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DESTINO

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Sinopsis

Se piensa que el destino es una fuerza o voluntad sobrenatural que fatal e irrevocablemente decide todo lo que sucede en la vida humana, por eso cada uno de nosotros tiene su propio destino escrito y nadie puede cambiar el hilo de la vida. Ese hilo rojo que siempre ha leído las almas entre sí y no hay tiempo, lugar o circunstancia que pueda impedir que las almas se encuentren algún día. Sin embargo, frente a dos corazones rotos, este hilo comienza a romperse poco a poco, especialmente cuando las sombras del pasado vuelven para acechar la vida de Delisa, pero también la de Stephen.

TraicónDulceAmor-OdioVenganza RománticoMatimonio por ContratoAmor a primera vista Castigo

Capítulo 1

El tiempo es muy valioso para cada uno de nosotros aunque no todos le demos la misma importancia. Hay quienes piensan que el tiempo es una fuente de ingresos, cuanto más trabajas y más dinero puedes ganar, así como hay personas que ven el tiempo solo como una herramienta, utilizándola para saber la hora o el día exacto. Pitágoras, Einstein o incluso Newton, todos tienen una idea diferente sobre el tiempo, pero la mejor manera de entender el tiempo sería imaginar un mundo sin él. Tal mundo atemporal se detendría, pero si ocurriera algún cambio, ese mundo atemporal sería diferente ahora de lo que era antes. Este período, por pequeño que sea, entre el antes y el ahora indica un tiempo que debe haber pasado. Por lo tanto, el tiempo y el cambio están relacionados porque el paso del tiempo depende de los cambios que se produzcan. En el mundo real, sin embargo, los cambios nunca se detienen. Algunos cambios parecen ocurrir una sola vez, como la caída de una hoja. Otros cambios se repiten una y otra vez, como el choque de las rocas por las olas del mar, o la puesta y salida del sol, la alegría, el sufrimiento o las lágrimas. Pero el mundo atemporal no existe y creo que el tiempo es el hilo de la vida que une nuestra existencia y que una vez que ha pasado no puede ser devuelto. Por eso a veces lo único que queremos es poder añadir unas cuantas horas más a cada día. Te empuja a seguir adelante aunque quieras o no porque es el clima lo que afecta nuestras vidas. Todo lo que la vida realmente significa es tiempo invertido, administrado, esperado. El universo, la vida, toda la existencia, todo comienza y termina con el tiempo porque el tiempo es como un mercader. Guardar los segundos de nuestras vidas para ser subastados. Nos vende al sufrimiento, al llanto, menos a menudo a la felicidad y la alegría. Te deja solo con los recuerdos y si quiere cura todas las heridas.

El tiempo ama atormentarnos, a veces juega malas pasadas incluso a los fuertes. Nos deja atrapados en un determinado momento de la vida que ni siquiera sabemos qué dirección tomar. Justo como me pasó a mí. Para mí, el tiempo se detuvo ese día, quitándome la posibilidad de vivir como antes. Para mí la manecilla del reloj se ha detenido a pesar de que el tiempo ha pasado porque no mira a nadie a la cara, sigue sin parar y hoy quisiera poder cambiar la hora, o simplemente poder volver atrás aprovechar al máximo mi tiempo, tomando una decisión completamente diferente a la que tomé ese día.

Delisa

Delisade pequeña toda niña sueña con vivir en un gran castillo, con ser princesa y encontrar a su príncipe azul pero esto puede ser el comienzo de un cuento de hadas, de una ilusión, pero no la mía. El castillo en el que vivo parece una fortaleza, un poco como la torre en la que encerraron a Fiona. En algún lugar un poco apartado, en medio de la nada porque a papá no le gustan los vecinos ruidosos. Al menos eso dice él pero la verdad es que no le gusta la gente en general pero tiene un casino que prácticamente se llena todas las noches y aquí se me ocurre que el señor Hunter Turner es un poco incoherente.

-¿Todavía está sucio?- La voz de Owen llega a mis oídos, asustándome un poco ya que estaba absorto en mis pensamientos.

-Y sin embargo me parece limpio- sigue hablando mientras me señala el vaso que aún tengo en mis manos.

-Tal vez porque lo es- respondo murmurando mientras finalmente enjuago ese pobre vaso que he estado enjabonando durante minutos enteros.

