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Capítulo 5 Apareció

Narra Vivían.

Me he vuelto loca, hace menos de dos horas firme un contrato de matrimonio con un millonario alemán al cual no le conozco nada más que el nombre, la edad y a que se dedica, encima de que me cae un poco mal, sí, vendí mi alma al diablo y a uno muy guapo, pero igual, firme mi condena.

Pero claro que había una razón para que yo terminara firmando y era que mi ex esposo apareció con la excusa de querer la custodia de Eliezer cuando hace más de 6 años lo estaba negando hasta que nació, fue en ese momento que no lo pensé mucho y fui a buscar al señor Fritzenwalden.

— Mamá — me volteo a mirar a mi hijo, dejando de mirar la ventana de la habitación del hotel — ¿Por qué te ves tan triste? — pregunta mirándome con preocupación.

¿Cómo le podría decir a mi propio hijo que me caso para no perderlo de mi lado? Es algo que no me atrevo a decirlo. Sé que lo estoy privando de que este con su padre, pero Mario no se merece ser llamado padre después de todo lo que le hizo a mi bebé, en los primeros 3 años de vida de Eliezer, Mario se la pasaba fuera de casa con su amante o trabajando, nunca estuvo presente en ningún cumpleaños y era más que claro si lo negó desde un principio.

¿Y ahora se atreve a aparecerse?

Por suerte está lejos y nunca lo veré, creo que tome una buena decisión a pesar de que me queda menos de dos meses para regresar a mi país.

— Nada, cariño, solo extraño a la abuela, solo eso — le sonrío y me abraza — Vamos a cenar — asiente y se va a ponerse los zapatos, me levanto del sillón en donde estaba sentada y me pongo unas converses con mi suéter.

(…)

Vaya a saber uno como terminé yo y mi hijo cenando en la casa del alemán, encima yo con una mala pinta y él bien vestido, aunque fuera casualmente.

— ¿Te gusta? — le pregunta a mi hijo, aquí empiezo a pensar en que debería poner ciertos límites entre Fritzenwalden y mi bebé.

— Si, señor — dice Eliezer devorando por completo el pollo frito con puré de papa y papas fritas, que parecían salidas de algún puesto de comida rápida, pero son hechas en casa, lo sé porque yo también sé cocinarlo.

— ¿Satisfecha con su cena, señorita Guerrero? — asiento sin dejar de mirarlo, sonríe y sigue comiendo, solo somos nosotros tres en este enorme comedor, podría decir que tiene el tamaño de mi pequeño apartamento.

Después de que terminamos de comer, el alemán tomo la oportunidad con mi hijo y le mostró la sala de juegos que tiene en la mansión que no pude decirle que no a mi propio hijo para que nos fuéramos rápido, pero supongo que Fritzenwalden quiere hablar conmigo porque ahora nos encontramos sentados en su despacho, mientras que a mí se me pasaba un montón de cosas por la cabeza de que mi bebé está solo, al señor frente a mí, solo se limitaba a mirarme con intensidad.

— Hablemos de lo que pasara a continuación — habla, lo había visto esta mañana, no creí que lo fuera a ver otra vez hasta dentro de una semana para avisarme del supuesto compromiso. Me siento mejor en la silla dispuesta a escucharlo — Después del compromiso, se vendrán a vivir aquí… — me levanto enseguida.

— ¿Es necesario hacer eso? — asiente, señala la silla y me siento — Supongo que darás los límites y lo que no podemos hacer, ¿no? — asiente sorprendido — Yo también quiero hacerlo — acerco la silla al escritorio y tomo un papel y un lápiz — Escribe los que estará o no permitido en este falso matrimonio y luego intercambiamos — comienzo escribir sin esperar respuesta.

Y puede ser que se quedó mirándome un buen rato cuando dije aquello, pero ya que no tendré que esperar una semana para esto, puedo hacerlo ahora mismo. Después de unos minutos en el que no dejaba de mirar hacia la puerta abierta en caso de escuchar a Eliezer llamarme termino y lo miro mirarme.

