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La Enfermera Embarazada del CEO

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Carla Cadete
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9.0
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Sinopsis

Patrícia se casó con Augusto Avelar mientras él estaba en coma, sin imaginar que, al despertar, cambiaría su vida para siempre. Con el tiempo, su corazón se rindió a este hombre poderoso y enigmático, pero el pasado se niega a dejarlos en paz. Estela, su ex, decidida a recuperarlo, hará todo lo posible para separarlos. Entre desafíos, intrigas y un amor que floreció inesperadamente, Patrícia y Augusto tendrán que luchar para descubrir si su matrimonio tiene futuro o si estaba condenado al fracaso desde el principio.

RománticoDulceMatimonio por ContratoEmbarazadaSEXOAmor a primera vista SeductorHistoria PicanterománticasMatrimonio

Capítulo 1

Capítulo 1

El silencio en la habitación era casi opresivo, roto solo por el rítmico sonido de las máquinas y la respiración profunda del hombre acostado en la cama. Rafael entró lentamente, como si temiera perturbar la paz que la envolvía. La penumbra matutina se filtraba por las cortinas entreabiertas, proyectando suaves sombras sobre el rostro de su padre.

Con pasos lentos, se acercó a la cama y se sentó a su lado. Sus ojos, siempre firmes ante el mundo, ahora brillaban con la amenaza de las lágrimas. Extendió la mano, entrelazando sus dedos con los de su padre, sintiendo el calor aún presente, la única prueba de que estaba vivo.

"Despierta, papá...", murmuró con la voz quebrada. "Te extraño mucho...".

Por un instante, se quedó allí, observando cada detalle del rostro de su padre: las profundas ojeras, el cabello que ya había pasado su longitud habitual, la barba descuidada que no se parecía en nada a la imagen impecable del poderoso director ejecutivo que todos conocían. Rafael insistía en llamar a un barbero cada dos semanas para mantener la apariencia de su padre, pero nada podía borrar la ausencia que ese hombre dejaba al permanecer inerte.

El sonido de la puerta al abrirse lo hizo parpadear rápidamente, ahuyentando la emoción que amenazaba con abrumarlo. El mayordomo entró con su habitual postura impecable, pero su voz era baja y respetuosa:

"Señor Rafael, ha llegado la enfermera. Está esperando en la oficina".

Rafael simplemente asintió, sin apartar la vista de su padre. Le dio un ligero apretón de manos antes de soltarla, acariciando con los dedos la áspera piel de su espalda. Suspiró profundamente, enderezando los hombros.

Ahora que la enfermera estaba allí, su padre tendría compañía por más tiempo. Quizás eso ayudaría de alguna manera.

Con una última mirada al hombre que tanto admiraba, Rafael se levantó y se dirigió a la oficina, listo para conocer a la mujer que, de alguna manera, podría cambiar el curso de esta historia.

Rafael fue a la oficina para entrevistar a la enfermera, intentando mantener la compostura, aunque su mente seguía fija en la imagen de su padre acostado en la cama.

Entró en la oficina, ajustándose el traje automáticamente, con expresión seria y controlada. Caminó hacia el escritorio, rodeándolo con firmeza, y le tendió la mano a la mujer que tenía delante.

"Rafael Avelar." Su voz era firme, su mirada atenta mientras esperaba su respuesta.

Ella estrechó la mano de Rafael con firmeza, manteniendo su semblante profesional. Sus ojos se encontraron con los de él con confianza mientras decía:

"Patrícia Mendes. Un placer conocerlo, Sr. Avelar."

Rafael señaló la silla frente a él con un gesto discreto.

"Por favor, tome asiento."

Mientras ella se acomodaba, él tomó el currículum y comenzó a hojearlo con expresión seria. Patrícia notó que su mirada se volvía más crítica. No dijo nada de inmediato, pero el leve ceño fruncido delataba su preocupación. Era más joven de lo que imaginaba, y ahora estaba segura de que su experiencia era mínima o inexistente.

