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Capítulo 2

Unos minutos más tarde estoy de vuelta en mi habitación hablando con Jenny por teléfono.

-Y luego prácticamente me obligaron a cenar con ellos. - Yo le digo. - ¡¿Te das cuenta?! –

La oigo reír. – No es una tragedia. –

-Para alguien como tú, para alguien como yo es el fin del mundo. – ella es esa clásica amiga alegre y alegre que te lleva a beber a las fiestas, yo soy el que no quiere ir a fiestas y prefiere quedarse solo en casa escuchando música o viendo una película, soy yo que quiere permanecer invisible para los demás.

-Vamos, no digas eso. Quizás sea divertido. – plantea la hipótesis.

Resoplé. – Por supuesto, con Adam haciendo bromas sobre hockey, que son incomprensibles para mí, y Jack acosándome, será muy divertido. –

-Esperar. ¿¡Jack también está allí!? –

-¿Si porque? - Pregunto.

-¿Me preguntas eso también? ¡Cariño, ese tipo es un dios griego expulsado del Olimpo porque era demasiado guapo comparado con los demás! –

Me hace reir. – ¿Pero no estás comprometido? –

-Sí, pero se me permite decir la verdad. – dice con voz firme, aunque sé que tiene una gran sonrisa en los labios.

-Si tú lo dices. –

-Intenta estar con ellos, tal vez – comienza con una voz extraña. – Es posible que descubras que realmente te gustan algunos de ellos. –

Suspiro. – Sabes que mi plan para el futuro es ser la tía rica y soltera que recoge a los hijos de su mejor amiga en el auto nuevo. –

Ella estalla en una risa ensordecedora. – Elsa, cariño, sabes que te amo, pero te aseguro que tus planes se verán trastocados. –

Pongo los ojos en blanco. – Y de quién, escuchemos. –

-Y no lo sé, podría ser cualquiera, hasta la persona más impensable. – después de un rato añade: - Que tengas una buena cena y, en caso de que no tenga noticias tuyas mañana, sabré que no sobreviviste y organizaré un funeral adecuado para ti. –

Echarse a reír. – Definitivamente no sobreviviré, ya me estoy muriendo de vergüenza. - Lo admito.

Elsa

La cena fue un desastre. No había comido nada ni siquiera abierto la boca.

Adam y papá habían intentado hacerme hablar, pero respondí a sus preguntas con un débil sí o no.

Llevo diez minutos encerrada en el baño y sé que todos se preguntan qué me pasó pero cada vez que intento salir pienso en ello.

Ni siquiera puedo llamar a J. Alexander, su novio, la invitó a cenar y no quiero arruinarle la velada con mis problemas.

Respiro profundamente y me armo de valor. Abro la puerta y choco con algo.

No, fue alguien.

Que sea Adán. Que sea Adán.

Jack.

Habría preferido enfrentarme al mismísimo diablo. Habría sido más feliz.

Jack me mira con su habitual sonrisa sucia. – Bueno, entonces todavía estás vivo. –

Preferiría morir antes que encontrarme en esa situación, ¡maldita sea!

Miro hacia abajo evitando sus ojos verdes. - Estoy vivo. –

Se da cuenta de que no me muevo. – Pitufina, ¿puedo ir al baño? –

-¿Pitufina? –

-Sí, es lindo y además eres de bolsillo. –

Lo miro de reojo. – ¿No eres tú el que tiene un armario de dieciséis puertas? –

Después de un momento de silencio, se echa a reír. – Finalmente estás sacando a relucir tu verdadero personaje, Pitufina. –

-No es verdad, eres tú quien me molesta. – Respondo ahora a punto de estallar de vergüenza.

Jack se pone serio otra vez y me mira fijamente con esos ojos verdes suyos. – ¿Y si te dijera que quiero verlo? –

-¿Q-qué? –

-El verdadero tú. –

-¿P-por qué lo harías? – ¡Dios me salve de esta tortura!

Me mira sin quitarme los ojos de encima. – Porque me das curiosidad. – dice y luego se va.

Elsa

Tú me das curiosidad.

Esa frase se queda en mi mente toda la semana.

Realmente no quiero que nadie sienta curiosidad.

-¿Entonces, qué piensas? - me pregunta Jenny sacándome de mis pensamientos.

-¿Como? -

Pone unos papeles delante de mí. - Este. ¿Qué piensas sobre esto? -

Me lo llevo. Es un pequeño reportaje en francés de un libro que nos regaló nuestra profesora para informar sobre él hace unos meses.

Lo leí rápidamente. Parece bien escrito. Se lo devolví. - Está bien. -

Ella frunce el ceño. - ¿Qué tienes? ¿Estás raro hoy? En realidad, durante unos días. -

Sacudo la cabeza. - Tengo que estudiar para este examen y estoy explotando. - y es verdad.

Este mes tuve que estudiar para un examen de historia de francés y no puedo más. Solo quiero superarlo y pasar un fin de semana relajante en el sofá con una serie de Netflix y pizza.

-Al final, ¿cómo fue la velada con los chicos del equipo? Nunca más me dijiste nada. - pregunta Jenny con curiosidad.

