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Intocable *Parte 2*

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Freddy
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Sinopsis

Paola, chica con un pasado doloroso. Su tía la detiene después de pasar cuatro años en un orfanato. Ella era la chica alegre que sonreía cuando pasaba. Ahora ha cambiado porque la vida, su madre y ese auto que la atropelló le arrebataron todo lo que tenía. Luis Alfred, el chico más popular de la escuela secundaria de Los Ángeles. Considerada -intocable- por todas las niñas de esa escuela. No tuvo una infancia perfecta, nunca recibió el cariño que un niño merecía. El mejor amigo de Daniela, prima de Paola. Son como dos lienzos arruinados por el tiempo. Por fuera parecen arruinadas, cortadas, polvorientas y rotas. Pero la verdadera obra maestra se esconde detrás de esas apariencias.

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Capítulo 1

Llamé ligeramente y entré para encontrarlo golpeando el saco de boxeo rojo con sus bandas negras apretadas con fuerza alrededor de sus manos. - ¿ A qué hora te recogerán? - dijo sin siquiera mirarme mientras golpeaba el saco de boxeo - Pensé que iba contigo, le dijiste a Daniela que llegaríamos a su casa esta mañana - le dije aturdido - no, no puedo, no Te dejaré dinero para un taxi - dijo con frialdad, dejando de golpear y desatando sus vendas.

¿Por qué estaba siendo tan idiota? - ¿Hay algún problema? - les pregunté mientras entraba y levanté los brazos - no, les doy el dinero para un taxi y se van - dijo simplemente. - Mírame cuando me hables – dije poniéndome delante de él.

Sólo entonces descubriría la verdad. Mirándolo a los ojos. Su bosque ya no estaba allí. Ahora ya no quedaba nada para mí en esos ojos. Las barreras estaban cerradas, su bosque estaba oscuro para mí. Lo miré confundido mientras se agachaba y salía de esa habitación.

- ¿Puedes explicarme qué te pasa? - Pregunté tomándolo del brazo. Se alejó - no Paola, ¿qué carajo quieres ahora que siempre estás encima de mí? Después de ese polvo, ¿ahora esperas que sea novio? Pues te equivocas, te dejo dinero para un taxi y te irás - me gruñó mirándome fijamente a los ojos.

Hice una mueca ante esas palabras. Pero entonces una risa amarga se apoderó de mí - Por supuesto, encontraste a tu puta, tuviste tu cogida y no estuviste en abstinencia durante la tormenta - dije sacudiendo la cabeza y sonriendo con mi sonrisa amarga, mientras todo dentro de mí se desmoronaba. Me miró con indiferencia sin decir nada. Esto confirmó mis dudas. Intenté con todo mi ser no soltar el nudo que tenía en la garganta en forma de lágrimas. - Eres un cabrón – dije dándole una palmada en la mejilla con los dedos abiertos, haciéndolo girar la cabeza hacia un lado. - Eres un maldito bastardo – susurré mirándolo a los ojos mientras la visión borrosa aparecía.

Dijo que no se iría, dijo que no me dejaría en paz. Debería haberlo esperado.

Lo miré por un momento más, para ver nuevamente su sonrisa juguetona, o para recibir uno de sus besos robados, pero no sucedió, su cabeza volvió frente a mí y la indiferencia de sus ojos hablaba por él.

- No quiero tu estúpido dinero, dáselo a tu próxima puta - les gruñí pidiendo el dinero del taxi. Salí de ese puto gimnasio, mientras sentía que dejaba pedacitos de mí, y esta vez no de mi alma, sino de mi corazón.

Agarré mi bolso y también olvidé saludar a Allison. Cómo quería un cigarrillo en ese momento... Llamé a un taxi y lo esperé bajo la terraza de la casa de Luis. Y entonces realmente me parecía una de sus putas que se escapaba al amanecer.

En ese momento me di cuenta de que estaba esperando algo... Estaba esperando algo... Pero lo que pasó sólo me confirmó que creer en la esperanza es una tontería. Porque siempre estamos decepcionados.

Decidí llamar a Gary, necesitaba desahogarme con mi mejor amigo. - Hola perra - me saludó - Hola Gary, ¿dónde estás? - pregunté con voz más triste de lo que quería - ¿problemas por delante? - me preguntó un poco preocupado - más o menos - resoplé sentándome en los escalones - ahora mismo estoy en tu casa, pero si quieres podemos encontrarnos en el parque cercano para que me lo digas tranquilamente - propuso y yo Le agradecí mentalmente - sí - dije de inmediato - está bien, estaré allí en diez minutos - dijo - está bien hasta luego - respondí antes de comenzar.

En ese momento Allison salió y me miró, se sentó a mi lado y supe que entendía – Luis no está de buen humor, algo pasó ¿no? - preguntó Allison entristecida - nunca hubo nada - la voz de Luis tronó detrás de nosotros, ni siquiera me di vuelta, porque esa frase había reducido a polvo los últimos pedazos de mi corazón - al parecer Allison no entendiste, tu hermano no cambiará nunca - dije con tono amargo al ver llegar mi taxi. - Voy a salir unas horas - le dijo a su hermana mientras se dirigía al coche. - Papá tenía razón - dijo Allison entre lágrimas - nunca cambiarás, nunca creerás en el amor. Mamá se sentiría decepcionada - le gritó.

