Malas decisiones
Abro primero un ojo, después el otro. La habitación está en penumbra pero a través de la persiana puedo ver los rayos del sol.
Salto de la cama. No puedo creer que me haya dormido ¿Por qué no ha sonado el despertador? Voy a llegar tarde al trabajo. Corro hasta el móvil para ver la hora que es. Las doce y media.
Cuando al lado de los números leo "Sab" mi corazón se calma.
Miro una silla pegada a la pared, encima del respaldo está el vestido azul de anoche, miro mi cuerpo y descubro que estoy en ropa interior. Las imágenes de la fiesta empiezan a danzar por mi cabeza.
No se porque me comporté así. Me emborraché, besé a mi jefe, le dije que dejara de hacerse el duro y creo que para colmo me tuvo que meter en la cama y desvestirme. Como voy a bajar y a encontrarme con él después de como la he liado...
Besé a Ian. Nos habíamos acostado, pero jamás me había besado. Y no se apartó, eso tiene que significar algo. ¿Qué fue de la chica que llevó al baile? Me tiro en la cama con una sonrisilla adolescente. Me eligió a mi.
Dejo de darle vueltas a la cabeza, tengo un pinchazo continuo en las sienes que solo empeora.
Me pongo el pijama de verano, pantalones corto y camiseta de tirantes. Aunque aun estamos en primavera, ya hace calor durante el día. Respiro profundamente y armándome de valor, salgo de la habitación.
Dorotea está en la cocina. Se me había olvidado que hoy volvía al trabajo. Al verla, dejo el tema de Ian apartado de mi mente.
-¡Hola!- la abrazo.- que alegría verte.
- Hola guapa ¿Qué tal estos días sin mi?
-Horrible.- lloriqueo en broma- no vuelvas a irte, por favor. ¿Cómo está tu hijo?
-Enfadado. Le he quitado las llaves de la moto hasta que sea responsable.
Se me escapa una risilla. Es imposible pensar en Dorotea regañando a su hijo. Continúa limpiando mientras me siento en el taburete y apoyo la cabeza en las manos. En cualquier momento me va a estallar. Esto es lo que llaman resaca y lo mínimo que me tengo merecido.
Un sonido sale de mi estómago. Tengo tanta hambre que si fuera mi casa, me inflaría a comer, pero aquí hay normas y el desayuno se sirve a las nueve. Menuda estupidez de regla.
-¿Podemos hablar?- pregunta Ian.
Contengo la respiración porque ya se de lo que quiere que hablemos. Justo suena mi teléfono. Sin mirar la pantalla descuelgo la llamada. Por lo menos la conversación se va a retrasar un poco y así puedo pensar como explicar mi comportamiento de ayer.
-¿Diga?
-Soy yo.
-¿Qué quieres Toni? Un momento.
Levanto la mirada para observar como se tensa Ian al escuchar su nombre. Tapo el auricular del teléfono para que Toni no me escuche.
-Ahora vuelvo.- susurro.
Salgo pitando escaleras arriba. Me encierro en mi habitación.
-Dime.
-Solo te llamo para decirte que el lunes pasan la hipoteca y a partir de ahora tienes que encargarte de la mitad.
-¿¡Qué!?¿Pero tu estás loco? Tu vives en la casa, tu te encargas de la hipoteca.
-Está a nombre de los dos. Si quieres que empecemos con juicios y demás, avísame.- suelta con chulería.- yo ya he hablado con un abogado, tu tienes trabajo y yo no, lo más probable es que te toque pagarla entera.
Se que eso puede pasar, pero me parece el colmo de la cara dura. Si no tiene trabajo es porque es un vago que quiere estar todo el día tirado en el sofá.
-Ya hablaremos.
Cuelgo sin esperar que me conteste. Cada día estoy más segura de que lo mejor que he hecho ha sido dejarlo. Tengo que informarme bien antes de volver a hablar con él.
Salgo de la habitación para enfrentar a Ian. Todo el tema de la fiesta ya no lo veo tan importante en comparación con tener que pagar un piso en el que no vivo, durante veinte años.
Sigue en la cocina, esperándome. Vuelve a ser el hombre de la cara seria sin sentimientos. Me siento en el taburete esperando que comience. Mira a Dorotea sin decir nada.
-Voy a limpiar la planta de arriba.- se apresura a excusarse.
-Tenemos que hablar de anoche, Emma.- parece un padre regañando a su hijo.
