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Hagamos un acuerdo

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NikkiDíaz
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Sinopsis

¿Te casarías con un hombre que no conoces solo por salvar el futuro de tu familia? Camila Edwards es una mujer de 26 años, pertenece a una familia de empresarios reconocidos de New York, los cuales por problemas administrativos, inician una crisis económica que amenaza con llevarlos a la bancarrota. La bella mujer como hija única de Phillip Edwards, nunca ha trabajado o aportado al crecimiento de su riqueza porque su padre la ha complacido en todo; pero Phillip, al ver que de apoco todas las comodidades comenzaban a desaparecer y que la compañía estaba en riesgo, toma la decisión de pedirle a Franco Collins que se case con su hija, así para que siga teniendo la vida que se merece. Franco Collins es un hombres de 34 años, es el CEO de una multinacional. Es un hombre que ama los negocios, es perfeccionista y algo complejo de sobrellevar; el cual al conocer la situación critica de la familia Edwards nota que puede sacarle provecho —todos saldrían ganando— casarse no sería un problema para él si con eso obtendría más de lo que imagina, pero ¿Qué pasará con la convivencia de estas dos personas tan distintas? ¿podrán sacar adelante un matrimonio por conveniencia? ¿aceptará Camila el acuerdo que desea hacer su padre? Todos quieren sacar provecho de la situación, todos piensan en el dinero y en los negocios. Aunque olvidan que el amor puede aparecer en cualquier instante sin previo aviso.

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Preludio

—Debería ser más agradecida, si fuera otra persona de seguro los dejo caer al precipicio donde estaban destinados —dice Franco enojado.

—No debí aceptar este compromiso de pacotilla, si nos tocaba ser pobres; entonces lo enfrentaríamos, pero no quiero seguir aquí.

Le doy un golpe a la mesa, pero no medí que chocaría el plato ocasionado un reguero.

—Entonces puede irse.

Franco se pone de pie y señala la salida de su casa.

—La puerta esta por allí, puede largarse y decirle a su padre que cancelamos el acuerdo. No tendrán ni que preocuparse por el abogado, yo lo pago. Seguramente ustedes no tendrán como hacerlo.

Hago un berrinche porque no se equivoca en lo que dice, me genera impotencia no poder hacer nada ante él. Quise gritarle, quise decirle todo lo que me genera con solo verlo, pero no puedo provocarlo más. Aunque mi manera de desahogarme fue la peor de todas, pues tomé una copa de vino y la tiré sobre su alfombra más costosa, la de color blanco.

—¡Oiga! ¿Qué le pasa?

Salgo del comedor e ignoro sus gritos desenfrenados.

Subí hasta mi habitación y me encerré, tiré tan fuerte la puerta que todos debieron escuchar el portazo.

—¡Debí negarme! —grito en la almohada.

Debí escuchar a mamá, ella presentía que sería una pésima idea. Por lo general mi padre nunca ve más allá de sus narices ¿Cómo no pudo pensar en mi salud mental y emocional al estar encerrada todo el día con este tipo?

—Señorita Camila, el patrón le recuerda que dentro de poco tienen una fiesta —menciona Lola.

—¡Lo sé! —respondo con un grito a la pobre empleada.

Me levanto de la cama, miro el anillo que tengo en el dedo y de repente se vuelve nubloso, tenía tantas lágrimas que distorsionaban mi vista. Fui muy apresurada, pero por lo menos ahora mis padres están mejor.

Suspiro por milésima vez aceptando esta cruel y pesada carga.

—Nunca hice nada por ellos, espero que este acto demuestre cuanto los amo.

Mi blusa se convierte en mi paño de lágrimas, seco mi rostro e intento respirar con calma para que la melancolía desaparezca; no puedo salir con los ojos hinchados.

Empiezo a prepararme para lo que será la primera vez en un evento social como esposa de Franco Collins.

Me choca que él mismo haya escogido el vestido, ¿Por qué no me preguntó que quería usar? Por lo menos que tipo de ropa quería ponerme o que diseñadores me gustaban, cada vez es un egoísta sin sentido.

