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Capítulo 2

Ha pasado un año desde lo sucedido con Dylan. Mi vida cambió drásticamente al igual que mi rutina.

Cada día salgo del aburrido colegio directo a la Iglesia y rezo porque Dylan se recupere tan pronto como sea posible. Luego continúo al hospital a visitarlo.

Tengo la necesidad de saber ¿Cómo está? ¿Cómo se encuentra? Si los doctores tienen alguna novedad sobre su recuperación.

Sí, desde ese día Dylan duerme. Aún no ha despertado; está en coma.

Me siento horas a hablarle, leerle libros o a veces le pongo un poco de música.

Después visito a sus padres, estoy con ellos un rato y regreso a casa dónde hago los deberes, ceno, me ducho y duermo. Así todos los días... excepto los fines de semana que mis padres han insistido en llevarme al psicólogo.

¡Todo era tan diferente antes!...

Todavía recuerdo el día que regresé de los Estados Unidos.

~~Flashback~~

— Pero si saben que pudimos habernos quedado—les reclamo a mis padres mientras ruedo mis maletas hasta la entrada.

— Las chicas se han puesto muy tristes por mi partida —agrego, pero apenas me hacen caso.

— ¡¿Ya han limpiado la casa?! —pregunta mamá acercándose a mi lado con su equipaje.

— Sí cariño, doña Milagro se ha encargado de ello durante todo este tiempo — responde papá abriendo la puerta del garaje.

¡Vaya, limpiar esta casa abandonada durante 12 años! — pienso mientras rebusco en los bolsillos de mis tejanos.

— No sé por qué no se deshicieron de ella — opino abriendo la puerta principal con la llave que me tomó un tiempo encontrar.

— Esta casa te vio nacer Michelle. — Defiende mamá abriéndose paso— Además, mírala, es hermosa—opina rebosante de alegría.

—Y está muy bien ubicada, todo nos queda cerca. —continúa mi padre.

— Ok, ok — digo resignándome y entro. — ¿Han remodelado? — pregunto al percibir los cambios en la estructura, con características muy similares a nuestra casa en Nueva York.

— ¡Sorpresa! — dice papá sonriente, abriendo sus brazos.

Claro que esto es cosa suya.

— Cute! — murmuro casi satisfecha.

Dejo las maletas arriba en la que recuerdo era mi antigua habitación y qué ahora está completamente vacía.

— Cariño, los de la mudanza llegan hoy y redecorarán a nuestro gusto.

— Vale, día aburrido — mascullo y subo la escalera de caracol que da al tejado para explorar un poco.

Y ahí estaba él.

Un chico de cabello blanco teñido, guapo, con una mirada profunda y una cara perfilada con pómulos definidos.

Agitando su mano en forma de saludo y regalando una sonrisa de boca cerrada.

— ¿A mí? — me cuestiono en mi mente mirando a mí alrededor.

No hay nadie más, así que efectivamente es conmigo.

No le devuelvo el saludo, por alguna razón me causa timidez. Así que me voy prácticamente corriendo dentro de mi nuevo hogar.

— Mamá hay un chico en el tejado de al lado — cuento casi preguntando, hago un gesto con mi pulgar y ella se asoma a ver.

—Ahhh, es Dylan, —dice muy tranquila —. ¿No te acuerdas de él?

— ¡¿Dylan?! — pienso extrañada tratando de recordar algo.

No, definitivamente no me suena.

— Ahora seguramente va a la Universidad, porque es dos años mayor que tú — supone mi madre. — No puedo creer que no te acuerdes de él. Eran inseparables, el venía a nuestro jardín a jugar y tú ibas al de ellos, siempre, cada tarde.

— Mamá me fui cuando tenía 5 años — manifiesto en mi defensa.

Aunque sí creo acordarme vagamente de él pequeño Dylan. Que ya de pequeño no tiene nada — pienso, recordando la imagen de hace un momento.

~~Fin del Flashback~~

Pasar las vacaciones en la biblioteca local no es algo a lo que estaba acostumbrada, el plan era culminar curso, asistir al baile e irme de gira por Europa.

Pero en verdad no tenía ánimos para nada más que no fueran los libros, tener la mente ocupada en tramas me hace bien. Me transmite paz escapar de la realidad.

Mis padres están sumamente preocupados. No sé acostumbran a esta versión de mí solitaria, callada y sin motivación por cosas que antes solían gustarme como tomarme fotos y socializar. Este último curso no hice amigos y apenas hablo con mis antiguas amistades.

Sé que ellos me quieren demasiado y me conocen tan bien como para darme mi espacio y saber que solo necesito tiempo.

Al salir de la biblioteca me dirijo a la Iglesia que mantiene sus puertas abiertas a todas horas. Entro encontrándome con el sacerdote Juan Pablo que está encendiendo unas velas, me da su bendición y tenemos una breve plática, ya que por la frecuencia con que visito el templo no es un desconocido para mí.

Me arrodillo frente a la imagen de Cristo Crucificado, uno mis palmas y lo admiro fijamente.

