.

Sus ojos se abren con sorpresa y me mira de pies a cabeza y luego se queda viendo fijamente mis ojos color lila, y como siempre me pasa, me intimida, por lo que me sonrojo: no soy tímida, pero cuando se te quedan mirando más de lo necesario a los ojos, es intimidante y yo tengo la mala costumbre de ponerme roja. El señor William carraspea la garganta, pero Susan no deja de mirarme, ¡Dios! Esta mujer me hará ponerme roja hasta las orejas y para que se me pase, es lo que pasa, siento ya las orejas calientes.

—¡Basta! Susan, no ves cómo pusiste a la chica —dice autoritario a lo que espabila Susan y se sonroja avergonzada.

—Lo siento, es que esos ojos son... —la interrumpe el señor William.

—Son muy raros, si, ella sabe, pero ella se pone roja si la miras fijamente, y tú la pusiste roja hasta las orejas.

Por auto reflejo toco una oreja, y me quedo en silencio, y si es por que hasta mi garganta, se cierra odio que me pase esto y desde niña fue así, pero ahora que lo pienso, el señor William no se me quedo viendo fijo en el hospital, creo que le dijo el señor Ivan.

—Le pediré un vaso de agua.

—La Secretaría no está —dice el señor William y Susan saca aire, como si quisiera quitarse el fleco de los ojos.

—Iré entonces —dice Susan.

—No.... no es necesario —por fin salió mi voz o más bien pude procesar palabra, porque parecía voz de niña—, ya se me pasará.

—Aww, pero qué linda vocecita tienes —ok, esto hace que me sienta como una niña asustada, aún no se me pasa que me estuviera mirando y sale con esto, mi mano busca el brazo del señor William, él cual no está, no se que agarre, porque ahora soy yo quien no le quita la mirada a Susan—, no me digas ¿que te estoy asustando?

—Susan —le grita el señor William, lo que me hace dar un pequeño brinco y Susan también, pero de inmediato pone los ojos en blanco.

—Esta bien, papá, ya no la intimidare más —mis pobres nervios por fin volverán a la normalidad.

Si la verdad no he soltado al señor William, por lo que el toma mi mano y yo volteo a verlo y suelto su saco, —lo siento —es lo único que le digo.

—La próxima vez es mejor que te escondas detrás y no me muelas mi piel.

Lo miro y me rio, porque su expresión no es seria, pero sus ojos dicen que se está burlando de mi, —Que mentiroso es señor William Strelnikov, sólo fue su saco.

—El cual es como su segunda piel —dice riendo Susan.

—Susan, espero que tengas el contrato listo —le dice el señor William, lo cual hace callar las risas de Susan, ahora que estoy más relajada y por fin puedo ver mejor las facciones de Susan Strelnikov, es de tes blanca, aunque este un poco bronceada quizá estuvo en alguna playa, o lo hizo con una cámara de rayos uv, es pelirroja más bien un color cobrizo, lo que dice que es natural el color y sus ojos, bueno, no saco el color azul sino uno miel, y por último su estatura es como de casi 1.70 mts, ósea más alta que yo, no se si es la mayor o la menor de las mujeres, si el señor Strelnikov tuvo 3 hijos y 2 matrimonios. Susan busca el contrato en un cajón.

—Leelo antes de firmar —dice extendiéndolo y el señor William lo toma antes que yo, y comienza a leerlo y me lo pasa.

Leo el contrato saltándome los artículos, sólo leo en si el reglamento y sus medidas hasta el final leo que esté bien mi horario y arrugo mi frente al ver la cantidad que me van a pagar, —hay un error en el sueldo, con el señor Ivan llegué a otro acuerdo —le extiendo el documento—, el sueldo era de 1,500 y aquí hay 3,000 dolares.

la verdad es que hasta 1,500 es mucho por las 3 horas que estaré aquí de lunes a viernes, pero ¿quién le gana al señor Ivan? Les diré nadie.

—Lo siento, pero fue la orden de mi padre y abuelo, me pidieron redactarlo tal cual lo tienes —no toma el documento y miro al señor William, está en silencio.

—Dígale que lo cambie —no dice nada y sólo cruza la pierna, es igual al señor Ivan—, bien, pagaré con más horas laborando.

firmo el contrato y me pide Susan poner mi huella también.

—Se te pagará tiempo extra si lo haces.

—¿¡Que!?— digo y el se pone de pie y yo junto con él—, oiga, eso es mucho dinero, ya se lo había dicho a su padre.

—El dinero no es problema para nosotros, si es mucho dónalo o has lo que creas prudente.

—Papá, ya que están de buenas, tú y el abuelo me podrían quitar el castigo y ya poder irme a la sede de México.

