Librería
Español
Capítulos
Ajuste

Capítulo 5.- No me recuerda.

El mundo se detiene, no escucho personas a nuestro alrededor ni tampoco el canto de los pájaros. Solo nos encontramos los dos y lo demás ha desaparecido. Los latidos de mi corazón se aceleran, me siento como si estuviera a punto de darme un infarto.

—¿Ha visto a una pequeña de dos años, vestida de rosa, cabello rojo y ojos verdes? —son las primeras palabras que pronuncia entre un mar de lágrimas y al parecer no se acuerda de mi—. Por favor, es muy importante —suplica con voz temblorosa.

—¿Esmeralda? —enarco una ceja.

—¡Si, es ella! ¿Dónde se encuentra mi pequeña? —se acerca acortando la poca distancia que nos separaba—. Por favor dígame dónde se encuentra.

—Se la llevó su padre, ella estaba conmigo comiendo un helado. —doy un suspiro antes de seguir—. De repente llego y se la llevo así sin más, sin esperarla a usted.

—Ese infeliz. —afina la mirada reflejando la ira contenida—. Muchas gracias.

«¿Cómo puede cambiar de estado de ánimo tan rápido?», sin darme oportunidad de decir algo más gira sobre sus talones para caminar en la dirección opuesta a la que venía no hace mucho rato.

Me quedo parado un rato más esperando que ella desaparezca de mi campo de visión. No termino de entender porque un matrimonio termina peleando de tal manera que no le importa dejar tirado al otro y llevarse a esa pequeña princesa que es inocente a todo de esa forma.

Al parecer creo que me he fijado en una mujer prohibida, esto me lleva nuevamente al principio de todo, donde ya empiezo a hacerme a la idea de que el tiempo de amar y ser correspondido ya quedó atrás.

Después de que falleciera mi querida esposa he tenido un amor prohibido, pensaba escribir una nueva historia de mi vida y esta vez tenía la certeza de que si podría lograr lo que tanto he deseado.

«Creo que mi madre se ha equivocado y esta tercera vez no logre nada»

Salgo del parque para subir a mi auto y conducir por las calles de la ciudad con rumbo desconocido. No me encuentro de ánimo para llegar a la casa y que todos se vayan a preocupar por mi estado de ánimo.

A pocas calles encuentro un bar, no dudo en estacionar el auto e ingresar en el lugar. Por ser un poco temprano no se encuentra muy concurrido, seguro que con el pasar de las horas se va a llenar y en menos de lo que espero estaremos como sardinas en lata.

Camino con pasos firmes hasta llegar a la barra y no dudo en pedir un whisky doble sin hielo. El bar tender enarca una de sus cejas, que al parecer las tiene demasiado delineadas. Me entrega el trago que había solicitado, lo tomo fondo blanco sintiendo como el líquido quema a su paso mi garganta.

Finalmente, termino por pedir una botella del mejor whisky y esta vez me puse de pie para dirigirme a una de las mesas que se encuentran alejadas y fuera del campo de visión de los demás.

Entre un trago y otro siento como me voy adormeciendo poco a poco. No dejo de pensar en lo terrible que ha sido mi vida amorosa, por un instante llegué a pensar que esa mujer era la luz al final del túnel, pero como no todo es lo que parece, de nuevo me encuentro en una encrucijada donde nuevamente me desiluciono. Son varias las veces que mi cabeza se tambalea. Me siento cansado, triste y decepcionado. Recuesto la cabeza sobre la mesa y me permito cerrar los ojos por un minuto perdiendo la noción del tiempo.

***

Al abrir los ojos una luz resplandeciente golpea mi visión. Maldigo para mis adentros por la molestia que esto causa en mis ojos y que además veo tan borroso que no sé en donde me encuentro.

—Hasta que por fin el bello durmiente despierta. —escucho la voz molesta de Yara.

—¿Dónde estoy? —me froto la sien por el intenso dolor que siento al hablar—. ¿En qué momento apareciste? ¿Quién te llamó?

—Muy bonito Frederick. —Sus hermosos ojos me fulminan y prefiero no decir nada más para no alterar a la fiera que tengo parada con ganas de matar y comer del muerto—. Da gracias que el mesero respondió la llamada y nos dio la dirección de donde te encontrabas.

Levanto la mirada con la incredulidad retratada en el rostro y al parecer también tiene el don de leerla mente.

—Enzo me acompañó, se encuentra dándose una ducha y no estamos en casa, preferimos traerte a un hotel que llevarte a casa. Nuestras hijas no pueden verte en ese estado tan deplorable y mucho menos la señora Sol. —camina de un lado a otro—. ¿Qué estabas pensando cuando te pegaste semejante borrachera?, Parece que sufres de mal de amores.

—No es nada de eso, que mal de amores ni que nada. —bufo—. Mejor vamos a casa, ya me siento mejor.

—Primero te vas a tener que dar una ducha, te cambias, vamos a comer algo y luego vamos a tener nuestro fin de semana de cine en casa. —ordena con autoridad.

—Como diga mi general. —Hago un saludo militar provocando una sonrisa en su rostro, pero con todo y eso no deja de seguir enfadada.

Quince minutos después nos encontramos degustando unas ricas hamburguesas con papas. Agradezco que no hayan querido saber el motivo por el cual tomé en exceso, eso es algo que solo lo sabré yo y puede que el mesero si se me ocurrió abrir la boca.

Para consentir a los peques hacemos un pedido de varias hamburguesas, papas, refrescos y también llevamos pizzas.

—Recuerden que debemos comprar las cotufas, sin eso no se puede decir que estamos en el cine. —inquiere Enzo mientras conduce.

—Espero que solo sean cotufas Enzo, no vayas a inventar comprar chucherías. —posa una de sus manos sobre su hombro.

—No te preocupes amor, sé que todo tiene un límite. —se acerca para susurrar algo en su oído que yo no puedo escuchar, pero sé a qué se refiere.

—¡Enzo! ¿No te da vergüenza? —se sobresalta haciendo que mi hijo la atraiga para dejar un tierno beso en sus labios.

—No me da vergüenza decirle a mi mujer que quiero comprar muchos condones para pasar toda la noche haciéndole el amor. —esboza una gran sonrisa—. ¿Papá te incomoda mi comentario?

—En absoluto hijo, son una pareja y están en su derecho. Por mi si desean yo sigo el camino a casa y ustedes se quedan en un hotel. —sonrío volteando la cara al otro lado para ver por la ventana. Eso es algo que en realidad no me afecta en nada, ya veo a la madre de mis hijas como lo que es, la madre de mis hijas y la mujer de mi primogénito.

—Será mejor que no sigas hablando Frederick, callado te ves más bonito. —amenaza con el dedo índice.

Yo como hombre obediente hago una señal de que cierro mi boca y no diré nada más.

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.