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El lado Oscuro de Evans #1

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Claudia M. Sánchez
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Sinopsis

PRIMER LIBRO DE LA SAGA. ¿Qué esperas a leerla completa? Elizabeth Reed es una joven estudiante que vive en la ciudad de Manhattan; tímida, inteligente y apasionada por los libros, se encuentra en apuros en la búsqueda de un buen empleo, para así, mejorar su economía. Unas semanas antes de poder graduarse, su vida cambiará dramáticamente al enterarse de que el enigmático empresario Matthew Evans es quien evaluará parte del trabajo de su Tesis.

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Capítulo 1

"Las personas son como la luna: siempre tienen un lado oscuro que no enseñan a nadie."

Mark Twain.

Del 1 al 10, ¿qué tan difícil es levantarse temprano a un estudiante universitario que comúnmente suele dormir hasta la una de la madrugada haciendo los deberes?

Un 20.

Mis ojos mirando fijamente el techo me hacen pensar una vez más "tranquila, esto ya casi acabará". Cuando estoy más serena—y sin muchas ganas de ponerme a llorar porque quiero dormir más—, salgo de un salto de mi cama.

Mi vida es así: Soy estudiante de literatura en la universidad Hunter College en la ciudad de Manhattan, Nueva york. Es la profesión que tanto me agradaba (desde la prueba vocacional de la preparatoria lo supe) y que no dude en escogerla cuando estaba por entrar a la facultad.

Por desgracia, la recta final de la carrera ya ha llegado y en una semana son los exámenes finales, proyectos, desesperaciones y métodos fáciles para morir pronto. Ahh, y después de eso la tan esperada graduación. Cuatro años pasaron bastante rápido, en un abrir y cerrar de ojos, a decir verdad.

Mi profesor de literatura, el señor Scott, nos ha anunciado que antes de graduarnos tendremos que ir a exponer como resultado final parte de nuestro trabajo de tesis a algunas personas que el mismo ha seleccionado para que critiquen duramente nuestro tema y sus opiniones más sinceras al respecto.

La ansiedad aumenta conforme los días pasan. ODIO estar presente al momento de los comentarios hacia algo hecho y/o creado por mí; la ansiedad, como anteriormente dije, se ve gravemente afectada, mi cerebro se llena de muchas ideas (la mayoría, negativas) sobre lo que los demás pensaran. Batallé bastante con aquellos profesores estrictos y críticos. Pero bueno, el trabajo vale más del cincuenta por ciento en la calificación así que no tengo otra alternativa (a menos de que no me quiera graduar...)

La que sé que le irá muy bien es a mi amiga Lorraine que tiene un gran futuro por delante. La palabra "tímida" o "vergüenza" no están en su vocabulario. Si alguien critica de forma dura su trabajo, ella no dudará en atacar al respecto.

Mi tesis trata sobre... Los niños y el cómo hacerlos pensar que los libros no son aburridos.

Si, eso...

Lo malo para comenzar este día es que Lorraine no podrá pasar por mí en su auto cómo habitualmente lo hace para ir juntas a la universidad debido a que tiene otro asunto importante con su madre en la tienda de vestidos de novia en donde la ayuda. Como no tengo auto, tendré que irme en lo tradicional: el autobús público.

Terminando de cambiarme de ropa, voy directo a la cocina para prepararme un licuado que me ayude a sobrevivir las primeras horas de la escuela. Me bebo el licuado de papaya con piña y naranja de un solo trago, y dejo el vaso sobre el fregadero de la cocina. Tomo el sándwich que preparé ayer por la noche del refrigerador y lo guardo en una pequeña bolsa de plástico. Ya con mi bolso listo, mis materiales necesarios y un poco de dinero que necesitaré a lo largo del día, antes abrir la puerta me miro en el pequeño espejo que tengo junto a la entrada para asegurarme de que esté bien presentable. Mi cabello rizado jamás me ayudará a verme decente; lo cepillé muy bien y parece que apenas llevo 5 minutos de haberme levantado.

Saliendo de mi pequeño departamento y por desgracia mía, logro encontrarme en el pasillo con la detestable señora Harris, cobradora de las rentas. Me mira y sonríe maliciosamente. El estómago me da un vuelco.

