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Capítulo 3: ¿Estás en condiciones de rechazar?

Ella estaba sufriendo, temblando de dolor. Y él hacía tiempo que había traspasado todos los obstáculos. Tomándola por la fuerza, convirtiéndola en una mujer. ¡Su mujer!

Ella necesitaba concebir su hijo. Ganando así las facturas médicas de su hermano. No le quedaba otra opción.

La casa estaba muy tranquila después del sexo. El hombre se fue a la ducha. Laura se tumbó como una marioneta en la gran cama.

Dos líneas de lágrimas descendían de las esquinas de los ojos ...

El teléfono sonó en ese momento.

El hombre salió rápidamente de la ducha. Con un tono muy suave susurró

-Alexia. ¿Por qué estás despierta? -

Su tono era muy suave. Como si estuviera hablando con su amor.

Laura sonrió con amargura. Los hombres eran realmente actores naturales.

Acababa de hacerle el amor con locura dos veces. Pero en este momento estaba consolando a otra mujer llena de cariño.

-Bien, Me voy a casa enseguida. No me esperes. Acuéstate pronto, mi cariño.-

El hombre colgó el teléfono. Comenzó a limpiarse las gotas de agua del cuerpo. Pero la máscara de zorro seguía en su cara.

Laura miró al techo. El hombre se vistió cuando vio la sangre en la sábana. Su corazón estaba tocado por algo. El hombre dijo en voz alta.

-Levántate y ve a bañarte. Mañana cambia las sábanas. No dejes que vea nada más en las sábanas.-

Acababa de hacer el amor con una chica de diecisiete años. La pureza lo puso un poco nervioso y le hacía sentir loco.

Laura no se movió pero las lágrimas cayeron de sus ojos. Este hombre realmente tenía un fetiche con la limpieza.

Se vistió y se puso delante de ella. La miró condescendientemente.

-Sólo eres una madre de alquiler. Hazlo bien, no te trataré mal.-

-¡Gracias por tu dinero! -dijo Laura sin expresión.

-¡Ya puedes irte!- dijo el hombre despiadado.

Y en ese momento, sonó el teléfono de Laura.

Salió volando de la cama sin importarle su desnudez ni importarle la vista del hombre.

Porque la única persona que llamó a su teléfono fue Nico Abasto, su hermano, su único pariente.

El hombre la miró contestando el teléfono con tanta prisa. Su ira brilló en sus ojos. Quería irse pero ahora se detuvo.

-¡Hola! ¿Nico? ¿Qué pasó? -preguntó Laura con ansiedad.

En su lugar, una voz desconocida salió del teléfono.

-Laura, soy el médico que atiende a Nico Abasto. Lo siento. Tu hermano ha fallecido. Esta tarde él no pudo encontrarte y, Laura, ya sabes que los pacientes cardíacos no pueden ser estimulados. ¡Nosotros también lo sentimos!-

-¿Qué has dicho? -

Laura se metió los dedos en la boca, los ojos ya brotaron las lágrimas sin cesar.

-No ... no es posible. Mentira...Mentira...-

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