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Valkyria Wolf
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Sinopsis

Un beta que busca a su pareja Una humana que busca su pasado. ¿Por qué no recuerdo los primeros 12 años de mi vida? Solo recuerdo algo. Estar dentro de un laboratorio. ¿Por qué hay cables y tubos conectados a mi cuerpo? ¿Quién soy? ¿Qué soy? La vida de Alisha Meyer, una poderosa empresaria, corre peligro y necesita la ayuda de un guardaespaldas para mantenerse en este mundo. Cristian Steik es el beta de su manada y después de 200 años buscando a su pareja, lo que menos se imagina es que la mujer a la que va a proteger es su compañera. Pero cuando Alisha recibe un disparo en su pecho y casi muere, su realidad cambiará por completo, dándose cuenta que en su interior existe algo que no es humano y que es incluso más antiguo que el supuesto lobo que la está reclamando.

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Capítulo 1

Cristian cerró los puños, sintiendo las uñas romper la carne bajo ellas, para así evitar golpear al hombre frente al él. Serguei, el alfa de su manada, lo miraba de arriba abajo con una sonrisa pícara en su rostro, disfrutando de la escena. Molestar a los menores siempre le resultaba un gran placer. Vio cómo su beta relajó sus músculos rindiéndose al final, algo totalmente ajeno a su naturaleza, pero era la mejor solución a una guerra que no podía ganar.

—Y entonces, no tengo opinión en este asunto— Cris secó el sudor frió en su frente con el dorso de la mano

—Pues no, es una orden de tu alfa—

—Hay unos cuantos ahí afuera que se pasan el maldito día sin hacer nada— casi gritó indignado refiriéndose a sus otros compañeros

—Pero quiero que seas tú, tengo una buena corazonada— Serguei se acomodó en el respaldo del inmenso asiento estilo victoriano tomando unos documentos pendientes sobre la mesa para comenzar a revisarlos.

Cristian no replicó. Una vez este se ponía a hacer sus tareas, la conversación terminaba y no era recomendable volver a retomarla. A pesar de ser una persona justa y respetuosa, su carácter no era conocido por ser agradable cuando lo molestaban.

—Entonces me retiro— salió de la oficina.

Serguei esperó el sonido del cierre de la puerta y soltó los papeles que falsamente repasaba. Volvió a sonreír satisfecho mostrando sus largos caninos. La casa se volvería una locura a partir de ese momento. Estaba seguro de ello.

***

Un Mercedes negro se detuvo delante del gran edificio que portaba un enorme cartel de letras doradas con el nombre de Palacio del Libro. Cristian salió bajó del auto dejándole la llave a uno de los porteros para que lo estacionara. Se dirigió a la recepción donde una mujer joven que de paso se lo comió de pies a cabeza lo recibió.

Sabía que ocasionaba esa reacción en las mujeres, pero aún no se acostumbraba. Para eso estaba Dylan, el tipo más mujeriego que conocía. Aun no entendía cómo podía revolcarse con tres chicas en una misma noche y estar con su lívido al máximo al minuto siguiente. Prestando nuevamente atención a la chica, ella le indicó que se sentara en un pequeño cuarto de paredes de cristal a su izquierda.

La espera duró unos 10 minutos, hasta que una mujer algo mayor que la anterior entró y lo saludo tomándolo de la mano

—Señor Steik, buenos días, disculpe la demora, soy Ania Loure, la secretaria de la Presidenta—

Ania le pasó un folleto lleno de papeles y otro sobre con documentos para firmar

—En el primero están las indicaciones de su trabajo de guardaespaldas y cómo se debe comportar y, así de las razones de su contratación. Nuestra Presidenta es muy exigente—

Cris comenzó a leer desde cómo debía vestirse, como dirigirse a su futura jefa en público, así como de su disponibilidad y otras responsabilidades. Debajo de todos ellos hubo algunos puntos en color azul que le llamaron la atención

—¿Y estos son…?— preguntó

—La verdadera razón por la que lo contratamos— la secretaria cruzó las manos nerviosa sobre la mesa. El hombre pudo oler su incomodidad— La Presidenta está siendo acosada recientemente—

Cris dejó los papeles a un lado y atendió sus palabras, algo le decía que ella sabía más de lo que estaba impreso en esas hojas de papel.

