CAPÍTULO 5. UNA BASTARDA…
Siendo las once de la mañana, Donald llegó a la empresa, acompañado por Yves, quien sentía mucho susto, porque sería “evaluada” por sus cuñadas. Estas, juzgaran si es la candidata ideal o no, para que se case, aunque ya esto, él lo decidió.
Así que «¿Cuál es el susto?» pensó, ella. Apretando con fuerza, la mano de Donald, quien la conducía hacia la sala de junta.
En el trayecto hacia dicha sala, fueron muchos los ojos de envidia e intriga que despertaron y se alertaron ante la llegada de ellos. Siendo observado muy insistentemente, el escote delantero del vestido de Yves.
—¿Lista para enfrentar a los leones? —preguntó él, al llegar a la puerta.
—Ssssí, Donald, aunque con un poquito de susto, pero lista, mi amor —respondió ella, con su voz trémula, recibiendo un suave beso en sus labios.
Él giró la manilla de la puerta y entró con diez minutos de retraso, por lo que todos los accionistas y los invitados, dirigieron hacia ellos la mirada, pero sobre todo, a la joven que lo acompañaba y su pronunciado escote delantero.
—Buenos días —saludó él, sin fijar su mirada en alguien en especial, pero con una sonrisa de satisfacción en su rostro, al ver todas las caras de asombro. Él, no prestó atención a esto y buscó una silla para Yves, colocándola a su derecha.
—Buenos días —también saludó Yves, sin soltar la mano de Donald y sentándose a su lado.
—¿Quién es la joven hermano? Recuerda que esta es una reunión de trabajo, no uno de los antros, donde al parecer estás entrando, a pesar de tu estatus y tu nuevo cargo —interrogó su hermana Jade, cruzando mirada rabiosa con su invitada, Laila Thomas.
—¡Ah, caramba, hermanita! Pensaba hacer la presentación de ella al final de la reunión, pero como estás tan ansiosa, la voy a presentar de una vez —respondió él sonriendo, mirando fijamente a Yves, a los ojos y besando sus labios, delante de todos, extendiendo su brazo y su mano derecha.
»Les presento a la señorita Yves Johnson, mi prometida y futura esposa —mostrando la mano, donde ella lucía su bello anillo de compromiso. Al terminar esta frase, se escuchó el grito de una de sus hermanas.
—¡¿Queee?! —gruñó Venus.
—¿CÓMO QUE TU PROMETIDA? —gritó enojada Jade, totalmente histérica.
—¿De dónde, sacaste esta zorra? —vociferó Venus.
Yves, asombrada de esta bienvenida, miró a Donald, como pidiéndole permiso para defenderse, y él solo asintió con su cabeza. Por lo que, fue solo fracción de segundo para que llegara la respuesta de parte de Yves:
—¡Señora! Le recuerdo que el día que esta zorra —señalándose ella misma con el dedo índice de su mano izquierda— estaba en su madriguera, usted me acompañaba o ¿no se recuerda? —preguntó Yves con una mirada desafiante, dejando a todos los presentes sorprendidos por su atrevimiento.
—¿Cómo te atreves a igualarme contigo? —gritó Venus.
—Tú te lo buscaste —le advirtió su hermano, enfadado con ella.
—¿Y cómo quieres que no pensemos que sea una zorra que anda detrás de tu fortuna? ¡Cuando fíjate como se viste! —agregó Venus.
—A mí particularmente me encanta como está vestida, bueno que a la larga, ella se viste para mí, para lucirme su cuerpo a mí, a nadie más —mirando rápida y gélidamente, a quienes tenían fija su mirada en esta.
Luego, retomó su derecho de palabra como el CEO de la Institución y quien, por lo tanto, presidió el Consejo Directivo, presentando a Yves, a todos los accionistas, sin incorporar en su presentación a sus hermanas, ni a su amiga.
Posteriormente, dio por concluida la presentación y se dedicó a los puntos que serían tratados en la reunión, en especial, la fusión con la empresa del ramo inmobiliario Thomas & Compañía representada en este acto, por Laila Thomas.
Esta última, era una de las más asombradas y quien en forma arrogante, pretendía imponer sus criterios, pasando por alto que los Evans, seguían manteniendo la mayoría absoluta de las acciones y por ende, la capacidad de decisión.
Habiendo acordado finalmente los términos de esta fusión, con la participación de los abogados de las dos partes, Laila, se levantó de su asiento, retirándose, pues, ella había acudido a la sesión, confiando que a Donald no le quedaría otra, que comprometerse con ella, ya que esto se lo habían asegurado las hermanas de él.
Al retirarse esta, Yves pudo percibir una mirada cargada de rabia y odio hacia ella, tanto de parte de la mujer que se retiraba, como de las hermanas de Donald. En cuanto, a los demás, pudo percibir en unos, miradas de admiración, en otros de incredulidad.
