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Capítulo 5: Insistencia de Leandro

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Sábado 5 agosto 2017

Ella se levanta un poco tarde porque hoy siente pereza.

En dos meses se gradúa de secretaria ejecutiva, estudió tres años esa carrera.

Luego de asearse se pone algo cómodo para bajar a desayunar, pero no tiene ganas, ya que su padre Leandro le ha insistido en algo y está hastiada de ello.

Se sienta y se dan los buenos días, pero su padre no pierde tiempo porque está tan ansioso e insiste en invitar a su hija a un gran evento.

—¿Hija, ya pensaste lo que te dije ayer? Mira, es hoy al anochecer y quiero que me acompañe. Escucha es un nuevo empresario español, es muy rico…

Alexia lo interrumpe, pues no tiene ganas de complacer a su padre, ya que sabe que solo lo mueve su ambición.

—¡Pa’, escucha, no me interesa, por favor! ¿Acaso se te olvida que tengo novio?

—¡Ay, por favor, un hombre que no quieres y tienes penando! ¿Por qué no termina de una buena vez con él, para que deje de sufrir por ti?

—¡Papá, él no me deja e insiste a pesar de mis desprecios! ¡Ya hemos conversado bastante y no quiere escucharme! —ella le ha respondido alterada porque está hastiada de esta situación.

Su padre, siendo muy astuto, insiste en su propuesta.

—Fácilmente, podría deshacerte de él si conoces a otros hombres que sean tus pretendientes, ¿no crees?

Alexia cansada de la persistencia de él, decide ceder ante su padre, pero de malas ganas.

—Está bien, iré, solo para que me deje en paz y no vuelva a buscarme pretendiente, papá. ¿Me prometes que no lo volverá a hacer si voy contigo a ese acto de inauguración?

Leandro sonríe maliciosamente al lograr convencer a su hija.

—No te puedo prometer eso, pero compláceme esta vez porque tú ni siquiera te detiene a mirarlo en el periódico cuando te lo he querido mostrar, hija.

Alexia se molesta porque está harta del empecinamiento de su padre.

—¡No me interesa, ya te lo he dicho, bien!

—¡Ay, no te enoje mi amor! ¡Ja, ja!

Él no vuelve a mencionar nada sobre este tema, pues al fin y al cabo logró su objetivo.

Ellos culminan el desayuno, luego su padre se despide de ella.

Tiempo después

Alexia recibe a su amiga y esta no pierde tiempo para mencionar lo que anteriormente han hablado por teléfono.

—¡Buenos días! ¡Me puedes decir ya cuál es la nueva locura que se le ha ocurrido a tu padre!

Carol sabía sobre este tema porque ya ellas lo habían conversado anteriormente, desde que su padre le ha sugerido que la acompañe a este evento social.

—Eso ni hablar, amiga. Ya conoce a mi padre y su ambición, es que su amor al dinero no lo va a saciar nunca. —contesta Alexia al sentarse en el sofá de la sala sin ganas de nada.

Luego le invita a sentar a su amiga con señas.

—¿Qué se propone ahora, Alexia? —pregunta diligentemente su amiga.

—Quiere que lo acompañe para conocer a un millonario que va a inaugurar un resort. Imagínate qué feo me sentiré cuando me presente con un hombre tan rico y seguro que no le faltan mujeres a su alrededor. No sé por qué mi padre quiere que lo conozca si no somos nadie para alguien como él.

—¡Qué horror, es como en los tiempos coloniales cuando casaban a sus hijas con quien le daba la gana solo por sus bienes! Pero escucha, no pierdes nada, complace a tu padre por esta vez.

—Sí, iré con él a ver si me deja en paz y entiendas que no lograrás nada porque los tiempos han cambiado y ya no son como antes.

—Ojalá amiga. Ya me marcho y tú busca alguna ropa espectacular que ponerte para que no quede tan mal.

—Así lo haré, Carol, me arreglaré muy bien.

Ellas se levantan del sofá y se despiden, pues su amiga fue breve en su visita.

Enseguida cierra la puerta tras ella, Alexia sube al dormitorio y busca que vestimenta ponerse para ir a la inauguración con su padre Leandro.

Empieza a sacar todo del closet y probarse cada uno de los vestidos hermosos que le destacan muy bien su curvatura. ¡Ay, y, no sé, porque me preocupo tanto, iré solo con este vestido negro de escote pequeño! Expresa hablando sola.

Ella deja todo preparado, el vestido y las alhajas para ponerse hermosa.

Mas tarde

Se aproxima la hora de marcharse a la inauguración, entonces su madre Carmen Vargas entra a la habitación para persuadirla de la locura de su padre.

—¡Oh, esta hermosísima, hija!, pero no tenía que hacerle caso a tu padre.

Alexia le da los últimos retoques a su cabello rubio.

—¡Ay, mamá, a ver si ya él desiste de esa locura y se da cuenta de una vez por toda que no es lo adecuado en estos tiempos!

—Ojalá, pero lo dudo si hay algo que odio de tu padre es su amor al dinero. Estamos cómodos, tenemos lo necesario para vivir, pero él no se conforma.

—Ya ni hablar, ahora termino y me marcho con él.

—¡Oh, sí, ya te espera en la sala! ¡Por eso subí, ya que está ansioso!

Alexia termina de arreglarse y está espectacularmente hermosa, entonces se dirige hacia su padre.

Posteriormente, ellos empiezan el recorrido hacia el resort y él no cesa de hablarle sobre este magnate español.

Alexia decide ponerle un alto a sus conversaciones, hastiada hasta el tope.

—¡Está bien, papá, ya me has dicho lo mismo durante horas!

—¡Perdón, está bien, hija!

—¡Parece que eres tú, quien quiere casarse con él! ¡Ja, ja!

