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3

—Estoy bien. Estuve terminando de hacer algunos trabajos. Creo que esta tarde también tengo que irme. Vas a tener que buscar a las nenas.

—Está bien —me encogí de hombros

—Así que mi sobrina busca a las niñas, ¿hace mucho aprendiste a manejar?

—En realidad hace poco, pero no nos quedaba otra. Cortaba mucho la tarde para que Valentino pudiera trabajar.

—Está bien. Supongo que una familia debe ayudarse entre todos juntos.

Me encogí de hombros divertida, y simplemente comencé a comer. Ya había ayudado a poner la mesa, y ahora estaba disfrutando de los alimentos.

Al momento de terminar, me puse a lavar los platos, y de reojo se acercó Emilio.

Emilio, sostuvo entre sus manos un repasador y comenzó a ayudarme a secar los platos.

—Entonces...

—¿Entonces..?

—¿De dónde eres..? —preguntó directamente.

—No nací aquí, vine hace 10 años, junto con mis padres a estudiar —comenté.

—¿Y qué pasó con el estudio..?

Siempre era esa misma pregunta, cada vez que a alguien le explicaba mi pasado, me preguntaban ¿Por qué abandoné la carrera? ¿qué es lo que ocurrió..?

—No era para mí —dije cortante.

Él se rió.

—¿Y no intentaste estudiar otra cosa?

—Lo intenté, pero al parecer no soy lo suficientemente inteligente —dije.

Me encogí de hombros. Sus preguntas, me irritaban un poco. Su presencia, me generaba una extraña sensación inquietante.

—Lo lamento, no quise molestarte.

—Está bien —dije de manera cortés y seguí lavando.

—Tus hijas son muy son muy lindas. Estoy muy feliz de tener tantas sobrinas.

—Lo son, y me alegra que estés aquí.

Él no dijo nada, pero cuando pasó por mi lado, me sostuvo levemente de la cintura. Abro los ojos con sorpresa, sin embargo ese tacto solo duró unos segundos. Cuando quiero replicar algo, él había desaparecido por el pasillo.

No sé qué había sido eso; sin embargo prefiero no decir nada.

Aunque sus dedos en mi piel, quemaban.

***

Al día siguiente. Nos habíamos acordado de salir del colegio, y todos ir a comer a un sitio. Obviamente el tío millonario, iba a pagar todos los gastos.

Así que ahí estábamos todos en patota. Con nuestros 67 niños, y también había asistido mi otra cuñada.

En total, mi esposo, tenía tres hermanas. Suspiré, observando de reojo, ellas hablaban y yo estaba con mis hijas. Las tomaba de la mano a las tres, mientras caminábamos llegando al lugar. Pronto, nuestros tíos nos alcanzaron.

Emilio se acercó a mí y me saludó en la mejilla. Dejando sus labios, un segundo más de lo debido.

—Y-ya nos saludamos hoy —dije y él se encogió de hombros.

"¿Ya nos saludamos hoy? ¡Qué pregunta más tonta hice!", Pensé.

—Lo lamento por... saludarte —comentó y comenzó a jugar con mis hijas.

—¡Tío..! —se expresaron, y él la sostuvo entre sus brazos.

Quienes lo veían pasar, decían que era muy adorable. Yo ponía los ojos en blanco, pensando que era también un poco engreído. Lo ignoro olímpicamente, alejándome y tomando de la mano a mi esposo.

—Amor —dije y él me miró con ternura.

Me dió un beso en los labios y seguimos recorriendo el lugar. Sentía una mirada muy penetrante detrás de mi nuca. Al girarme, me doy cuenta que se trata de él. Emiliano, me observa sin pudor, y yo levanto una ceja confundida.

Pronto desvía la vista, y sigue jugando con mis hijas. En cuestión de dos cuadras llegamos finalmente a un restaurante. Ingresamos en patota. Nos tienen que colocar una mesa muy grande.

—Somos muchos —dije divertida y mi cuñada Ana, asintió.

—Van a tener que ubicarnos bien... eso pasa porque somos una familia generosa.

—No sé cómo vas a hacer con tu casamiento, no vamos a entrar —dije divertida ella puso los ojos en blanco.

—Lo sé por eso estoy cada vez achicando más y más la lista.

—Sobrina. Espero que me tengas incluida en la lista —comentó con gracia Emilio y ella se rió.

Narrador.

Pronto se sentaron, ella casi en el borde de la punta de la mesa. Su esposo obviamente estaba a su lado. Emilio se sentó al lado de la joven. La miró de reojo, pudo ver su bonita figura, envuelta en unos trapos viejos, su cabello sedoso y peinado hacia abajo.

Le llegaba por los hombros.

Recorrió con sus ojos: sus piernas trabajadas, y su cintura pequeña. Observó con cuidado hacia adelante, viendo que su hermano, lo miraba de manera extraña.

—Te lo advierto —susurró, entendió la referencia.

Se encogió de hombros, la reputación de mujeriego lo precedía. Sin embargo. Había algo en aquella mujer, que le llenaba de extraña sensaciones.

Decidió hacer caso omiso a las palabras de su hermano, y volver a observarla.

Se veía relajada, ella tenía su mano apoyada en su mejillas. De vez en cuando sostenía su teléfono, otra vez intercambiaba palabras con su marido.

—Bueno, ¿qué van a pedir..? —dijo Emilio con alegría.

—Creo que lo mejor sería pedir un jugo para cada niño —comentó Ana.

—Creo que venden unos alfajores —propuso Noemí.

—Los podemos dividir si no hay muchos —comentó.

Sofía. Mira de rojo a su acompañante, Quién comenzó a llamar al mesero, para que le traiga los pedidos.

Ella solamente había pedido un café.

—¿No quieres algo más, si tienes hambre? —comentó Emilio.

—Está bien, unas tostadas —propuso con algo de vergüenza.

—Claro ¿Y para vos sobrino..? —preguntó directamente a Valentino.

—Pues... un asado con puré —bromeó y Emilio, sonrío.

—Tostadas, y café —dijo simplemente.

Le entregaron todo, y esperaron con paciencia. Emilio, conversaba con su hermano.

—Tengo hambre —dijo divertida Sofía, y su esposo la tomó de la mano.

—Está bien. Yo también la tengo.

—¿Estás nervioso, por la empresa? —preguntó.

—No, creo que todo saldrá bien y finalmente podremos salir de nuestros problemas económicos.

—Si es lo que más aturdida me tiene —confesó.

Apoyó su espalda en la silla, y suspiró. Sus hijos se encontraban en el otro extremo, al lado de una de sus tías, y ella le sonrió estirando la mano.

—Tranquila, no se van a perder —dijo divertido su tío.

Cuando llegaron los pedidos, se quedaron en silencio. Sofía de vez en cuando por algún motivo incomprendido, observaba a Emilio.

Sus ojos se quedan dando vueltas en el bonito rostro que él tenía, una nariz definida y esos... labios gruesos. Un leve parecido a su esposo, pero en facciones más maduras y sensuales.

Sofía al darse cuenta lo que estaba viendo, se giró.

"¡Concéntrate Sofía!"

Aprovechó el momento de observarlo nuevamente, cuando él hablaba. Estaba teniendo una conversación acerca de la familia, en otra provincia. Porque ellos no eran de allí, si no de otro lugar. Estaban divididos, sus padres. Primero los habían tenido a esos y después su madre se había casado, había tenido otra familia. Se había olvidado de ellos, y se criaron solos.

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