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Cuando estamos en la OSCURIDAD

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Freddy
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Sinopsis

En Inagaust cada uno tiene su propia marca. Un triángulo en el dorso de la mano, verde para los guardianes de la tierra, azul para los maestros del agua, blanco para los encargados del aire y rojo para los maestros del fuego. Todo el mundo forma parte de una de estas categorías. Todos excepto Alicia. Desde pequeña, sus padres, asustados por su marca y lo que podría representar para los demás, siempre la han mantenido oculta, declarando que se encuentra en "debilidad de salud". Pero sabe bien que cuando cumpla diecisiete años tendrá que ir a la gran escuela de educación mágica: Lapisclara. A pesar de esa extraña marca de color púrpura brillante en su hombro que parece grabarse más y más en su piel cada día, necesita respuestas. Depende de ella descubrir a qué se enfrenta. "La oscuridad acarició su rostro y la miró con grandes ojos negros. Parecía querer tragarla y drenar lo que había de humano en ella. Deambuló cerca y la rodeó mirándola como un depredador mira a su víctima. Sólo cuando el Chica, extendió la mano y lo tocó y entendió que no era la oscuridad. Eso era luz pero disfrazada, pero ella era oscuridad y todos allí sabían que estaban peleando pero en el lado equivocado. ¿Quién dice que la oscuridad es mala y la luz? ¿bien? " ¿Estás dispuesto a matar inocentes en nombre del bien? ¿O tendrás la fuerza para rebelarte contra lo que todos llaman el mal?

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Capítulo 1

Si me pidieras que te contara mi historia te aburrirías muchísimo. Pero como estoy sentado aquí en este sótano sin hacer nada, intentaré aburrirte.

Nací en la gran ciudad de Inagaust hace exactamente diecisiete años. No vengo de una familia adinerada pero siempre nos hemos arreglado con poco. Mi padre trabaja como comerciante mientras mi madre es costurera. Al quedarme en casa la mayor parte del día aprendí su oficio y le doy una mano con los artículos que las familias adineradas le encargan. Nuestra ciudad está radicalmente dividida en tres partes. Están los muy ricos, los ricos y los que llegan a fin de mes. Nosotros somos los que vivimos, obviamente. Pero las divisiones que realmente importan son cuatro: Los manipuladores del aire, los guardianes de la tierra, los gobernantes de las aguas y los amos del fuego. Todos tienen un triángulo permanente en el dorso de la mano que es blanco para el aire, verde para la tierra, azul para el agua y rojo para el fuego. Mi madre es una maestra agua, mientras que mi padre y mi hermano son guardianes de la tierra.

Quizás te preguntes, Javier, ¿en qué categoría entro?

Pues en ninguno de estos. Y aquí entenderás por qué paso la mayor parte del tiempo encerrado en un sótano. Cuando tenía seis años apareció la marca en mi hombro. Esto ya es bastante raro dado que la marca sólo aparece a la edad de diecisiete años y sólo en el dorso de la mano. Esto fue una ventaja ya que es muy fácil de ocultar, pero la historia no termina ahí. La marca no era roja, verde, azul o blanca. No, el triángulo era morado con un círculo rodeándolo. Mi madre y mi padre, desconcertados, decidieron ocultarme de los ojos de los demás y buscar información en secreto. Después de dos años de intensa investigación, se dieron por vencidos y yo también renuncié a vivir como un paria. Mis compañeros iban a la escuela e hacían amigos mientras yo tenía mi pequeña escuela privada en el sótano y tenía a mi madre como única maestra. No era una niña del todo infeliz, durante el día ayudaba a mi madre con su trabajo y consecutivamente durante cuatro horas diarias ella me enseñaba las cosas que ella consideraba apropiadas para mi edad. Por la noche, sin embargo, mi padre me sacó y mientras caminábamos por las calles adoquinadas me contó lo que pasó en el mercado. Cuando no tenía que estudiar, mi hermano me enseñó a tirar con arco y a pelear con espada, fue un excelente maestro y durante años nos superamos mutuamente. Hasta que cumplió diecisiete años y la gran escuela de magia se lo llevó. Aún no tenía la marca cuando se fue pero con una carta nos informó que apenas un mes después apareció en su espalda la marca de los custodios de la tierra. Mi padre estaba orgulloso de él y mi madre también me dijo que estaba orgullosa mientras tenía lágrimas en los ojos. La escuela de magia o mejor dicho Lapisaclara permite a sus alumnos ver a su familia solo en el mes de Trawst y Alaw que son los dos meses más calurosos del año, es en ese momento que mi corazón late más rápido. Me encanta subir al techo de la casa y ver a los estudiantes de Lapisclara deambular por las estrechas calles de la ciudad pero sobre todo me encanta escuchar las historias que cuenta mi hermano sobre todo lo que sucede dentro de los muros de ese enorme castillo. Ahora mi hermano Joel tiene que empezar el tercer año mientras yo me veo obligada a cursar el primero. No verán ninguna marca en la espalda y después de unos meses me enviarán a casa asombrado de haber conocido a la primera persona aparentemente sin una marca. Espero que la historia termine ahí. Ya tengo bastante prejuicio por el hecho de vivir siempre en casa y no aparecer nunca, he oído que me llaman Quimera en alusión a la horrenda criatura mitológica. Creen que me quedo en casa porque tengo alguna deformidad.

Ahora no puedo decir nada más Javier, la "vida" me llama.

Con amor

Alicia.

Una semana antes de mi partida, mi padre adquirió algo que me ayudaría a adaptarme a los demás.

-Richard logró crear este polvo- mi padre coloca sobre la mesa una pequeña bolsa que contiene polvo azul.

