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Capítulo 1.— Primer encuentro.

Sabrina 

Pensaba que era un día cualquiera, uno de esos en dónde no pasa nada y todo es aburrido. Lo creí desde que llegué a primera hora a la clínica Brockmann para hacer la ronda y chequear a mis queridos pacientes. 

Por cosas del destino todo cambió, al entrar encuentro un gran revuelo en la sala de emergencia. Me quedo en estado de shock al ver semejante locura, siempre creí estar preparada para afrontar este tipo de situaciones, pero me doy cuenta de que imaginarlo es una cosa y vivirlo es otra.

Salgo de mis pensamientos cuando el grito del Dr. Brockmann me devuelve a la realidad.

—Echeverri ¿Qué carajos estás esperando para mover tu culo y ayudar? —espeta con un gran enfado y por un instante creo que me va a pegar—. ¿Acaso esperas que te tomen una foto para la posteridad?

—No, señor, ya voy. —respondo con voz temblorosa tratando de controlar la respiración y evitar que me dé un soponcio. Camino a paso apresurado hasta llegar al locker para guardar mis pertenencias. 

Arreglo mi cabello y camino a paso apresurado para empezar mi labor y evitar otro insulto de parte de mi jefe. Sé que es un hombre un poco malhumorado y arrogante, pero que en el fondo guarda los más hermosos sentimientos.

Las horas pasan y a cada momento llegan más pacientes al área de emergencia. No nos dan tregua, así como tampoco nos damos abasto para atender a tantas personas. Nos estamos quedando sin espacio para poder seguir atendiendo a tantos pacientes y no sé cómo pueda acabar toda esta situación.

Por un instante, llegue a arrepentirme de haber estudiado medicina, pero alejé todos esos pensamientos negativos al recordar lo que una vez me prometí. Salvar las vidas de todas las personas que puedas sin importar su situación y posición económica. Ante todo debo cumplir con el juramento que hice ante la tumba de mi madre, por ella fue que nació esa vocación de estudiar medicina.

Lo que más me entristece es haberla conocido a través de una foto, ella falleció después de darme a luz y no puedo dejar de culparme por ello. Tal vez si no hubiera nacido nada de esto hubiera pasado, pero ella tomó la gran decisión de traerme a este mundo para ser una gran mujer y por ello voy a hacer todo lo posible porque se sienta orgullosa de mí al igual que mi padre. A él le tocó criarme solo y fue poca la ayuda que pudo recibir de su familia para sacarme adelante.

El Dr. Brockmann tuvo que tomar la decisión de remitir a algunos pacientes a otras clínicas y hospitales, finalmente se dio cuenta de que no podía atender a más personas de las que se podía. La clínica es grande, pero no tanto para albergar a tantas personas.

Todo este desastre fue causado porque una gandola se quedó sin frenos impactando contra un autobús y varios carros particulares. Afortunadamente, no hubo decesos, pero si hay personas que están gravemente heridas y su recuperación será a largo plazo.

Termino de llenar la historia clínica de una paciente cuando una de las enfermeras llamó mi atención.

—Sabrina, el doctor Brockmann necesita que vaya a la habitación 204 para que chequees los signos vitales de un paciente especial. —informa con un tono de disgusto—. Se te agradece que lo atiendas muy bien, es amigo de nuestro jefe ¿Entendiste o te lo vuelvo a explicar?

—Gracias Tania, y no, no te preocupes en darme la explicación nuevamente, no soy descerebrada como otras. —la fulmino con la mirada—. Tal vez si lo haces tú le puedas cobrar al doctor tu excelente atención a su paciente.

Sin darle tiempo a refutar me doy la vuelta para ir a atender al dichoso paciente amigo del doctor. Al entrar a la habitación la luz está apagada, sobre la cama puedo ver la silueta de un hombre que al parecer tiene un cuerpo bien trabajado. La sábana solo le cubre de la cintura para abajo, dejando al descubierto su torso, el cual no puedo ver con exactitud por la oscuridad de la habitación.

