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Capítulo 2. Te extraño

Por Carolina

Mi hermana no podía quedar embarazada.

Me mandaron con ella, le daba mi bebé, ellos la anotaron como propia y yo era la tía.

Me permitieron quedarme a vivir con ellos… como la tía.

No fue fácil.

Mi cuñado me convirtió en una mucama.

Tenían dos personas de servicio. sin embargo todo recayó en mí.

Gracias a Dios él viajaba bastante.

Era violento con mi hermana.

Nació Priscila, era un sueño de criatura.

Mi hermana la adoraba.

La amamante hasta cerca del año.

Luego le enseñaron que yo era la tía y Paula su mamá.

Gracias a dios, me permitió seguir estudiando.

Todo empeoró luego que mi hermana quedó embarazada y tuvo a su propia hija.

No por parte de mi hermana, que jamás hizo diferencia entre las dos niñas.

Me permitieron manejar todos los autos, yo era la que llevaba a las niñas al jardín de infantes y a cualquier otro lado, si salían a cenar con las niñas, era yo la que iba para hacerme cargo por si alguna se ponía molesta.

Eran dos angelitos.

Prefería estar allí, recibiendo maltratos de mi cuñado, pero defendiendo con uñas y dientes a las niñas.

Mi hermana le tenía terror a su marido.

Su matrimonio era una gran farsa.

Mi pobre hermana estaba viviendo un infierno.

No tendrían por qué vivir así.

Tenían dinero para tirar para arriba.

Él venía de una familia de alcurnia.

Salguero Roca.

¡Cómo si su segundo apellido fuera algo de qué enorgullecerse!

Basta recorrer la historia de nuestro país para darse cuenta que desde sus antepasados hasta hoy, eran todos iguales.

Ese era otro tema.

Paula no manejaba mucho dinero en efectivo, él no le daba dinero, un poco, apenas.

Le compraba ropa a morir a mi hermana, eso sí, y lo hacía porque tenía que lucirla.

Y Paula era hermosa, de esas mujeres que derrochan simpatía y elegancia, y cuando entraba a un lugar todos volteaban a verla.

En más de una ocasión él le eligió el atuendo y luego, el viaje de la vuelta, era caótico, por las miradas que recibía mi hermana de otros hombres.

Un loco.

Para colmo de males le metía los cuernos.

Ella lo aceptaba.

Sabía que no podía huir fácil de él.

Mis padres no la hubiesen apoyado.

Yo era la que más me enfrentaba a mi cuñado, aunque no demasiado, quería seguir teniendo a las niñas conmigo.

De puertas para afuera eran la familia perfecta.

Vacaciones en la mansión de Punta del Este.

En invierno solíamos ir al Sur, a un centro de Sky, donde él tenía un hotel.

Sé que mi hermana daría todo, con tal de estar tranquila con las niñas.

Le cambiaba el carácter cuando él estaba de viaje.

Por suerte lo hacía cada vez más a menudo.

Hasta el día del fatal accidente.

Habían ido a un evento a la ciudad costera más próxima.

Hector, mi cuñado, como muchas veces, le eligió el atuendo.

Aunque no habían llegado a la puerta de calle y ya la estaba maltratando.

—Andá solo.

Se animó a decirle mi hermana.

—En tus sueños.

Las niñas la llenaron de besos como nunca, como presintiendo algo.

Yo seguí el comportamiento de mis bellas niñas.

La abracé fuerte, para darle ánimo.

Y eso fue todo.

De madrugada se presentó la policía, hubo un accidente.

Eran ellos.

Murieron en el acto.

Ese hijo de puta tenía 1.5 de alcohol en sangre.

Chocó contra un wat rai, solo, una curva un poco cerrada.

Conocía bien la ruta.

Fué porque estaba borracho.

Con esa borrachera se llevó la vida de mi dulce y hermosa hermana.

Tenía los ojos llenos de lágrimas.

Me había perdido en mis pensamientos.

—Caro…

La miré, es verdad estaba muy lejos de allí.

—¿Sabés quién es Sergio Hortiguera Del Valle?

—Tu jefe…. el abogado más implacable que existe.

—Exacto.

—¿Y?

—Existen dos.

—No te entiendo.

