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Jefe, quiero mas...

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Sinopsis

Analuisa, ella es totalmente cazafortunas cuando se trata de hombres. Ella sabe lo que quiere y cómo hacer que se arrodillen a sus pies. Pero todo lo que Analuisa quiere es un cambio de escenario cuando deje Dubai y viva en Nueva York. Con una nueva vida y un nuevo trabajo, creía firmemente que no necesitaría recurrir a sus dotes de seducción, ya que ya había recibido suficiente de muchos. Hasta que conoce a su jefe, primero una noche y luego una coincidencia, él deseará tener su cuerpo para él y ella le mostrará quién era realmente. Solo quería sexo, así que pagó por ello.

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Capítulo 1

Analuisa:

Entro por las grandes puertas del pasillo, miro a toda la gente bien vestida, hombres con sus queridas esposas, solteros detrás de una puta y mujeres solas detrás de un hombre rico. Así como yo.

Pero a diferencia de estas mujeres que tienen el mismo objetivo que yo, mi táctica es más sutil. Mi vestido largo y delicado con mangas que combina perfectamente con mis ojos oculta toda mi piel, pero a cambio resalta todas mis curvas y acentúa aún más mi trasero y mi pecho. Dejando a estos hombres todavía locos.

Camino por la habitación con mi máscara en la cara hasta que lo veo. Es como si tuvieras un objetivo marcado en la espalda y sé que no soy el único que lo ve. Es como si fuéramos una manada de toros y ese hombre fuera nuestra toalla roja.

Me entretengo un poco caminando por la habitación, pero sin quitarle los ojos de encima, como hacen muchos hombres aquí conmigo.

Veo a dos mujeres, con vestidos rojos y escotes extravagantes, acercarse a él y a los hombres con los que está hablando. Las veo mirarlas con ganas, y quién no, están calientes. Mucho más hermosa y exótica que yo, pero sé lo que valgo y sé que es hora de atacar antes de que lo pierda ante ellos.

Un camarero pasa a mi lado ofreciéndome una copa de champán y acepto con una sonrisa tímida, lo que hace que el guapo camarero dé su sonrisa más traviesa antes de volver a atender a los invitados.

Sí, niña dulce y tonta. Los hombres están más enamorados de los idiotas que de las zorras y lo descubrí por las malas, siendo el idiota.

Veo que mi objetivo se acerca a una de las mujeres y le devuelve el beso, en ese momento empiezo a caminar hacia él, antes de que tenga la idea de ir a la pista de baile con mi competidor.

Cuando estoy a unos metros de ellos, agarro el embrague y lo abro. Hago como si intentara sacar algo de mi bolso mientras sostenía el vaso con la bebida, con la cabeza gacha evito a algunos invitados, pero cuando estoy a unos centímetros de mi corderito, me lanzo hacia él golpeándome la cabeza. en su brazo y derramando la bebida sobre nosotros dos.

Dejé que mi bolso se abriera en el suelo, causando que las pocas cosas que tenía allí se derramaran por el suelo.

- Por cierto... lo siento. - pregunto mientras me froto la frente y lentamente miro hacia arriba.

Como me enseñaron, empiezo a sonrojarme al mirar al hombre que finge estar asombrado por su belleza.

- Te-te ensucié... Lo siento... Te-yo lo limpiaré. - Empiezo a tartamudear y froto mi mano suavemente sobre su brazo, fingiendo estar intentando limpiarlo, pero queriendo que su atención y sus ganas vengan todas hacia mí.

Ahora mismo como mi piel es un poco clara, pero no lo suficientemente clara, sé que debo estar muy roja y no me gusta nada, pero es parte de mi plan.

- Está bien, señorita, ¿estuvo herida? - pregunta tomando suavemente mi mano que estaba en su brazo y sosteniéndola.

- Yo estoy bien. - digo mirando a los ojos verdes del árabe que tengo delante.

- Entonces déjame ayudarte. - Dice y se inclina frente a mí para recoger mi bolso de mano que se había caído al suelo, como pensé que haría.

- Yo puedo soportarlo, no es necesario que te agaches. - digo, continuando con mi teatro y agachándome a su lado, recogiendo mi lápiz labial, rímel y, a propósito, dejando el condón que estaba en mi bolso para que él lo tomara.

Tan pronto como lo toma en sus manos y me mira, finjo estar extremadamente avergonzada y él parece querer sonreír.

Travieso, lo sabía.

En lugar de volver a poner el condón en mi bolso sin hacer un escándalo como lo haría el caballero que parece ser, se levanta, guarda mi condón en su bolsillo y me entrega mi bolso.

