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Luca Parte Final

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TheGirlRoseEscritora
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Sinopsis

Para darle el toque mágico, a Kaleb se le ocurrió buscar una carpa negra que cubrió el techo y debajo desplegó un montón luces blancas que simulaban pequeños puntos de estrellas y en el centro colocó la luna que bañaba en plata gran parte del lugar. Del techo caían distintos tipos de vegetación verde, en especial trepadoras que le daban un ambiente más boscoso, misterioso y exuberante. Bajo este sinfín de universos bordeando la cancha, también reposaban mesas cubiertas por manteles de seda blanco, centros de mesas adornados con plantas exóticas y sillas de fiesta casi de cristal. Aunado a ello, la pista de baile tenía pinos naturales y artificiales que le aportaban frescura al frenético lugar. Sin embargo, el punto que dejaba boquiabiertos a todos era el espacio en que los estudiantes podían sacarse las fotos; la cámara consistía en una habitación llena —en las cuatro paredes y el techo— de tupidas enredaderas, árboles secos con luces tenues colgando de las ramas y velas aromatizadas a vainilla y canela en distintos eslabones de las invisibles repisas incrustadas a las paredes falsas. Una fuente servía como referencia a la Fontana di Trevi de Bernini en el centro del anexo que era bordeada por bucles de rosas blancas, margaritas y plumerías del mismo color.

RománticoLunaAventura

1. Capítulo

Para darle el toque mágico, a Kaleb se le ocurrió buscar una carpa negra que cubrió el techo y debajo desplegó un montón luces blancas que simulaban pequeños puntos de estrellas y en el centro colocó la luna que bañaba en plata gran parte del lugar. Del techo caían distintos tipos de vegetación verde, en especial trepadoras que le daban un ambiente más boscoso, misterioso y exuberante.

Bajo este sinfín de universos bordeando la cancha, también reposaban mesas cubiertas por manteles de seda blanco, centros de mesas adornados con plantas exóticas y sillas de fiesta casi de cristal. Aunado a ello, la pista de baile tenía pinos naturales y artificiales que le aportaban frescura al frenético lugar.

Sin embargo, el punto que dejaba boquiabiertos a todos era el espacio en que los estudiantes podían sacarse las fotos; la cámara consistía en una habitación llena —en las cuatro paredes y el techo— de tupidas enredaderas, árboles secos con luces tenues colgando de las ramas y velas aromatizadas a vainilla y canela en distintos eslabones de las invisibles repisas incrustadas a las paredes falsas. Una fuente servía como referencia a la Fontana di Trevi de Bernini en el centro del anexo que era bordeada por bucles de rosas blancas, margaritas y plumerías del mismo color.

La belleza se quedaba corta porque la lámpara antigua daba un toque moderno, íntimo y muy romántico.

—Quedó mejor de lo que esperaba —expresó Carmichael viendo todo a su alrededor. Nate se perdió entre la gente en cuanto pisaron el gimnasio.

La gente empezaba a llenar el gimnasio y el encargado de la música hacía que la gente en la pista se moviera al ritmo de canciones latinas.

—Somos un buen equipo —apareció Mathison dándole un codazo a su amiga—. No sabes cuánto voy a echarte de menos.

Sintió ganas de llorar, pero no lo hizo. Se negaba a que las lágrimas brotaran en una noche tan especial como esa; la noche más linda del año. De seguro el llanto vendría después, no obstante, no era el momento.

—Las lágrimas para otro momento, hoy solo dediquémonos a ser felices —propuso ensortijándose un rizo en el dedo.

El teñido asintió y se marchó después de guiñarle el ojo.

Nathaniel apareció preguntándole si quería algo de beber y ella contestó que de momento quería agua; sentó a descansar los pies dado que, aunque el calzado era cómodo al estar tanto tiempo erguida los dedos empezaban a molestarle. Desde ese ángulo, echó otra mirada rápida por el local y se dió cuenta de muchos aspectos; en primer lugar, observó a Claire llegar sin pareja al baile pues como tuvo una crisis existencial y prefirió aguantarse sola. En segundo lugar, vio como Sabrina, Kaleb, y Jeremy se divertían mientras repartían los refrigerios. Por último, distinguió a Matt bailar una canción lenta junto a Arya, ¡cuánto descaro! Quiso echarles el agua de la fuente y resopló indignada meditando en el descaro con el que lo hacían.

—¿Dónde estás Hemmings? —preguntó en voz alta al no encontrarlo de primer momento y prosiguió al recordar el rostro pálido de su prima—, ¿dónde estás Cantwell? Ya deberías estar aquí —un rugido fuerte salió de su estómago que pedía a gritos comida. Masticó unas cuantas hojas de hierbabuena que llevaba consigo para amortiguar el hambre y quitarse el mal aliento de la boca.

Kats revisó el celular y verificó la hora en que llegaría Sophie esperando leer alguna noticia sobre ella; sin embargo, su buzón estaba vacío. No respondía los mensajes, no atendía las llamadas, y eso empezaba a preocuparla. Chasqueó la lengua y bloqueó la pantalla, de repente un murmullo resonó en eco, ahí constató por sus propios medios como Luca y Bonnie llegaban con las manos entrelazadas; sonrió ocultando la dolorosa punzada en el estómago que le provocó la escena.

Tenía ganas de vomitar.

—¡Oye! —la voz pacífica de Claire hizo que pisara tierra otra vez.

—¿Sí? —contestó en un susurro sin quitar la vista de los tórtolos de la noche.