En ese momento vi a Luis apretar los puños y la mandíbula - no viste lo que vi Allison, no hables de tu madre cuando no sabes nada de ella - soltó mientras se acercaba al auto. Escuchó un sollozo detrás de mí y se dio cuenta de que era Allison. Me di la vuelta y ella entró corriendo a la casa y cerró la puerta de golpe.

Me acerqué a Luis - Estás arruinando su vida.

Ella también perdió a su madre, ¿y le cuentas esto? - susurré con amargura. Había odio e ira y... Y amor vagando en mi pecho. Pero nunca hubiera dejado que mi dignidad fuera tirada por el suelo por alguien como él - no sabes nada - me susurró mirándome - Puede que no sepa nada de ti, pero tú tampoco sabes nada de ti mismo al parecer, primero amas luego destrozas a tu hermana, primero me dices que tenía que sentir amor por alguien, me ayudas a levantarme y me haces prometer que nunca me abandonarás y luego me pisoteas como Yo era un cigarrillo gastado, me usaste, luego cuando te diste cuenta de que ya me habías quitado todo, hasta el filtro, me tiras al suelo, pisoteándome - le susurré, tirándolo todo. Se quedó en silencio y apartó la mirada de la mía. - Intenta volver a poner los pedazos de tu vida en su lugar, antes de ir a los demás y destruir la suya – les escupí con pura ira.

Y esa fue la última vez que cometería un error como ese. Me alejé sin mirar atrás. Dejando allí pedazos de mí que ni siquiera había tenido tiempo de descubrir, que ya estaban hechos de ceniza.

Me desperté y me estiré con una sonrisa en el rostro. Noté que la cama estaba vacía, así que miré a mi alrededor pero no vi a Luis por ninguna parte.

Todavía atontado por el sueño, levanté el torso, teniendo cuidado de mantener la sábana sobre mi pecho desnudo. Vi que afuera el clima se había calmado como se esperaba, el viento ya no soplaba con fuerza y solo caía una ligera llovizna. Hoy lamentablemente hubiera regresado a casa. Resoplé y me levanté, vi que la ropa que había usado el primer día que llegué aquí estaba seca en la silla de su escritorio, de mala gana me la puse y casi no lloré al no sentir más el calor de la sudadera de Luis.

Salí de la habitación después de lavarme y fui a buscar a Luis. Escuché disparos en el piso de abajo, seguí ese sonido y me di cuenta que me dirigía al gimnasio, había encontrado a Luis allí en otros momentos. Había un saco de boxeo y todo eso para entrenar.

Llamé ligeramente y entré para encontrarlo golpeando el saco de boxeo rojo con sus bandas negras apretadas con fuerza alrededor de sus manos. - ¿ A qué hora te recogerán? - dijo sin siquiera mirarme mientras golpeaba el saco de boxeo - Pensé que iba contigo, le dijiste a Daniela que llegaríamos a su casa esta mañana - le dije aturdido - no, no puedo, no Te dejaré dinero para un taxi - dijo con frialdad, dejando de golpear y desatando sus vendas.

¿Por qué estaba siendo tan idiota? - ¿Hay algún problema? - les pregunté mientras entraba y levanté los brazos - no, les doy el dinero para un taxi y se van - dijo simplemente. - Mírame cuando me hables – dije poniéndome delante de él.

Sólo entonces descubriría la verdad. Mirándolo a los ojos. Su bosque ya no estaba allí. Ahora ya no quedaba nada para mí en esos ojos. Las barreras estaban cerradas, su bosque estaba oscuro para mí. Lo miré confundido mientras se agachaba y salía de esa habitación.

- ¿Puedes explicarme qué te pasa? - Pregunté tomándolo del brazo. Se alejó - no Paola, ¿qué carajo quieres ahora que siempre estás encima de mí? Después de ese polvo, ¿ahora esperas que sea novio? Pues te equivocas, te dejo dinero para un taxi y te irás - me gruñó mirándome fijamente a los ojos.

Hice una mueca ante esas palabras. Pero entonces una risa amarga se apoderó de mí - Por supuesto, encontraste a tu puta, tuviste tu cogida y no estuviste en abstinencia durante la tormenta - dije sacudiendo la cabeza y sonriendo con mi sonrisa amarga, mientras todo dentro de mí se desmoronaba. Me miró con indiferencia sin decir nada. Esto confirmó mis dudas. Intenté con todo mi ser no soltar el nudo que tenía en la garganta en forma de lágrimas. - Eres un cabrón – dije dándole una palmada en la mejilla con los dedos abiertos, haciéndolo girar la cabeza hacia un lado. - Eres un maldito bastardo – susurré mirándolo a los ojos mientras la visión borrosa aparecía.

Dijo que no se iría, dijo que no me dejaría en paz. Debería haberlo esperado.

Lo miré por un momento más, para ver nuevamente su sonrisa juguetona, o para recibir uno de sus besos robados, pero no sucedió, su cabeza volvió frente a mí y la indiferencia de sus ojos hablaba por él.

- No quiero tu estúpido dinero, dáselo a tu próxima puta - les gruñí pidiendo el dinero del taxi. Salí de ese puto gimnasio, mientras sentía que dejaba pedacitos de mí, y esta vez no de mi alma, sino de mi corazón.

Agarré mi bolso y también olvidé saludar a Allison. Cómo quería un cigarrillo en ese momento... Llamé a un taxi y lo esperé bajo la terraza de la casa de Luis. Y entonces realmente me parecía una de sus putas que se escapaba al amanecer.