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La historia de mi primer amor

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Andres.R
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Sinopsis

Sophia Quinto es una chica de casi 21 años, obligada durante diez años a vivir en una silla de ruedas y no hablar debido a un trauma sufrido cuando era niña. Está encerrada en una residencia de ancianos y por eso no vive la adolescencia como todas las chicas de su edad. No tiene amigos y nunca ha conocido el amor a pesar de que cree locamente en este sentimiento puro. Fernando Hall es un hombre de 30 años al que no le falta nada. El dinero, las mujeres están a la orden del día para él. Vive su vida empujando todos los límites sabiendo que su padre siempre lo sacará de un apuro. Han pasado veinticinco años desde que Hellen y Serkan se juraron amor eterno. Desde ese día, sus vidas se han entrelazado cada vez más. Se casaron y de su unión nacieron Deniz y Kamile. En la mafia, las mujeres son vistas como el punto débil del hombre, pero la hija de Serkan Yaman está lejos de ser débil. Es una niña fuerte y valiente como su madre e inteligente y astuta como su padre. Sueña con un amor como el de sus padres a quienes conocerá justo cuando estaba a punto de dar el gran paso pero eso sí, nada sucede por casualidad y tal vez su encuentro ya estaba previsto...

RománticoDulceUna noche de pasiónAmor a primera vista Amor-OdioSecretosSociedad18+

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KAMILE

-Golpea la bolsa más fuerte, piensa en alguien a quien no puedas soportar- ordena mi padre con la intención de hacerme mejorar.

Lleno la bolsa con los puños, pienso en alguien a quien no soporto y solo me viene a la mente Yuri.

-Muy bien hija, entonces- me incita papá -Estás mejorando mucho- agrega.

Me detengo para recuperar el aliento, aprovechando la presencia del tío Can en la jamba de la puerta.

- Tío que haces aquí?- pregunto sin aliento.

-Tu padre y yo tenemos que resolver un asunto urgente- responde, señalando con la mirada a este último.

-Dime Can- dice sacando una botella de agua de la bolsa.

-Tenemos que ir con ese hombre, ¿recuerdas?- pregunta levantando una ceja.

-Tío ya no tengo cinco años, se lo que haces, es inútil hablar en clave- respondo con un resoplido.

Siempre quieren mantenerme al tanto de todo, las mujeres no debemos saber de sus negocios turbios.

-Serkan tengo que ir a buscar a India de la universidad, no quiero que vuelva sola a casa- declara mi tío acercándose a nuestras figuras.

-Esto es un problema- susurra mi padre -Déjame pensarlo- agrega tocándose la barbilla con el dedo índice.

-Voy para allá- digo con entusiasmo.

-Kamile pero si eres un goleador conduciendo- ríe mi padre seguido de cerca por mi tío.

-Oye papi como te atreves- digo en tono enojado cruzando los brazos sobre mi pecho.

-Está bien, confío en ti nieta, ve y tráemelo entero- dice mi tío poniendo una mano en mi mejilla.

-Se hará señor- respondo obediente.

Dejo a los dos hombres solos en el gimnasio para hablar de sus negocios y subo al salón.

-¿Cómo estuvieron tus entrenamientos cariño?- pregunta una voz que me irrita solo de escuchar.

-Bueno Yuri, papá dice que estoy mejorando mucho- respondo mostrando una sonrisa con los dientes más falsa que nuestro futuro matrimonio.

No puedo soportar la idea de que tenga que ser mi marido.

Nadie me obligó a este matrimonio, él me hizo la propuesta y acepté estúpidamente.

Mis padres dan la bienvenida a Yuri, lo encuentran amable, educado y un buen aliado.

Pero lo encuentro aburrido.

Lo he hablado varias veces con mi madre, mis tías y mis primas y todas me dieron la misma respuesta.

Tengo que dejarlo pero no quiero defraudar a mi padre que en cambio acoge con satisfacción esta unión.

-Me voy a dar una ducha, estoy sudada- le digo dejando un beso en su mejilla.

Salgo de la sala y me dirijo a mi habitación.

Abro la puerta blanca y entro en mi pequeño mundo.

Las paredes de la habitación están pintadas de rosa y negro al igual que las mantas de la cama.

Una puerta camuflada entre los colores de las paredes y colocada en la esquina derecha.

Me dirijo allí a mi amado baño.

Entro y dejo que mi ropa sudada se deslice al suelo.

Giro la válvula de agua tibia y entro en la cabina de la ducha.

Paso unos veinte minutos duchándome y otros veinte minutos decidiendo qué ponerme.

Al final me decanto por una sencilla camiseta blanca, una falda de cuero negra, mi querida chaqueta motera y Dr. Martens.

Uso maquillaje ligero con un poco de rímel y rubor y dejo que mi cabello caiga hasta mis hombros.

Salgo del dormitorio y regreso a la sala de estar.