-Salió bien. -

Ella me mira con recelo. - Scar, te conozco desde hace años, ¿qué pasó? -

-¡Nada en realidad! - me apresuro a decir

Jenny levanta una ceja. - ¿Seguro? -

Asiento visiblemente, luego lo pienso y sacudo la cabeza. - No salió nada bien. -

Jen se sienta en el sofá de su apartamento y me invita a hacer lo mismo. - Cuéntamelo todo. -

-No pude, lo intenté pero no puedo quedarme con alguien que no conozco bien en la misma habitación por mucho tiempo. - Lo admito. - Finalmente salí corriendo al baño. -

Mi mejor amigo se ríe. - ¿En realidad? - Asiento con la cara ardiendo ante el mero recuerdo de aquella velada.

-Cuando salí y casi choco contra Jack Harrison. - digo en voz baja. Rezo para que no me haya escuchado.

Ella deja de reír y me mira asombrada. Él me escuchó. - Las cosas se están poniendo interesantes. -

Pongo los ojos en blanco. - Nada es interesante. -

Ella desvía mis quejas con un gesto de la mano. - ¿Hablaron entre ustedes? ¿Qué se dijeron el uno al otro? -

-¿Por qué te importa si hablé con él? -

-Porque eso significaría que logró minar tu timidez, al menos un poco. - responde Jenny.

De hecho, en lugar de hablar cortésmente, se burla de mí o nos lanzamos pullas. - Dijo que... tengo curiosidad por él. -

Jenny parpadea sorprendida ante mi declaración. - ¿Tienes curiosidad por él? -

-Sí, eso parece. -

-¿Sabes lo que eso significa? - pregunta casi gritando.

Me encojo de hombros. - No lo entendí bien... -

-¡Le gustas! - grita eufórica.

Casi exploto. Me arde la cara y me revuelve el estómago. - ¿Qué estás gritando? ¡No, no le agrado, estúpido! ¿Qué opinas? -

Nunca le agrado a nadie, y mucho menos alguien como Jack Harrison. Entonces él no es mi tipo; jactancioso y presuntuoso, no, no, no es para mí.

-¡Oh sí! - J está fuera de sí.

Me levanto del sofá exasperada. - No, J. - digo en serio. - Primer punto: es Jack Harrison. Segundo punto: soy la hija de su entrenador. Tercer punto: pero ¿me viste bien? Soy la persona menos sexy del mundo, ni siquiera recordará mi nombre ya que me llama "enana". -

-Cariño, eres sexy. - Me corrige Jenny. - La más sexy que conozco. -

Resoplé divertido. - Seguro Por qué no. - Contesto. - ¿Cambiar el tema? -

-Está bien. - responde ella, dándose por vencida. - ¿Recuerdas aquella pasantía que me ofrecieron hace unos meses? -

-¿El de Dublín? -

El asiente. - Si, eso. Adivina qué'? -

Arrugo la frente.

-¡Es mio! . anuncia con entusiasmo.

Una sonrisa aparece en mi cara. - ¡Felicidades! - La abrazo.

-¡Estoy tan feliz! - y se nota. - Me voy en una semana.

Arrugo la frente. - ¿En qué sentido? -

-En el sentido de que en menos de siete días saldré para Irlanda. - Él respondió. - Por un año. -

Casi no puedo respirar. - ¿Un año? -

El asiente. - No quiero dejarte sola todo este tiempo. -

-Puedo sobrevivir. - Respondo poco convencido.

Ella ríe. - Cierto. Te esconderías en tu habitación viendo películas antiguas. -

-Sí, pero también tendría algo parecido a una vida social. - Yo digo.

Ella me mira consciente de las tonterías que acabo de disparar.

-Bien vale. Nunca sobreviviré sin ti. - Lo admito al final.

Jen pone una mano en mi hombro. - Lo sé. por eso no quiero ir. -

-¿¡Qué!? ¡No! - Le digo levantándome de repente. - Tienes que ir. Te lo mereces. -

-Pero entonces te dejaría en paz. - el responde.

-Me las arreglaré de alguna manera, pero prométeme que aceptarás la pasantía. -

Es la primera vez que escucho mi voz tan decidida.

Jen me sonrió. - Te lo prometo, niña testaruda, que lo eres.

Jack.

Había decidido seguir los pasos de mi madre y convertirme en psicóloga.

Sin embargo, yo también había seguido los pasos de mi padre. Era un exjugador de hockey, ahora retirado.

Soy bueno en psicología pero el hockey era mi vida.

Estoy hablando por teléfono con mi mamá ahora mismo.

-Nos gustaría que vinieras a visitarnos durante las vacaciones. – dice la madre.

Miro el calendario. – Faltan como dos meses para las vacaciones. Si puedo, vendré. – la tranquilizo.

La oigo resoplar por teléfono. – ¡Hace un año que no te veo! –

-Lo sé mamá, pero estoy poniendo mi corazón y mi alma en estudiar para poder jugar. – La peor parte de jugar hockey en una universidad privada es: sin calificaciones, sin juegos.

Alguien llama a la puerta de mi apartamento en las afueras del campus.

Coco empieza a ladrar y corre hacia la entrada. – Mamá, me tengo que ir, te llamo mañana. –

-Está bien. – dice un poco decepcionada. - Te amo. –

-Yo también. –

Cuelgo y voy a abrir.

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