La cabellera ondulada color fuego de Garfield caía en cascada hasta morir a la mitad de la espalda, el vestido azul celeste se le ajustaba al busto con un bonito escote de corazón que ceñía la parte superior hasta el abdomen y la falda de tul se desplomaba hasta los tobillos.

—¿Estás bien?

—De maravilla —respondió hipócrita y enfocó la mirada en la otra persona que la acompañaba—. ¿Querías algo?

La segunda un poco más baja, morena, ojos cafés, facciones latinas, labios gruesos y cabello turquesa. Kats deducía que era unos años mayor que ella porque su cuerpo estaba formado en todos los aspectos.

—En realidad sí, quiero presentarte a una amiga de la familia que vino de visita hace un par de días —explicó introduciéndola en la conversación, no paraba de observar a Kats—, ahora si me disculpan iré por un bocadillo.

Esa mirada era tan familiar. La vio antes de eso estaba segura, pero, ¿dónde?

—Soy Aryadna Zagitova, mucho gusto —la muchacha de pelo teñido extendió su mano esbozando una dolorosa sonrisa, la actuación era lo suyo, pero como carrera no era algo que podía enorgullecer a su padre—. Pero puedes llamarme Ary todos lo hacen.

—Katsiaryna Carmichael, pero todos me dicen…

—Tus amigos te llaman Kats, pero para molestarte te dicen Abigail, tu segundo nombre —murmuró en un tono audible escudriñando con detenimiento sus uñas acrílicas.

Carmichael frunció el ceño, y un desagradable escalofrío le recorrió el cuerpo, ¿quién diablos era esa? ¿Cómo sabía esas cosas sobre ella? De pronto, una sonrisa malévola y llena de odio se le dibujó sobre los labios. Cuándo iba a pedirle una explicación muchos caminaron entre ellas permitiéndole a Aryadna escabullirse entre la gente.

Esas personas vestían largas ropas negras y máscaras venecianas como las que vio en su sueño.

Era como si hubiese vivido esa situación en otro momento, la juzgaban como como si fuese culpable de asesinato. Aunado a eso, Kats empezó a sentirse mareada y un agudo sonido hizo que se llevara las manos a los oídos. Se lanzó al piso, cerró los ojos con fuerza aferrada a la desesperación y el miedo.

—Esto es raro —murmuró una tercera voz a la distancia.

Los abrió de nuevo.

Todo estaba como antes, el corazón le palpitaba en estocadas contra el pecho.

—¿Y bien? —Claire sacó a Carmichael de su mundo posible—, ¿no van a presentarse? No soy buena para esto, voy por mi bocadillo. Tengo mucha hambre.

—Soy Aryadna Zagitova —la de pelo teñido le extendió la mano esbozando una sonrisa amistosa—. Pero puedes llamarme Ary, todos lo hacen...

Parecía una broma de mal gusto. Carmichael intentó reorganizar las emociones, y le atribuía aquello al efecto secundario del analgésico que le recetó el doctor. Tal vez, solo estaba paranoica.

—Puedes decirme Kats —respondió estrechándole la mano colisionando sus miradas en un acto involuntario. No hay palabras para explicar la desconfianza que le tenía a esa chica.

—Qué lindo nombre —halagó la extranjera hundiendo los dedos dentro de su cabello azul con degradado a turquesa.

De repente, la conversación fue interrumpida por Rebbekah que bordeaba con sus brazos un jarrón de vidrio transparente con piedras de colores en el fondo, amplias ramas de eucalipto, hojas de palmeras y otras hierbas secas.

—Carmichael, ¿a qué mesa debo llevar esto? —preguntó intranquila haciendo que el ruido de su taco emitiera un sonido fastidioso, estaba muy ocupada coqueteándole a Jeremy.

Tosió, Kats tosió repetidas veces porque un desagradable picor se le extendió por la garganta y una extraña comezón en las paredes de las amígdalas le provocó estornudos. Rebbekah la miró con una ceja arqueada.

—Qué raro, todas las mesas estaban completas —musitó las ojiverde arrugando la nariz. Observó la lista de logística y en ese instante sufrió una fuerte opresión en el pecho—. La mesa número dieciséis —carraspeó llevándose la mano al pecho.

—¿Te duele algo? Tu cara es más antiestética de lo común —DiLaurentis escupió sin tacto.

Ella la fulminó con la mirada.

—Estoy bien, es solo que soy alérgica a esa maldita planta que llevas ahí —respondió señalando las ramas de eucalipto, la planta del presagio de la muerte. Sacó un pañuelo de algodón sintético, tosió y se aplicó el inhalador que guardaba en el bolso. No podía respirar, olfatear esa planta era mortal para su asma.

Rebbekah bajó la mirada, vio los otros centros de mesas y se dio cuenta de algo.

—¿Sabes que es lo más extraño? Este es el único que tiene eucalipto —comentó ingenua girándose sobre sus talones ya perdiéndose entre la gente. Odiaba el perfume Far away.

Dejó pasar porque no tenía suficiente oxígeno para ocuparse en desglosar los detalles. Alguien le jugó esa broma con toda la intención, el principal sospechoso era Matt Kudryatsev; inspiró y cuando dejó de escuchar el pitido salirle de la faringe supo que lo peor había pasado.

—¿Necesitas algo? Si quieres puedo llamar a urgencias o algún paramédico... —Aryadna articuló angustiada por el mal estado físico de la nueva conocida.