Sinopsis
Cuando Darren, beta de su manada en enviado como guardaespaldas del presidente de una empresa, nunca se imaginó que ese pequeño cuerpo de cabello rojizo y carácter rebelde fuera su compañero. Y por supuesto que no lo dejará ir, solo que conquistar a su destinado no es tan fácil y no se dejará doblegar tan fácilmente, aun después de que casi su vida penda de un hilo y hayas demonios del pasado detrás de él. 【Adaptación BL de Enlazados】
1
Darren cerró los puños, sintiendo las uñas romper la carne bajo ellas, para así evitar golpear al hombre frente a él.
Dominic, el alfa de su manada, lo miraba de arriba abajo con una sonrisa pícara en su rostro, disfrutando de la escena. Molestar a los menores siempre le resultaba un gran placer. Este vio cómo su beta relajó sus músculos rindiéndose al final, algo totalmente ajeno a su naturaleza, aunque era la mejor solución a una guerra que no podía ganar.
–Y entonces, no tengo opinión en este asunto –Darren secó el sudor frío en su frente con el dorso de la mano.
–Pues no, es una orden –expresó con satisfacción Dominic.
–Hay unos cuantos ahí afuera que se pasan el maldito día sin hacer nada –gritó el beta indignado, refiriéndose a sus otros compañeros.
–Pero quiero que seas tú mi beta, tengo una muy buena corazonada –Dominic se acomodó en el respaldo del inmenso asiento estilo victoriano, tomando unos documentos pendientes sobre la mesa para comenzar a revisarlos.
Darren no replicó. Una vez este se ponía a hacer sus tareas, la conversación terminaba y no era recomendable volver a retomarla. A pesar de ser una persona justa y respetuosa, su carácter no era conocido por ser agradable cuando lo molestaban.
–Entonces me retiro – y salió de la oficina como alma que lleva el diablo.
Dominic esperó el sonido del cierre de la puerta y soltó los papeles que falsamente repasaba. Volvió a sonreír satisfecho mostrando sus largos caninos. La casa se volvería una locura a partir de ese momento. Estaba seguro de ello.
***
Un Mercedes negro se detuvo delante del gran edificio que portaba un enorme cartel de letras doradas con el nombre de Palacio del Libro. Darren bajó del auto dejándole la llave a uno de los porteros para que lo estacionara. Se dirigió a la recepción donde una mujer joven lo recibió devorándolo de pies a cabeza con la mirada.
Sabía que ocasionaba esa reacción en las mujeres, pero aún no se acostumbraba. Para eso estaba Dylan, el tipo más mujeriego que conocía. No entendía cómo podía revolcarse con tres personas, fuera chico o chica en una misma noche y estar con su lívido al máximo al minuto siguiente. Prestando nuevamente atención a la chica, ella le indicó que se sentara en un pequeño cuarto de paredes de cristal a su izquierda.
La espera duró unos 10 minutos, hasta que un joven algo mayor que la anterior entró y lo saludo tomándolo de la mano.
–Señor Steik, buenos días, disculpe la demora, soy Allen Loure, el secretario del Presidente –sonrió con amabilidad.
Allen le pasó un sobre lleno de papeles y otro con documentos para firmar, sentándose frente a él.
–En el primero están las indicaciones de su trabajo de guardaespaldas y cómo se debe comportar y, así de las razones de su contratación. Nuestro Presidente es muy exigente –explicó con suficiencia.
Darren comenzó a leer como debía vestirse, dirigirse a su futuro jefe en público, su disponibilidad y otras responsabilidades. Debajo de todos ellos hubo algunos puntos en color azul que le llamaron la atención.
–¿Y estos son…? –preguntó extrañado.
–La verdadera razón por la que lo contratamos –el secretario cruzó las manos, nervioso, sobre la mesa, su rostro mortalmente tenso. El lobo pudo oler su incomodidad– El Presidente ha sido acosado recientemente –habló en voz baja.
Darren dejó los papeles a un lado y atendió sus palabras, algo le decía que él sabía más de lo que estaba impreso en esas hojas de papel.
–Desde hace cuatro años hay alguien intentando asesinarlo. Primero empezó con cartas, pero, desde hace poco la han perseguido, y si no fuera por sus anteriores guardaespaldas hubiera estado más tiempo en el hospital o peor aún, si sabe a qué me refiero –se mostró insegura la secretaria.
–Así que me estás diciendo que la vida de tu jefe está colgando de un hilo, y que es mi trabajo que ese hilo no se rompa –él asintió con la cabeza– ¿Ya lo han reportado en la policía? –sabía que era una pregunta con una respuesta obvia, aun así, la hizo.
–Hasta se hizo una investigación sin encontrar nada. Por un tiempo le pusieron protección, pero eso no resolvió las cosas, así que el Presidente decidió contratar su propia seguridad –había un deje de admiración.
–Y ahí es donde entro yo– Darren frunció los labios, ese iba a ser un trabajo arduo, como si no tuviera suficiente con el suyo de beta, en su loca manada.
No era la primera vez que ejercía el papel de guardaespaldas, de hecho, se especializaba en el tema, pero la situación no era tan simple como el hombre moreno delante él le describía. Antes de él, habían ocupado la plaza 3 hombres más, los cuales habían pedido la baja, casi siempre por daño físico o por la conducta de su empleador. Era de esperarse de un señorito rico y con poder.
–Bueno, firmemos esos papeles y llévame a conocer a mi nuevo jefe –fingió entusiasmo.
Allen con gusto le extendió el bolígrafo y minutos más tarde se encontraban saliendo del elevador en el piso 5 y último.
Darren se impresionó con la decoración totalmente diferente del resto del edificio. Los primeros pisos estaban decorados de colores pasteles y muchos posters promocionales de los mismos libros que ellos producían. Por su parte, este piso estaba decorado prácticamente todo de blanco, negro y rojo.
El piso de mármol negro pulido. Las paredes de un blanco perlado, mientras los muebles los habían puesto estratégicamente para que el terciopelo rojo se integrara con el ambiente. Un punto para el decorador de interiores, tendría que conseguir su número, ya que su alfa tenía ya bastantes problemas como para darse cuenta que su inmensa mansión necesitaba una remodelación con urgencia.
Allen lo llevó por el pasillo hasta la puerta de la oficina más importante de la editorial y tocó. La voz que Darren escuchó del otro lado le congeló todos los músculos de su cuerpo.
El aire se concentró en sus pulmones y la sangre fue directa a su ingle, a ese punto específico que lo llevó a la excitación plena en un momento, y sus caninos picaron sobre el labio inferior al aumentar involuntariamente su longitud.
No lo podía creer. Venir a encontrarlo en ese lugar. Donde menos se lo imaginó. Por primera vez desde hacía mucho tiempo, después de años de búsqueda, y de haberse rendido, Darren sintió del otro lado de la puerta… a su compañero.