Capítulo 3
—¿Qué...? —murmuró algo frustrado pero en un idioma extranjero que no entiendo.
—¡Oye, niñita! ¿Dónde demonios está Bruno? —preguntó el primer hombre.
Estoy prácticamente temblando ahora mismo.
— ¡Maldita sea! ¿No puedes hablar? —preguntó el segundo hombre.
Me quedé en silencio mirándolos. Mis ojos están llenos de lágrimas.
El último habló con los otros hombres en el idioma extranjero.
- ¿Qu...quién eres tú? - Alcancé a preguntar haciendo que me miraran.
- ¿Qué...Qué quieres? - Se podía sentir el miedo en mi voz.
El último dio un paso hacia mí y me hizo estremecer.
Se detuvo en seco. - Hmm...Entonces puedes hablar - dijo.
- ¿Son ustedes...Los...Los hombres rusos que están aquí para llevarme? - pregunté entre respiraciones, mi corazón latía muy rápido.
Él me frunció el ceño.
- ¿ Hombres rusos? - preguntó el primer hombre.
—No, cariño, somos italianos. No rusos —dijo el segundo hombre.
¿Italianos?
¿Las hermanas no pudieron atraparme con los rusos y ahora han enviado a los italianos?
¿Porque esas hermanas me hacen esto?
No les hice nada.
¡Oh, Bruno, ven a salvarme, por favor!
— ¿ Quién eres tú para Bruno? —preguntó el último hombre delante de mí, sacándome de mis pensamientos.
- ¿Qué...qué? -
¿ Quién eres, To Bruno?
Me aferré a Cielo aún más sintiéndome nervioso y asustado.
-Responde mi pregunta-
- M-mi novio -
Él levantó una ceja ligeramente.
-Te dije que ella es su novia - dijo el segundo hombre sonriendo.
- ¿ Dónde está Bruno? - preguntó el último hombre.
Me mira fijamente y me pone nerviosa y asustada. Es tan alto como Bruno y me siento muy intimidada.
¡¿Qué es lo que quieren de Bruno?!
Se inclinó hacia mí, haciéndome moverme mientras miraba hacia abajo con miedo.
-¿Cómo te llamas? -preguntó.
Lo miro.
Él me levantó una ceja.
- C...Camila Duarte -
—Camila. Bonito nombre. Camila, odio cada vez que me repito. Pero lo volveré a hacer y quiero una respuesta —ordenó, provocándome escalofríos.
Camila, obedécelos o te matarán.
-¿Dónde está Bruno? -
- Yo...No lo sé.
Exhaló un suspiro mientras se ponía de pie.
—Por favor no...No me hagas daño— supliqué mientras una lágrima rodaba por mis ojos.
Cielo hizo un sonido que demuestra que él también está asustado.
- No vamos a hacerte daño a menos que nos digas dónde está tu novio - dijo.
Santiago
¡Arghhhhh! -
- Por última vez Raúl ¿para quién trabajas? - Pregunté por centésima vez y este cabrón sigue sin darme una respuesta.
- Nadie...Por favor...Deténgase – gritó reaccionando al dolor que le estaba infligiendo.
Está atado a una silla, sin camisa, solo con pantalones, y tiene el cuerpo lleno de sangre. Eso es porque lo estoy golpeando con uno de mis juguetes favoritos que parece un bastón, pero es de metal. Puede causar un dolor insoportable.
¡Pero supongo que no está causando suficiente dolor porque este idiota se ha negado a hablar!
- Matémoslo ya, Santiago – dijo Héctor que estaba a nuestro lado.
- No, necesitamos saber quién lo envió primero - dijo Gabriel.
—Pero llevamos casi una hora torturándolo y se niega a hablar. ¡Métele una bala en la cabeza ya! —dijo Héctor.
—¡No, por favor! —gritó Raúl.
-Héctor ¿puedes por una vez dejar de pensar en tu arma? - pregunté mirándolo fijamente, haciéndole mantener la calma.
Miro a Raúl. Tiene los ojos hinchados por la paliza que le dieron Héctor y Gabriel.