— Tu que sufriste dolor en carne propia, protégelo Jesús, cuida de Dylan y has que se recupere — suplico y se me escapan unas lágrimas.

Cierro mis ojos durante unos minutos.

Camino hacia hermoso altar de la virgen María para finalizar con el padre nuestro y la señal de la Cruz a la puerta del templo.

No sé cuándo me volví tan creyente y devota, solo tengo claro que la tragedia del chico que me gusta me transformó. Desde que volví a esta ciudad cambié.

Al salir por el costado me topo con una monja.

— Niña que Dios este contigo. —me alaba.

— Amén — digo con una pequeña sonrisa.

— La comunidad pide por tu amigo siempre. No pierdas la fe.

Asiento con la cabeza y me marcho al hospital.

Aunque estoy frente a mi casa no entro hasta que regreso de verle.

Sé que mis padres estarán hasta tarde en la empresa por eso no me molesto a regresar a un lugar vacío.

***

Paso por recepción y firmo la lista de visitantes del día de hoy, no sin antes echar un vistazo para comprobar si vino alguien antes de mí, y pues no.

Entro a la blanca y tranquila habitación de hospital. El olor a desinfectante me envuelve como si hubiesen limpiado recientemente.

Me quedo observando su cuerpo inmóvil conectado a esas máquinas, una monitorea su frecuencia cardíaca y la otra asegura su oxigenación.

Sacudo los pétalos caídos sobre la mesa, cambio el agua del jarrón y coloco las flores que compré donde Juana.

Eva y yo nos turnamos las semanas para que siempre haya color dentro de estas cuatro paredes.

Me acerco cuidando de no pisar los cables, dejo a un lado mi mochila y me pongo cómoda.

Tomo su mano para luego besarla.

Ni un solo día he dejado de preocuparme por él.

— Hola Dylan. —saludo jugando con el mechón de cabello que cae sobre su frente.

—Soy tu vecina, Michelle la acosadora. —Me presento por enésima vez—. ¡¿Si sabes que te acosaba?!

— Y tú dirás: — Claro Michelle esa historia la has contado muchas veces.

— Bueno Dylan te la contaré otra vez — digo triste sabiendo que no me va a responder.

Todas las tardes a las 7:00, durante dos meses, sonaba la alarma y subía lentamente la escalera al techo para ver el atardecer. O más bien mi atardecer, o sea tú.

Incluso un día se me quemaron unas galletas que horneaba, ¿Podrías creerlo? — digo entre risas para luego soltar un largo suspiro.

Sabía que estarías ahí a esa hora como todos los días, escribiendo en tu pequeño cuaderno concentrado. No sé qué es lo que escribías, pero siempre se te veía muy tranquilo, como ahora.

Cuando hacía más calor tenía el privilegio de verte escribir sin camisa. Analizando cada detalle de tu cuerpo. Tienes un cuerpo muy ejercitado, tatuajes por todo tu brazo y una pequeña cicatriz en el abdomen. Sí Dylan, eres sexualmente atractivo. Sé que no debería estar diciendo esto, pero no hay nadie para reclamarme.

Debes pensar: — Pero que descarada se ha vuelto la pequeña Michelle.

— Y yo te diré, son las hormonas revolucionadas de la pubertad.

Bueno nunca me atreví a hablarte, ni invitarte a salir o a conversar entre tejados, pero tú tampoco a mí... así que supongo estamos a mano.

No sé Dylan, a lo mejor eras tímido, quizás solo deseabas que yo diera el primer paso, tal vez querías contarme algo, decirme que te estaba pasando. No lo tengo claro pero el hecho de pensarlo me atormenta demasiado.

No he visto a nadie visitarte durante este año y no puedo creer que no tengas amigos.

Aunque si los tienes no son muy buenos después de todo. Sin juzgar, sólo es una pequeña observación.

Suelo reclamarme cosas... por ejemplo; cuando nuestras miradas se cruzaban, nuestros ojos se buscaban en ligeras ocasiones y tú solo sonreías, con esa sonrisa hermosa que tienes o agitabas tu mano y nunca te devolví el saludo. Me odio por eso, qué estúpida soy.

Todos los días, cada día desde que regresé me saludabas y cuando me llené de valor y pensé hacerlo yo, me quedé dormida...para luego verte caer.

Mi destino es un hijo de la gran puta y se ríe victorioso en mi cara.

Bueno mejor no pensar en cosas tristes. —digo secándome con mi pulgar una lágrima que se me escapó.

Mañana voy a comenzar en la Universidad, la misma a la que solías ir.

Antes solo deseaba que llegara este día para hablar y que fueras mi guía, que me dijeras como colarme en fiestas y para hacer cosas juntos.

Pero actualmente tengo un plan de búsqueda.

Encontraré a tus amigos (fantasmas hasta ahora), intentaré infiltrarme y averiguaré por qué te intentaste suicidar, voy a descubrir quién te empujo a hacer eso.

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