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Capítulo 3: Hacer a esta pareja desvergonzada arrepentida

Después de despedirse de Antonio, Clara regresó a su casa.

Tan pronto como entró en casa, vio a Cecilia y su madre, Ofelia Fernandez, acompañando al padre de Clara, Adolfo González, en el salón. Los tres estaban charlando alegremente en “familia”.

Ese momento, Clara no pudo evitar sentirse como si ella fuera la que sobraba en esa casa.

Clara se sintió deprimida, cerró la puerta principal y luego subir por las escaleras sin saludar a nadie.

Adolfo, al verla subiendo, gritó, -¡¿Detente?!

-¿Sucede algo?- Clara se detuvo y preguntó con indiferencia.

-¿Aún recuerdas que tienes una casa? La señorita se queda fuera durante toda la noche y al regresar ni siquiera es capaz de saludar a la familia, ¿aún nos consideras tus padres?- Adolfo la regañó con airadamente, con su rostro lleno de disgusto.

Clara soltó una risa burlesca y con un tono de sarcasmo, respondió -¿Padres? Mi madre ha muerto hace mucho y mi padre, aunque sigue vivo, para mí es como si estuviera muerto.-

-¡Mocosa insolente!- Adolfo golpeó la mesa con furia.

-Papá, cálmate, no vale la pena enfadarse por las palabras de Clara.- Cecilia consoló a Adolfo, actuando como una hija bien comportada.

Ofelia también salió para actuar el papel de una buena madre, dijo, -Clara, no le hablas así, después de todo es tu padre.-

-¿Has visto cómo se comporta tu hermana? ¡¿Cuándo aprenderás de ella?!- Adolfo continuó regañándola, pues su ira aún no se había disipado.

Clara soltó una risa, sin poder evitar burlarse se sus palabras, dijo, -¿Qué debería aprender de ella? ¿Aprender a cómo robar el prometido de otras para acostarme con ellos? ¿O aprender a ser tan descarada como ella?-

-¡Clara, tú...!-

La cara de Cecilia cambio de expresión y cuando estaba a punto de contestarle enojada, Ofelia se adelantó a preguntar, -Clara, ¿cómo puedes decir eso de tu hermana?-

-Mi madre solo me dio a luz a mí, ¿de qué hermana me hablas? ¡Ah! ¡Ahora entiendo por qué Cecilia es tan desvergonzada para robarle el novio a los demás! ¡De tal palo tal astilla!- Las palabras de Clara fueron muy directas.

El rostro de la madre e hija parecía como si estuviese a punto de estallar por la furia.

-¡Clara, te estás pasando!- gritó Ofelia, mientras su cuerpo temblaba del enojo, -Estos años he hecho todo lo posible por esta familia. Aunque no tengo méritos he dado todo mi esfuerzo. Ahora yo soy tu madre ¿cómo puedes hablarme así?-

-Querrás decir que eres la madrastra. Pero, esto no borra el hecho de que seas una maldita puta roba maridos..¿Acaso piensas que puedes tapar el sol con un dedo? Tú siempre seras la amante.- Clara tarareó su respuesta con desdén.

-¡Tú...!-

La cara de Ofelia estaba deformada por la ira. Lo que más le disgustaba era que la llamaran la otra.

Cuando la madre de Clara todavía estaba viva, Ofelía sufrió mucho por ser la amante. Después de muchos años de espera, la madre de Clara finalmente murió y ella por fin podía coronarse como la señora González. Llevaba muchos años sin que nadie se atreviera a llamarle la amante.

En el pasado, Clara rara vez lo mencionaba, pero ahora que lo había dicho tan directamente, hizo que Ofelia se sintiera más humillada que nunca.

-Mamá, no te enfades.-

Al ver que Ofelia estaba a punto de perder los estribos, Cecilia no tuvo más remedio que apaciguarla. Luego, ella caminó hacia Clara mientras una espesa niebla cubría su mirada.

Clara simplemente respondió su acercamiento con una mirada fría llena de desdén.

-Je-Je. Clara, tú no paras de llamar a otros como la amante, pero la realidad es que, tú solo eres una maldita perdedora que ni siquiera fue capaz de cuidar de su hombre, así que no puedes echar la culpa a los demás por arrebatártelo. Sé que me sientes rencor, pero déjame decirte por qué Francisco me ha elegido a mí...- Cecilia lo dijo en un tono tan bajo que solo Clara podía oírla y era obvio que no tenía buenas intenciones, -Porque estoy embarazada de él. Es una pena que vuestra relación de tantos años no sea suficiente para superar mi seducción.-

En ese momento, Clara se sintió completamente anonadada. No podía creer lo que había oído.

