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La imagen perfecta

- Saliendo de su clase, debe ir con su padre a una comida de negocios, ahí estará el hijo de su socio mayoritario, después de eso irán a visitar algunas de las fundaciones en las que ayuda su padre –dice la asistente mientras tomo mi desayuno, suspiro con pesar, estaba harta de todo, pero no podía decir o hacer nada–, después de eso tiene una entrevista para la revista de personajes sobresalientes, hablarán de sus progresos en el mundo de los negocios y de su corta pero brillante carrera, antes de llegar le daré su discurso –dice haciendo anotaciones en la tableta–, por último, deberán asistir a una cena benéfica del grupo Van Allen, ¿alguna duda? –pregunta la mujer, ella niega, de todos modos no había posibilidades de cancelar algo en esa lista, mi padre me castigaría y era lo último que quería.

Termino de desayunar, cojo la mochila y salgo de la mansión hacia la camioneta que me llevaría a la universidad, hoy tenía una exposición sobre contratos civiles, así como un pequeño congreso en el que daría un discurso sobre derecho individual y colectivo del trabajo, además de dar mi punto de vista por la experiencia que tengo por trabajar en la empresa de mi padre, sí, todo mi día ya estaba planeado.

Cerca de las 4 de la tarde me reuniría con mi padre para comer junto al hijo de su socio, él quería que fuese amable para que se decidiera a cerrar un trato mayor, me encargaría de coquetearle de manera sutil y casi inocente, así cedería, gracias al cielo no me pedía acostarme con nadie, porque eso no lo soportaría; como siempre, ante la vista de todos los comensales, él era un padre cariñoso, amable y protector con su muy amada y querida hija, un abnegado hombre que había sacrificado su juventud al cuidado de su hija, poco sabían que su padre tenía un sinfín de amantes, cada vez que iban era una diferente, la verdad es que no me importaba nada, al contrario, agradecía su presencia ya que mi padre no me molestaba y podía leer en santa paz mis novelas de romance. Si no se había vuelto a casar, era porque no deseaba repetir el mismo error que con mi madre, además no soportaría a otro pequeño y molesto ser humano, conmigo había tenido hasta hartarse. Ante todos, él había sufrido mucho por el abandono de su amada esposa, el amor de su vida, por lo que sólo podía pensar en cuidarme y esperar a que ella volviese algún día, todos pensaban que su amor era tan grande como para perdonar aquella traición, sólo me reía por dentro porque podía entender a mi madre, ella era una mujer inteligente que había huido de este monstruo, sólo habría deseado que me llevará con ella, incluso si le estorbaba y me llevará a un orfanato o me hubiese abandonado en la calle, todo habría sido mejor que estar junto a este hombre.

Durante la hora que duró la comida, él me había preguntado sobre mi día, así mismo de algunas cosas de la empresa, también alternaba con el joven Henry, el cual tuvo que irse a media comida, algo que agradecía a todos los dioses, al parecer el tipo se había tragado el cuento que me gustaba, algo que estaba bien para los planes de mi padre, pero no para mí, porque eso significaría tener citas, y lo último que deseaba era salir con aquel sujeto, era una persona superficial, sosa a más no poder y se bañaba en arrogancia y narcicismo, de verdad esperaba no tener que verlo de nuevo.

- Mi querida hija, esta noche quizás conozcamos al joven Edevane-Gray, sería un encuentro muy afortunado, todos en esta ciudad desean volverlo su socio, si él aceptará nuestro trato, seríamos la empresa más influyente de todos –exclama con emoción, era bien conocido por todos que si algo le apasionaba a Alexander St. Vincent, eran los negocios, sobre todo los nuevos, le gustaba aprender y ser pionero en lo que otros no se atrevían, por eso muchos empresarios lo visitaban para hacerle preguntas al respecto, y otros tantos, para preguntar por los negocios sucios así como irse a las fiestas exclusivas que mi padre ofrecía, nunca había estado en una, pero según la información que había ido recolectando en las ocasiones que podía escuchar sus conversaciones, esas fiestas eran por demás asquerosas y degeneradas, algo que no me sorprendía, después de todo, las organizaba el mismísimo demonio encarnado.

- Seguro que asistirá, es un gran evento de ayuda, he leído que es un hombre muy caritativo, así que es probable que asista –digo intentando terminar la ensalada, era parte de mi plan de alimentación, ante todos, debía lucir una silueta perfecta, una que gracias al cielo no había pasado por un quirófano, había leído un poco al respecto, había unas dolorosas y con tiempo de recuperación mayor, así que prefería ingerir alimentos insípidos que pasar por el bisturí.

