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CAPÍTULO 1

ANA

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¿No es extraño? ¿Nacer en una familia que sabes que nunca será como las demás? ¿Crecer sin madre, sin hermanos y aún así tener tu destino fuera de tu propio control?

Tenía dos opciones, o me rebelaba y huía a un lugar lejos de todo el drama al que estaba constantemente sometida, o aceptaba la realidad de los hechos y me entregaba al azar. ¿Qué pasaría si por casualidad muriera? Ese pensamiento sobre la muerte era constante, después de todo, también podría ocurrir en cualquier momento.

Sería fantástico si pudiéramos elegir la familia en la que nacer. Si tuviéramos esa opción, muchas personas elegirían no nacer en ella. Mi elección sería esa, sin duda. Después de todo, ¿quién elegiría nacer en una familia en la que solo hay un hombre involucrado en la mafia?

Mi madre murió al darme a luz y a veces me preguntaba si ella hubiera aceptado la vida que mi padre tenía que darnos a las dos o si se hubiera escapado para que yo pudiera tener una vida normal. Prefería creer que ninguna madre pondría en riesgo la vida de su hija si tenía otras opciones para mantenerla a salvo.

Pensé que la vida era muy injusta conmigo, y ese fue otro de esos días en los que me obligarían a ir a la universidad y luego tendría que quedarme encerrado en casa mientras mi padre salía a hacer cosas ilícitas con el mafioso más temido de Italia.

— Buenos días, padre.

— Buenos días Ana, justo iba a despertarte, a desayunar rápido porque tengo que dejarte temprano en la universidad.

— ¿Y cuántos hombres estarán de guardia en la puerta de la universidad esta vez?

—Lo suficiente para mantenerla a salvo.

— Haz que tus hombres se mantengan lo suficientemente lejos para que nadie note que tengo perros guardianes.

— Así que no te pongas en riesgo, quédate donde puedan verte.

Puse los ojos en blanco, dejando en claro mi descontento, pero a él ya ni siquiera le importaban mis reacciones. Simplemente me ignoró para no tener que escuchar otra vez lo que realmente pensaba sobre su trabajo con un hombre al que nunca había visto en mi vida, pero que ponía en riesgo la vida de todos.

Terminé de desayunar en silencio y luego fui a mi habitación a prepararme.

¿Sabes qué fue lo que más te dolió de todo eso? Es que ni siquiera podía tener novio, no podía conocer a una persona que pudiera mejorar mi vida ni un poquito, siempre me preguntaba si iba a morir virgen, o si iba a tener que tener sexo con alguien en presencia de guardias de seguridad, quería poder ser tocada por un hombre y sentir placeres que nunca había sentido, vivir experiencias que nunca había vivido.

—¿Ana? ¿Ya estás listo?

- Sí.

— ¡Te espero en el auto!

Agarré todo mi equipo y me dirigí al auto donde encontré dos brutos con armas pesadas y otro auto detrás de nosotros.

—¿Cuántos hombres hay en el coche de atrás?

- Cuatro.

—Ya estoy cansado de esto.

—Soy yo quien está cansado de tener que explicarte un millón de veces que todo esto es por tu seguridad.

—No necesitaría esto si eligieras un trabajo dentro de la ley.

—No entraré más en ese tema.

—Tendremos que abordar eso cuando me gradúe y elija una vida diferente a esta.

—Puedes elegir ir al otro lado del mundo Ana, pero los guardias de seguridad irán contigo.

Se me llenaron los ojos de lágrimas pero preferí permanecer en silencio, después de todo esa conversación no iba a llevar a ninguna parte.

Llegué a la universidad y subí apresuradamente las escaleras, sin mirar atrás, pero estaba bajo la mirada curiosa de los estudiantes, pues aquel gran coche de cristales oscuros que siempre me dejaba allí llamaba la atención de todos.

Para poder asistir a la universidad, tuve que seguir algunas reglas, entre ellas estaba la de no hablar de mi vida personal con nadie, y si alguien preguntaba, la orden era que mintiera, y sufrí con el hecho de tener que mentirle a mi mejor amiga, pero ella ya sospechaba que estaba guardando un gran secreto.

Tan pronto como la vi, me di cuenta de que estaba mirando el auto del que acababa de bajar.

—¡Buenos días, amigo!

—¿Cuándo me llevarás a dar un paseo en ese coche tan lujoso?

—Supongo que tendrás que esperar hasta que tenga mi propio auto, Sam.

— ¿Y eso de quién es?

—Es del jefe de mi padre, ahora entremos.

Ella sonrió y comenzó a hablar sobre el chico que le interesaba, y una vez más me pregunté si alguna vez podría hablar con ella sobre un chico.

La clase empezó y traté de concentrarme en la materia, creía que estudiar era lo único que podría salvarme de esa vida.

Cuando elegí estudiar pedagogía, pensé que además de mi amor por los niños, podría enseñarles a ser seres humanos dignos de confianza, que sería capaz de enseñarles en los primeros años de sus vidas a alejarse de la delincuencia, las drogas y de personas como mi padre y su jefe, que el estudio debía ser su aliado para lograr una vida digna y justa. Traté de no desacreditar esto, después de todo, yo había estudiado, sin embargo, esto no impidió que tuviera una vida limitada por las decisiones de mi padre.

Nunca pregunté cuales fueron las razones por las cuales mi padre había elegido esa vida, para mí nada justificaba seguir ese camino, para mí todo era cuestión de elección, simplemente podía despertar al día siguiente y optar por denunciarlo a la policía, aun sabiendo que poco después sería asesinado a instancias del tan temido mafioso.

¿Quién era él después de todo? Me pregunté sobre esto constantemente.

Cada vez que buscaba en internet solo aparecía su nombre y nada más, no había ninguna cara, ni siquiera sabía si realmente ese era su verdadero nombre. ¿Quién fue Kall Bellini? ¿Era nuevo o viejo? ¿Tenía familia o era soltero? Eran preguntas que mi padre nunca me respondía, él siempre decía que yo no necesitaba saber esa información.

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