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Luca (Parte 2)

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LibrosDeUnaRomántica
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Sinopsis

Ambos atravesaron el campus buscando el aula donde Kats recibía la clase de artes plásticas. Durante ante el trayecto oyeron rumores del pasillo que consistían en Nate, y su violencia incontrolable cuando arremetían a la fuerza contra sus problemas personales. Algunos afirmaban con certeza que se drogaba, mientras que otros insinuaban que su familia no lo quería siendo erradas las dos versiones. Para evitar polémicas no refutaron nada, solo caminaron hasta llegar a una pequeña placita frente al salón de Katsiaryna. —Puedes irte por dónde has venido hermano, necesito decir esto. No puedo seguir esperando más tiempo —demandó Luca muy seguro—. Se supone que los amigos no se enamoran ¿no es así?

pequeña ciudadRománticoDramaAmor a primera vista Chica Buena

1

Conseil Européen pour la

Recherche Nucléarie (CERN)

» Organización Europea para

la Investigación Nuclear

Ginebra | Zúrich, Suiza

A través del largo pasillo de colores cálidos que conducía a la recepción principal de una de las organizaciones más poderosas del mundo —de astrofísica, biomedicina y bioquímica nuclear—, se transmitía el eco de un irritante sonido emitido por tacones altos impactando contra las lustrosas baldosas del espacio, y la propagación se debía gracias a la expansión en forma de cúpula moderna que cubría la planta principal.

Con esa majestuosa vista, Nerissa Bryukhanova intentó abrirse paso entre la aglomeración de científicos eufóricos por la llegada de Daniel Cantwell, uno de los hombres más importantes del proyecto en curso en la ciudad de Ginebra. Por ello caminó contorneando las caderas de un lado a otro al mismo tiempo que las ruedas de su maleta la acompañaban en una danza asimétrica sin melodía. Como sufría de claustrofobia estar en medio de muchas personas provocaba que se sintiera asfixiada y sofocada, padecía ese mal pese a que tuvo ayuda profesional desde niña. Con dificultad y sintiendo una fastidiosa opresión en el pecho, al término de unos cuantos minutos la joven de diecinueve años se colocó frente a la recepcionista que respondía a una llamada telefónica; Nerissa rodó los ojos agobiada.

Detestaba que no se le diera el trato que merecía.

—Buenas tardes —se aclaró la garganta buscando llamar la atención de la platinada que parecía ignorarla a propósito—, soy la asistente del señor Cantwell, y esta tarde tenemos una importante junta con el Doctor Blackwell, Viktor Blackwell —comunicó quitándose los anteojos en parte turquesa y traslúcido.

La mujer al escuchar el apellido se sobresaltó de golpe y dejó caer el teléfono sobre el escritorio reacomodándose sobre la silla giratoria. Tragó seco y buscó sonar lo más relajada posible debido a que los desprecios a la gente importante se pagaban muy caro en la caja de los secretos.

—Buenas tardes. Su identificación, por favor —exigió tecleando palabras. Por políticas de CERN, era un requisito para los empleados no saber la identidad de quienes ingresaran a la base.

Bryukhanova mostró el carnet que llevaba sujeto a una cinta de material sintético color blanco alrededor del cuello haciendo que la identificación dentro del plástico azul oscuro le cayera sobre el abdomen. En lo que a eso respecta, detestaba ese estúpido protocolo; por eso se limitó a observarse las uñas.

Al cabo de unos minutos, la platinada le indicó que podía tomar el ascensor al final del pasillo.

—Qué tenga un buen día señorita —la torpe mujer se despidió haciendo una reverencia característica del Oriente Medio. Como era obvio, el manto que le cubría el cabello delataba su procedencia falsa del extranjero.

Debía engañar al enemigo.

—Patética... —masculló indignada dándose la vuelta, volvió a arrastrar las ruedas sobre la cerámica pulida.

