Capítulo 1: Sustituirla
Violeta Secada abrió los ojos a las tres de la mañana.
El hombre que estaba a su lado seguía dormido, inclinado de lado. Ella no pudo ver el rostro de él.
Pero al pensar que tenía cinco veces de sexo con ella por noche, Violeta se sonrojó inmediatamente.
«¿Cómo puede tener tanta energía física?»
Violeta renunció a la sensación de dolor entre las piernas y salió de la suite presidencial apretando los dientes, pero nada más salir, una mujer se interpuso en su camino de repente.
—¿Cómo va? ¿Está hecho?
Era su media hermana, Luna Secada.
—Sí —Violeta asintió.
—¿Estás segura de que no te vio la cara? —preguntó Luna.
El hombre era Tomás Magrina, el juez principal del concurso de moda, un anciano de unos cincuenta años.
Dejó claro que mientras Luna durmiera con él durante una noche, sería la ganadora.
A Violeta le faltaba dinero, así que Luna le pidió que lo hiciera por ella.
—¿Has traído el dinero?
Violeta no contestó, pensando sólo en su hermano que estaba en el hospital esperando el dinero para operarse.
Luna se burló, sacó de su bolso una tarjeta bancaria con un millón dentro, se la entregó a Violeta y le dijo unas falsas palabras amables.
—Espero que tu querido hermano esté bien.
Violeta la cogió y se dio la vuelta para marcharse, sin querer seguir hablando con Luna.
«¡Se trata de salvar a mi hermano!»
Cuando Violeta se fue, Luna entró en la habitación a oscuras. Primero se quitó la ropa y luego se metió en la cama y se acostó junto al hombre.
Cuando amaneció, Luna empujó al hombre y habló con voz sexy:
—Eres malo, soy muy tímida.
En la oscuridad, el hombre abrió los ojos. Su cerebro seguía mareado tras la resaca, pero recordaba vagamente la figura de la mujer.
—Seré responsable de ti.
Una voz profunda y melosa sonaba especialmente agradable en una habitación silenciosa.
«¡Esta voz!»
Luna se incorporó de repente y encendió inmediatamente la lámpara de la cabecera de la cama.
«¡Es un hombre joven y guapo!»
«¡No es Tomás, el viejo arrugado!»
En un momento de shock, Luna reconoció al hombre.
«¡Es Serafín Tasis!»
«El hombre más poderoso de Ciudad J.»
—Me has salvado y te daré todo lo que quieras.
Mientras Luna se preguntaba qué había pasado, Serafín se había levantado. Cuando salió del camerino con ropa limpia, le entregó una tarjeta de visita dorada a Luna:
—Aquí tienes mi número y mi dirección.
De ojos oscuros, labios pálidos, contorno perfecto, Serafín tenía una expresión ligera, con su traje en el pliegue del brazo.
Luna agarró la colcha con fuerza y cogió la tarjeta.
Antes de que pudiera decir una palabra, Serafín ya se había alejado.
Mirando la tarjeta en la mano, Luna estaba emocionada.
«No esperaba que Violeta tuviera tanta suerte de acostarse con Serafín.»
«Pero tengo mucha más suerte, porque Serafín me ha confundido con Violeta.»
«Por no hablar de ser campeona del concurso, ¡Ciudad J me pertenecerá en el futuro!»
Al mismo tiempo, Violeta estaba fuera del quirófano ansiosa, esperando con los ojos enrojecidos. Fruncía el ceño profundamente, con mucha preocupación. Se mordió el labio y se apretó los dedos nerviosamente. Miró la luz de la sala de operaciones y rezó:
«Querido Dios, por favor, haz que mi hermano salga de esta...»
***
Cuatro horas más tarde, la luz de la puerta del quirófano se apagó por fin y el médico, todavía en mono, salió.
Violeta le preguntó con preocupación:
—Doctor, ¿cómo está Sebastián Secada?
—La operación fue un éxito.
Al oír eso, Violeta se puso roja de la emoción. Su esfuerzo no fue en vano.
Pero en el siguiente segundo, el médico tomó una señal:
—Pero hemos descubierto que el cuerpo de su hermano ya está gravemente enfermo.
Fue como un rayo caído del cielo. Violeta tembló y sintió frío de la cabeza a los pies.
A esa hora, recibió un mensaje de un número desconocido.
—Si quieres salvar a tu hermano, deja Ciudad J.