El silencio que se hizo la puso nerviosa. Tragó saliva, juntó las manos en su regazo antes de decidir explicarse:

"Señor, sé que no tengo experiencia... Acabo de graduarme, pero..." Respiró hondo, intentando mantener la calma. "Soy dedicada, estudiosa y prometo que haré todo lo posible por cuidar de su padre".

Sus ojos transmitían sinceridad, pero Rafael no parecía convencido. Dejó su currículum sobre la mesa, entrelazó los dedos y la miró fijamente, considerando sus palabras.

Rafael apoyó los codos en la mesa, entrelazando los dedos mientras la observaba atentamente. Su voz era firme, llena de emoción:

"Mi padre lo es todo para mí. Es mi base".

Patricia sintió el peso de esas palabras sobre sus hombros. Esto no era solo una entrevista de trabajo; era una prueba de confianza. Necesitaba demostrar que era capaz, que podía cuidar de este hombre que tanto significaba para Rafael. Así que respiró hondo y decidió luchar por esta oportunidad.

Patricia miró a Rafael, dejando a un lado cualquier inseguridad.

"Señor Avelar, sé que soy joven y no tengo años de experiencia, pero soy dedicada y tengo muchas ganas de aprender. Su padre necesita cuidados constantes y estoy dispuesta a hacer todo lo posible para asegurarme de que reciba toda la atención y el cuidado que merece. Sé que puede ser difícil confiar en alguien nuevo, pero deme la oportunidad de demostrar mi valía. No lo defraudaré".

Su voz era firme, y Rafael se dio cuenta de que, a pesar de su dulzura, había una fuerza inquebrantable en ella.

Convencido, Rafael la condujo con cuidado a la habitación de su padre en la planta baja.

Se acercó a la cama donde yacía el paciente y se detuvo un momento, observándolo atentamente. Su mirada alternaba entre Rafael y el hombre en la cama, como si intentara asimilar la evidente similitud entre ellos. Parpadeó varias veces, todavía procesando la imagen, hasta que finalmente miró a Rafael.

"Nos parecemos mucho", dijo con una leve sonrisa, al darse cuenta.Hacía tiempo que no notaba el asombroso parecido entre padre e hijo. Su voz tenía un tono suave, impregnado de orgullo.

Asintió sorprendida. Nunca en su vida había visto semejante parecido entre padre e hijo: la única diferencia era la edad.

"Sí, es impresionante", respondió con una leve sonrisa, pero su mente seguía asimilando lo que tenía delante.

Por muy guapo y atractivo que le pareciera Rafael, no podía compararse con su padre. El hombre tumbado en la cama parecía irradiar una fuerza silenciosa, una presencia imponente que, incluso en el silencio, dominaba la habitación. Sus rasgos, más pronunciados por la edad, eran dignos de respeto, y el mero hecho de ser el padre de Rafael lo hacía aún más impresionante a sus ojos.

Descartó rápidamente esos pensamientos, concentrándose en lo que debía hacer, pero no pudo evitar echar una última mirada contemplativa, admirando la dignidad del hombre que ahora estaba ante ella.

Rafael observó su expresión, notando la fascinación que parecía tener por su padre. Pero no le dio mucha importancia en ese momento. Con una mirada seria, se acercó, rompiendo el silencio de la habitación.

"El trabajo es tuyo", dijo con firmeza, con voz tranquila y autoritaria. "Si estás lista para empezar, puedes hacerlo de inmediato".

Ella lo miró sorprendida. La propuesta de Rafael era directa, directa. Era una oportunidad que sabía que no podía dejar pasar, pero la velocidad con la que sucedían las cosas la hizo dudar un momento. Rafael notó su pausa y, con una leve sonrisa, continuó:

"Sé que puede ser mucho para asimilar. ¿Qué te parece? ¿Estás lista para asumir la responsabilidad?"

Tragó saliva, sintiendo la intensidad del momento, pero también cierta emoción ante la oportunidad que se presentaba. Volvió a mirar al hombre en la cama, esta vez con un sentido del deber instalándose en ella.

"Acepto...", respondió finalmente. Y, con mirada decidida, añadió: "Empiezo ahora mismo, señor".