El vestido era uno de color rojo, tan rojo con el color del pétalo de una rosa recién cortada.

Lo saqué de la bolsa oscura en la que venía, me miro frente al espejo apoyándolo sobre mi pecho y desde ya siento que no me gustará.

Me desnudo completamente y me quito el sostén, pues el vestido tenía en la espalda un escote tan profundo que sabia que se vería el inicio de mi trasero. En las caderas me quedaba perfectamente ajustado, en mis rodillas cedía un poquito más y luego caía hasta arrastrar, lo que se solucionaría con unos tacones.

Extraño estar en mi casa y que mi propio estilista se encargara de mi imagen, Franco es un tacaño que me hace hacer esto por mi cuenta.

Me maquillo con tonos marrones y oscuros en mis ojos, me concentro en darle profundidad a mi mirada, en mis labios un colorcito menos fuerte y lo demás lo hago como de costumbre.

Saliendo de la habitación, debo sostener mi vestido para que no se enrede con mis tacones.

—Demoraste mucho, llegaremos tarde.

—Tuve que tomarme mi tiempo —respondo bajando con cuidado—. Pues tengo que arreglarme sola, así que no hay otra opción.

—Tendrás que cambiarte más temprano.

Afuera nos esperaba un auto lujoso, no había visto ese vehículo.

Parece que en el evento de los empresarios más importantes la misión es presumir el que más tiene dinero.

Por todo el camino nadie menciona nada, Franco miraba hacia el frente y yo solo podía jugar candy crush en el móvil. Desde que me casé mi vida social se acabó, también desde que se empezó a rumorar que nos habíamos quedado sin dinero.

—Listo, estamos aquí.

—Espere en el auto —dice Franco.

Lo sigo con mis ojos por el rededor del auto y hace lo que nunca pensé, abrir la puerta del auto y ayudarme a bajar.

—¿Qué está haciendo?

—Sonríe, mi amor. Todas las personas nos observan.

Congelo mi sonrisa de manera forzada, Franco me da un halón para sacarme del auto y tomarme de la cintura.

—No responda nada, sonría a todos y no se detenga.

La mano caliente de Franco estaba en mi espalda desnuda, sentía extraño que tuviera su mano en esa parte de mi cuerpo, intenté removerme; pero él agarraba con fuerza mi piel.

—¡Franco! ¡Señor Collins! ¿podemos hacerle una pregunta?

Muchos querían tener la atención de este tipo, pero él solo les sonreía como si fuera un imbécil.

—¿Por qué se casaron a escondidas? ¿Hará una celebración con amistades después? ¿Dónde conoció a su esposa? ¿Es cierto que la familia de Camila Edwards está en bancarrota?

Los reporteros no tienen ni un poco de decencia a la hora de hablar sobre otra persona, me sentía aturdida, hace mucho no salía a eventos con este tipo de gente para que no me acosaran sobre la economía de mi familia.

—Camine, no se detenga.

Franco sostiene mi mano y entramos al lujoso salón donde ya estaban varias personas.

—La pareja del momento ha llegado.

Un hombre mayor saluda a Franco.

—Te presento a Camila Edwards, mi esposa.

—Que mujer tan hermosa —dice el señor haciéndome sentir halagada.

—Si, es la mujer más hermosa que he visto en mi vida —responde mi esposo haciendo que me asombre por su cumplido.

El “caballeroso” acompañante que tengo a mi lado, me acerca a su cuerpo y deja un beso en mi mejilla; casi que me separo de su lado por la impresión.

—Lucen maravillosos, pero esperen un aquí un segundo, iré por mi esposa que se mueres por conocer a Camilla.

El señor se aleja entre las personas y siento como Franco me sostiene una vez más de la cintura, pero con demasiada fuerza.

—¿Podría ser menos obvia?

—¿Menos obvia? No sé de qué habla.

Vi una barra a lo lejos y quise ir por un trago, pero no me dejó.

—Aquí eres mi esposa, así que por favor cambia esa expresión.

Me toma del mentón y fija mi rostro frente al suyo, se acerca y estampa sus labios sobre los míos.