Siento el calor ascender por mi cuerpo. Todo el tema de Toni me ha mosqueado e Ian comportándose así no ayuda.
- Lo se.- interrumpo.- no debí emborracharme ni besarte ¿Algo más?-no estoy para tonterías y prefiero terminar rápido con la conversación.
-¿Para que te ha llamado?
No esperaba este giro en la discusión. El hombre de hielo interesándose por algo, debería llamar a los científicos de la NASA para que lo investiguen.
-Nada importante ¿Quieres hablar de algo más.
-Yo no quiero una relación seria.-dice molesto por mi corte.- y no quiero hacerte daño. Lo mejor es que vayas buscando algún sitio donde quedarte.
Trago saliva. Tardo unos segundos en reaccionar. Asiento con la cabeza. Me he quedado paralizada. De forma educada me está echando de su casa. Tendría que haber sabido que con Ian no se juega, de él no se enamora y a él no se le besa. Son las tres reglas de oro con este hombre, y yo las he roto todas.
-Claro, no hay problema.- suelto en un pequeño susurro casi inaudible.
Despacio me levanto y vuelvo a la habitación. Me encierro para pensar, para asimilar lo que está ocurriendo y en que momento he comenzado a fastidiarla.
Ahora mismo tengo que ser pragmática y pensar fríamente. Está claro que un alquiler no puedo pagar si me tengo que hacer cargo de una parte de la hipoteca. Piensa Emma, piensa. ¡Helena!
Marco su numero de teléfono. Espero a que descuelgue y le cuento absolutamente todo. Lo de Toni y la hipoteca, toda la historia con Ian y como me tengo que ir de su casa por culpa de mi comportamiento. Me explica que su familia está de visita, van a estar dos semanas y no hay sitio, pero en cuanto se vayan puedo irme con ella el tiempo que haga falta.
Dos semanas. Tengo que hacer algo durante dos semanas. Podría irme a un hotel o a un hostal. Quizás las monedas de mi padre... si las vendo a lo mejor me dan algo por ellas y puedo pagarlo. Me da tanta pena tener que venderlas, pero no tengo otra solución.
Rebusco en el armario. No es posible que me las haya olvidado en la casa... es lo único que tengo de él. Las he tenido que traer, seguro.
Tiro toda la ropa del armario al suelo. Saco la maleta del altillo por si la dejé dentro sin querer. No están.
Me pongo cualquier cosa de entre toda la ropa que hay esparcida por la habitación. Antes de salir corriendo miro como está de desordenada. Al diablo él y sus normas, no puede volver a pedirme que me vaya, cierro la puerta y salgo pitando en busca de Max.
-Necesito que me acerques un sitio.- pido resollando cuando llego al garaje.
-Vamos.
Le digo la dirección, y por su reacción sabe donde vuelvo y como salí de allí la última vez.
-¿Estás segura?.-arruga las cejas.
-Si, es importante. Date prisa por favor.
Rezo para que Toni no las haya encontrado. Es capaz de venderlas o tirarlas por hacerme daño.
Aparca un poco alejado del portal. Escondida entre los cristales tintados del Bentley, miro todos los coches por si reconozco el de él. No lo veo por ningún sitio. Si la suerte hoy me acompaña, que por él día que llevo parece que no, Toni estará tomando algo con sus amigos, como suele hacer los sábados al mediodía.
-¿Puedes esperarme? Solo van a ser cinco minutos.
-Claro, ¿De verdad quieres volver ahí?
-Necesito coger una cosa. Es importante.
Bajo del coche. Entro en el portal y conforme subo las escaleras me voy poniendo más nerviosa. Debería poder venir y terminar de llevarme mis cosas sin temer la reacción de Toni, pero la realidad es que desde que vi su nueva faceta agresiva, temo estar a solas con él.
Entro en la casa andando de puntillas, como no escucho ningún ruido y tampoco veo a nadie, suelto todo el aire que contenía mientras voy directa hacia el armario, al abrirlo veo en el altillo las dos cajas con las monedas de mi padre. Las aprieto contra mi pecho, no se como he podido dejármelas aquí.
Escucho como una llave entra en la cerradura y abre la puerta.
-¡Jódete, hija de puta!- grita solo.
Sin pensarlo dos veces me meto en el armario y lo cierro. Coloco toda la ropa delante de mi. Que no lo abra, que no me pille, por favor.