—Desde hace cuatro años hay alguien intentando asesinarla. Primero empezó con cartas pero desde hace poco la han perseguido y si no fuera por sus anteriores guardaespaldas hubiera estado más tiempo en el hospital o peor aún, si sabe a qué me refiero—

—Así que me estás diciendo que la vida de tu jefa está colgando de un hilo, y que es mi trabajo que ese hilo no se rompa— ella asintió con la cabeza— ¿Ya lo han reportado en la policía?— sabía que era una pregunta con una respuesta obvia pero aun así preguntó.

—Hasta se hizo una investigación pero no encontraron nada. Por un tiempo le pusieron protección pero eso no resolvió las cosas, así que la Presidenta decidió contratar su propia seguridad—

—Y ahí es donde entro yo— Cristian frunció los labios, ese iba a ser un trabajo arduo como si no tuviera suficiente con el suyo de beta de la loca de su manada.

No era la primera vez que ejercía el papel de guardaespaldas, de por si se especializaba en el tema, pero  la situación no era tan simple como la mujer morena delante él le describía. Antes que él, habían ocupado la plaza 3 hombres más, los cuales habían pedido la baja, casi siempre por daño físico o por la conducta de la empleadora. Era de esperarse de una señorita rica, con poder y estando en peligro.

—Bueno, firmemos esos papeles y llévame a conocer a mi nueva jefa— fingió entusiasmo.

Ania con gusto le extendió el bolígrafo y minutos más tarde se encontraban saliendo del elevador en el piso 5 y último. 

Cristian se impresionó con la decoración totalmente diferente del resto del edificio. Los primeros pisos estaban decorados de colores pasteles y muchos posters promocionales de los mismos libros que ellos producían. Por su parte este piso estaba decorado prácticamente todo de blanco, negro y rojo.

El piso, de mármol negro pulido. Las paredes  de un blanco perlado, mientras los muebles los habían puesto estratégicamente para que el terciopelo rojo se integrara con el ambiente. Un punto para el decorador de interiores, tendría que conseguir su número, ya que su alfa tenía ya bastantes problemas como para darse cuenta que su inmensa mansión necesitaba una remodelación urgente.

Ania lo llevó por el pasillo hasta la puerta de la oficina más importante de la editorial y tocó. La voz que se oyó del otro lado le congeló todos los músculos de su cuerpo.

El aire se concentró en sus pulmones y la sangre fue directo a su ingle, a ese punto específico que lo llevo a la excitación plena en un momento y sus caninos picaron sobre el labio inferior al aumentar involuntariamente su longitud.

No lo podía creer. Venir a encontrarla en ese lugar. Donde menos se lo imaginó. Por primera vez desde hace mucho tiempo, después de años de búsqueda, y de haberse rendido, Cristian sintió del otro lado de la puerta, a su compañera.

La morena  lo invitó a pasar al abrir la puerta, pero al ver que este no movía ni un miembro le dio unas palmaditas en su espalda. La nebulosa en su cabeza del lobo apena lo dejaba razonar. Dio, con mucho esfuerzo, unos pasos  dejando que el olor más delicioso que hubiera tocado sus fosas nasales lo embriagara. La bestia dentro de él luchaba por salir para reclamar lo que era suyo por derecho y Cristian tuvo que utilizar toda su fuerza de voluntad para controlarlo y no transformarse allí mismo.

—Presidenta, su nuevo guardaespaldas ya llegó, está listo para comenzar a trabajar.

