Librería
Español

El secreto con mi Guardaespalda II +18

67.0K · Completado
luna_amor_013
39
Capítulos
100
Leídos
9.0
Calificaciones

Sinopsis

Después de secuestrar y torturar a Natalia Jamiz Uberto, la única hija de uno de los mayores jefes de la mafia de Nueva York, Dante Uberto, su padre no tuvo más remedio que contratar a un guardaespaldas a tiempo completo, más conocido como: Cristian Ontivero. Natalia Dalila Uberto A pesar de cómo la había tratado el mundo, su contagiosa sonrisa nunca se había desvanecido. Llevar alegría a quienes la rodeaban era su adicción y el aura de inocencia que la acompañaba ciertamente no pasó desapercibida. Con tres hermanos mayores y un mafioso por padre, estaba increíblemente protegida. O al menos eso es lo que pensaban... Cristian Ontivero. Su mismo nombre hacía estremecer al más poderoso de los hombres. Y vaya si estuvo a la altura de su nombre. Se había sentido decepcionado toda su vida y había aprendido a no esperar nada de los demás porque, tarde o temprano, todos se irían. Su mente estaba lista. Permanecería solo hasta que diera su último aliento. Destrozado, incomprendido, cruel, sin alma, Cristian no podía arreglarse. Al menos no hasta que Natalia lograra llegar hasta su corazón desmoronado y jurar que podía arreglarlo. SPOILER: - ¿ Te importaría decirme por qué me llevaste al centro comercial? - me preguntó Dalton confundido, haciéndome reír. - ¡ Tengo que sorprender a Cristian! - Le dije que volviera a su apartamento. Lo persuadí diciéndole que tenía muchos deberes que hacer y que si él estaba conmigo, me distraería y no haría nada. Él había aceptado irse a regañadientes, pero me dijo que le enviara un mensaje de texto cada hora para hacerle saber que estaba bien y que eso era lo que estaba haciendo. - ¿ Entonces soy tu guardaespaldas temporal? -

RománticoDulceUna noche de pasiónSEXOHistoria PicanteDramaComediaProhibidoSecretosCrush

Capítulo 1

Gran trabajo Dalila.

- ¿ Qué pasa por esa cabecita tuya? -

Me susurró seductoramente, haciendo girar un mechón de mi cabello alrededor de su dedo.

- N-nada, - respondí tímidamente, haciendo que mi intento de parecer imperturbable fracasara estrepitosamente.

Él se rió suavemente.

- En. Dime lo que estabas pensando. -

Él sabía.

Ciertamente lo sabía.

¿Estaba leyendo mi mente?

- Nada. ¡En realidad! - reiteré haciendo que su sonrisa aumentara.

- No tienes que decirme- -

Gracias a Dios.

- - Ya lo sé, cariño. ¿Quién hubiera pensado que una chica tan inocente tendría pensamientos tan sucios? -

Continuó burlándose de mí, acercando su rostro al mío, nuestros labios se tocaban, pero aún no se habían unido. Jadeé cuando sentí su mano subir por mi muslo, debajo de mi vestido y acercarse peligrosamente a mis bragas.

- ¿ C-cómo? -

- Lo puedo notar por la forma en que empiezas a sonrojarte de la nada, por la forma en que rehuyes mi mirada, por la forma en que te aferras a mí aún más. Y la lista continúa, Jamiz, es hora de reconocer el hecho de que eres un libro abierto para mí. -

Su aliento caliente contra mi oreja me hizo estremecer y sus palabras me hicieron aún más tímida y emocionada.

- Dame un beso, niña hermosa. -

Sin dudarlo hice exactamente lo que me dijo. Su mano recorrió la base de mi cuello, empujándome más hacia él y profundizando otro de nuestros besos llenos de deseo. Como siempre mi cuerpo se calentó rápidamente, Cristian realmente estaba teniendo un fuerte impacto en mí y me encontré jadeando en su boca.

Las ventanillas empezaron a empañarse y me obligué a detenerme.

- Cristian, - gemí, alejándome de él.

- Sé que sé. -

Él susurró en respuesta, acunando mi rostro entre sus manos.

- ¿ Quieres entrar? - Me preguntó mirándome con adoración.

