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Silencio Incómodo

Capítulo dos

—MAMÁ —me asomo por la puerta de la habitación.

—Ya voy. Estoy colocándome perfume—escucho su voz lejos y suspiro resignada.

Está lejos, muy lejos de mí.

Aunque viéndole el lado positivo, cuando ella tenga sus cosas privadas, no escucharé sus gritos cerca.

Oigo sus tacones resonar, observo atenta la puerta hasta que ella aparece dejándome verla con un vestido azul suelto hasta las rodillas y zapatos de tacones negros, su maquillaje es sutil y seductor y su cabello suelto que cae en ondas por sus hombros.

Ella si que está elegante.

—Pero mira que hermosa estás, Sara—se posiciona detrás mío, giro mi cabeza un poco y planta un beso sobre mi mejilla—Toda una dama. Mi bebe está creciendo.

—Mamá, ya he crecido ¿no? —niego en desaprobación.

Así son las madres.

—Bajemos que él no demora en llegar—toma mi mano y me jala con ella. Mi estómago gruñe y rápidamente me acuerdo de los espagueti de hace unas cuantas horas.

—Mamá.

—Dime cariño—me observa de reojo.

—¿Qué cocinaste? Es por curiosidad, no es que tenga hambre, bueno si, pero tu sabes como soy y pu...

Me interrumpe—Cenaremos estofado a base de patatas para ti, o como yo lo diría baeckeoffe— levanta la mano dramática y en un suave movimiento se asienta en el sofá, le copio su movimiento y tomo asiento.

Cada minuto que pasa se vuelve una eternidad para mí, nadie ha llegado, nadie ha tocado y mi poca conversación se ha vuelto algo desesperante para mi madre y no la culpo, si estuviera en su lugar ni yo misma me aguantaría.

—¿Mamá cuan...

—Cenaremos cuando él esté aquí, por algo lo invite, ¿no? además, tú me dijiste que le querías agradecer—y ahora me estoy arrepiento. Ruedo los ojos y cruzo mis brazos.

—Sí, pero se está demorando —mi voz se va apagando cuando escucho sonar el timbre de la casa, volteo a verla y tengo una rápida mirada ladina de ella diciéndome lo vez.

—Vamos, tengo que abrir y presentarte ante Wade—se levanta del sillón y se dirige hacia la gran puerta con diseños extravagantes.

Mi vista se va directo al vidrio que nos separa y desde ya puedo decir que es alto, me posiciono al lado de Elizabeth con cierta distancia y ella abre las dos puertas, rápidamente mis ojos conectan con los suyos en perfecta sincronía. Le quito la mirada y escaneo todo de él en menos de un minuto.

Ojos verdes profundo, cabello castaño claro, pómulos cuadrados, nariz perfilada, barba ligera que le da un toque sexy y encantador, viene con un traje negro y camisa blanca que lo hace resaltar sus músculos, corbata negra y unos zapatos del mismo color.

—Bienvenidos, ¿Cómo estás, Wade? no sabía que traías compañía, hubiese cocinado más —junto mis cejas y dirijo mi vista detrás de él.

El otro chico es bonito. Un poco más bajo, pero encantador, tiene ojos marrones, cabello castaño casi negro, nariz perfilada y por toda la cara tiene lunares.

¿Tendrá los mismos lunares por todo el cuerpo?

Este viene con un traje azul, su saco está arremangado en sus antebrazos, también tiene camisa blanca, una corbata azul con puntos negros y finalmente zapatos marrones.

Elizabeth pasa una mano por en frente de mi rostro y reacciono, sus ojos se achican levemente y rápido recompone su postura.

—Ella es Sara—mi madre me da un pequeño empujón hacia el señor imponente y bajo la mirada.

Extiendo mi brazo y siento como su mano toma la mía, una pequeña electricidad pasa por mi cuerpo y me estremezco —Un gusto Sara, soy Wade Dhall, pero eso ya lo debes saber debido a tu madre—¡Dios! Juro que me perdí cuando dijo: un gusto. Tiene una voz gruesa, ronca y sensual.

Dejo de mirarlo y aparto mi mano de la suya.

Señala al chico que está detrás—Este es Matías, mi mejor amigo—le tiendo la mano en saludo y es totalmente natural.

Pero, ¿por qué con él no?

—Un gusto, espero que nos llevemos bien—me dedica una sonrisa de paso y se coloca al frente de mi madre para saludarla—Elizabeth—ella le tiende la mano y sus mejillas adoptan un color rosado.

Le gusta.