—Hola, señorita Reed. ¿Ya tiene el dinero de la renta de este mes?

Maldición.

—Sí...—busco mi cartera—. Sólo llevo conmigo treinta dólares, lo demás es para el autobús de la universidad..., le puedo pagar lo demás en la tarde... O mañana—digo esto último con voz más baja.

Frunce los labios, pero sonríe.

—Está bien. Pasaré esta noche por el dinero restante. Hasta luego.

Se da la media vuelta y va en dirección a la puerta de unos vecinos recién mudados y casados de hace unas dos semanas. Ya que no está mirándome, hago un montón de muecas y gestos groseros hacia su persona. Respiro hondo antes de continuar con mi camino. Ahora solo me queda dinero para el autobús. "Gracias" señora Harris, siempre "alegrándome" mis mañanas.

De camino a la universidad voy a buen tiempo. Por tanto, que quiera dejar mi mente tranquila, muchas cosas pasan por mi cabeza; renta, estudios, comida, trabajo... Demasiadas obligaciones para mi edad y eso, que apenas voy iniciando en el pesado mundo de los adultos. Debería darme un descanso.

Mi teléfono comienza a sonar con un su débil tono.

— ¿Diga?

Por la ventanilla observo como unas personas se pelean por una caja de fruta en una tienda.

—Eli, soy yo, Lorraine, ¿en dónde estás?

—En camino hacia Hunter Colllege.

—Yo ya llegué, hace diez minutos y la escuela luce un poco desierta. Por cierto, siento mucho no haber pasado por ti, en serio lo siento muchísimo.

Ya comprendí, Lorraine.

—Aaa, y te hable tres veces y no me contestaste.

Sin estarla mirando, puedo imaginarme como me pone su mirada reprobatoria al estilo Carter.

—Elizabeth debes cambiar de teléfono. El tuyo es viejo, a blanco y negro y se apaga solo.

No tengo dinero. Tal vez sí, pero para comprarme uno igual. Un Nokia 1100. Es antiguo, pero aún me funciona para comunicarme.

—Lo sé, pero ya sabes cómo es mi condición económica. Esta mañana me gasté treinta dólares en parte de la renta y ya no tengo dinero por el momento.

— ¿Y para el almuerzo? —Pregunta con preocupación.

—Sólo llevo un sándwich.

—Okay, hablaremos cuando llegues y no quiero que sólo por tener una vieja amargada que cada mes sube la renta de tu departamento te sientas miserable, ¿sí, Eli? Eres un amor de persona, nos vemos.

Con cuidado bajo en la parada de autobús y me encamino a las enormes puertas de la universidad. Ese edificio precioso que parece un castillo contemporáneo es mi escuela. De las muchas ventanas que luce éste al frente, son contadas las que proyectan alguna luz. El sol choca con fuerza haciendo lucir al edificio más bonito y tradicional.

Lorraine está parada en la entrada con su largo cabello negro, lacio y sus ojos ámbar brillantes que transmiten seguridad. Lleva un vestido color crema sin mangas, no muy atrevido del escote. Fresco y de moda para estas temporadas. Ella es una mujer muy guapa. De los pocos chicos que ya van también a clases, todos se le quedan mirando encantados. En cuento me ve, me sonríe de oreja a oreja.

— ¡Buenos días! —dice alegre.

—Hola, buen día. Me sorprende que llegarás temprano—le doy un leve codazo.

—Oh, bueno, me llegó la loca idea de impresionarte.

Soltamos algunas risas. Tomamos el camino por el pasillo para llegar hacia la puerta del salón de clases de último semestre.

— ¡Oh, por cierto! Hoy comienzas a ir a trabajar a Starbucks, ¿cierto...?

¡AHHH! Lo había olvidado por completo. ¡Geez! Hace un mes había hecho la solicitud, y hace como dos semanas me llamaron confirmando lo del trabajo.

—Cierto, cierto, al fin voy a trabajar—suspiro—. Lo habría olvidado por completo sí tú no me hubieras dado ese recordatorio. Qué irresponsable soy—me golpeo la frente. Ya comienzo a sentirme agobiada.

—Y al menos ya casi nos graduamos. Tú tranquila, seré tu recordatorio de agenda sí crees que es necesario.