- En realidad no, pero no tengo otra opción, - respondí sonriéndole. Soltó una carcajada.

- Vámonos entonces. -

Abrí la puerta y salí, bajándome el vestido que se me había subido demasiado a los muslos. Me arreglé el cabello y Cristian lo siguió poco después.

- ¿ Parezco alguien que ha hecho algo... demasiado? - Le pregunté en voz baja, haciéndolo reír.

- Deja de preocuparte, amor. -

Me instó y luego tomó mi mano mientras caminábamos hacia la puerta principal. Tocó y después de unos segundos se abrió, mi padre me estaba esperando parado detrás de la puerta.

- Es :. -

Reprimí una risa, mirando hacia abajo, un poco avergonzada.

- Lo siento, estábamos ocupados con- -

Lo golpeé justo antes de que soltara sus siguientes palabras.

Dios, en momentos como estos esperaba que Cristian tuviera un filtro.

- Tuvimos un problemita en la cena, lo siento papá, - dije suavemente y él me sonrió.

- Estaba bromeando, chico, pero entra mientras hablo con Cristian, te ves agotado. -

No está agotada, sólo está sexualmente frustrada. ¡Pero gracias por la preocupación!

Dalila, esto no es nada apropiado.

Entré y le sonreí a Cristian antes de subir las escaleras. Sabía que vendría a desearme buenas noches, así que no esperé más y lo dejé con mi padre.

Pero tenía curiosidad por saber qué tenía que decirle.

Después de todo, escuchar a escondidas era definitivamente uno de mis mejores talentos.

- Conocimos a mis padres. -

Cristian le explicó brevemente, haciéndome fruncir levemente el ceño.

Papá pareció sorprendido, pero guardó silencio unos segundos antes de decir algo.

- Mierda, Cristian. ¿Saben algo? -

- Las tonterías de siempre. Quería que se fueran, así que les dije que me comunicaría con ellos en breve. -

- - ¿Y lo harás? -

Cristian suspiró.

- Desafortunadamente. -

- Yo te respaldaré, tú siempre nos tendrás a nosotros. -

- Lo sé y lo aprecio. -

- Nos vemos mañana por la mañana, buenas noches. -

- Noche. -

Se dieron la mano y luego Cristian subió las escaleras.

Tomé esto como la señal correcta para regresar a mi habitación.

Pero hombre, Cristian camina rápido.

Pues mide casi dos metros, ¿qué esperas?

Me tiré en la cama, todavía vestida y escuché la puerta abrirse poco después.

Oh, escapé por poco.

Pero lo hice.

- ¿ No te has cambiado? -

- Estoy demasiado cansada - , inventé, buscando una excusa.

- Ven aquí. -

Me levanté y me paré frente a él.

- Giro de vuelta. -

Mis cejas se alzaron confundidas, pero hice lo que me dijo.

Sentí sus manos rozar mi espalda y sus dedos agarraron la cremallera de mi vestido.

- ¿Puedo? -

Se me cortó el aliento en la garganta, aterrorizada ante la idea de que él viera mi cuerpo desnudo.

Claro, tenía ropa interior, pero aun así era estresante.

Vería todas las cicatrices.

Las quemaduras.

Las abrasiones.

Se habría dado cuenta de todo.

Pero por mucho que me asustara la idea, conocía a Cristian.

Él nunca me juzgaría ni me llamaría menos hermosa por eso.

Y fue ese pensamiento el que me dio coraje.

- S-sí - , susurré.

Antes de hacer más movimientos, se inclinó para dejarme un beso en el hombro, en un gesto de tranquilidad.

Bajó la cremallera, dolorosamente lentamente. Cerré los ojos, no queriendo ver su reacción.

¿También tuve que taparme los oídos?

No seas ridícula Dalila.

Pensamientos negativos comenzaron a invadir mi mente hasta que el vestido cayó al suelo a mis pies, dejándome nada más que mi ropa interior negra.

Ni siquiera intercambiamos una palabra.

Contuve la respiración, esperando lo peor, pero en lugar de eso sentí sus manos descansar sobre mi vientre, empujándome hacia atrás para poder apoyarme en su pecho. Solté el aliento que estaba conteniendo, esperando escuchar su voz.