Me inclino. —Raúl... Eras uno de nuestros mejores guardias. ¿Qué pasa?
Llora en silencio, su pecho sube y baja. El sudor en su cuerpo revela el dolor que siente ahora mismo.
Pero el necio no quiere redimirse.
—Respóndeme, Raúl. ¿Qué carajo pasó? ¿ Por qué decidiste traicionarnos?
Abrió la boca para hablar.
Le levanto una ceja.
- Lo...lo siento se-señor...por favor -tartamudeó.
- ¿ Para quién trabajas? -
Él miró hacia abajo.
- No puedo.... -
- ¿ No puedes qué? -
- Yo...No te lo puedo decir.
Héctor se burló.
—¿Por qué? Mírate. Puedo ver que tu cuerpo ya no aguanta más. Dime lo que necesito saber o seguiré castigándote.
Él lloró.
¿ Para quién trabajas?
Me miró. - No puedo decírselo, señor...Amenazaron con matar a mi familia si alguna vez le decía algo. -
- Tú.... -
—Mataré a tu familia si no lo haces —me interrumpió Alejandro mientras entraba a la habitación con Lorena, siguiéndolo detrás.
De pie, siento que Raúl se mueve en su asiento en el momento en que ve a Alejandro.
-Jefe - dijeron Héctor y Gabriel a modo de saludo.
—¿Por qué carajo sigue vivo? —me preguntó Alejandro.
Solté un suspiro. —Necesitamos saber quién lo envió. Por lo que sabemos, debe haberles dado toda la información sobre nosotros.
Alejandro se burló. Se acercó a Raúl. Raúl se movió de nuevo, estremeciéndose.
- Patético - se burló Alejandro.
- Por favor....lo siento señor...por favor-
—Si no me dices quién te envió a espiar a mi mafia, mataré a todas las almas vivientes de tu familia —amenazó Alejandro.
Raúl se quedó paralizado por la misericordia del Este. Se podía sentir el miedo en todo su cuerpo.
—Me conoces, cerdo. No hago bromas. ¿ Quién te envió?
- Yo...yo...por favor...-
Alejandro asiente mientras saca su puro. Se lo mete en la boca y Lorena coloca un encendedor debajo, encendiéndolo. Alejandro le da una calada y exhala el humo. Se acerca a Raúl. Lo siguiente que hace es presionar la punta encendida sobre sus ojos hinchados.
- Arrrrrghhhhhh - gritó Raúl de dolor.
Alejandro movió su mano hacia Héctor quien le puso una pistola encima.
Sin demora, amartilló el arma, apuntó a Raúl y le disparó dos veces en la cabeza.
—¡Mierda! —maldije.
Raúl está sin vida pero sus ojos están abiertos.
- No hemos conseguido la información que necesitamos – le dije a Alejandro.
Alejandro no responde mientras le devuelve el arma a Héctor.
- Lorena se encarga de que ningún ser de su familia quede con vida -
-Sí señor - dijo ella saliendo de la habitación.
- Este - llamé.
Me miró y sonrió con suficiencia. —No hace falta. Ya sé quién lo envió. Solo quería matar a ese cabrón por traicionarnos.
¿Qué...?
-Lo enviaron los hermanos Zenith -dijo.
Eso pensé.
—Llévate a los hombres contigo y mátalos a todos. No perdones a nadie. Ni siquiera a sus mascotas —dijo sin emoción, mirándome fijamente.
—Héctor —llamó, con los ojos todavía fijos en los míos.
- Jefe -
- Asegúrese de que el trabajo esté completamente realizado -
- Sí, jefe. -
Alejandro se acercó y me alborotó un poco el pelo. Lo aparté de su contacto. —Mi mano derecha puede ser bastante bondadosa cuando se trata de matar gente —dijo.
-Sí señor - dijo Héctor.
Alejandro me sonrió antes de salir de la habitación.
- Ni el jefe puede soportar su blando corazón - escuché murmurar a Héctor a Gabriel.
Le lanzo una mirada fulminante que lo hace enderezar y aclararse la garganta.
—Vámonos — dije mientras salía.
