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Capítulo 01

—Han pasado 3 meses desde que llegué con mi tía, en esta época Manhattan es, como decirlo! único. Si es muy diferente la gente de aquí a la de México, pero ya me voy acostumbrando y mi tía ha estado rara, pero en la panadería toda va excelente, he aprendido mucho y es divertido, estar metiendo las manos en la masa... se podría decir que muy muy relajante...

Escribo muy animada al grupo de mis amigos, mientras estoy recargada del mostrador donde está la caja registradora, la campanilla suena dando el anuncio de la llegada de un cliente, de inmediato envío el mensaje, bloqueo el celular y lo meto en un cajón debajo del mostrador, al fijarme para ver a mi cliente, sonrío ligeramente al ver aquel hombre de edad avanzada, su mirada siempre es gentil y se notaba más en ese color azul cual zafiro, sin opacar esa tes blanca, cual masa para bolillo, quizá por eso así les llamaban a los americanos ''bolillos'', eso pienso, aunque cada que escucho esa palabra, siempre viene a mi mente ese pan. pero este señor no es americano, es Ruso y aunque es casi imperceptible, su acento aún está allí.

—¡Buenas tardes señor Strelnikov!

—Buenas tardes Isabella, y su tía, hoy ¿tampoco está?— pregunta amable y volteando a los lados por si la veía, pero la luz reflejada en ese traje azul marino, hacia notar la fina tela con la que estaba confeccionado.

—Si me sigue preguntando por ella, pensaré que le gusta —digo bromeando con una sonrisa muy grande y divertida, el hombre podría ser mi abuelo, el señor Strelnikov voltea rápidamente hacia mi, me iba a contestar, pero me le adelanto—, sólo bromeo, es que hoy vino más temprano, no tarda en llegar.

Hago una señal hacia el puerta, ya que la mencionada llegaba.

—¡Señor Strelnikov! buenas tardes, hoy llegó más temprano de lo acostumbrado.

—Buenas tardes Diana, Hace 2 semanas que vengo y no la encuentro, no me quejo del servicio, su sobrina es muy amable y graciosa, pero usted siempre estaba aquí, se me hacía raro y pensé que se iba temprano.

Mi tia Diana rie y yo junto con ella, pero yo lo hacia disimuladamente.

—bueno, señor Strelnicov, le tengo confianza a mi sobrina y estuve yendo a un spa.

El hombre se le queda mirando serio, fijándose en lo pálida que estaba la mujer, si, a mi también me preocupa su semblante, pero no suelta palabra, dice que esta bien que le falta salir al sol, —debería de dejar de ir, se ve que no le hace bien.

—Seguiré su consejo, ahora que lo miro bien, hoy viene muy formal, ¿algún problema en la empresa?— pregunta curiosa la peliblanco.

—algo así, ya sabes como es mi hijo y mi nieto.

William Strelnikov Contreras su hijo mayor y presidente actual de Lions, William Ivan Strelnikov Thompson hijo menor del señor William, por lo que he escuchado en las conversaciones de mi tía y el señor Ivan, tienen ideas muy diferentes y tienen el mismo carácter, cuando algo se les mete en la cabeza, sólo él puede meterlos en cintura a veces.

—¿siguen peleando?— pregunta mi tía con curiosidad y a la vez preocupada.

—Si, tuve que hacer unas cuántos cambios respecto al proyecto, por lo que por un tiempo estarán enojados conmigo —dice con frialdad, aunque es una buena persona y la excepción del ruso frío, cuando debe de serlo, sólo es frío. Quisiera tener esa capacidad de poner a un lado los sentimientos, sobre todo cuando te rompen el corazón.

—Entonces merece una porción más, ya que hizo un buen trabajo —dice mi tía y me guiña un ojo, la señal para dejarlos solos.

—Y si quiere, le damos unos quemados para que se los de a ellos.

El señor Ivan ríe ánimoso y traviesa, me dirijo a la cocina, el señor Ivan sólo viene una vez a la semana por galletas de gourmet, las cuales siempre quemo una charola, y ya me volví una especialista en ellas, me quedan igual a mi tía, tomó las cajas con las galletas y las apilo, en seguida busco una caja pequeña y coloco unas galletas quemadas, las cuales a simple vista están bien, sonrío pícara, busco un lindo listón para ponerle a esa cajita con galletas quemadas, y al mismo tiempo darles tiempo de que hablen. Pasan casi 15 minutos para cuando regresó de nuevo a la panadería, y veo a mi tía con los ojos rojos y al señor Ivan muy serio, algo pasó, pero mi tía no quiso que supiera.