Sonrío y niego—Que tal si vamos a comer—propongo al ver que estos dos se han quedado estáticos.

Recibo todas las miradas incluyendo la de él y por mi cara corre un intenso color rojo que no puedo detener. Elizabeth me fulmina con la mirada y abre la boca decidiendo romper el hielo.

—Mira Wade, te seré sincera, hoy acabamos de llegar y creo que lo que hice no va a alcanzar —Elizabeth baja la mirada—es que pensé que no traías compañía.

—No te preocupes. Salgamos a comer en las afueras, yo invito—ruedo los ojos.

Más demora para comer.

—Perfecto, Sara—alzo mis cejas—¿quieres ir o te quedas? —muerdo mis labios.

Si me quedo puedo comerme todo lo que ella hizo, si voy tendré que esperar. Definitivamente me quedo, la observo fijamente y me hace señas con la mirada de arriba a abajo.

¿Por qué la vida es tan injusta conmigo?

Suspiro—Sí, iré—juego con mis manos.

—Ya que ambos llegamos en nuestros autos, no vamos separados.

¿Espera qué? Volteo a verlo y en su rostro hay una linda sonrisa ladina. Mi corazón bombea fuerte y mis manos comienzan a sudar. Ojalá no proponga que me vaya con él, porque me dará un infarto.

Miro a mi madre con cara de preocupación y ella solo sonríe—Bien, yo voy con Matías.

Arpía, mala madre, no esperes que te lave la ropa, te espera un asilo, no esperes nada el día de la madre.

—Sara, ¿me acompañas? —me tiende su brazo izquierdo y con todo el miedo del mundo lo toco.

Este hombre me pone los pelos de punta.

—Bien, vámonos—sonríe para mí.

Agradezco que no me pida la mano, debo admitir que me sudan como no tienen idea.

Que asqueroso.

Caminamos detrás de los tortolos, Wade cierra al salir y su mano toma la mía en acto rápido y seguro. Giro mi cabeza en dirección a él, luce tan intimidante, posesivo, fuerte.

¿Podrá cargarme?*

Pues claro que puede cargarte.-

Mentiría si dijera que es feo.

Me dirige hacia una camioneta negra. Es todo un adonis y seguro cientos de mujeres lo quieren tener como yo lo tengo ahora. Se detiene frente al copiloto y me abre la puerta, miro de reojo y un Mercedes-Benz pasa justo a nuestro lado.

¿Tan rápido se han largado o estábamos caminando lento?

—Sube, por favor. Matías ya debe estar lejos—hago caso a mi acompañante y entro al auto. Rodea la tan grande camioneta y sube rápidamente.

—¿A dónde vamos? —digo sin vacilar. Es la primera cosa que se me ocurre.

—A uno de los mejores restaurante de aquí —introduce la llave y arranca.

Joder.

Aprieto mis piernas y coloco mis manos sobre estas. Estar aquí se siente como un jodido dios y hace mi cuerpo temblar. Abrocho mi cinturón y partimos de las preciosas calles de mi barrio, el silencio en el auto es abrumador, una tensión siento a cada momento y sus ojos no paran de escanearme.

—¿Cuánto falta para llegar? —decido romper el hielo.

—Un poco, pero si quieres manejo más rápido—me voltea a ver y de nuevo se concentra en la carretera.

—Prefiero la seguridad—digo—No es que la seguridad me guste mucho, pero quiero ser cautelosa, además no tengo de que hablar y estamos en un silencio totalmente incómodo.

Dioses ayúdenme, no me dejen morir con él.

—¿Qué te parece si te pregunto o saco temas? —asiento frenéticamente.

—¿Cómo creíste que era? por lo general todos piensan que soy un magnate cuarentón con dos hijos y una linda esposa, pero no, no es así.

Y vaya que no es así, es todo un sensual señor.

—Te seré sincera, yo pensaba que eras un viejo verde que tenía plata hasta para regalar—miro de reojo su expresión divertida.

—Y yo te hacía a ti más niña—achico mis ojos.

—¡Hey! estoy grandecita—golpeo su hombro.

—¡Auch! eso dolió— abro mi boca para reprochar, pero algo ilumina la parte interior del auto.

Las luces de la ciudad se realzan dentro de nosotros, es tan bonita, carteles y letreros iluminados por todas partes, jóvenes y adultos paseando y recorriendo las calles.

—Esto es... Simplemente es hermoso.

—Lo es, pero tengo otro punto de vista no muy lejos de aquí donde puedes ver la ciudad entera—giro hacia él y noto una mirada oscura de sus ojos—Si quieres un día te puedo llevar—dice con voz potente y autoritaria.

