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Tres semanas después…
Nathalie despertó en su cama, miró su reloj para enterarse que eran las ocho de la mañana. Se levantó y se miró al espejo de cuerpo entero, ubicado de su habitación, para encontrar pequeñas bolsas bajo sus ojos verdes, señal de haber dormido en demasía. Recordó haberse ido a la cama antes de las ocho y media de la noche, pues su agotamiento físico, después del entrenamiento de ciclo-montañismo de la tarde anterior la había dejado exhausta.
Caminó hasta la cocina, se sirvió una taza de cereal con leche, pero antes de sentarse a comer, puso la cafetera a funcionar. Mientras la vasija de vidrio se empezaba a llenar, recordó que habían transcurrido tres semanas desde el accidente de sus padres, dos semanas desde que había salido del hospital, lugar en el que estuvo bajo tratamiento psiquiátrico, y una semana desde que había retomado sus clases universitarias y su entrenamiento deportivo.
Sabía que tendría que enfrentarse al mundo sin el apoyo de una persona cercana, pues solo tenía un tío, hermano de su madre, que vivía en Miami, y a quien no veía desde hacía seis años. El hombre, quien había tenido un altercado con la madre de Nathalie, no se había acercado al sepelio de su hermana, evento al cual ella tampoco había podido asistir debido a su tratamiento psiquiátrico en el Lion’ s Gate Hospital. Aunque quiso hacerlo, los psiquiatras y psicólogos advirtieron que podría sufrir un nuevo shock nervioso.
Aun lloraba la mayoría de las noches hasta quedarse dormida, aunque la noche anterior había sido la excepción debido a su extremo cansancio, lo que agradecía, pues bien sabía que no podría continuar viviendo de esa manera. Quería participar en la carrera de ciclo-montañismo de la universidad, la cual otorgaba tres mil dólares como premio mayor, y así aliviar su situación económica, que empezaba a verse comprometida. Hasta el momento, gracias a sus ahorros y a lo poco que había heredado de sus padres, había logrado pagar las cuentas de los servicios de electricidad, internet y televisión, además de hacer las compras de comestibles y otros pequeños gastos, pero sabía que no podría pagar el próximo año de universidad y la hipoteca de la casa que sus padres le habían heredado.
Trabajando en un restaurante o cuidando niños nunca lograré pagar todo lo que debo, pensó mientras desayunaba. Tendría que hacer algo más, ¿pero ¿qué podría ser? Fue cuando recordó lo hecho por una de sus compañeras de universidad: su solución fue conseguirse un . De esa manera, su compañera logró pagar todo lo que siempre había deseado, al menos durante un año, hasta que el hombre, cansado de la misma rutina, buscó una nueva chica y nuevos horizontes, pero al menos había sido un año vivido a todo lujo.
Pero yo no soy así, eso sería como convertirme en una mujer de vida alegre, pensó Nathalie mientras tomaba un primer sorbo de su café. Recordó a su más reciente novio, con quien había terminado la relación tres meses atrás. Había sido un noviazgo de cinco meses, pero el constante consumo de licor por parte de él llevó a que todo terminara. Como deportista de alto rendimiento no estaba dispuesta a lidiar con un borracho al que solo parecían importarle las fiestas y las parrandas.
Pero eso era el pasado, y ahora tendría que resolver los problemas del presente. ¿Y si vendo el auto de mis papás? Yo siempre ando en bicicleta, no necesito auto para ir a la universidad ni a ningún sitio, pensó cuando terminó de tomar su café. Fue el momento en que escuchó el sonido que indicaba la llegada del correo del día, depositado por el cartero a través de la ranura de la puerta principal de la casa. Se levantó y recorrió la distancia que le separaba del hall de entrada. Observó tres folletos de publicidad, los cuales hizo a un lado con los dedos de su pie derecho y luego se inclinó para recoger dos sobres blancos. Abrió primero el que iba dirigido a ella, en donde pudo leer la carta con la información acerca del pago del próximo semestre de universidad, a realizarse en el mes de agosto, por la suma de cinco mil dólares.
Tengo dos meses para reunir ese dinero, pensó antes de dejar el sobre la mesa de entrada y abrir el otro. La información que encontró parecía dar al traste con la idea de vender el auto de sus padres: el banco estaba cobrando tres cuotas atrasadas del vehículo, y en caso de no hacerse un pago que sumaba un total de mil quinientos dólares, se vería obligada a devolverlo.
Cerró los dedos con fuerza y arrugó la carta al tiempo que templó la parte delantera de su cuello. Su ritmo cardiaco se aceleró, pero evitó que las lágrimas rodaran por sus mejillas, pues ya había llorado demasiado y no sacaría nada haciéndolo una vez más.
Si esta casa ya estuviera pagada no tendría problema reuniendo el dinero para mi universidad y el resto de las cosas, fue el pensamiento que atravesó su mente mientras se metía debajo de la ducha. Sintiendo el calor del agua llegó a la conclusión de que al menos tenía un lugar donde vivir. La casa era pequeña, de tan solo dos habitaciones y un pequeño estudio, pues sus padres, a pesar de haber sido muy trabajadores, nunca habían logrado hacer fortuna y solo cinco años antes habían logrado adquirir una vivienda, la cual tendrían que estar pagando durante los próximos quince años.
Al cerrar la llave de la ducha supo que le sería imposible mantenerse a sí misma con la clase de trabajos que solían ofrecer a los estudiantes. Parecía que la única solución sería seguir los pasos de su amiga. ¿Pero sería capaz de mantener una relación con un , en caso de decidir tomar ese camino? Nunca le habían atraído los hombres mayores; siempre había salido con chicos de su edad o uno o dos años mayores, pero esos chicos no estaban en capacidad de ayudarla; a la hora de la verdad, nadie estaba en capacidad de ayudarla; solo ella podría hacer lo necesario para seguir adelante con su carrera universitaria.
