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02

Después de ordenar su habitación, Valeria bajó a desayunar y encontró a su madre preparando el almuerzo. Se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla como saludo.

—Mamá, ¿qué has preparado para el almuerzo? Huele delicioso.

—Pollo, puré de papa, ensalada. ¿Vas a comer desayuno y almuerzo juntos? Siempre me sorprendes, Valeria.

—Tengo hambre, mamá. ¿Papá también trabajará duro hoy? Es domingo, debería descansar un poco.

—Valeria, sé agradecida. Gracias a la compañía donde trabaja tu padre podemos vivir bien. Aunque mi trabajo de medio tiempo no se compara con su salario.

Valeria se sentó y reflexionó sobre la situación. Deseaba que su padre pudiera descansar más los fines de semana y no trabajar tanto, ya que eso podría afectar su salud. Además, ella quería conseguir un trabajo para poder ayudar con los gastos del hogar y tener su independencia financiera.

A pesar de las dificultades, Valeria mantenía viva su pasión por el arte y soñaba con convertirse en una artista reconocida. Mientras tanto, seguiría esforzándose y visualizando su futuro con su propio estudio creativo. Aunque la vida era agitada y llena de responsabilidades, Valeria sabía que valía la pena luchar por sus sueños.

Paul estaba en su apartamento teniendo una conversación con su amigo Isaac, quien había llegado de forma inesperada después de un largo viaje por Dubai. Isaac estaba contando sus experiencias en ese país, todo lo bonito que había vivido. Mientras tanto, la pequeña Abril estaba mirando la televisión cerca de ellos, disfrutando de su programa favorito.

Paul no pudo evitar reír al verla tan feliz, lo que lo distrajo de la conversación con Isaac.

—...Así que por eso regresé - comentó Isaac.

—Vale. Me alegra que hayas disfrutado tu tiempo en Dubai y que ahora estés de regreso. ¿Tus padres se quedarán más tiempo allí? - preguntó Paul.

—Mis padres querían unas vacaciones largas, pero yo regresé por trabajo pendiente. De todas formas, hubiera disfrutado quedarme un poco más si no fuera por eso - explicó Isaac.

—Entiendo. Es bueno que hayas podido disfrutar. ¿Has pensado en volver en el futuro cuando tengas más tiempo libre? - sugirió Paul.

—Por supuesto, me encantaría volver. ¿Y tú? ¿Tienes planes de viajar? - preguntó Isaac.

—Estoy pensando en llevar a Abril a un lugar hermoso para que disfrute. Está a punto de comenzar la escuela, y estoy considerando contratar a una niñera para ayudarme con ella mientras yo trabajo - reveló Paul.

Isaac asintió, comprendiendo la situación de Paul.

—Eso suena como una buena idea. Asegúrate de elegir a alguien en quien confíes para cuidar de Abril. No puedes confiar en cualquiera para cuidar a tu hija - aconsejó Isaac.

—Exactamente, quiero encontrar a alguien en quien pueda confiar plenamente. Mi madre no está muy involucrada con Abril, así que necesito una niñera que pueda ocuparse de ella mientras yo trabajo - explicó Paul.

—Es comprensible. Con tu trabajo en la compañía, necesitas alguien en quien puedas confiar para cuidar de Abril. Espero que encuentres a la persona adecuada - comentó Isaac.

La conversación continuó mientras Abril seguía viendo la televisión. Paul se sentía nostálgico al ver a su hija, recordando a su madre ausente. A pesar de la situación, deseaba un futuro mejor para Abril, una mujer que pudiera guiarla y estar a su lado.

Isaac se despidió y Paul acompañó a su amigo a la salida. Al regresar, Abril le pidió un sándwich, pero Paul decidió no dárselo, preocupado por su salud. A pesar del puchero de la pequeña, Paul le explicó la importancia de comer de forma balanceada.

Finalmente, Paul abrazó a Abril y le dio un beso en la frente antes de que la pequeña se fuera a dormir, asegurándose de que entendiera que lo hacía por su bienestar.

—Papá, por favor —insistió la niña.

Paul se acercó a Abril, intentando calmarla.

—Ya dije que no, mejor te llevo a tu habitación, te vas a lavar los dientes y a la cama. ¿No deseas que te lea un cuento? Porque puedo hacerlo, Abril.

Ella cambió su expresión y parecía un poco más emocionada. Eso lo dejó aliviado, verla contenta lo llenaba de alegría.

En pocos minutos, Abril estaba en la cama. Paul tomó un libro de cuentos de la pequeña estantería que tenía en la habitación, sabía que probablemente ya conocía el cuento, pero disfrutaba de ver a Abril emocionada por escucharlo. Era increíble lo feliz que se veía cuando leía cuentos. La miraba con admiración, viendo en ella un angelito.