“¿Embarazada? ¿Cecilia está embarazada del bebé de Francisco?”

Resulta que ellos llevaban acostándose mucho tiempo a espaldas de ella.

“¡Sí que ellos supieron cómo humillarla!”.

-Pronto se lo contaré a papá y estoy segura de que no se opondrá. En menos de lo que canta un gallo estaré comprometida con Francisco, ¡Y tú quedaras como la perdedora!-

Cecilia sonrío con orgullo, como si el sufrimiento de Clara fuera su mayor placer.

-¡Cecilia, más descarada no puedes ser!-

Clara estaba temblando de ira mientras la tristeza invadía su interior.

Le era imposible quedarse en casa, así que subió a cambiarse de ropa para directamente ir a trabajar a la empresa.

La revista del Grupo Santa era donde se podía ver las noticias bomba del entretenimiento, su especialidad era sacar los chismes más calientes de las celebridades Aunque la competencia laboral interna era muy feroz, Clara, que se graduó de la universidad hace dos años, entró en esta compañía como reportera y gracias a que hizo reportaje de bastantes noticias destacadas , supo ganarse algo de fama en esta industria.

Clara no tenía buena cara en la reunión de la mañana, de modo que el gerente le reprendió porque tenía una pinta de agotada.

Al ver que se encontraba mal, su amiga Alejandra Guzmán la llevó a una cafetería con la excusa de que iban a reportar una noticia. Allí le preguntó con preocupación, -Clara, ¿ayer no fuiste con Francisco a probarte el vestido de novia? ¿Por qué tienes la cara tan pálida? ¿Ocurrió algo?-

Mirando la cara preocupada de su amiga, Clara sintió ganas de llorar. Enseguida se le cayeron las lágrimas, como si la acumulación de la tristeza finalmente hubiera encontrado un lugar para desahogarse.

-¿Por qué lloras? ¿Qué pasó? ¡Cuéntame!- Alejandra se puso más preocupada.

Hacía muchos años que conocía a Clara, ella siempre le había dado a la gente una impresión de optimista y fuerte, por lo que nunca la había visto llorar tan desconsoladamente.

Llorando, Clara le contó a Alejandra, todos los agravios y amarguras que tenía acumulado en su corazón.

Después de escucharla, Alejandra golpeó airadamente la mesa y dijo -¡Qué sinvergüenza! ¡Qué indecente! ¡Cecilia es una maldita descarada! ¡Y, ese Francisco, siempre lo consideré como el hombre perfecto, pero nunca imaginé que tan solo era una maldita bazofia!¿Cómo pude considerarlo como un hombre decente? ¡¡¡ Maldito cabrón!!!-

-¿Por qué se ha metido con Cecilia? Él sabe bien lo mucho que la odio...-

Aunque Clara aparentaba ser fuerte, en realidad estaba muy triste, como si fuera un pequeño animalito herido.

A Alejandra se le partió el corazón verla así.

Ambas eran amigas desde hace muchos años, por lo que conocía su situación familiar.

Cuando la madre de Clara todavía estaba viva, el padre de Clara le puso los cuernos con Ofelia. Entonces, su madre estuvo deprimida todo el tiempo por la infidelidad de su marido.

Poco después, la madre de Clara murió de una enfermedad, esto fue la oportunidad que esperaba Ofelia para casarse con Adolfo. Una vez casados, Ofelia trajo a su hija Cecilia a la familia González, quitando todo lo que le pertenecía a Clara.

Madre e hija eran unas hipócritas, trataban muy bien a Clara delante de Adolfo, pero a sus espaldas, no paraban de acosar a Clara.

Primero, arrebataron la atención de Adolfo, para luego persuadirlo de entregar la mitad de los derechos de herencia a Cecilia, desde entonces Clara perdió su posición en casa. Ahora, Cecilia incluso le quitó su prometido.

Alejandra sabía muy bien que Clara estaba sufriendo mucho con eso y que solo aparentaba ser fuerte, cuando en realidad su corazón estaba hecho pedazos.

-Clara, no te aflijas. Piénsalo un poco. Ha sido una suerte que hayas descubierto la verdadera cara de ese cabrón, imagínate lo mal que lo hubieras pasado si te casabas con él.-

Alejandra la abrazó, la consoló con gentileza, tratando de darle un poco de consuelo.

Clara se secó las lágrimas y asintió con la cabeza, -Alejandra, gracias. No te preocupes, estaré bien. Algún día les haré arrepentirse por haberme tratado así.-

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