La miro divertida. Tiene razón; también es un alivio ya graduarnos. Entrando al salón nos percatamos de que somos las únicas presentes. Nos sentamos hasta el frente en nuestros lugares preferidos.

— ¿Cuándo nos dará la información el señor Scott sobre las personas a las que les mostraremos de que va nuestra tesis? —Me pregunta indiferente.

¡Aú! No me lo recuerdes.

—No lo sé, pero yo quiero que me toque alguien fácil. No sé, tal vez la señora vendedora de tacos en la calle 48—digo con una risita.

Lorraine suelta una risotada más fuerte.

—JAJAJAJAJAJA, ¡ELIZABETH REED! ¿Qué podría decirte esa dulce anciana? "¿Y si en vez de que los mocosos lean libros, los traen a comer tacos?" Sería épico, y tendrías que desechar por completo tu tesis—me inclina un poco hacia atrás y mueve su mano como si miráramos un firmamento lleno de estrellas por la noche.

Tiene razón, esa señora sería mi ruin.

Los demás compañeros llegan, incluyendo al señor Scott detrás de ellos. Todos toman asiento y como siempre, todos se quedan callados hasta que el señor Scott toma un pequeño sorbo a su café.

— ¿Realizaron su lectura ayer...? Amm... Ésta es la clase de literatura... Cierto, oh, bueno, con eso no iniciaré, escuchen atentos. Bien, como saben, mañana les daré cada uno de ustedes los nombres de varias personas públicas de la ciudad a las que visitaran, son profesionales claro, ellos también pasaron por esto de hacer una tesis. Les entregaré e información en donde pueden contactarlas para que lo más rápido posible las busquen y no se queden sin tiempo de mostrarles su trabajo—toma otro sorbo a su café—. Solo les diré, que el más crítico de todos es... Una sorpresa.

Me imagino que el más difícil de todos debe ser una entrevista al editor de New York Times... El señor Scott da otro sorbo a su café y nos mira a cada uno con atención. Estoy sopesando lo que pueda pasar en las próximas horas. Algunos de mis compañeros se comienzan a reír sin razón. Todo esto me emociona (un poquito, no es la mejor tesis que habrá en el mundo, pero si pase los últimos dos años investigando).

*

—Eli, ¿qué ideas principales tienes sobre el libro? —me murmura Lorraine tratando de ver mi redacción.

—Tú tienes que pensar—espeto—. Hemos estudiado por tres años, ¿aún se te dificulta?

—Si, no me gusta dar ideas de un libro que ni siquiera yo soy la autora. ¡Hay miles de puntos!

—Señorita Carter...—el señor Scott le llama la atención.

Frunce el ceño y vuelve a su cuaderno a seguir escribiendo. "A este lado del paraíso", de F. Scott Fitzgerald es el libro que estamos redactando. Creo que está quedando bien mi trabajo al respecto. Todos a mí alrededor murmuran y se susurran cosas, y el señor Scott levanta la vista para ver qué sucede. Tres minutos más tarde, el timbre de salida suena y todos se levantan para salir lo más rápido del salón, suspirando aliviados.

—Quiero el trabajo para la siguiente clase, y no olviden la última investigación—anuncia el profesor.

Yo aún me quedo terminando mi manuscrito, dando los últimos toques de la historia.

—Eli, voy a ir yéndome—me avisa Lorraine.

Asiento con la cabeza y regreso la mirada a mi cuaderno.

—Señorita, Reed, ¿no va a ir a almorzar?

El señor Scott me observa con curiosidad.

—Sólo estaba terminando—le sonrío.

—Usted tiene un gran futuro por delante, es muy buena estudiante. Siga así.

Me halaga muchísimo. ¡Mi profesor favorito me ha dado las mejores palabras de aliento! Me siento sumamente especial.

Veinte minutos más tarde Lorraine y yo estamos almorzando fuera de la universidad tranquilamente, platicando de lo que últimamente hemos estudiado para los exámenes finales. Lo menos que queremos que nos ocurra en el examen es que nos hagan recordar poemas de diferentes autores, la retoricas y un poco de metonimias que llevan cierto grado de dificultad por el tiempo que se emplea en pensarlas. Eso no se da muy bien en ninguna de las dos.