—"El monstruo que se acercaba a la princesa se dio cuenta de que no había maldad en ella y decidió desaparecer" —finalizó mirándola plácida.

Abril ya estaba dormida placenteramente, y Paul apagó las luces de la habitación antes de salir. Se quedó un tiempo en el umbral de la puerta, observando a la pequeña dormir, parecía un ángel.

***

En sus sueños, Lara se colaba una y otra vez. El sueño se convirtió en pesadilla, y Paul se despertó sudoroso en la madrugada. Le costó conciliar el sueño, sus pensamientos lo atormentaban, especialmente recordando el pasado doloroso y la culpa que sentía.

Paul luchaba internamente entre mostrarse como un roble ante el mundo y su vulnerabilidad en privado. A pesar de todo, Abril era su razón para seguir adelante, su fortaleza en momentos de debilidad.

La mujer que amó ya no existía y era una dolorosa verdad que debía aceptar.

***

A la mañana siguiente, Valeria se preparaba para ir a la universidad con la intención de hablar con su profesora sobre su proyecto con Amanda. La infidelidad de su madre era una distracción constante en su mente.

No encontró a su madre en la mañana, lo que aumentaba sus sospechas sobre su infidelidad. Sentía mucha rabia hacia su madre por mentir y engañar a su padre de esa manera.

Su madre Sofía engañaba a su padre con aquel hombre llamado Orlando.

En clase, Valeria estaba tan distraída que tuvo que pedir permiso para ir al baño. Amanda la acompañó y le ofreció su apoyo, instándola a hablar con su padre sobre la infidelidad para liberarse del miedo que la consumía.

Después de hablar con Amanda, Valeria decidió enfrentar a su padre esa misma semana, sabiendo que no se sentiría bien, pero al menos experimentaría alivio.

Esa jornada, en lugar de estar en su hogar o en su habitación frente a la computadora portátil para realizar la investigación necesaria, había optado por ir a la biblioteca de la universidad y quedarse allí como hacían otros estudiantes. De alguna manera, estaba evitando a su madre, a quien veía como un recordatorio constante de lo que estaba haciendo mal, de lo mendaz que podía ser. Ya no soportaba la situación.

Después de pasar aproximadamente dos horas en la biblioteca, decidió regresar a casa. Afortunadamente, su madre no parecía estar allí, ya que durante esos días en los que prefería no verla, su mamá brillaba por su ausencia. Se encerraba en su habitación para no tener que enfrentarla, ya que detestaba la situación y la forma en la que se estaba desarrollando.

En ese momento, Valeria anhelaba tener su propia casa para no tener que lidiar con esa situación. Sin embargo, no le quedaba otra opción que enfrentarla. Al llegar a casa, se preparó algo para comer, ya que estaba hambrienta. Había pasado por una cafetería de regreso, pero lamentablemente olvidó el dinero en su habitación y no se detuvo a comprar algo para comer.

La próxima vez sería más cuidadosa. Mientras comía en un taburete, su madre apareció de repente.

—Hija, tu padre mencionó las vacaciones familiares y quería hablar contigo al respecto, ya que apenas te veo. Sé que estás ocupada con la universidad, pero me gustaría saber tu opinión sobre el posible destino de nuestras vacaciones. ¿No te emociona la idea de tener un descanso? —preguntó su madre.

Valeria quería decirle a su madre que lo último que quería era participar en un viaje hipócrita que la haría sentir aún más incómoda. Sin embargo, se esforzó por contener sus palabras y respondió:

—Creo que cualquier lugar que elijan estará bien. Estoy de acuerdo con cualquier destino que se escoja. Ahora, si me disculpas, tengo cosas que hacer.

Su madre la instó a terminar de comer antes de dirigirse a sus actividades. Valeria recogió su plato y subió a su habitación, tratando de evitar a su madre.

Mientras tanto, Sofía estaba preocupada por Orlando y se sentía culpable por la mentira que le había contado a su hija. Las amenazas de Orlando la atemorizaban, y se sentía acorralada por el miedo. Se sentó en el sofá, tratando de recuperar la calma que tanto necesitaba.

Se planteó la posibilidad de confesarle a su esposo lo que había hecho, pero le faltaba el coraje. Pensó en hablar con su hija sobre el tema, pero temía decepcionar a las personas más importantes de su vida.

Se había metido en esa situación por su propia culpa. La incertidumbre y el miedo la invadían, y el tiempo se agotaba. No sabía qué camino tomar para arreglar las consecuencias de sus acciones.

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