Cristian se fijó en la mujer que les daba la espalda al lado de un gran estante de libros. Se la imaginó más alta, pero para sus 1,76m no estaba mal.

La silueta de su cuerpo reflejada por el traje deliciosamente ajustado, era delgada pero con unas curvas que le hicieron pasar la punta de la lengua por sus secos labios y tragar saliva junto a diminutos restos de sangre. Sus piernas, bien torneadas y definidas por la presencia de ejercicios, pero lo que más le llamó la atención fue su cabello rojo cobrizo con destellos oscuros, que caía por su espalda en una coleta de rizos rebeldes, que contrastaban totalmente con los dos orbes verdes que lo miraron fijamente al girarse hacia ellos.

Tuvo que secar las palmas de las manos en el borde del pantalón con disimulo, y agradeció que ese día se pusiera la camisa por fuera del cinturón para que no se delatara el estado en que estaba. Aunque el hecho de que ella viera el efecto que causaba en él no era algo que lo molestara, todo lo contrario, lo excitaba aún más.

Ella era simplemente la criatura más hermosa y apetecible del mundo no por gusto era de seguro su compañera. Con sus largas pestañas rojizas, sus labios finos en una línea recta, la nariz pequeña y delicada y esas pecas prácticamente invisibles en su piel blanca, que solo su vista de lobo lograba definirlas. El lobo dentro de él gruñó, y un ligero sonido seco salió de su garganta pero lo suficiente alto para que la nueva jefa levantara una ceja interrogativa.

—Así que él es el señor Steik— dejo de mirarlo y puso la atención de nuevo en su libro mientras caminaba hacia su buró— Me pregunto cuánto durará esta vez—

Cristian vio cómo su secretaria sonreía nerviosa. Por lo visto Alisha Meyer no era conocida por su vida social, su carácter dejaba mucho que desear. A su lobo no le importaba ese hecho, aunque analizando su carácter dominante sería divertido verla con sus piernas abiertas, rodeadas de las sábanas de su cuarto impregnadas en su olor masculino y suplicándole por más.

La sola idea le hizo temblar ligeramente y soltar un pequeño gemido, sino se contenía era capaz de reclamarla allí mismo. Lamió los caninos dentro de su boca. Su lobo quería enterrarlos en esa piel suave y cremosa. Pero ahí estaba el problema y pensándolo con mente más fría se dio cuenta de un detalle.

Su compañera era humana, totalmente humana. Por lo que todo el impulso y la necesidad que el sentía le eran totalmente ajenos a ella. No sabía nada sobre la relación entre el lobo y una humana.

Normalmente sus compañeras eran lobas que nacían de un apareamiento entre dos compañeros de su misma especie. Hacía años las hembras de su especie habían sido cazadas por un grupo de investigadores que aún seguían persiguiendo, para crear lobos artificiales. Todo gracias a la ayuda de alguien que traicionó a todas las manadas. Como resultado, varios individuos de su especie habían perdió la cordura o se habían lanzado al vacío buscando el consuelo en los brazos de la muerte. Después del suceso las probabilidades de encontrar a sus parejas habían disminuido tanto que algunos ya habían renegado de eso, incluyéndolo a él.

En la actualidad, quedaban poco lobos puros, solo aquellos nacidos antes de la tragedia. La única forma de lograr mantener la especie con vida fue relacionándose con las mujeres humanas. Por suerte y después de un estudio ciertas hembras daban cachorros. Pero no había escuchado nunca antes, que una humana sin relación alguna con su mundo, fuera compañera de un lobo.

Maldijo para sí mismo, la nebulosa en su mente no lo dejaba analizar bien y había perdido las esperanza hacía tanto que no se había actualizado con el tema. Tendría que preguntarle a su alfa una vez estuviera en su casa, sabía que había nuevos datos y era tiempo de revisarlos.

—Ania, puedes irte, yo me encargo del resto— su voz lo acarició como un suave terciopelo aunque esas palabras no fueron dirigidas a él.