Mientras caminaba se quitó el velo para acomodarse el peinado sobre los hombros ensortijándosele a medida que le caía por la espalda. Oprimió el botón del ascensor que la llevaría a los confines del laboratorio y desde allí esperó que Daniel fuera al encuentro suyo.

Ese aspecto de chica mala era un señuelo para ocultar su verdadera identidad; pero, aunque esa farsa la agotaba mentalmente era algo que se debía a sí misma. No se llevaba bien con el resto de su familia y mucho menos con su prima, por un momento recordó todo lo que le fue quitado. A última hora, apareció el de treinta años fingiendo una sonrisa dulce. Luego, en silencio total, el ascensor los llevó en dirección opuesta a la ascensión —el descenso, los pisos subterráneos—para dirigirse a uno de los laboratorios químicos al que solo tenían acceso los que se atrevían a financiar esos millonarios experimentos mortales.

En ese lugar residían las prácticas más increíbles del mundo porque desde tiempos remotos, CERN siempre se preocupó por responder cuestiones inexplicables y sedujo a muchos científicos a participar en investigaciones siniestras que acabó matando a más personas que la Peste Negra.

—¿Qué se siente ser parte de algo tan grande? Desde que te graduaste quisiste hacer algo más por la humanidad —mencionó el hombre observando su reflejo en el lustroso metal de acero frente a él.

—Primero quiero ver de que están hechos, y luego daré mi opinión objetiva. Es triste que Sophie haya tenido todo lo que se me fue quitado —confesó como si fuese el tema más normal del mundo.

Cantwell se limitó a esbozar una sonrisa silenciosa, estaba orgulloso de sus logros como pionero del proyecto que beneficiaría a quienes lo merecieran; por eso nunca fue de tener hijos pues no le gustaba envolverse en el sentimentalismo barato. Las puertas se abrieron mostrando un pasillo hundido en la oscuridad, iluminado por apenas una bombilla de luz exigua y casi exánime a los costados de la pared.

—¿Seguro que es el piso correcto? —indagó ella detallando el lugar y dándose cuenta que estaban en medio de la nada—. Aquí no hay nadie.

El hombre de ojos verdes ladeó una turbulenta sonrisa.

—Tienes que aprender a ver mi querida principiante. Donde a simple vista no parezca haber nada, tras una ruidosa ausencia siempre se esconde un todo.

Cantwell caminó hasta la pared más cercana y oprimió un botón incrustado en uno de los bordes de la pared; una pequeña placa de metal se deslizó hacia un costado, dejando a la vista solo un pequeño compartimento rectangular junto a unos cuántos botones digitales. Daniel acercó el rostro a la computadora digital, y una delgada luz color carmesí apareció para escanearle el ojo.

Identificación de retina.

En cuestión de segundos la luminosidad horizontal cambió a verde aprobando el acceso de al laboratorio después de escribir la clave de siete dígitos. Lo demás fue majestuoso ya que lo que parecía ser un sólido muro de concreto, se desplazó dejando ver una enorme bóveda de acero abrirse automáticamente mostrando la vista de la estructura clandestina de CERN. De pronto, ubicándose detrás de Daniel, Nerissa respiró el olor estéril a aire acondicionado sintiéndose en una burbuja futurista que tenía miras a un nuevo mundo.

—Bienvenido al laboratorio del Proyecto BOX-P, Doctor Cantwell. Disfrute su estancia y que tenga un buen día —una voz computarizada le dio la bienvenida una vez que las puertas se abrieron.

Nerissa se dedicó a admirar como su mentor le mostraba el camino a la iluminación. Tras la compuerta en un enorme espacio bañado en blanco hueso se observaban personas vestidas con batas blancas, trajes vino tinto y otros de negro. La muchacha siempre oyó de la Organización, pero jamás se imaginó que su alcance fuese a gran escala.

A sus ojos era algo fascinante.

—¡Daniel! ¡Bienvenido! —un individuo no tan mayor de acento australiano muy marcado le ofreció un caluroso abrazo—. Se te echaba de menos por acá.

El platinado curvó una sonrisita.