—Oyee, ¿y no has hablado con James? —Me golpea el hombro con una sonrisa pícara.

James es nuestro amigo desde la preparatoria; siempre lo hemos sido, mientras él tuvo tres novias nunca dejó de hablarnos o portarse superficial sólo por estar en una relación. James es lo bastante transparente para confiar en él.

—No, recuerda que se había ido a Washington con sus abuelos—ruedo los ojos.

—Jajaja, creo que tú y él harían buena pareja. ¿Por qué no lo intentan? Es decir, congenian perfecto, él es un caballero de primera, solo es dar un paso adelante, Elizabeth.

—Entiendo que él es lindo, pero no quiero que por una relación amorosa nos vayamos a separar, sólo amigos Lorraine.

Se queda callada mientras yo me termino mi sándwich.

Todo es tan tranquilo, el cielo está un poco gris y los alumnos caminan por el campus tranquilamente. Extrañare esto cuando me gradué. Como lo dije, mi condición económica no es nada buena. Emma, mi madre vive en Los Ángeles debido a que trabaja como extra en películas y con eso me envía dinero para mantenerme. Le he rogado que ya no me enviará, pero no comprende.

—Entonces, ¿quién deseas que sea el afortunado para el conocimiento de tu tesis?

Buena pregunta.

—No sé quiénes vayan a estar dentro de la lista del señor Scott pero sólo espero que sea alguien de carácter normal y sea paciente con alguien que nació completamente opuesto para ser algo competitivo en temas de interés mundial.

Me sonríe y se pone de pie, tendiéndome la mano para ayudarme a levantarme.

— Elizabeth, eres buena escribiendo historias, sin duda alguna, pero eres más tímida que mi gato siamés que corría a esconderse cuando tocaban la puerta —me toma del brazo y me jala para llevarle el paso. Me sonríe más tranquila—. ¿Lista para nuestra siguiente clase de fonología?

—Puff, ¿es el último semestre? ¿Crees que no lo estaría?

—Lo estás desde que naciste, supongo.

*

Me he acostumbrado a vivir en esta ciudad rodeada de rascacielos por todas partes. He vivido aquí en Nueva York desde que nací y me resultaría muy complicado pensar en irme a vivir a otra parte del país.

Al fin he llegado a casa. Son las tres de la tarde y gracias a que Lorraine me trajo en su beetle, no me he retrasado en llegar. Estoy cansada. Un día de estudios y redacciones me consumen toda. Me recuesto sobre el sofá boca abajo.

Estoy preocupada por el dinero que vendrá a recoger la señora Harris. Ya no tengo suficiente dinero, solo para el autobús de la escuela. Pero bueno, creo que tendré que sacrificar de mis pequeños ahorros, aunque me prometí no hacer eso en caso de emergencia.

Esto es una emergencia. Salvarte de una bruja cobradora.

Voy a mi habitación a buscar mi alcancía. En la repisa más alta de mi armario se encuentra. Con cuidado, los cuantos billetes guardados. Ciento cincuenta dólares. Tomo setenta y cinco y al fin completo para la renta del departamento. Suspiro levemente. Todo es tan difícil en estos tiempos, pero gracias a Dios me dieron el empleo en el restaurante Starbucks.

Una camisa azul marino con mandil verde esmeralda con pequeñas letras al frente de "Starbucks" me describen por completo en mi uniforme de trabajo. Frunzo el ceño al verme en el espejo. Mi subconsciente en broma me dice "preferiría verte con una botarga".

En cuanto suena el teléfono de la sala, corro directo hacia allá.

—Casa Reed.

— ¡Hola, Eli! —Me saluda James con gran entusiasmo.

—¡Hola James!, ¿qué tal todo por Washington?

—Bien, ya en este fin de semana regresaré. ¿Qué tal todo con literatura? ¿Exámenes infernales? ¿Profesores odiosos? ¿Tesis a montones en botes de basura?

Suelto una carcajada.

—Muy bien, gracias. Soportando las últimas semanas de mis estudios. Hoy mismo también iré a trabajar a Starbucks.

— ¿En serio comenzaras a trabajar? ¡Perfecto, Eli!, me alegro de que encontrarás un trabajo.