— Veo que tienes mucho que poner — asiento, intercambiamos de hojas y lo miro concentrarse, ¿Cómo es posible que un hombre así de guapo no tenga pareja? Seguro algo malo debe tener como para que falle tanto en sus relaciones, pero según escuché, el señor Fritzenwalden no se le ha visto una pareja en 10 años o algún escándalo de su parte.

Comienzo a leer lo que puse y la verdad no era mucho, solos había escrito algo de que no permitía infidelidades en el tiempo que nos mantengamos casados, no dudar en pedirle lo que quiera y por último no prohibirle querer darle cosas al niño. Lo miro y ya me mira.

— ¿Por qué te voy permitir darle cosas a mi hijo? — pregunto desconfiada.

— Yo sabía que lo preguntarías, me nace querer darle todo, así que no me prohíbas en eso, sé que eres su madre y entiendo que debe hacerte caso en todo, pero deja que lo consienta, encima de cuando nos separemos, seguiré haciéndolo, no es interés — miro a otro lado.

Cuando me encontraba casada con el padre de Eliezer, Mario en ningún momento le dio algo y sé que mi bebé esperó algo de su parte, aunque no fuera el amor de padre que ha querido y me he dado cuenta de eso cuando lo veo dibujar en ocasiones una familia de tres.

— Bien, está bien… — termino por aceptar, veo que toma un lápiz.

— Espacio personal… lo entiendo, pero en público hay que demostrar que nos amamos, aunque los demás suelten veneno… ¿Cero contactos sexuales? — me mira y miro a otro lado — Sé que tengo que tener tu consentimiento, pero en algún momento te devorare — trago saliva — ¿Trabajar? — lo miro y niega — Tienes un esposo millonario, te daré un 30 por ciento de mis bienes, no tienes que preocuparte por dinero, cariño, solo preocúpate por mantenerme contento y serás una reina…

Su sonrisa ya no sabía cómo interpretarla, pero el haber firmado sin pensarlo, tiene su lado bueno, no lo había pensado así.

(…)

Unos días después…

Tomo una copa de champaña, no creí que comenzar a asistir a eventos tan elegantes con el señor Fritzenwalden que ahora quiere que solo diga su nombre, pero me parece una falta de respeto sabiendo que no tengo tanta confianza con él para tratarlo con su nombre de pila. Siento una mano en mi espalda baja que me da escalofrío por el tipo de escote que tiene el vestido que llevo puesto, nunca pensé encontrarme parada en este momento y vestida así.

— Ven, te voy a presentar a unos socios — lo miro con su traje elegante y asiento, por alguna razón estamos bien combinados y si lo pienso así, él mismo escogió para que nos viéramos iguales, solo llevo unos días estudiando su historial de vida y tiene mucho más de que hablar que yo de mi propia vida, aunque no he querido darle mi información aún.

Pero sé que su secretario Adolf tiene información mía, por Dios, Fritzenwalden es millonario, ¿Cómo no va a tener dinero para investigarme?

— Pero que tenemos aquí, más que nada que Kilian… — el viejo se corta al verme sonriéndome de una manera que me provoca asco enseguida.

— Liebling, estos son unos socios con los que mantengo negocios, señores, ella es mi novia — presenta con una seriedad que el viejo borra su sonrisa del rostro y los otros 3 hombres viejos asiente con la cabeza en modo de saludo, el castaño me apresa a su lado haciéndome sentir segura.

Lo bueno es que hablan inglés, y lo poco que sé en alemán apenas y sé defenderme. Saludo con una sonrisa, los hombres hablan y miro a un lado para luego ver a mi ex esposo mirarme mientras una joven habla con él y que pude reconocer como su amante, ahora siendo su nueva esposa. Me congele cuando comienza a caminar hacia nosotros.

Justo en ese momento, los viejos se van y siento la mirada de Fritzenwalden, comenzaba a ponerme nerviosa y no por ver a Mario, sino por la amenaza que recibí de él y la sola idea de perder a mi bebé me tiene temblado y sé que el castaño se da cuenta cuando mira a Mario.

— Cuanto tiempo… — dice frente a nosotros, me mira demasiado, de arriba abajo y luego mira al castaño a mi lado y sonríe pensativo.

Esa sonrisa que quisiera borrársela de un solo golpe.

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