—Adrien, sabes que me encanta este lugar, pero el deber no me permite disfrutarlo a plenitud —hizo una pausa correspondiéndole el abrazo—. ¿Ha pasado algo impactante en mi ausencia?

—A decir verdad, sí —irrumpió una tercera voz dentro de la conversación. Los dos bioquímicos se estremecieron porque sabían de quién provenía—. La sustancia en humanos está desarrollándose muy bien… mejor de lo que esperábamos; pero no está produciendo los daños colaterales que esperábamos.

El hombre escudriñó los resultados de sangre y bruscamente lanzó la Galaxy Tab sobre la mesa. Viktor Blackwell apareció con la mirada bicolor puesta en los bultos dentro de las cámaras de contención. El ruso de treinta y tres años era el encargado de llevar a cabo el proyecto que Daniel propuso continuar.

—¿Hubo muertos, heridos, algo? —Cantwell se atrevió a preguntar sin tacto alguno mientras una mujer lo ayudaba a ponerse una bata blanca, también a Nerissa.

Cuanta sutileza.

Viktor y Adrien miraron de reojo al canadiense fulminándolo en un duelo de miradas, y fue hasta ese entonces que ambos se percataron de la presencia de la morena.

—¡Vaya! No sabía que habías traído compañía, que profesional de tu parte… —Hemmings observó sobre los anteojos a la de ojos negros recordando que CERN mantenía una política estricta en cuanto a la visita de adolescentes al laboratorio.

Por esa razón, Adrien todavía no se animaba a comentarle de su trabajo a su hijo o al menos aún no se atrevía; siempre pensaba que la mejor llave para descifrar un enigma es el desconocimiento y la ignorancia.

—¡Oh! —extendió su mano y esta fue estrechada por él—. Es un honor conocerlo señor Hemmings, en Harvard se habla muy bien de usted y sus experimentos de genética —Nerissa le comentó alegre, feliz y amistosa.

—Todo lo hizo Johann Gregor Mendel, yo solo apliqué sus teorías en los seres humanos —sonrió haciéndose el modesto, recapituló y se llevó los dedos al puente de la nariz—. Daniel, recuérdame porqué tu amiga vino hasta aquí.

—Así es, cuéntanos —animó Viktor recostándose de una columna ovalada—. Al parecer nunca dejas de sorprendernos.

Para ese momento, la mayoría de los científicos invitados empezaron a dispersarse por el contrato de confidencialidad que estaba tras el proyecto BOX-P. Daniel tragó seco y se paseó entre los hombres del recibo principal; debía ingeniárselas.

Se aclaró la garganta, miró la pantalla de su iPad.

—Además de ser mi nueva asistente, Nerissa Bryukhanova es una de las químicas más sobresalientes de la Universidad de Harvard. De hecho, creó un compuesto químico en una de sus prácticas de campo que casi acaba con la vida de sus compañeros, al parecer el Agente Nervioso VX ya tiene muchas lápidas a las que nunca se les puso nombre —explicó Cantwell haciendo las pausas adecuadas para generar las expectativas pertinentes—. Debería interesarte Viktor…

Nerissa sintió las mejillas carbonizarse de vergüenza.

—Yo te conozco... —mencionó otra voz a espaldas de la morena—. Fuiste a un campamento de verano con mi hija, soy Stephen Stegman, por si no te acuerdas de mí.

—Sí señor yo...

—Al parecer todo esto me está provocando una desagradable migraña —Viktor interrumpió a Nerissa, masajeó sus sienes entrecerrando sus ojos y expulsó una bocanada de aire yendo directamente al clavo—. ¿Por qué la incluiste para el BOX-P? Es como las otras que hemos deshecho.

—Señor, ¿qué es el BOX-P? —cuestionó la morena sonando bastante estúpida.

Como respuesta, todos cruzaron miradas desesperadas. Era insólito que una niña de diecinueve años estuviese a punto de formar parte de algo que probablemente cambiaría el curso de la humanidad y que ni siquiera supiera el nombre de la investigación.