Una vez que concluyó la reunión, Donald se levantó de la silla para retirarse con Yves, cuando su hermana Venus, los detuvo con un «alto ahí» agregando además, «que esto no había concluido», por lo tanto, debían volver de nuevo a sus asientos.
Según ella, él no iba a llegar de la noche a la mañana, presentando una mujer como su futura esposa, sin que ellos averiguaran ¿Quién era? ¿De dónde la había sacado? Él, riéndose ante estas palabras de su hermana y tomando de la mano a Yves, le comentó:
—Mi amor, responde todo lo que te pregunten con tranquilidad, pues, ya mi decisión está tomada y nos casaremos en dos semanas, tiempo más que suficiente, para que celebremos, nuestro matrimonio, en una reunión íntima, considerando el estado delicado de tu mamá.
—¿Cómo que te casas en dos semanas? —Gruñó su hermana, perdiendo el control de la situación y dejando de lado su glamour—Siendo tú el CEO de la Trasnacional, se debe hacer una celebración acorde a tu cargo, estatus y muy especialmente, a tus abolengos.
—¡Ese es mi hermano, Robert! Recuerda que estaré en este cargo, hasta que él se recupere. Por otra parte, respeto mucho a mi suegra y en consideración a ella, la boda se llevará a cabo, en completa intimidad familiar.
Yves, estaba asombrada de la forma como Donald hablaba y trataba a sus hermanas. No obstante, era obvio, que se lo merecían.
—Me pueden preguntar lo que gusten —aseveró Yves, con una voz dulce, manteniendo la calma.
—¿De dónde es tu apellido Johnson? Parece muy corriente —declaró Jade.
—¡Igual al de ustedes! En todo caso, soy Johnson por mi madre —respondió ella con humildad.
—O sea… que, además, eres “una bastarda” —respondió Jade, llevándose las manos a su rostro, dejando ver toda una colección de anillos en cada uno de sus dedos.
—Definitivamente, Donald ¿De dónde sacaste a esta mujer? ¿La contrataste, para que se hiciera pasar como tu prometida? Porque no puedo creer que seas tan inepto para elegir esposa —comentó Venus, totalmente enfurecida y levantándose de su asiento.
—¡Prefiero ignorarte! —Comentó él, tomando a Yves de la mano y ayudándola a levantarse de la silla— ¡Vámonos, mi amor!
—¡Tú no vas a ningún lado! Hasta tanto no terminemos esto —gritó nuevamente Jade, totalmente enfurecida.
Donald, con una mirada siniestra, se sentó de nuevo, junto a Yves, pegando su silla a la de ella, rodeándola con sus brazos. Luego, tomó una de sus manos, la llevó a sus labios, besándola suavemente y le comentó muy bajito:
—Disculpa mi amor, este absurdo, pero así son las ancianas de mi familia —haciendo reír abiertamente a Yves. Lo cual no agradó a ninguna de las hermanas de Donald. Mientras, los demás accionistas, optaron por retirarse y dejar este espectáculo solo para la familia.
—¿Qué haces? ¿A qué te dedicas? ¿Y qué tiene tu madre? —preguntó Venus, con desdén y mirando por encima del hombro a la joven.
—¿Vas a seguir con la necedad? —preguntó él.
—Déjalas mi amor, puedo responder, no me avergüenzo de lo que soy, porque no lo elegí, me tocó y ya. Trabajo de secretaria, recepcionista, vendedora, lo que salga, pero de forma temporal, porque mi madre, tiene cáncer en su fase terminal y me necesita mucho.
—Esto no es lo que esperábamos para ti Donald. Tú sabes que no te apoyaremos en esta locura, ya te apoyamos bastante con tus sueños altruistas y filantrópicos —expresó Jade.
—¡Estoy asombrado! De la consideración y respeto que ustedes sienten por el sufrimiento ajeno. Carecen totalmente de calidad humana. Me avergüenzo de ser familia de ustedes —replicó Donald, enfurecido, levantándose de su silla, sin soltar a Yves.
—Solo queremos que te quede claro. No aceptaremos esta locura que involucra tu vida personal y nuestro apellido —gruñó Jade.
—Que quede claro, hermanita ¡no necesito, tu permiso ni tu apoyo, para casarme! —contestó él, con ira.
—¡Entonces, te vamos a desheredar! —gritó Venus, totalmente enojada y arrojando a la mesa, los documentos que mantenía en sus manos.
—¡Ja! ¡Haz lo que te dé la gana! ¡No me hace falta, ni me interesa! —replicó él, con el ceño fruncido y una mirada gélida. Caminando hacia la puerta, con Yves de la mano. Deteniéndose de repente, para agregar:
»¿Quién te dijo que tenías autoridad para cambiar la decisión testamentaria de nuestros padres? —Inquirió él, con su mirada afilada y fría— ¡En todo caso, me da lo mismo! Y si, a esas vamos…
»Atente a las consecuencias, pues no seguiré al frente de la trasnacional, así que vayan buscando otro CEO —agregó, con el ceño fruncido, algo muy inusual en él y abriendo la puerta, para salir con Yves.