Me inclino para mirarlo de cerca, parece brillar bajo la suave luz de las velas.

Miro con curiosidad a mi padre -¿Para qué es?-

Él sonríe levemente - Te permite crear una marca, no te da magia. Si al menos ven la marca pensarán que no eres muy talentoso y no le prestarán atención-

Después de muchos meses mi corazón se aclara un poco -¿Cómo es posible esto?-

Mi padre se encoge de hombros -Dejé de hacerme estas preguntas desde que trabajo en el Mercado, hay tantas cosas raras que ni te imaginas-

Asiento sin quitar los ojos de la bolsa -Ahora será mejor, aunque seré el hazmerreír de mi clase-

Seré la última de la clase, la que no podrá hacer ninguna magia, la que cuando tenga que levantarse delante de todos para hacer una prueba, se quedará ahí mirando al suelo. Pero está bien, si descubrieran que realmente soy un monstruo, podrían hacer cosas mucho, mucho peores que eso.

Mi madre me da una sonrisa tranquilizadora -Lamentablemente eso es lo que tienes que hacer por tu seguridad. Recuerda que tu vida es mucho más importante que la vergüenza.

Asiento -Lo sé, cuando esté allí intentaré hacerme notar lo menos posible-

La risa de mi hermano me afecta -¿Hacerte notar lo menos posible? ¿Pero te has visto a ti mismo?

-¿Parezco un monstruo?- Pregunto con voz débil.

Mi hermano se arrodilla junto a mi silla y toma mi mano - Todo lo contrario Aly, eres especial y ellos no lo saben. Nadie te ha visto nunca, ese es el problema- niega con la cabeza y mira a mis padres -Esto no lo podemos evitar-

Mi madre se apoya en la mesa con mirada cansada -¿Esto qué?-

Joel me señala - Ella, es normal que tenga cierto efecto, muchos intentarán acercarse a ella por curiosidad. Después de todo, ella es la chica que permaneció encerrada en la casa durante once años.

Mi corazón se desinfla como un globo. Quién sabe hasta cuándo para mis compañeros seré “La niña segregada en casa”.

Dejé escapar un fuerte suspiro -Está bien, no importa. Al menos estarás ahí – miro a Joel con cariño y acaricio su cabello castaño.

-Voy a la habitación, estoy cansada- Saludo a todos con un beso y bajo las escaleras para llegar a mi pequeña isla segura.

Me detengo frente al espejo y, bajándome el tirante del pijama, observo mi marca. El triángulo morado parece brillar ligeramente e incluso el círculo que lo atraviesa tiene el mismo tono. Miro mi cara y admito con resignación que yo tampoco me parezco a mis padres. Parezco venir de otro mundo. Mi cabello que llega más allá de mi cintura es casi demasiado blanco y brillante para ser natural y mis ojos son muy claros y casi antinaturales. Mi madre tiene cabello castaño y ojos caoba mientras que mi padre tiene cabello castaño y ojos grises. Mi hermano Joel heredó el cabello castaño y los ojos grises de mi padre.

Yo, en cambio, parezco salido de un dibujo animado infantil.

Después de unas dos horas, cuando todos se han ido a dormir, me levanto de la cama, subo con gracia las escaleras y salgo por la ventana de la sala. Hago esto casi todas las noches. Cuando llega la medianoche, salgo de mi campana de cristal y camino por las calles de la vida real.

Camino en silencio por los caminos de tierra y después de unos diez minutos llego al bosque de Inagaust. Hace años me construí una pequeña casa en el árbol. Está bien escondido detrás de tres grandes olmos y después de cinco años nadie lo ha descubierto. Trepo ágilmente al árbol elegido y entro a la casa. Hace bastante frío en el mes de Brown pero no es nada comparado con los días helados de Eira.

Me siento sobre la pila de cojines, cierro la puertecita y enciendo dos velas de limón. Respiro profundamente e inhalo el dulce olor de las velas y la madera que me rodean.

Abro el pequeño cofre de madera y saco el arco y la flecha. Después de unos minutos abro la pequeña ventana de madera y abro mucho los ojos mirando los árboles. Estoy a punto de apuntar a un pájaro cuando veo un conejo junto a un pequeño arbusto. La presa perfecta. Después de sólo unos segundos, disparo la flecha y, como era de esperar, atraviesa al conejo directamente en la garganta.

Rápidamente bajo del árbol y me acerco al animal que sufre. Cierro los ojos y le doy el golpe mortal con un pequeño cuchillo. -Lo siento- murmuro mientras saco la flecha.

Odio matar animales, lo odio con todo mi corazón pero mi familia no está en buenas condiciones y por eso tengo que elegir, él o nosotros. Desafortunadamente, la respuesta es obvia.

Después de apagar las velas y esconder el arco y la flecha, vuelvo a casa.

Mientras camino escondido entre las sombras escucho risas. Se me hiela la sangre en las venas, reconozco esas risas. Seguramente pertenecen a un grupo de estudiantes de Lapisclara.

Me escondo detrás de una zarza, teniendo cuidado de que mi capa no se atasque. Levanto mi capucha negra y me agacho para pasar desapercibida.

-¡Deja de despeinarme Trav!- chilla una voz femenina.

-¡Cuando sepa usar mi don te haré volar por los aires!- responde una voz masculina que supongo es la de este Trav.

-Y cuando sepa usar mejor mi don, te prenderé fuego- responde con maldad.

Ambos empiezan a reír y empiezan a discutir de nuevo pero esta vez las voces son confusas y distantes.

Doy un suspiro de alivio y vuelvo corriendo a la casa.

Una vez que he conservado el conejo en la sal, corro a quitarme la capa y me meto bajo las ásperas pero cálidas sábanas.