Sonrío como tonta.

—Lo sé, solo quiero que me vaya bien este día, ¿me envías tu buena suerte?

—Claro... ¡Casám! Buena suerte para Elizabeth Reed.

Río entre dientes.

—Gracias, nos vemos, James.

Y cuelgo. Tener un amigo hombre es muy bueno para mí.

Tomo una manzana roja del refrigerador y me la como, mientras me aseguro de que toda la casa esté en orden. Me siento nerviosa, pero sé que me irá bien en mi primer día. Me vuelvo a revisar en el espejo antes de irme. Tomo una gran bocanada de aire, rezo una plegaria, tomos mis cosas y salgo.

Manos a la obra.

*

El autobús se retrasó un poco en pasar y voy un tanto ansiosa por llegar a mi nuevo y primer empleo. Mis manos están frías. Siempre que me pongo nerviosa, mis manos se ponen frías, como si estuviera muerta. No dejo de pensar en cómo será mi jefe, mis compañeros... En un sinfín de cosas que puedan suceder en ese empleo. Como desearía tener un auto. Bajo en la parada de Broadway y corro por la acera para llegar hasta el restaurante de Starbucks. Choco con algunas personas, pero logro pasar lo más rápido que puedo. Llego hasta la entrada del negocio y la abro sin pensarlo dos veces. Un señor alto de mostacho está limpiando las mesas vacías del lugar y otro tipo también alto y pelirrojo sonríe al verme entrar. Creo que ese es mi jefe.

—Hola... Soy Elizabeth Reed, la nueva empleada, traje mi solicitud hace unas semanas...—levanto un pequeño papel con mi nombre y la autorización de las semanas anteriores.

Sale del mostrador y se acerca hasta mí.

—Mucho gusto, yo soy Michael Moore, tu jefe—me tiende la mano.

Con cuidado de no tirar mi papeleo con los datos del trabajo, lo saludo. Me mira con muchísima atención.

—Llegas puntual. Sígueme—me ordena.

Caminamos más allá del mostrador y entramos a la cocina principal, en donde muchos envases de leche y varias máquinas de café adornan el pequeño lugar. Es extraño, ya que afuera también hay más. Muchas maquinas en todos lados. El aroma en el ambiente es de un delicioso café recién hecho, complementando también con olores como vainilla y canela. Frente de nosotros, hay cajas con vasos grabados con la marca, de diferentes tipos y tamaños. En otras cajas hay un montón de envases de leche en presentaciones de lácteos, deslactosados y hasta leche de soya y almendras.

—Esta es el área de administración, aquí se preparan también las bebidas más complejas—dice sin mucho interés—. Ahora ven.

Lo sigo de nuevo afuera, hasta la caja registradora. El diseño del lugar es muy agradable y moderno. Cualquiera aquí podría sentirse joven.

Este jefe es muy alto. Puede que mida más de dos metros y yo me siento toda una pequeñita junto a él.

—Aquí solo marcas la orden, el tamaño de la orden y listo. Para cancelar tienes que llamarme a mí, cuando asciendas te mostraré como se hace. Sí es bebida, anotas el nombre que te diga el cliente en el envase. Sí bromean con el nombre, no importa, tú escríbelo. Si es bebida con aperitivo, en estas hojas anotas el nombre y lo colocas en la bandeja. Siempre que veas que una mesa se ha desocupado y está sucia tienes que ir a limpiarla.

Vaya, todo esto parece tan sencillo. Lo explica bien, pero parece ser de carácter fuerte. Debe tener unos cuarenta y tantos años.

— ¿Entendiste? —pregunta.

Trago saliva.

—Si—musito.

Aprieta los labios y parecer ser que hay una sonrisa en su rostro. Es difícil saberlo.

—Ahora serás encargada de caja registradora, dame tus papeles.

Bueno, estoy lista. Asiento, le entrego mi papeleo y él se retira más allá de mí, supongo que a su pequeña oficina privada. Los clientes notan que ya estoy lista para atenderlos y empiezan a acercarse a la caja registradora a hacer sus pedidos.

