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El Yerno Definitivo

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Sinopsis

En esta cautivadora historia, nuestro protagonista, un joven que creció huérfano bajo los cariñosos cuidados de su abuela, se embarca en un viaje extraordinario. Tras graduarse y entrar en la sociedad, la vida da un giro inesperado cuando su querida abuela cae gravemente enferma. Decidido a salvarla, toma la decisión de convertirse en yerno de una familia adinerada. Al principio se enfrenta al rechazo y a los retos de su nuevo papel, pero soporta las pruebas sintiéndose abatido hasta que un fatídico día lo cambia todo. Inyectado por un enigmático hombre con una misteriosa sustancia, descubre un antiguo y perdido legado de inmortalidad y cultivo. Con sus nuevos poderes, inicia un ascenso transformador hacia la grandeza. Esta emocionante historia de perseverancia, amor y autodescubrimiento se desarrolla a medida que se adentra en el mundo del cultivo, cautivando los corazones de amigos y enemigos por igual. A medida que alcanza la cima de sus habilidades, desvela el verdadero potencial que ocultaba en su interior y se convierte en una fuerza a tener en cuenta. Únete a nuestro héroe en un emocionante viaje en el que pasa de ser un yerno corriente a convertirse en una potencia sin parangón, dejando una huella imborrable en su destino y en el mundo que le rodea. "El yerno definitivo" es una historia de aventuras, crecimiento y triunfo que te mantendrá ansioso por pasar las páginas hasta el final.

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Capítulo 1: Soy un yerno inútil

Ante las puertas del Imperial College, un Mercedes Clase E se detuvo en seco. Una chica despampanante con un vestido morado claro se dirigió hacia el coche.

Al principio, la chica tenía una sonrisa en la cara, pero cuando vio al hombre salir del coche, su sonrisa se congeló.

"Leo Bloomer, ¿por qué eres tú? ¿Dónde está mi hermana?" El tono de la chica era desagradable.

Leo solo pudo negar con la cabeza ya que no podia hablar.

La chica miró a su alrededor y dio unos pasos hacia adelante, alcanzando la puerta del coche. No quería que nadie supiera que su cuñado mudo iba a recogerla.

Cada vez que alguien mencionaba al marido mudo de su hermana, se sentía avergonzada.

Justo cuando la chica estaba a punto de entrar en el coche, una voz femenina llegó desde atrás: "¿No es ésta Tina Henley, la belleza del campus del Imperial College?".

El cuerpo de Tina se puso rígido al reconocer al instante quién hablaba.

Se dio la vuelta y esbozó una sonrisa. "Diana, eres tú. ¿Vas a salir?"

"Sí, te he visto por casualidad y he venido a saludarte". Diana contestó despreocupadamente, pero su mirada barrió intencionadamente a Leo.

"Tina, ¿quién es este hombre? Ah, ya sé, debe de ser tu chófer que trabaja para tu familia, ¿no?". Preguntó otra chica fingiendo curiosidad.

La cara de Tina mostró una sonrisa incómoda. "Él... él es de mi hermana..."

"¡Ya lo tengo!" La cara de la tercera chica se iluminó con un nuevo descubrimiento. "Es tu cuñado mudo, ¿verdad?".

Al oír esto, la mirada de Tina se volvió fría y se quedó callada. Abrió la puerta del coche y subió.

"Leo, ¿por qué te entretienes? Vámonos". gritó Tina por la ventanilla bajada. Su buen humor ya se había visto afectado considerablemente.

Leo subió silenciosamente al coche entre las miradas desdeñosas y despectivas de las tres chicas. Arrancó el coche y se alejó en silencio de la puerta del Imperial College.

Tina sacó su teléfono y marcó el número de Sophia Henley.

"Hermana, ¿no habíamos quedado en que vendrías a recogerme? ¿Por qué dejaste que Leo viniera en su lugar?"

"¿Qué? Surgió algo y no pude ir. ¡Hmph! Tú eres la única ocupada. No le pidas que venga de nuevo en el futuro. Yo misma cogeré un taxi para volver".

Sentada en el asiento trasero, Tina colgó el teléfono con rabia. Luego dirigió su mirada a Leo, que conducía cada vez más disgustado.

"Oye, Leo, no creas que sufres mucho por ser yerno en nuestra familia. Si no fuera porque nuestros Henley te dan comida y cobijo, tú, que eres mudo, te habrías muerto de hambre en la calle. Te aconsejo que te divorcies de mi hermana. Cuando llegue ese momento, la familia Henley te dará algo de dinero. Puedes vivir tu vida como quieras, siempre que no vuelvas a aparecer delante de mí. ¿Me estás escuchando siquiera? ¿No puedes decir algo?". Tina descargó su frustración y luego se mofó: "Perdona, se me había vuelto a olvidar que eres mudo".