Enseguida, su padre se enoja al escuchar lo que ella le ha dicho. Es un grotesco y absurdo comentario, según él.

—¡No lo digas ni de bromas, ok! ¡Eres muy mal agradecida todo lo hago por ti y mira así me tratas! —le grita enojado por las bromas de ella.

—Papá, no te enojes, es que tu insistencia me vuelve loca.

Luego que le dice esto, ella besa su mejilla para calmar su enfado.

Al poco tiempo, ellos llegan en el auto de su padre.

Se acomodan en su puesto de invitados, pero siendo periodista el señor Leandro tiene que hacer su trabajo. —Hija, quédate aquí y te diviertes porque tengo que trabajar.

Ella asiente con la cabeza.

Hay muchas personas y aun Alexia no se percata del magnate Max.

Después de un tiempo, él da un discurso de inauguración a la multitud, entonces ella lo observa desde la mesa donde esta sentada sola, porque su padre está mas adelante. Él está atento a lo que habla y tomando fotografías para el programa de televisión en el que trabajas.

“¡Oh, por Dios! ¡Si ese es el hombre, en verdad está muy guapo!, pero no tenemos un lugar muy alto ni importante en esta sociedad y lamentablemente mi padre no lo entiende!”

Posteriormente, Max termina de dar el discurso, entonces su socio Martín Hernández le presenta al padre de Alexia.

A lo cual Leandro ve la oportunidad perfecta, para presentar a su hija al magnate.

Luego de saludar, el periodista insiste en conversar y quiere a toda costa que Max la conozca.

Alexia observa a su padre desde la mesa donde está sentada. “¡¿Pero qué le sucede?, es obvio que ese hombre ya no quiere seguir conversando con él! ¡Tendré que ir allá a terminar esta payasada de mi papá!”

Alexia se acerca a ellos, entonces es cuando aprecia mejor al magnate. “¡Oh, Dios, qué hombre tan elegante y bello!”

De inmediato, el socio de Max y su padre Leandro se retiran dejándolos solos.

Él la saluda y hace halagos a lo cual ella se maravilla, entonces le contesta muy coqueta, también le hace un halago diciéndole guapo al magnate español.

Luego de ellos haberse saludado y conversado por poco tiempo, su padre le hace seña a Alexia desde la mesa para que se despida de él.

Ella accede enseguida y se despide de Max.

Ella se acerca a su padre, mientras él tiene una mirada de curiosidad y se levanta del asiento para hablar con ella.

—¿Qué hablaron, hija, y en que quedaron?

—Nada importante, solo nos saludamos, sí.

Él se sonríe satisfecho de haber logrado su cometido de presentarle a su hija al magnate español.

—¡Vamos, hija! ¡Estoy seguro de que no será el primer encuentro entre los dos! —clama él con gran emoción.

—¿Por qué lo dices, acaso también arreglará citas entre nosotros, papá?

Alexia empieza a caminar hacia afuera, está agobiada, pero no hay manera de quitarse de encima a su progenitor.

Ellos se dirigen hacia el auto.

—¡Ay! ¡Ja, ja! ¡¿Acaso no lo viste? ¡Él quedó al igual que un tonto mientras conversaba contigo!

Ella entra al vehículo y suspira una y otra vez.

Alexia cree que al fin terminó todo por el encuentro que ello sostuvieron con el magnate y la locura de su padre ya no será mas.

—¡Papá, él solo quiere lo que todo hombre quiere y es llevarme a la cama y seguro que está acostumbrado a hacerlo!

Alexia comenta de este modo tratando de deshacer la idea de su padre, aunque sabe que casi es imposible.

Él sonríe maliciosamente, también se sonroja.

—ja, ja. ¡Hija, pero no hables así, no todos somos iguales! Ja, ja.

Ella también ríe irónicamente.

—Ja, ja. No soy una niña, ya he crecido por si no te das cuenta.

Ellos ríen por este tema y ella olvida un poco el agobio de él.

—Es verdad. —solo responde el periodista, quien sigue decidido a que el magnate y Alexia se conozcan mejor, en cambio, ella cree que en algún momento su padre desistirá de este juego.

Leandro sigue manejando hasta llegar a su hogar.

Posteriormente

Al llegar ellos enseguida los recibe Carmen.

—¡Al fin, lograste convencerla! ¿Y ya desististe de eso no?, y como te habrás dado cuenta de que esa gente no quiere nada con personas más bajas en la sociedad que ellos.

No bien pisa su hogar, ella ha bombardeado a su esposo a ver si ya recapacitó.

—Eso no es verdad. Si hubiera visto como él se quedó inmóvil y parecía todo un tonto, Carmen. Nuestra hija es muy hermosa y deslumbra a cualquier hombre de alta sociedad.

—¡Sí, claro, para pisotearla y nada más! —expresa ella con rectitud recriminándolo.

—No sea pesimista mujer, él que quiere hacer eso es su novio.

Alexia ya está mareada por la conversación de sus padres. —¡Ay, no mejor voy a dormir! ¡Ustedes sigan conversando si quieren, pero papá no te hagas ilusiones de que ese hombre será tu yerno, ok! Eso es una locura

—Ja, ja. Si supiera que ya tengo esas ilusiones, hija.

—¡Ay, no puedo contigo! ¡Ya voy a dormir! —exclama ella negando con la cabeza.

Finalmente, todos se retiran a dormir.

Alexia, después de tomar un rico baño, se tumba a la cama y muerde sus labios al pensar en aquel encuentro con el magnate. “¡¡Qué pena, Max está tan bueno, pero tú solo mira a las de tu clase social!! Estoy segura de que a mí talvez me querrá para pasar una noche y ya. ¡¡Oh, Dios sería tan rico estar en tus brazos!!”

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