*

El día ha estado bastante tranquilo por hoy, debido a que la mayoría de las personas sólo han pedido café con leche o incluso, solo café o té. Ahora ningún cliente nuevo ha llegado. Descanso, sentada en un pequeño banco frente de la caja, jugando la serpiente en mi teléfono. Karen, mi compañera que prepara las bebidas me advirtió que Michael no debe verme sentada, si no me echará un sermón, y es entendible. Creo que me gustará este trabajo.

—Elizabeth, ¿puedes venir? —me llama Michael.

Me sobresalto y de golpe me pongo en pie. Lo sigo hasta dentro en la cocina en donde me espera con los brazos cruzados.

—Explícale lo necesario, Karen—Michael sale rápidamente.

Sonrío tímidamente, al igual que ella.

—Emm, hola de nuevo—parece nerviosa—. Bueno, para darte una explicación sencilla: estas cajas debes llevarlas afuera cada vez que se acaben los vasos. Solo una caja por situación.

Asiento con la cabeza.

—En la parte de azúcar, cucharas y servilletas no es necesario rellenar constantemente, las personas no se llevan muchas cosas, ja ja... Y cuando te toque preparar bebidas tendrás que usar cubre bocas y guantes.

—Entiendo.

— ¡Karen!, prepara un Clover Brewed Coffee, especial—grita Michael.

De un salto, se pone delante de una máquina, preparando todo lo necesario.

—Oh ¡sii!, ya llegó uno de los clientes importantes—sonríe con picardía y emoción—. No es un cliente frecuente, pero es importante.

Asomo la cabeza un poco a través de los mostradores de madera que hay sostenidos en la pared. Solo alcanzo a ver una corbata azul marino con traje haciendo juego. No puedo verle el rostro.

— ¿Podrías acomodar algunas cajas, Elizabeth?

Asiento.

—Puedes llamarme Eli—le digo con una sonrisa.

Me dirijo hacia las cajas y hago lo que me pide. Por fortuna, no son pesadas.

— ¿Por qué es un cliente importante? —pregunto distraída.

—Es alguien de clase social muy alta, sólo eso—termina con el café y se acomoda su melena rubia, peinándose un poco. Sale para entregar el café.

Suelto una débil risa.

Vaya, clientes "importantes".

*

Estoy muerta. Llego a mi casa más cansada que nunca. Tengo el cuerpo molido y la cabeza amenaza con explotarme. Me tiro sobre el sofá para descansar. ¿Cómo es posible que apenas sean las nueve y media de la noche y ya quiera dormirme? ¡Y apenas es lunes! Oh, estoy exhausta. Nunca pensé que trabajar detrás de una caja registradora fuera tan agotador. Y cargando cajas, si, también eso. Saco el móvil de mi bolso y como siempre, está apagado sin razón. Lo enciendo y rápido marco a Emma, mi madre.

— ¿Sí? —contesta mamá.

—Hola, mamá, ¿cómo estás? —digo apenas con fuerzas.

—Elizabeth, mi preciosa hija, yo estoy relativamente bien. ¿Cómo te fue a ti en tu primer día de trabajo en Starbucks? —pregunta con dulzura.

Su cariño me reconforta mucho.

— Muy bien, gracias. Cansada, pero lista para todo. ¿Cómo te ha ido con las películas?

—Bueno, me enferme de un resfriado y no he podido trabajar muy bien que digamos, pero ya casi estoy de alivio.

—En serio mamá, ya no me envíes dinero, y eso también es anuncio para George.

George es mi padre. Ambos viven allá, pero es una larga historia sobre su relación actual.

—Tu padre y yo te enviamos dinero porque te queremos, además sabemos la situación económica que hay en Nueva York, las rentas están por los cielos.

No quiero discutir con ella. Desde que los dos se fueron a California, me envían más dinero de lo normal y es por eso por lo que me ayudan un poco para la renta, pero desde que la señora Harris la subió, las deudas comienzan a ahorcarme como si tuviera tarjetas de crédito sin pagar.

—Ya soy una adulta, debo de aprender a mantenerme sola.

—Tú no te preocupes aún por eso, linda.

Me muerdo la mejilla interna.

—Mmm, me tengo que ir, mañana es otro día pesado para mí.

—Entiendo, te amo, hija.

—Y yo a ti.

