Capitulo 5
—¿Separarnos? Ja! ¿Y a dónde piensas ir? Nadie de tu puta familia moverá un dedo para ayudarte. A partir de ahora harás lo que yo diga.— Exclamó él con cierta autoridad.
— ¡No soy tu esclava!— Le gritó a su vez que intentó ir al cuarto con la intención de tomar sus cosas y mandarse a mudar.— Vete a la mierda... No, mejor seré yo la que se vaya!—
— Inténtalo...— Sonrió él, llegando hasta ella en tres zancadas— No tienes dinero para irte.— La agarró de los brazos y la empujó con fuerza, dando traspiés hasta chocar con la pared.— Tú les importas una mierda. A ver si te entra de una vez en esa cabeza tan dura que tienes.—
Ella se puso a temblar. Se le bajó la presión, y la adrenalina hizo que su corazón latiera más deprisa que de costumbre.
— ¡Eres un egoísta!— Le gritó ella. Dándose cuenta que el amor que sentía por él fue totalmente opacado por el odio y la desilusión.
— Y tú eres una zorra. Por eso no le importas a tu familia...— Soltó a Simón y en ese momento ella se abalanzó para golpearlo incontables veces.
Ninguno de los puñetazos lograron lastimarlo. Entonces él le dio una bofetada tan brutal que le volvió la cara de revés. Oyó un zumbido en los oídos. Trago saliva penosamente y se llevó la mano a la mejilla.
— Dijiste que nunca más volverías a hacerlo.— Murmuró con voz temblorosa, mientras él respiraba entrecortadamente y tenía la mirada de un loco.
— La culpa es tuya por sacarme de mis casillas. Maldita sea, te enseñaré a no faltarme al respeto nunca más.—
La agarró de un brazo, con la otra mano la agarró del pelo y la llevó por la fuerza a la sala de estar. Allí la dejó tendida boca abajo encima de un sillón, sin dejar de soltar juramentos.
— ¡No!— Gritó con fuerza, pero la voz quedaba ahogada por la tapicería.— ¡No, por favor!—
Pero él le bajó de un tirón los pantalones y las bragas. Metió el miembro reseco en su sexo, y la penetración le produjo un dolor muy intenso que se convirtió en ardor insoportable. Luego empezó a embestir más deprisa, cada vez más fuerte, reduciendo la ferocidad de sus primeras acometidas cuando dejó de gritar que no lo hiciera. Se quedó callada mientras las lágrimas resbalaban hacia el almohadón. Trato de pensar más allá del dolor, y se dijo que aquello pronto habría acabado.
«Tú sólo aguanta, aguanta, terminará pronto y te dejará en paz....» Pensó mientras sentía tibio y mojado en su entrepierna.
Una última acometida devastadora y sintió que Simón se estremecía encima de ella, mientras ella solo pensaba en el líquido que bajaba de su interior. No quería tener nada que ver con él. Y se quedó tranquila por saber que no estaba en periodo de fertilidad. Dejó escapar un suspiro de alivio cuando salió de su interior, y noto que esa humedad caliente que resbalaba por sus muslos, era sangre. Lo otro es subirse los pantalones y cerrarse la cremallera.
— Te vino el período...— Dijo con brusquedad.
Ella sabía que no era eso. Sentía que, donde había salido aquella sangre, estaba toda lastimada. No dijo nada, y se limitó a levantarse del sillón para arreglarse la ropa. Desde la cintura hasta las rodillas, le dolía todo. Se puso en pie y torció el gesto ante el intenso palpitar del dolor, luego se encaminó hacia el baño con paso vacilante. Se quedó inmóvil bajo el chorro de agua durante lo que le pareció una eternidad, hasta que sintió el cuerpo limpio, dolorido y lleno de magulladuras. Su mente flotaba, y no dejaba de preguntarse cómo podía ser que su vida se hubiera convertido en esto. Su novio no cambiaría y no era una cuestión de sentarse a hablar. Eso sólo funciona cuando tus sentimientos le importan a la otra persona.
Cerró los grifos de la ducha, envolvió el cuerpo dolorido en una toalla y fue al espejo. Utilizó la mano para limpiar un círculo en el espejo y vio reflejado un rostro lamentable e infeliz. No podía seguir así...
— Abre la puerta y deja de victimizarte.— Grito Simón del otro lado haciendo vibrar la puerta.
Le tenía miedo a aquel hombre enfurecido que parecía dispuesto a hacerla pedazos, pero por encima de eso, siempre había hecho todo lo que estaba a su alcance para seguir sus reglas, las cuales, él las cambiaba continuamente. Abrió la puerta de un golpe e hizo que ella se sobresaltara del susto.
— Ya tuve suficiente de ti. Te amaba como nadie nunca lo hará en tu puta vida. Pero me das asco, eres una mierda de persona y no seguiré tus estúpidas reglas y cumpliendo tus malditos caprichos.—
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