Su secretaria asistió y los dejó solos.

Por un momento a Cristian le pareció que la oficina lo asfixiaba, el olor de ella lo tenía embriagado y si seguía así no respondía por sus actos, no tanto su lado racional, sino su lobo. Solo la tarea de mantenerlo a raya le tenía más de un lugar húmedo de sudor.

Se sentó frente en la silla que la mujer le señaló y se detuvo a observar el gran buró lleno de papeles y sobres organizados, hasta detenerse en sus ojos, fríos como un bloque de hielo. La situación le dio gracia, aquel pequeño cuerpo no le tenía ni una pizca de miedo, incluso lo miraba con superioridad. Si ella supiera que era capaz de estrujar como papel su delgado cuello, la historia sería diferente.

Alisha giró un poco la cabeza con indignación. No quería hacerse la idea pero le pareció que el hombre no la tomaba en serio. Había puesto su semblante más aristocrático y había tenido persona arrodillada frente ella por eso, pero este nuevo guardaespaldas necesitaría entrenamiento, y del fuerte. Tomó uno de los papeles frente a ella y se lo dio. Vio como lo repasó con la vista y una mueca interrogativa apareció en su rostro.

—Este es el calendario de mañana, apréndelo de memoria—

—O sea, que sólo sabré lo que usted hará al día siguiente— logró articular palabras después de poder calmar sus caninos y su garganta carrasposa por el intento de transformación.

—Más bien, te doy el cronograma para que sepas como funciona. Normalmente te lo daré en la mañana del mismo día—

Las medidas preventivas nunca estaban de más.

—Como usted diga—

—Puedes llamarme Presidenta o Meyer— revisó un momento la pantalla de su celular por si había algo nuevo— Espero que Ania te haya explicado los horarios, soy muy exigente con ese tema, no me gusta llegar tarde y menos esperar—

Alisha se tomó un momento para repasar a su nuevo guardián y al parecer eso lo hizo reaccionar porque lo vio tensar los definidos músculos que se marcaban por encima de la tela del abdomen.

El maldito tipo era enorme, con sus más de metro ochenta y cinco era imponente. Estar sentado tampoco lo hacía ser menos, sus anchos hombros cubiertos por la gruesa chaqueta negra de piel le obstruía toda la vista de todo objeto detrás.

Su posición relajada con la espalda hacia atrás y las piernas separadas podrían darle un aire de desinterés pero podía sentir la atmósfera dominante alrededor de él. Sus manos cruzadas sobre los muslos, más gruesos que incluso su cintura, se veían llenas de cicatrices y listas para agarrar a cualquier persona y partirla en varios pedazos.

Una gota de sudor recorrió la línea de la columna de la humana, desde la nuca hasta el final de la espalda. Tuvo que tomar una respiración larga y pausada y cerrar sus ojos para calmarse. No recordaba la última vez que había estado tan incómoda.

Sintió la temperatura de la oficina subir varios grados y su palmas se empaparon. Por alguna razón que ni ella misma sabía, su cuerpo estaba reaccionando inconscientemente a aquel hombre. La sangre comenzó a hervirle pero no de deseo. Frunció el ceño e hincó las uñas en la suave piel de sus manos, el dolor le hizo reaccionar, enderezándose en el asiento, cruzó una pierna y retomó la posición de mandataria como toda la mujer líder que era. El alivio la invadió cuando el aire frío volvió a acariciar su piel.

Parecía haber pasado minutos desde su repentino cambio de estado, pero apenas fueron 10 segundos, tiempo en el que su nuevo empleado no le había quitado la mirada de arriba, y a cada rato lo descubría lamiendo, con discreción, el borde de sus labios. Se sintió nerviosa y eso no le gustaba. Esperaba que no estuviera coqueteando con ella o ese sería su primer y último día de trabajo.

Tendría algunas palabras con Ania más tarde.