-¿En qué estás pensando?- pregunta con curiosidad mientras coge dos copas y prepara dos chupitos como ahora hace todas las tardes después del cierre del club, como si fuera una especie de tradición, nacida por casualidad una noche como tantas otras pero que noche, la primera en absoluto habíamos brindado algo que lo alegraba y aunque no me confesó el motivo acepté hacerle compañía de todos modos y desde esa noche cada vez que estamos felices o simplemente tristes, o pensativos como en mi caso esta noche, puntualmente prepara algo para beber.

-Nada importante- respondo mientras agarro el vaso de la parte superior del mostrador y lo termino de un solo golpe.

-Delisa- me llama en tono de reproche a lo que resoplo. Conocí a Owen hace un año cuando había decidido celebrar mi cumpleaños aquí en su club y creo que enseguida nació una simpatía entre nosotros ya que desde ese día nos hicimos amigos y ahora trabajo con él. Dos o tal vez tres meses después de mi cumpleaños número dieciocho me enteré que Owen tenía algunos problemas con el lugar y aún recuerdo su desesperación por encontrar una solución para no cerrar este lugar que tanto ama así que sin pensarlo dos veces me propuse como su pareja, poniendo a su disposición una gran cantidad de dinero, el mismo que necesitaba para pagar a los proveedores y si inicialmente se negó, luego aceptó mi oferta, salvando así al Candelabro, mientras que yo solo me salvé a mí.

-Hunter- murmuro molesto el nombre de mi principal problema. Mi padre, Hunter, a veces me lleva a la desesperación, por eso decidí convertirme en la pareja de Owen. Solo había visto una gran oportunidad que me permitiría salir de esa fortaleza y tengo que admitir que inicialmente el Sr. Hunter no estaba tan contento con mi iniciativa pero tuvo que cambiar de opinión cuando tuve la brillante idea de chantajeándolo. La cosa fue muy sencilla, o me dio permiso para trabajar con Owen o me hizo trabajar en el casino y como no quiere que me acerque sola a la entrada de ese lugar, tuvo que apoyar de mala gana mi iniciativa.

-¿Lucharon de nuevo?- pregunta curiosa. Owen me conoce tan bien que sabe prácticamente todo sobre mí, incluso mis discusiones con mi padre.

-Siempre discutimos- respondo encogiéndome de hombros. Mi padre es el tipo de persona a la que le gusta dar órdenes mientras que a mí no me gusta que me manden y, de hecho, casi todos los días chocamos y no siempre por una buena razón. La mayoría de las veces sucede porque está de mal humor y no sabe a quién culpar y como los componentes de la casa han disminuido, solo me ve en su radar visual.

-¿Qué te hizo?- pregunta preocupado mientras da un paso adelante, acercándose aún más a mí.

-Nada, solo que últimamente está más irritable que de costumbre y se ha vuelto muy insistente. Prácticamente me revisa todo el tiempo- respondo desesperada. Hunter siempre ha tenido la manía de controlarme pero desde hace un tiempo me estresa más de lo necesario, impidiéndome hacer muchas cosas, como ir a la universidad y a pesar de mis innumerables preguntas nunca ha querido darme una respuesta y si traté de insistir se volvió loco, tanto que una vez, por primera vez en el día, me dio una bofetada.

-¿Te molestó?-

-Si quieres saber si levantó las manos, la respuesta es no, Owen. Esa fue la primera y última vez que lo hizo- lo confieso sinceramente. Por más gilipollas que puede ser mi padre por su comportamiento nunca me hizo daño y después de ese día se sintió culpable durante una semana seguida, disculpándose prácticamente todos los días.

-Escuché que hay una fiesta aquí- La voz aguda de mi mejor amiga Trixy llega a mis oídos, recordándome que ella desapareció de mi vista hace algún tiempo.

-Pero, ¿dónde has estado?- Pregunto curioso mientras dirijo mi mirada hacia la habitación donde mi amiga está en el centro mientras se tambalea hacia la barra del bar.

-En el baño- responde encogiéndose de hombros.

-¿Todo este tiempo?- Pregunto con mucha curiosidad mientras doy la vuelta al mostrador para acercarme a ella y ayudarla a sentarse en el taburete. Está tan borracha que apenas puede aferrarse a esas cosas que sigue llamando tacones. Para mí, en cambio, esos zapatos son el demonio capaz de torturar mis pobres pies cada vez que mi padre se empeña en obligarme a ponérmelos en esas estúpidas cenas que de vez en cuando organiza en nuestra casa con sus socios.