—No —dice frío y con autoridad hasta casi un regaño, toma el porta folio y se incorpora para salir de la oficina—, vamos Isabela.

Lo sigo hasta el elevador y al abrirse las puertas veo a más oficinistas o empresarios, los cuales se ponen tensos al ver al señor William, ninguno me pone atención hasta que se escucha el sonido de mis tacones, y al igual que los demás les saludo con el “buen día”, mientras sube el elvador, me muevo de adelante hacia atrás, haciendo que en momentos quedé solo en el tacón, estoy nerviosa, no lo niego, es normal por el nuevo trabajo, en el penúltimo piso bajamos y otras dos personas que parece van a la misma dirección a sólo 3 metros, hay dos puertas a mi izquierda y derecha, más adelante hay una sala y una puerta que le quitaron la placa del dueño de la oficina, y escucho un resoplo de aire por parte del señor William, justo cuando iba a tocar la puerta, se abre y sale un hombre de cabello negro y rasgos asiáticos que saluda al señor William, y por la forma que dice que siempre es un placer hacer negocios, supongo que es un cliente de la empresa.

—Jonathan, aqui está la señorita Arismendy.

Justo cuando se va el otro señor, veo un hombre sacado de una revista, alto cabello castaño claro, ojos grises. Mentón cuadrado, bien rasurado, y con ese traje color gris camisa blanca y corbata negra con líneas grises parece un sueño.

«Ya me enamoré de este hombre, qué está hecho para comerse.»

También tiene una sonrisa que es... ¿burlona?

—Will, llegó tu novia —dice volteando hacia atrás, y escucho una risilla, lo cual hace que me sonroje.. no me pongo roja como tomate hasta las orejas, aquí nadie me conocía, y si es por el nombre sólo la familia Strelnikov me conoce y sabe lo de la mentira para ir con el señor Ivan.

—Deja de joderme la vida —se escucha una voz masculina ronca como las voces de Enrique Rocha o la voz de Diego de la era de hielo 1, si así de ronca y varonil, siempre he amado ese tipo de voz.

—Pasa, mujer, aquí está tu novio —la voz del tal Jonathan es parecida a la de William, supongo que es el, porque aún tiene esa sonrisa burlona, en mi espalda siento una mano que me empuja un poco para que camine, yo que quería salir corriendo directo al elevador, porque no se donde están las escaleras, pero no, sólo avanzo y en el escritorio está otro hombre que parece modelo, sólo que él tiene unos ojos cual zafiro y el parecido con el señor William, e Ivan es innegable, tiene el cabello negro, se ve lacio por el tipo de corte que es un difuminado claro, una nariz respingada que hace juego con su rostro cuadrado o más bien semi cuadrado, cejas delineadas y unas pestañas rizado natural y muy, muy, muy pobladas, tanto que parece tiene un delineado en los ojos que envidio, si, lo envidio pese a que no tengo las pestañas de cascada, sus brazos están que revientan el saco al estar recargado del escritorio con las piernas cruzadas.

«No me importaría hacer un trío con él y Jonathan, pero me gusta más Jonathan.» y hablando de él creo que se quedó afuera, porque se escucho la puerta cerrarse y no se escucha su burla sobre mi, sólo está sobre mi una mirada enojada y yo sólo trago saliva.

—Hola padre —¡Dios! Que voz tiene William.

—Hijo, ella es... —lo interrumpe cambiando de posición ahora tiene los brazos cruzados, y si las miradas mataran, bueno, ya estaría muerta, bien muerta.

—Ya escuche a Jonathan de quien se trata.

—Siento mucho si le ocasioné problemas al decir que era su novia —digo, pero mi voz bien traidora se escucha como de niña, eso pasa cuando hablas y estas nerviosa o tu mamá te agarró con las manos en la masa. Señoras y señores quiero salir corriendo, ya hasta me imaginé: salir de esta oficina dejando una estela de humo, y llegue a mi cómoda cama y me metí debajo de las sábanas tapándome hasta la cabeza. Al ver de nuevo como me mira este hombre, creo que su verdadera novia de turno lo dejó.

—William, deja esa mirada, sólo viene a trabajar con Jonathan por petición de tu abuelo —mira su reloj y suspira—, ya no tengo tiempo... dile a Jonathan que el que haya quitado el escritorio de afuera no será suficiente, ella se queda aqui.

me mira y pone su mano en mi hombro, —aquí te quedas, Jonathan te dará instrucciones de tu trabajo.

mira a su hijo, —no la molestes —advirtió.

—Claro padre —dice, pero ni un niño se cree eso.

—Ya te lo advertí —sale de la oficina.

«no se vaya.» suplico internamente.

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