Busqué en mi celular la cara de Sergio Hortiguera Del Valle.

Senior…

Se la mostré.

—Ya lo habíamos visto.

—Vimos para la misma mierda.

—No te entiendo.

—El señor es la cara de las tapas de las revistas de abogados más prestigiosas, es implacable, pero hay otro que también es implacable y que también sale en las revistas, no revisamos las revistas del corazón, donde Sergio Hortiguera Del Valle Juniors, el implacable y frío abogado, es un mujeriego empedernido, que a pesar del respeto que genera en los tribunales, es una mierda como persona.

—¿Te acosó?

—No, no se permitiría eso con sus empleadas.

—No entiendo.

Busqué una foto y se la mostré.

Pegó un grito mientras se tapaba la boca con ambas manos.

—Quería salir corriendo.

—¿Te reconoció?

—No, soy muy insignificante para que me recuerde.

—Sos hermosa, no digas lo contrario.

—No lo digo, pero pasaron más de siete años.

—¿Qué vas a hacer?

—Nada.

—¿Nada?

—Él, gracias a Dios no me registró, aunque me preguntó si nos conocíamos, pero debe ser que cuando lo ví, mi cara se transformó.

—Espero que jamás se entere.

—No tiene cómo hacerlo.

—¿Cómo está ahora?

—¿A qué te referís?

—¿Sigue siendo lindo?

—No me fije…

—Ok, señorita mentirosa, debe ser un potro total.

—Que es prohibido para mí, sí por 7 años no tuve novio, no salí con alguien, puedo estar así toda mi vida.

—Carolina, tenés 22 años ¿De qué hablás?

—Tengo 2 niñas de las que me tengo que hacer cargo y ellas son mi prioridad.

—Sos hermosa, joven, inteligente…

—Y tengo dos niñas.

—Podés aspirar a tener novio, como mínimo.

—Jamás metería a un hombre en mi casa.

—En eso tenés razón, pero podés tener a alguién con cama afuera.

—No, no puedo y lo sabés.

Cerré los ojos por un momento y recordé esa noche….

Para mí significó todo y para él nada.

Esa es la diferencia.

Mi vida cambió esa noche, y me hice cargo.

Me preguntaron mil veces de quién era mi bebé.

Parecía que lo estaba ocultando, pero nunca me había dicho su nombre.

La señora de la casa donde se estaban quedando, había fallecido y ellos estaban allí para poner en orden algunas cosas.

Eso me enteré después.

Nadie los conocía.

Como no pensaba abortar, mis padres decidieron por mí y por mi hermana, a ellos les molestaba que mi hermana no pudiera tener hijos.

Una locura total.

Paula era un ser de luz.

Amorosa por donde la mires.

El poco efectivo que le dejaba su marido, lo cuidaba como oro, y me iba dando dinero para que me maneje en la calle.

Ok, a lo mejor no era poco, aunque yo creo que sí.

No pido que me mantengan, aunque no le hubiera costado nada, era millonario.

Yo estaba feliz ocupándome de las nenas y hasta de los quehaceres domésticos.

Tenía techo, comida, y estaba cerca de mis dos soles y de mi querida hermana.

Solo digo que el tipo, el marido de mi hermana, era un cerdo.

Nunca se propasó conmigo.

Cierta vez que mi hermana había ido al médico, un control ginecológico de rutina y Brenda tenía unos grados de temperatura, me quedé en la casa cuidando de las niñas.

Escuché los gemidos salir de la habitación de mi hermana.

Ella no estaba….

Al rato salió de allí una sirvienta.

Pechugona, ordinaria, y la pobre apenas podía pronunciar dos palabras correctamente.

Me miró fijo cuando se dio cuenta que sabía lo que hizo.

—Si hablás, no volvés a ver a tu hija.

Esas palabras bastaron para que me callé la boca.

El cerdo se revolcó en la misma cama que compartía con mi hermana.

Lo único que atiné a hacer, fue cambiar las śabanas.

El hijo de puta se reía.

—Las cambié ayer.

Dijo mi dulce hermana.

—Perdón, me confundí.

Ese es el único secreto que le oculté.

Es que era muy capaz de mandarme a freír churros y dejarme sin ver a las niñas.