Sus manos subieron y bajaron por mi estómago, acariciando cada cicatriz en la que aterrizaban. Estaban desapareciendo lentamente, pero la señal seguiría siendo la misma.

Los de mi estómago y espalda eran los peores, mientras que los de mis brazos y piernas no eran tan malos, así que no estaba interesado en mantenerlos ocultos.

Pero las cicatrices que escondí debajo de mi ropa eran horribles a mis ojos.

Solo mirarlos me daba ganas de llorar, era un recordatorio constante del trauma por el que me había hecho pasar mi madre y era una de las últimas cosas que quería recordar.

Una lágrima rodó por mi mejilla, pero Cristian rápidamente la secó con su pulgar, moviendo mi cabello detrás de mi espalda y comenzando a mover su mano de regreso a mi estómago donde lo dejó.

Dejó ligeros besos en mi cuello y hombro, no anhelantes ni apasionados, sino dulces y agradecidos, haciéndome saber que quería que supiera que estaba allí.

- Eres realmente hermosa. -

Susurró contra mi cuello, su aliento me hizo temblar.

- Cada centímetro de tu cuerpo es perfecto. No te atrevas a pensar lo contrario. -

Su voz, aunque rígida, era la más cómoda que jamás había oído.

- Sé lo que piensas de ti mismo, no es difícil de entender. Deja de llenarte la cabeza con esa mierda, deja de lastimar a la chica de la que me estoy enamorando. Ella es demasiado perfecta para eso. -

Sus palabras hicieron que los latidos de mi corazón aumentaran y el calor habitual que sentía cuando él estaba cerca volvió con fuerza a invadir mi cuerpo. Nunca nadie me había hecho sentir tan querida, tan hermosa, tan apreciada como este maravilloso hombre. No sólo fue capaz de calmar los adjetivos despectivos que dirigía hacia mi propio cuerpo, sino que también fue capaz de hacerme sentir verdaderamente segura. Él me definió como perfecta, pero en realidad era él quien era perfecto. Las cosas simples que hizo por mí me hicieron sentir increíblemente feliz, era casi difícil de creer que todo fuera real.

Estar con él era un sueño.

Un sueño del que nunca quise despertar.

Me di la vuelta, todavía en sus brazos y lo sostuve cerca de mí. Enganché mis brazos alrededor de su cuello e intenté tirar de él hacia abajo para poder abrazarlo como quería. Él me devolvió el apretón, moviendo sus manos arriba y abajo por mi espalda. No pude decir nada, me llenaron sus palabras.

- Mira, pequeña - me ordenó y yo seguí su orden.

Se quitó la camiseta y señaló varias cicatrices.

Lo había visto sin camisa varias veces, pero su cantidad de tatuajes me había dificultado notar sus cicatrices, de hecho, no había notado ni una sola.

Hasta ahora.

- Yo también los tengo, igual que tú. Fue una de las primeras cosas en las que pensé cuando te vi. Miré tus brazos y noté varias cicatrices, en ese momento pensé 'ella es como yo'. -

Susurró, tomando mi mano y haciéndome trazar sus cicatrices.

- Creo que nos convierten en tipos duros. -

Dijo, haciéndome reír.

- Representan las batallas que hemos ganado, - logré decir finalmente, mi voz era tranquila.

Su mirada se suavizó.

- Exactamente. Nunca los mires con disgusto. -

- Gracias Luci. No te merezco. -

Mi voz se quebró por la emoción.

- Ni lo digas, ven aquí. -

Me dijo que entonces sentí sus manos colocarse debajo de mis muslos y levantarme. Crucé mis piernas alrededor de su cintura y lo abracé con fuerza. Nos acercó a la cama, acostándonos conmigo todavía en sus brazos. Con una mano jugaba con mi cabello mientras me miraba, mi cabeza estaba justo debajo de su barbilla.

De repente recordé las palabras que me había dicho antes.

- ¿ Te estás enamorando de mí? -

Él permaneció en silencio, besándome la nariz.

- Mmm. - 

Sonreí, besando su mandíbula.

- Creo que ya me he enamorado. -

-Cristian-