Leo agarró con fuerza el volante. Llevaba cuatro años soportando este tipo de vida.

Cuando Leo tenía seis años, sus padres desaparecieron y fue criado por su abuela. Con su escasa pensión de jubilación y el dinero que ganaba recogiendo basura, Leo consiguió terminar la universidad.

Leo recuerda vívidamente que el día de su graduación universitaria, su abuela, de carácter habitualmente fuerte, cayó enferma.

Los resultados de las pruebas del hospital no se hicieron esperar: cáncer gástrico maligno en fase avanzada.

Cuando Leo contempló la frágil figura de su abuela en la cama del hospital, le brotaron lágrimas de dolor. En el fondo de su corazón, hizo la solemne promesa de hacer todo lo posible para que su abuela viviera más tiempo, aunque solo fuera un año o un mes más.

Leo empezó a pedir dinero prestado a gente que conocía, empezó a hacer crowdfunding en Internet e incluso se arrodilló en el bullicioso centro de la ciudad, en la calle peatonal más concurrida, suplicando la ayuda de gente de buen corazón.

Milagrosamente, Leo consiguió reunir el dinero que necesitaba.

Los que le proporcionaron el dinero fueron una pareja. No sólo financiaron el tratamiento de la abuela de Leo, sino que también casaron a su hija mayor con él.

Ese día, Leo sintió que un rayo de luz iluminaba su oscura vida.

Poco después de su matrimonio, Leo descubrió lo ingenuo que había sido. La razón por la que la familia Henley le ayudó, la razón por la que estaban dispuestos a casar a su hija con él, fue únicamente por superstición, creyendo que podría traer buena suerte a su hija, para que pudiera recuperarse de su enfermedad.

En otras palabras, Leo no era más que un instrumento. Una vez cumplido su propósito de traer buena suerte, se encontró con que vivía bajo el techo de la familia Henley como un perro.

Un año después, la abuela de Leo falleció. Después de organizar su funeral, Leo sintió que la vida había perdido todo su sentido.

Recordó una noche tormentosa en la que, debido a un asunto trivial, le echaron de casa de la familia Henley.

Sin ningún sitio adonde ir, Leo vagó sin rumbo por las calles, dejando que la lluvia cayera sobre él.

Inconscientemente, Leo se encontró en el Puente de los Amantes. Era un lugar famoso en Langstel, donde las parejas acudían el día de San Valentín para tener citas.

¿Amante?

¿Amor?

Todo eso eran bienes de lujo que Leo no podía permitirse.

Mientras miraba las ondulantes aguas del río bajo el puente, a Leo se le pasó por la cabeza la idea de saltar.

Pensó que si saltaba, todo habría terminado, y él sería liberado.

En el momento en que este pensamiento entró en su mente, Leo no pudo reprimirlo más. Uno de sus pies saltó por encima de la barandilla.

"Joven, saltar al río en un día tan tormentoso no es una sabia elección".

Una voz profunda y ronca resonó en los oídos de Leo.

Leo giró la cabeza y vio a su lado a un anciano de pelo canoso que sostenía un paraguas negro. Su rostro mostraba una sonrisa algo ambigua.

"Puedo darte la oportunidad de cambiar tu destino. ¿Te gustaría?" La voz del anciano estaba llena de tentación.

Leo no sabia si estaba alucinando o no, pero asintio instintivamente.

De su bolsillo, el anciano sacó una jeringuilla que contenía un líquido azul pálido.

"Dame la mano".

Leo vaciló, su rostro mostraba una expresión nerviosa.

"¿Tienes miedo? La expresión del anciano se volvió juguetona. "No tienes miedo a la muerte, así que ¿qué podrías temer?".

Leo extendió la mano derecha y el anciano le inyectó el líquido de la jeringuilla en las venas.

"Recuerda que durante los próximos tres años te quedarás mudo. Después de tres años, tendrás una vida diferente. Pero tienes que sobrevivir a estos tres años...".

Con un paraguas en la mano, el anciano desapareció lentamente de la vista de Leo.

Leo quiso llamarle, pero lo único que salió de su boca fue un sonido ronco.

Desde el momento en que Leo se quedó mudo, vivió en la familia Henley peor que un perro.

Durante los últimos tres años, cada año a la misma hora exacta en que le inyectaban aquel líquido azul, su cuerpo experimentaba un dolor extremo. Sentía como si millones de hormigas le picaran sin descanso, e incluso sentía la cabeza hinchada, como si pudiera explotar en cualquier momento...

Después de cada ataque de dolor, Leo tenía la vaga sensación de que su cuerpo había sufrido algunos cambios, pero no podía articular exactamente cuáles eran.

Año tras año, aguantaba, y esta noche a las nueve, se cumplirían exactamente tres años. Este era el momento.