- Aquí tiene, señorita. - Él dice.

Recojo mi bolso con cuidado y pretendo mirar su brazo todavía mojado.

- Señor... yo... ¿me dejo secar su esmoquin? – digo y sé que salió más como una pregunta. - Iré rápido al baño y me secaré, si quieres ir conmigo te prometo que no arruinaré tu chaqueta. - Hablo nerviosamente y con voz temerosa.

Lo veo mirar a sus compañeros que escucharon y vieron todo, tienen una expresión divertida en sus caras y miran la carita de mi corderito como si supieran que simplemente lo hizo bien.

- Iré contigo, si me lo permites, claro. - Dice con una sonrisa convencida.

Solo asiento tímidamente y él extiende su brazo para que lo tome, apenas lo hago sé que se dirige a sus compañeros para presumir de su nuevo logro y rápidamente me giro hacia las dos mujeres que estaban allí y les guiño un ojo. discretamente.

Uno de ellos entendió mi mensaje y yo simplemente asentí levemente, aquí en Dubai, a pesar de la competencia que respetamos cuando fallamos un objetivo, al menos la mayor parte del tiempo.

Mi corderito me lleva por el pasillo hacia los baños, lo cual no lleva a nada, pues sé que están llenos y ocupados y no podrá entrar conmigo, que es lo que quiere.

Y como dije, eso es exactamente lo que sucede.

- Está lleno, no podrás entrar conmigo al baño y no puedo acompañarte al baño de hombres, no sé secar tu ropa. - digo con voz culpable y triste.

- Cálmate, mi rubí. - Dice acercándose y pasando suavemente su mano por mi cara, que sé que todavía está roja. - Tuve una idea, tengo una suite...

Lo sé, pienso para mis adentros.

- Hay secadoras en las suites, podemos subir y tú me ayudas, no sé ni encenderlas. - Dice mintiendo descaradamente.

- Claro. - digo y sonrío después de suspirar de alivio.

Una vez más me guía, salimos del hall del hotel donde se realizaba el evento y nos dirigimos a los ascensores. Tan pronto como entramos, no me sorprende verlo presionar el botón de cobertura, especialmente porque siempre investigo sobre mi rebaño.

Como estamos solos en el ascensor, me quita el brazo y se para detrás de mí, colocando su mano en mi columna. Sé lo que está haciendo, está probando los límites.

Si lo alejo, apenas secaremos su esmoquin antes de que quiera volver a bajar a la fiesta, pero si lo dejo con su mano ahí, pensará que vamos a entrar y tener sexo.

Así que pongo mi mejor cara, abro mucho los ojos y pienso en algo que me hace temblar y lo miro.

Lo veo sonreír y quitar sus manos de mi columna.

- Eres muy tímida, mi rubí. - Habla y en ese momento las puertas del ascensor se abren a un pequeño y corto pasillo donde hay una puerta enorme.

- ¿Rubí? – pregunto, jugando mi juego. – Esta es la segunda vez que me llamas así, ¿quién es? ¿Su novia? - Pregunto con la voz más dulce que puedo hacer.

- No mi querido. – Dice acercándose a abrir la puerta. – Soy un hombre libre y sin obstáculos, al menos por ahora, busco a alguien especial.

Pollo de primera calidad.

Miro al suelo avergonzado y continúo mi ataque.

- Entonces ¿por qué me llamaste así? Debe ser porque olvidé presentarme...

- Sí, lo olvidaste. - Habla y sonríe.

- Encantado de conocerte, soy Analuisa. - digo y le extiendo la mano a quien ya había abierto la puerta.

- Precioso nombre Analuisa. - Dice tomando mi mano y besándola. - Pero ahora más que nunca sigo prefiriendo llamarlo rubí, la joya más bella del mundo.

Abro los ojos un poco como si estuviera sorprendida y él simplemente se ríe sexy y me invita a pasar.

Veo todo el lujo del ático rápidamente, pero no quiero que piense que me impresiono fácilmente, o que le cueste poner una gran sonrisa en mi rostro.

- Por aquí. - Dice y me señala un pasillo, que apuesto conduce a los dormitorios.

Nos detenemos frente a una puerta y él la abre lentamente, indicándome que entre. Entro en la elegante habitación donde hay una enorme cama con dosel en el centro de la habitación.

Cuando salga de este infierno, será lo primero que compraré, una cama enorme en la que cabría una familia y tendría espacio de sobra.

- Ven conmigo. - Un susurro en mi oído me toma por sorpresa haciéndome estremecer.