Solo espero no decepcionarme al prender la luz. Sin más tiempo que perder toco el interruptor para encender la luz e iluminar la habitación. Mis ojos se abren como platos al admirar semejante escultura que reposa sobre la cama.

Es un hombre muy apuesto por lo que puedo ver, tiene buen cuerpo, una estatura aproximada de 1.90 mtrs, piel bronceada, cabello castaño y su color de ojos imagino que han de ser maravillosos.

Por inercia mi vista baja hasta su entrepierna y madre mía… se le marca un gran paquete que de solo imaginarlo firme se me hace agua la boca.

—¿Te gusta lo que ves?

Doy un salto al escuchar esa voz ronca y me muero de vergüenza al imaginar lo que ha de estar pensando de mí el paciente. Respiro hondo para que la voz no me vaya a temblar al momento de hablar.

—¿Cómo se siente, señor…? Soy interrumpida antes de verificar en la historia médica el nombre del paciente.

—Evans, pero puedes llamarme Rodrigo. —responde mientras me repara de pies a cabeza—. ¿Te han dicho que te ves hermosa cuando te sonrojas? 

—Señor Evans, creo que la pregunta está de más. —reviso la historia del paciente para proceder a hacer la evaluación y hacer las debidas anotaciones.

Procedo a chequear los signos vitales y verificar que la medicación sea la adecuada. Me coloco el estetoscopio para escuchar los latidos de su corazón y de repente me sorprende cuando toma mi rostro entre sus manos y me acerca peligrosamente acortando la distancia. 

Nuestros labios quedan a pocos centímetros y por un instante pienso que me va a besar, cierro mis ojos esperando aquel beso que no llega porque somos interrumpidos cuando la puerta se abre de par en par, dando paso al ogro de mi jefe quien al ver la escena espeta con gran molestia.

—Rodrigo, ¿se puede saber qué carajo le estás haciendo a la doctora? —cruza los brazos a la altura de su pecho mientras tiene el ceño fruncido—. No me vengas a decir que no es lo que estoy pensando.

—Exactamente amigo mío, ¿Qué comes que adivinas? —esboza una gran sonrisa—. Solo le estaba quitando un sucio que tenía en el ojo ¿Verdad doctora?

Sin poder articular palabra asiento con un movimiento de cabeza para darle la razón a la gran mentira que acaba de crear. Puedo sentir la fría mirada de mi jefe sobre mí, pero sigo con el procedimiento para terminar lo más pronto posible y salir de esta habitación de locos.

Al terminar le rindo un informe al doctor, el cual este verifica leyendo el historial del paciente. Finalmente, me pide que salga de la habitación y doy un gran suspiro de alivio al pensar que no lo voy a ver más cuando el doctor Brockmann le informa que estará de alta por no haber sufrido graves lesiones.

Cuando estoy a punto de salir y por fin dar un salto de victoria, el señor Evans me llama y no puedo imaginar el gran descaro que tiene al decir delante del doctor:

—Espero tener otro accidente para poder ser atendido por ti nuevamente y poder besarte como quería desde un principio. —dice en tono seductor—. ¿Estás de acuerdo hermosa doctora?

—Pues temo desilusionarte, señor Evans. —me encojo de hombros—. Estos labios los besa quien yo quiera, no quien quiere y además ya tienen quien les preste la debida atención. Con su permiso doctor Brockmann.

Sin más que decir me retiro cerrando la puerta detrás de mí. Me quedo recostada a esta y escucho la risa sarcástica del doctor Brockmann burlándose del desplante que le acabo de dar a su amigo y espero no volver a toparme con este ser en un futuro.

Veo la hora en mi reloj y sé que voy tarde a ver a mis pacientes. Solo me queda esperar el reproche por mi abandono, pero sé que de alguna manera valió la pena.

Entro a la primera habitación con la historia médica en manos y no puedo dejar de sonreír al ver a la persona que me está esperando con muchas ansias.

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