—¿Qué pasó aqui?— pregunto preocupada.

—Nada Isa, no te preocupes, el señor Ivan vendrá ahora los jueves, ya que regresa de nuevo a la empresa.

«Si, como no, algo más pasa, pero ya me enterare» pienso, mientras acomodo las cajas en el mostrador.

—Listo, señor Strelnikov, la caja pequeña tiene las especiales —le guiño un ojo.

—Espero que mi nieto se encuentre a alguien igual de traviesa que tu niña.

Me río dividida.

—Tendría demasiada suerte o una maldición por tener a una mujer indecisa, sólo no le diga a su nieto dónde encontrarme después de que coma las galletas.

Reímos los tres, después de pagar el señor Ivan, mi tía cierra la panadería, nunca cierra temprano, lo que me hace pensar que algo realmente pasa, quizá perdió este lugar o tiene que venderlo, espero que no. Después de cerrar, vamos a la sala de la casa.

—Isa, haz chocolate caliente y trae galletas.

—si tía.

«Definitivamente algo le pasa a mi tía» pienso, mientras me dirijo a la cocina, me quedo viendo la leche calentarse y al salir el vapor le coloco la tableta de chocolate y azúcar, le nuevo hasta que por fin está listo, con cuidado lo vierto en las tazas, las coloco en una charola junto con galletas, al llegar a la sala la miro ensimismada.

—Tía ¿qué tienes?— le preguntó sacándola de sus pensamientos.

—Siéntate Isabela —me dice seria, muy seria, nunca me llama por mi nombre, hago lo que me pide, me mira y sus ojos están tristes, nunca la había visto así—, Isa, hace unos días me hice unos exámenes y tengo cáncer de mama.

la sangre se me va a los pies, como si me hubieran echado un balde de agua con hielo por todo el cuerpo, la respiración me falla y los ojos empiezan a arderme por las lágrimas que se acumulan en ellos, pero parpadeo rápido, e intento pensar en otra cosa.

—Lo detectaste a tiempo o sea ¿que tienes oportunidad?— digo en un hilo de voz, es mi tía favorita, la hermana mayor que tuvimos mis primas, mis amigas y yo, una mujer fuerte, no lo merece.

—Lo siento mucho Isa... pero ya es tarde, ya tengo metástasis a varios órganos vitales, y aunque nunca sentí síntomas, ya llegó a una fase terminal —parece tranquila, pero sus ojos están llenos de lágrimas y otras más en sus mejillas, y las mías también caen.

—Cuánto... ¿cuánto tiempo te dieron tía?— esa terrible pregunta me carcome por dentro.

—Meses, de 2 a 3, es por eso que debes de regresar a casa.

—No tía, no, quiero estar aquí contigo hasta el último momento —digo envuelta en llanto—, Tú me cuidaste cuando era niña y me cuidaste en mis borracheras, estas de mi lado aunque no sepa a dónde me dirijo.

me quito las lágrimas de mis mejillas.

—por favor no me pidas que te deja aquí sola.

Mi tía se levanta del sofá y me abraza tan tierna.

—esta bien cariño, si quieres, puedes quedarte.

Ambas lloramos hasta que nos cansamos, y de la nada comenzamos a hablar de cuando era adolescente, la mala influencia que era mi tía, tras esa cara de que no rompía un plato, fumé a los 16 años con ella, ahora no fumo, si bebo alcohol, pero no soy alcohólica, no se la edad a la que bebí mi primera cerveza y la vez que escondemos un pasaporta, nos duró muchos meses esa botella.

Bebemos nuestro chocolate y galletas hablamos casi hasta media noche, al irnos a dormir, no me hacia a la idea de que mi querida tía se marchará pronto y sería para siempre, me quedo dormida como a las 3 de la mañana.

—Isa ya es tarde, anda, ya levántate —me despierta la voz de mi tía, me trae de regreso a la realidad, la cruda y triste realidad.

—Ya voy tía —grito lo suficientemente fuerte para que me escuche, estiró mi cuerpo, ya que aún no quería levantarme, pero el día ya había empezado, eran las 8 de la mañana, de seguro la mayoría de los panes estaban preparados. Me levanto y me doy un baño rápido, tratando de no pensar en la enfermedad de mi tía, suspiro antes de salir de mi habitación, bajo tranquila las escaleras, y al llegar a la cocina de la panadería, no me sorprendo el ver las charolas llenas listas para meterse al horno.

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