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Capítulo 5: Buscando un nuevo rumbo, alentado por el odio.

Daisy.

-” Daisy, lo siento, pero el suceso ha llegado hasta presidencia del club, por indicación del presidente, tengo que despedirte, el Club comprende que ese incidente no fue generado por ti, como han demostrado las grabaciones de las cámaras del pasillo, de hecho, si quieres presenta una denuncia contra los dos socios que te acosaron, el club te proporcionara las grabaciones sin ningún problemas, estas en tu legítimo derecho, pero el presidente tiene que dar respuesta a la junta, y a esta no le gusta según qué tipo de escándalos, además, rompiste una puerta de cristal con tu raqueta, provocando que muchos socios fueran testigos de ese hecho.”- me decía la pobre de Stefany, mientras me miraba con autentico pesadumbre, sabía que ella había luchado porque no se me despidiera, y por otro lado, yo no quería ponerle las cosas aún más difíciles, había sido la primera persona que me había ayudado sin pedir nada a cambio, y aun sabiendo quien era yo, y eso era algo que siempre valoraría.

-” Tranquila Steffi, no voy a denunciar nada, no deseo crearle problemas al club, me habéis tratado muy bien estos años, y soy muy agradecida, de todos modos, esto sólo era un trabajo temporal, no pensaba vivir de ello por siempre. Bueno voy a recoger mis pertenecías, ¿quedamos mañana para tomar unas copas?”- le pregunté intentando parecer relajada, despreocupada, y tranquila.

Pero era algo que estaba muy lejos de sentir, en mi interior estaba como muerta, con miles de emociones, todas negativas, activadas a la vez, en especial la ira, y una desagradable sensación de humillación, fueron esas sensaciones las que me dejaron muy claro que lo último que yo iba a hacer era denunciar a la Rata Miller, no, prefería vengarme personalmente, el problema era encontrar la forma de hacerlo, y desde luego que esa forma fuera dolorosa, y rotunda.

Había pasado casi dos horas desde mi desgraciado encuentro con esa rata, ese ser despreciable de Marcus Miller, y aún me sentía como si me acabara de pasar, lo peor no era que ese malnacido me había humillado como nadie lo había hecho nunca, incluido mis hermanos, y ellos eran unos auténticos expertos, lo peor, es que era la segunda vez en mi vida que me humillaba, aunque lo que más me costaba digerir, y más me martilleaba, era que yo había colaborado en ese humillación, y eso era algo que no podía perdonarme.

Aguanté el tipo como pude en el despacho de Steffi, antes de salir, tras que ella aceptara vernos a para tomar algo, con la excusa de recoger mis cosas de la taquilla, en la sala de personal, recoger todas mis pertenecías.

Una vez a solas, en la sala de descaso del personal, mientras metía mis escasos objetos en la pequeña caja que me dio alguien de mantenimiento, las lágrimas de ira, furia, y clara humillación, por fin cedieron a caer por mis mejillas, mientras los recuerdos me mortificaban de la manera más dolorosa.

-” ¿Se puede saber maldita estúpida porque no lo distes una patada en la entrepierna, o un pisotón? Cualquier tipo de golpe doloroso me hubiera servido. Cuando ese maldito te besó, ¿Por qué maldita sea le respondiste? ¿Es que estas tan necesitada de un hombre que cualquier bicho inmundo te sirve? ¿Aunque sea el rey de las ratas?”- me dije golpeándome la cara de la ira, con la mano abierta, el dolor de la fuerza con la que me había golpeado, sólo aumentó mi sensación de derrota.

Me sentía devastada, humillada, pequeña, inútil, e insignificante, y esta última, era una sensación que jamás había sentido, aunque lo peor no era eso, lo peor era que, con quien más furiosa, desilusionada, y disgustada me sentía, era conmigo misma, me odiaba, hasta ahora sólo había subsistido, siguiendo lo que me era familiar, lo que me era conocido, seguro, excepto por el dinero, y el poder de los Lascalles, nada en mi vida había cambiado, y desde luego no me gustaba la mujer que había sido hasta ahora.

Esa sensación de odio hacía la persona que era, me duró semanas, mientras perdía interés por todo lo que me rodeaba, los estudios, mi vida social, decidí dedicarme a hacer trabajos temporales, a tiempo parcial, para ayudar a mi ama a cubrir los gastos de la casa.

No me daba cuenta de que Milly estaba realmente preocupada, y que, ante mi actitud apática, ella comenzó a trabajar haciendo postres caseros, para vender en las tiendas y restaurantes locales, por el contrario, yo me pasaba el día trabajando por horas, o encerrada en mi habitación enclaustra, con las persianas de las ventanas cerradas, y en completa oscuridad.

Apenas me aseaba, o me maquillaba, me pasaba el día entre mi pijama, y la ropa que usaba para el trabajo, mi pelo casi todo el rato estaba recogido en una coleta alta, que sujetaba las rubias, y largas ondas de mi pelo.

Estaba claro que la aparición de Marcus Philip Miller en mi vida sirvió, aparte, de para hacerme odiarlo como nunca había odiado a ningún ser humano, para hacer que me diera cuenta de que, no sólo no me gustaba quien era Daisy Lascalles, sino que, además, no me gustaba nada de mi vida, ni la pasada, ni la actual, necesitaba, un cambio radical, un cambio que me ayudara a cumplir lo único que deseaba, en ese momento, más que nada en este mundo, lo único que me ilusionaba, y me daba fuerzas para poder levantarme cada mañana, y poder, así, seguir con mi vida, la venganza.

Durante meses prácticamente subsistí, dejé de ir a la universidad, no me motivaba la carrera que estaba estudiando, en realidad comencé a estudiar económicas porque era una obligación de mi familia, para ellos todo buen Lascalles que se precie debe saber cómo administrar su legado familiar.

Trabajaba en varios trabajos, no sólo para mantenernos económicamente, sino que, además, intentaba agotarme lo suficiente como para no pensar, sobre todo cuando llegaba la noche me encontraba sola en mi cama. Sabía que mi Milly estaba preocupada, aparte de por mi actitud, también por el cambio de aspecto que sufrí de forma brusca, y en muy corto espacio de tiempo, como creo que ya dije, era realidad yo era un ser viviente, y poco más.

Dejé de usar mis caras lentillas de vista, que ya no me podía permitir, y las sustituí por unas gafas anchas, de montura de pasta, de color negro, que disimulaban el color de mis ojos, apagándolos. También quise ocultar el color de mi cabello que, por su aspecto, y brillo intenso, llamaba mucho la atención, en especial en los hombres.

Al principio me lo recogía en una apretada coleta, casi todo el día, pero pronto comenzó a ponerse frágil, y quebradizo, lo siguiente que quise hacer fue cortármelo, muy corto, pero fue allí donde la oposición de mi adorada Milly, fue definitiva.

Así que una tarde, que regresé pronto a casa, y aprovechando que mi ama había salido para hacer unas entregas, hice algo con mi pelo, que para Milly, fue la gota que colmó el vaso, me teñí el cabello de castaño oscuro.

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