-Kamile, ¿qué es esta falda microscópica?- pregunta Yuri levantando una ceja.

Pongo los ojos en blanco y suspiro.

-Ya tengo padre, ni siquiera necesito tu sermón- respondo con frialdad.

Mi falda no tiene nada de malo, me llega a la rodilla esta mas que bien.

-Cámbiate- le ordena cruzando los brazos sobre el pecho.

-Mi falda está bien y ahora si no te importa voy a buscar a mi prima- respondo molesta.

Salgo de la habitación furioso y me dirijo al garaje.

Decido tomar el Lamborghini de mi papá para mostrarle mis habilidades de conducción.

-Ni siquiera te rascarás, bebé- susurro mientras abro la puerta.

Entro en la cabina y la adrenalina corre por mis venas.

Arranco el coche y despego como un cohete.

Soy un entusiasta del motor al igual que mi padre y mi hermano.

Decido reducir la velocidad y conducir legalmente.

La facultad de la India se encuentra al otro lado de la calle de la mía.

Doy la vuelta a una rotonda, giro a la derecha y -bum- un ruido ensordecedor entra en mis oídos.

-Mierda, tengo ropa sucia- grito nerviosa.

-Soy un cobarde, tienen razón- resoplo con enfado.

Salgo del coche y me agacho junto al neumático.

-Que diablos hace un maldito clavo enorme en la calle- grito con furia.

-Nunca una alegría- agrego en medio de la histeria.

De lejos veo un rayo de luz, un taller puesto por el señor en mi camino para salvarme.

Un gran cartel que dice Taller mecánico.

Me dirijo hacia este último con la esperanza de que alguien pueda reparar mi daño.

-Buenos días- digo entrando a la estructura.

-Hola señorita, ¿qué necesita?- pregunta un hombre de unos sesenta años con un fuerte acento español.

-Hice una colada y mi coche está parado en la calle- susurro avergonzada.

-No hay problema- dice el hombre sonriendo.

-Javier, Pablo venid a recoger el coche- grita el hombre llamando a sus ayudantes.

Un chico de pelo negro y ojos azules sale de debajo de un coche.

Es realmente muy bonito, tiene un encanto latino que atrae mucho.

Lleva vaqueros azules y una camiseta sin mangas blanca manchada de aceite de motor.

-Aquí estoy, tío, aquí estoy- dice el chico a su lado.

-Javier- vuelve a gritar el hombre.

El capó de un automóvil se cierra de golpe y se escucha un fuerte ruido en la habitación.

-Estoy aquí- dice una sensual voz que me da mil escalofríos.

Me giro hacia el sonido y mi aliento se queda atrapado en mi garganta.

Tengo ante mí un verdadero dios griego.

Su mechón marrón cubre su frente.

Tiene dos ojos color avellana que se te quedan grabados y una mirada misteriosa y fascinante.

Su nariz es perfecta al igual que toda su cara.

No lleva una camiseta sin mangas que muestra sus abdominales marcados.

Debió notar mi mirada fija en él.

Me sonríe burlonamente y con picardía.

-¿Te gusta lo que ves?- pregunta avanzando hacia mí.

Niego con la cabeza y vuelvo a mis sentidos.

-Podrías tener más cuidado, me mataste las orejas- digo molesto.

-Pero resucité tus ojos- responde con una sonrisa maliciosa.

Lo mato con la mirada aunque quisiera observarlo durante horas.

-Soy Javier de todos modos- dice tendiéndole la mano.

-Oh, lo siento, tal vez una jovencita como tú no quiera ensuciarse las manos exprimiendo mi aceite sucio- dice obviamente.

Levanto una ceja y junto mi mano con la suya demostrándole lo contrario.

-Soy Kamile- respondo sonriendo.

-Entonces Kamile, ¿dónde está el coche?-pregunta el hombre de pelo canoso.

- Está por aquí, el negro de ahí abajo - digo señalando el Lamborghini.

Los tres hombres intercambian una mirada de sorpresa.

-Vaya Kamile, ese coche no me lo puedo permitir aunque lleve ochenta años trabajando- susurra Javier, visiblemente confundido.

-¿Te gusta?- Pregunto mientras nos acercamos juntos al auto.

-Claro que me apasionan los motores- responde empujando el auto.

-Espera, te ayudaré- le digo y me paro a su lado.

-Vamos, esto es trabajo de hombres- responde, escudriñándome.

-¿Estás diciendo que no tengo fuerzas?- Pregunto inquisitivamente.

Sacude la cabeza divertido.

-Pues ahora te mostraré de lo que soy capaz- susurro acercándome pero esa maldita uña me hace resbalar.

Dos brazos sustentan mi vida.

Nuestros ojos se encuentran, nuestras narices se tocan y nuestras respiraciones se mezclan.

Mi corazón da un vuelco, vete a la mierda, Kamile, ¿te vas a casar?