Y cuelga. Extraño abrazarla, tenerla a mi lado. Antes vivían aquí conmigo en Nueva york, pero se mudaron a Los Ángeles por el asunto de trabajo como extra y George con el asunto de la oficina de correos internacionales. Actualmente están separados y solteros, ayudando a mantener a su única hija.

De pronto, llaman a la puerta con fuerza. Debe ser la señora Harris. Me acicalo un poco el cabello y me acerco a abrir la puerta.

Es Lorraine.

—Hola, he traído comida china—dice, levantando una bolsa blanca de plástico.

Apenas me he dado cuenta de que muero de hambre. La hago pasar inmediatamente a mi departamento.

*

Charlamos tranquilamente. Lorraine me obliga a contarle cada detalle de mi primer día en Starbucks. Suele ser muy curiosa, tanto que quiere que le platique como eran mis compañeros y los clientes de Starbucks. Como ahora está soltera, anda buscando otro chico ideal.

—En serio, es más fácil de lo que pensé—termino con todo mi arroz frito.

Dejo el bol a un lado.

—Eso es muy bueno, Eli. Más adelante encontrarás un mejor empleo con tu carrera terminada.

Lorraine es como mi hermana, siempre me apoya en todo. Para darle un poco de ironía a mi argumento, incluso me apoyaría en el asalto al banco central de Manhatatn. Si, lo sé, exagero un poco.

Cuando el programa de televisión se va unos cortos comerciales, la puerta anuncia la llegada de alguien. Qué incómodo, esta vez sí debe ser la maliciosa y bruja de la señora Harris. Me demoro un poco en abrir.

—Buenas noches, señorita Reed—saluda fríamente y entra—. Buenas noches—se dirige a Lorraine.

Ella sonríe y se lleva todos los platos sucios a la cocina. Le tiene miedo desde que la conoció.

—Ahora mismo le entrego el dinero—doy media vuelta hacia mi habitación.

Saco el dinero de mi alcancía y lo aprieto fuertemente en un puño. Regreso a la sala temblando un poco.

—Aquí tiene—se lo entrego todo.

Sonríe, pero no del todo está feliz.

— ¿Recuerda que también me debe la reparación del teléfono?

¿Qué? Creí que los asuntos técnicos de la casa eran SU asunto. Maldita sea, solo se aprovecha de mí.

— ¿Disculpe? Creí que... —me interrumpe.

—Son noventa dólares por eso—repone seria—. Señorita Reed, sí no me paga en dos semanas lo que me debe incluyendo lo del siguiente mes tendrá que despedirse. Bueno, me retiro. Ya le di el aviso.

Sale por la puerta y sólo con una sonrisa, se despide. Cierro la puerta de un fuerte golpe conteniendo el impulso de salir y jalarle el cabello.

— ¿Qué sucede, Elizabeth? —sale de la cocina Lorraine.

—Ahora debo noventa dólares a la señora Harris por el teléfono de la sala—mi voz suena nerviosa—, y si no pago la renta y esos noventa dólares me correrá de aquí. Maldición.

Se acerca rápidamente hasta mí y me abraza.

—Oye, tranquila. Prefiero que te vayas de aquí... Puedes venir a mudarte a mi casa. No sé si desde mi última propuesta lo olvidaste.

La miro con rareza. De inmediato capta mi idea.

—Claro que sí quisiera tenerte en casa, Elizabeth. Es mi departamento, nada de renta, nuestro lugar soñado como solteras, claro que, si quieres apoyarme con lo indispensable no hay problema. Solo piénsalo, por favor—se aparta y toma su bolso del sofá—. Mamá mañana de nuevo quiere que vaya a la tienda de vestidos por administración.

—Entonces, ¿te veo en la escuela?

—Así es.

—Gracias por la comida, Carter—sonrío.

—De nada—canturrea mientras abre la puerta—. Te quiero mucho, Eli. Descansa.

Sola de nuevo. Puedo pensar a solas todo lo que sucedió hoy. Tantos gastos y problemas empiezan a llegarme. ¡Apenas tengo veintiuno! Creo que Lorraine tiene razón, me iré de aquí, no puedo seguir soportando las "¿estafas?", e injusticias de la señora Harris, se aprovecha porque soy una estudiante.