Hicieron tres meses del accidente.

Casi no escribía nada en el facebook, pero subí una foto de mi hermana que estaba con las niñas y conmigo.

¨TE EXTRAÑO¨

Fué lo único que puse.

Tampoco tenía tantos amigos en el facebook, ni en la vida real.

No se me permitió llevar, nunca, a mis compañeros de colegio o de facultad a la casa.

Cuando mi cuñado no estaba tampoco lo hacía, si se enteraba, la que iba a tener problemas era mi hermana.

Al principió tenía media beca en la facultad donde estudié, pero un día se enojó, aún no recuerdo porque y dijo que no iba a pagar nada.

Comencé a hacer pasantías en los juzgados.

Fué allí donde conocí de nombre, al implacable Doctor Sergio Hortiguera Del Valle.

El último año, por mi promedio, me dieron la beca entera, igual seguí trabajando en los juzgados.

Fue agotador, porque las cosas de la casa, aunque tuvieran sirvientas, dependían de mí, al menos cuando Hector estaba en casa.

A esa chica con la que se acostó ese día, la despidió al día siguiente.

—Ya tenemos que donar la ropa de ellos, se debe revolcar en la tumba sabiendo que sus trajes caros, a medida, van a parar a un comedor de gente humilde.

—La ropa de tu hermana quedátela vos, tenían el mismo talle.

—Me da pena.

—Pero es lo que ella hubiese querido, además tenía un montón de trajes formales, muy femeninos, que te sirven para trabajar.

—Tenemos que juntar la ropa cuando las nenas estén durmiendo, con lo cual, vamos a hacerlo de a poco.

Paula tenía mucha ropa, que casi siempre se la elegía el marido.

Por eso no entiendo como se podía enojar cuando la miraban.

Decía que era la actitud de ella.

Era mentira.

Al día siguiente, en cuanto las niñas se durmieron, comenzamos a guardar la ropa de mi cuñado, muchos trajes a medida, camisas de marca, etc.

Encontramos tarjetas de prostitutas en varios bolsillos, no sé qué prostitutas eran, pero Lulú o Mimí, con imágenes de pechos detrás de su nombre, no eran empleadas públicas seguro.

También encontramos mucho dinero en efectivo, muchísimo.

Lo que equivaldría a cubrir por un año, el gasto de la casa y el colegio de las nenas.

La primera noche juntamos la ropa de él.

La dejamos en bolsas, en la camioneta que estaba en el garage.

Busqué en Google algún comedor donde se la podría donar.

—¿Y si la vendés?, tendrías dinero para varios meses más.

—Ya lo sé, pero el placer de ver gente humilde con trajes caros, que se lo merece más que ese hijo de puta, no tiene precio.

Al otro día sacamos las sábanas, toallas y toallones, también acolchados, solo dejé dos que eran los preferidos de Paula.

Hice lo mismo, recorrí la ciudad dejando en las manos de las personas que necesitaban, la ropa de cama.

No se lo iba a dejar a algún encargado, que termine vendiendo la ropa, perdón, me volví desconfiada.

Llegó el día de la parte más difícil…

La ropa de mi hermana.

La ropa interior y lencería la guardé en bolsas, con mucho cuidado.

La ropa interior sin estrenar, a pedido de Andrea me la quedé yo.

Había dos camisones de ositos, que a las nenas les encantaba y mi cuñado, obviamente odiaba, los guardé.

Lo pensé bien, la ropa de mi hermana era de mi talla y ella hubiera preferido que la use yo, así que la incorporé a mi guardarropas.

Con muchas lágrimas de por medio.

Muchas prendas olían a ella.

Ese aroma tan peculiar..

Fue terriblemente difícil.

Encontré algo más de efectivo, que se nota que lo escondía del marido.

También estaba la caja fuerte, escondida dentro del vestidor, sin embargo yo no tenía acceso, se abría con la huella digital de ellos.

Sé que mi hermana tenía joyas, que eran producto de regalos de los primeros años de su matrimonio.

Jamás las vendería, son para las pequeñas cuando crezcan.

Llegó el lunes y comencé a trabajar.

Estaba en el piso 16, no tenía contacto con él.

No quería tener contacto con él, cuanto menos lo vea, mejor.

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