Asiento en respuesta. Él dobla un par de calles y justo en frente hay un deslumbrante lugar con mesas rojas afuera y blancas adentro, sus ventanales están medio polarizados y a un costado de aquella puerta tan delicada se sitúa el nombre La Antorcha.

Vaya nombre para que lugar.

—Sé que no es más lujoso que otros que puede ser que has visitado, pero es lo mejor aquí—señala el lugar.

—¿Qué? pero que dice Señor Wade, yo nunca he visitado semejantes restaurantes, este es el primero—muerdo mi labio.

Suspira—No me digas Señor Wade, me hace sentir viejo y no lo estoy—alza sus cejas.

—Vale, entonces, ¿Cómo le digo? —cuestiono.

—Solo Wade o ponme algún apodo si quieres—se encoge de hombros.

—Pues no estaría mal el de Ricky Ricón—sonrío.

Seguro no debe agradarle.

Sonríe de lado—Yo creí que me pondrías algo así como Grey —pasa una mano por su cabello.

—Estas muy lejos de serlo— hablo rápidamente entre dientes.

—Ya lo veremos —susurra.

¿Qué?

—¿Qué dijiste? —alzo mis cejas sorprendida.

—Nada—tira de la manigueta para abrir la puerta y en cuestión de segundos lo tengo abriendo la mía, tomo su mano tendida, él cierra la puerta detrás de mí y pone seguro al auto bien aparcado.

A lo lejos diviso el mercedes-Benz de Matías y sonrío irónica.

Vaya, que rápidos.

Me imagino que mi madre nos está esperando con una buena charla, ruedo los ojos. Llegamos a la entrada y la chica rubia de recepción le da una amplia sonrisa a Wade, directamente lo mira coqueta y sin vacilar. Suspiro, no es que me importe el viejo, solo que debería respetar ya que trae compañía.

—Señor Wade que gusto verlo ¿la misma mesa de siempre? —toma un mechón de cabello de su coleta alta a un lado.

—No, quiero la mesa vista a la ciudad en el balcón—su voz suena remotamente fría y potente.

La chica abre su boca y la vuelve a cerrar, me observa detrás de él y junta sus cejas—Claro, sígame señor Wade—sale de su pequeño cubículo y camina al frente con la cabeza gacha.

Dirijo mi vista a todo el refinado lugar de madera y todas y cada una de las decoraciones, creo que el nombre no le hace mención al lugar.

Llegamos a una puerta de cristal oscuro y subimos por el pequeño pasillo, los focos ahorradores y paredes color marfil le dan un aire antiguo y acogedor, cierta melodía clásica se escucha al subir cada vez más, llegamos al extremo de la puerta y nos detenemos.

—Señor Wade, desde aquí otro servicio lo atenderá— la pelirrubia resguarda la mirada en el suelo y desciende por el pasillo.

—Sara, entremos— tiende su mano y la tomo rápidamente. No es que quiera presumir, pero no quiero que me miren mal nuevamente.

Él abre la puerta y todos los comensales voltean a observarnos con una mirada expectante.

Ni que fuéramos una secta satánica.

Él mira a todos con aires de grandeza y podría decir que su tamaño aumento, la gente vuelve a comer con tranquilidad y dejo salir el aire de mis pulmones.

Ni siquiera sabía que contenía aires.

—Señor Wade, Natalia me informó que desea la mesa del balcón—una chica rellenita se posiciona en frente nuestro con una sonrisa.

—Sí, así es.

—Por favor, síganme—nos guía por el salón y en una esquina diviso a mi madre hablando muy animadamente con Matías.

Está enamorada—Wade ¿por qué no comeremos con Elizabeth y Matías? —susurro.

—Porque aquí todas las mesas son de dos personas—voltea a mirarme—esto es más personal e íntimo—señala la puerta en frente de nosotros. La chica saca un juego de llave de su delantal y en un minuto las puertas son abiertas de par en par.

Mi cuerpo no se mueve, mi respiración se agita y mi boca no puede cerrarse.

Esto es impresionante.

La vista a la ciudad, las farolas en un costado del ventanal, la mesa perfectamente colocada con un mantel blanco y sillas de madera grandes como para un rey y reina.

Dios, lo juro, quiero llorar.

...

Nota de autora:

Hola. Solo estoy por aquí para decir que este símbolo (*) y este símbolo (-) es cuando Sara habla con su mente y lo verán casi hasta el final de la novela al igual que otros que añadiré, ya que no puedo poner cursivas ni negritas.

Os Quiero SGLOUD

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