Capítulo 5
- Déjame en paz Kell – murmuré lo más ácidamente posible, esperando que me dejara en paz cuando ambos estaban parados frente a mí pero él no se movió.
Sé que ante sus ojos podría parecer desagradable o exagerado al querer despedirlo a toda costa, pero la realidad era muy diferente, no me atrevía a imaginar cómo reaccionaría mi padre si me encontrara en compañía de dos chicos.
- ¿ Quieres que te lleven a casa? - preguntó para mi sorpresa y negué con la cabeza sin la menor vacilación.
- No, mi padre viene a buscarme - respondí, inquieto al pensar que pronto estaría aquí.
Una ráfaga de aire le hizo cosquillas en los hombros, noté el mechón de pelo balanceándose a los lados de su cabeza y una ligera onda de su aroma llegó a mis fosas nasales. Sabía bien.
- ¿ Seguro? - volvió a preguntar pero yo lo habría echado. ¿Será posible que nunca se haya fijado en mí, que hasta hace unas horas ni siquiera sabía que yo existía y ahora tenía que arriesgarse a que lo encontraran aquí cuando llegara ese monstruo y arriesgarse a que malinterpretara todo?
Pero ya era tarde.
Se me heló la sangre cuando, mirando por encima del cuerpo del chico al lado de Kell, reconocí aquel coche y tragué, sintiendo de repente que se me secaba la garganta.
- Sí, adiós – Me bajé de la pared casi arriesgándome a caerme por lo mucho que me temblaban las piernas pero esperaba que ninguno de los dos notara nada extraño en mi comportamiento. Estaba bien con que pensaran que era raro, pero nunca tendrán que descubrir nada más.
- Nos vemos mañana Muñequita – se rió entre dientes sin darse cuenta alejándose de mí con su amigo, pero cuando me quedé solo noté que la mirada de mi padre ya estaba fija en nosotros. Su presencia a mi alrededor no se le había escapado y Dios sabe cuánto miedo tenía de alcanzar ese maldito auto.
Cautelosamente me acerqué al vehículo, con el corazón en la boca, tenía miedo , mucho miedo.
- ¿ Quiénes eran esos dos? - su voz oscura rompió el silencio en cuanto cerré la puerta.
Tragué con dificultad otra vez pero no lo miré.
- Nadie.. - Tartamudeé, abrochándome el cinturón de seguridad.
- Rosmery, quiénes eran esos dos – preguntó aún más nervioso que antes, poniéndome la piel de gallina con esas simples palabras. Conocía ese tono de voz y solo escucharlo era suficiente para sentir este miedo inexplicable.
- Uno de ellos está en mi clase de historia, justo me estaba pidiendo tarea para mañana, ni siquiera habíamos hablado antes - dije de inmediato, omitiendo todo lo que había pasado con él hoy.
Él no lo aceptaría.
- No quiero que los frecuentas - respondió fríamente, arrancando el coche.
- Está bien - incliné la cabeza, esperando que rápidamente dejara de pensar en lo que acababa de ver pero no parezco feliz.
- Si te vuelvo a ver en su compañía me veré obligado a volverme malo Rosmery - me amenazó con los dientes apretados, agarrando mi cabello para acercarse a mi oreja y reprimiendo sus lágrimas, para evitar llorar nuevamente.
Cerré los ojos con tanta fuerza que me dolían los párpados, mi cuerpo ahora estaba petrificado bajo su toque y me obligué a no llorar.
- No volverá a suceder – respondí apresuradamente.
Al escuchar mis palabras con un tirón soltó su agarre y el molesto dolor que sentía en mi cabello se desvaneció con el final de ese gesto. Me quedé quieto en mi asiento y volví la mirada hacia el camino que ahora fluía bajo las ruedas del auto. La velocidad con la que avanzaba por aquel camino empapado de lluvia aumentaba cada vez más, pero era más el miedo que sentía hacia él que el miedo que podía sentir ante la idea de correr el riesgo de sufrir un accidente.
Nada podría hacerme sufrir más que su mera presencia.
Ya estaba acostumbrado a vivir condenado.
