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Preludio

—Deje la tontería y acérquese, no se comporte como una niña tímida de catorce años —me dice en un susurro el hombre que ahora debo llamar esposo.

Robert me sostiene de la cintura porque su madre ha llegado repentinamente a la casa.

—No me siento cómoda —respondo en voz baja soltando su agarre.

De pensar que finge ser un lindo y adorable sujeto cuando siempre me trata como una basura, me molesta. Aunque pensando bien, me sigue tratando como lo que realmente soy, su sirvienta.

Camino hasta la cocina y disimulo un poco, vine por un vaso de agua el cual tomo por pequeños sorbos. No saldré hasta que la mujer se marche.

—Tenemos que ir juntos a un evento esta noche. Quedaría muy mal si voy por mi cuenta, no es un buen momento si llego a recibir críticas porque “oculto” a mi esposa.

No me anima en absoluto que las personas sepan que soy la esposa del hombre más cotizado del pais, todo lo contrario, me siento bien aquí encerrada, no tengo que andar fingiendo nada.

—Está bien señor.

—Este evento es muy importante, espero que no hable o haga más de lo debido. Estarán muchos medios en ese lugar y de seguro se enfocarán en usted.

—Si señor.

Por la tarde, entro a mi habitación y busco un vestido apropiado para la ocasión. Hay tanto que no sé por donde deba empezar. Por lo menos tengo la oportunidad de usar alguna de estas increíbles piezas de mi nuevo ropero.

Al final, me decido por un vestido de color dorado y zapatillas de tacón delgado color piel. Para mi cabello, me decido por unas ondas sueltas y un maquillaje ligero.

—¿Estás lista? El auto ya está en la…

Robert aparece en mi habitación y me repara de pies a cabeza. Solo espero que mi atuendo no haya sido una mala elección.

Al llegar al lugar donde harán la apertura oficial de esta nueva compañía, veo que hay muchas cámaras y personas, lo que me genera algo de nervios.

El chófer, de manera amable nos abre la puerta y salimos ante las personas que parece esperaban al señor Harrison. Este, con una sonrisa amplia los saluda y camina hasta ellos tomándome de la mano. Muchos de los reporteros enfocaban mi rostro, pues hasta ahora se hace más evidente la cara de la repentina esposa del gran empresario.

Cuando entramos al aeropuerto y todos organizan el momento para cortar un listón, veo al esposo de Verónica acercarse hasta mi.

—¿Estás nerviosa? Pareces algo tensa.

—No, estoy bien. Es que no estoy acostumbrada a ya sabes… tantas personas.

—Es evidente, mira como su suda tu bozo —expresa pasando su dedo pulgar muy cerca de mi boca.

—¡Ainoa!

Escucho al señor Harrison de repente lo que me sobresalte.

—Los dejo solos —comenta el socio de Robert para volver con la z***a de su esposa.

Robert me toma de la mano con fuerza y me lleva fuera de la sala principal del aeropuerto, por más que hago para que me suelte porque lastima mis dedos, este me arrastra hasta encerrarse conmigo en cuarto de conserjería.

—¿Se puede saber que mierda hace?

—Nada señor, yo solo…

—Todos ven como te dejas tocar de ese hombre, ¿me quieres hacer quedar como imbécil?

—El solo era cortés conmigo, no estaba…

—Lo vi, te estaba tocando los labios, ¡ja! De mi no te dejas tocar ni por accidente, pero si te dejas manosear del esposo de otra mujer.

—¡Basta! —grito sacando coraje de mi—. No le voy a permitir que me falte al respeto, ¿cree que yo soy como la esposa de ese hombre? ¿Cree que yo soy como esa Veronica a quien usted se folla cada vez que quiere?

El hombre se queda callado y con su boca semi abierta por mi declaración.

—Eso no es de tu incumbencia, si me follo a esa mujer o no, no es tu problema. Aquí estamos hablando de ti y la falta que cometiste, que no se te olvide que frente a todos en este maldito lugar, eres mi esposa.

—¡No soy su esposa!

—¡Lo eres! por ahora lo eres. Así que guarda tu calentura para después, porque este no es lugar apropiado para que te dejes tocar de todos los hombres del evento.

—Es un desgraciado, le juro que prefería acostarme con todos ellos que con una basura de hombre como usted.

Para este momento mi ira estaba apoderada de mi, en mi vida pasada me dejé humillar tantas veces que no puedo permitirlo una vez más, nunca más.

Levanto mi mano y sin dudarlo, le doy una bofetada al hombre que se atrevió a insultarme.

Robert con su cara ladeada por mi golpe, muerde sus labios y luego sonríe como si lo que hice fuera poca cosa.

—¿De esa manera quieres hacer las cosas? —cuestiona girando su cara hacia mi.

El señor Harrison, enojado por mi acto, se lanza hacia mi y me toma del mentón. Me acorrala hasta la pared y me repara mi rostro hasta detenerse en mis labios, luego mira mis ojos y una manera retadora, con su otra mano me toma de la cintura y me pega a su pantalón—. Las cosas se hacen como yo digo.

Robert une con brusquedad nuestras bocas, me besa de manera repentina haciendo que me congele por completo, sus labios devoran los míos con poca delicadeza; es su manera de hacerme entender que es quien lleva el control, que es el único que puede hacer y deshacer.

Por más que hago, sus brazos son muy fuertes, me empiezo a sentir pequeña ante el; pero por un instante, dejo de forcejear porque la brusquedad de su boca a cedido; el hombre besa mis labios al tiempo que su lengua saborea la mía, ambos brazos rodean mi cintura y no puedo evitar dejarme llevar. Al momento de querer separarnos por falta de aire, el señor Harrison con mirada confundida, me mira y me suelta; sin decir más, se da la vuelta y se marcha.

—¿Qué fue eso?

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