- En efecto pequeña –me sonríe con ternura, a pesar de tantos años, me seguía sorprendiendo su faceta de actor, esas actuaciones tan perfectas que lograban engañar a todos, incluso a los que se encargan de interpretar el lenguaje corporal, aunque bueno, no me quedaba atrás, nadie se daba cuenta que era manipulada y coaccionada; suspiro para mis adentros, quisiera o no hablar, esas charlas eran obligatorias.

- Pronto comenzarán los preparativos para la graduación, daré el discurso, además de organizar la cena y posterior baile –digo tras terminar la ensalada, todas esas actividades también estaban impuestas, eso daba la imagen de una chica perfecta, que manejaba cualquier situación, por lo tanto, sería una digna heredera, aunque eso era decir mucho, ya que mi padre preferiría dejarla en manos de alguien más que en las mías, a decir verdad, poco me importaba si me hacía cargo de ella o si no, era mejor así, una cosa menos que hacer para él.

- No te presiones mucho cariño, todo con calma –dice en tono dulce mientras aprieta suave su mano, le sonrío de manera tranquilizadora.

- Claro que sí, papi –digo con voz suave, como si fuese una niña mimada, cuando en mi interior gritaba y me negaba a decir y hacer tal cual me decían.

Jamás había querido desafiar a mi padre, no tras ese encierro, eso sin duda era lo que más me aterraba.

- Esa es mi princesa –dice con fingido orgullo, llama al mesero para que le traiga la cuenta, lo que hace a los pocos minutos, mientras esperaban, su padre revisaba los correos que le habían llegado, por su parte, revisaba la agenda que le enviaba su asistente todos los días después de recordarle temprano en la mañana. Justo ahora debía ir al salón de belleza para que le arreglaran el cabello, el maquillaje y las uñas, odiaba ese lugar con todo su ser, pero tenía que ir antes de que la entrevistaran, y así se quedaría hasta la cena benéfica, estaba cansada y eso que aún no terminaba el día.

- Nos vemos en la noche papi –digo besando su mejilla en la entrada del restaurante, él besa mi frente y se va en un mercedes negro.

Espero a que la camioneta me recoja, subo sin mucho afán y me dirijo al salón de belleza más cotizado de toda la ciudad, sin embargo, yo no hacía citas con meses de anticipación, ya que tenía una hora programada para cuando lo necesitara, como ahora.

Tras llegar, todos se ponen manos a la obra, mientras uno hace mi cabello, otro mi maquillaje y otra las uñas, así se ahorraban tiempo y yo llegaba a la hora acordada.

Tras terminar, me dirijo al pequeño set de grabación dónde la entrevistarán, casi siempre eran las mismas preguntas, ¿qué se siente ser hija de un gran hombre de negocios?, ¿qué pienso de la empresa?, mis impresiones sobre el derecho, y algunos se atreven a preguntarme por mi madre, pero siempre les doy la misma respuesta, no me gusta hablar de ella, y entonces la entrevista termina por órdenes del director, el entrevistador es regañado y yo me voy de ahí diciéndoles a todos que estoy bien y que no pasa nada. La verdad es que no contestaba porque mi padre me lo tenía prohibido, no porque no quisiera, a decir verdad, de los pocos recuerdos que aún tengo de ella; era muy dulce, me leía cuentos y cantaba nanas para que durmiera, por eso creo que ella se escapó, pero tras amenazas de mi padre, ella no pudo llevarme, y siendo sincera, sólo un idiota se atrevería a desafiarlo, así que entendía por qué mi madre no había vuelto, mi padre era un ser muy aterrador.

Ahora iría a ponerme el vestido para la cena, era sencillo, discreto y elegante; era un vestido de noche, manga 3/4 de color azul rey, se amoldaba a mi cuerpo como un guante. La joyería consistía en un sencillo collar de perlas y aretes a juego, además de unos stilettos con la punta estrecha en color negro.

Una vez lista, junto a mi padre nos habíamos dirigido a la mansión Van Allen, dónde sólo los más ricos y poderosos podían asistir.

- Agnes, querida –dice Ellen acercándose a mí, era hija de otro socio de mi padre, y una amistad aprobada por él, a decir verdad, odiaba estar cerca de ella, sus conversaciones siempre eran banales, pero no me quedaba de otra que pasar tiempo de calidad con mis amigos, después de todo, eso debía hacer como parte de la imagen perfecta que proyectaba.

Sin duda alguna, esta sería una noche muy larga.

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