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Ambientes

Tras no dormir casi nada y perder absolutamente la noción del tiempo recordando los derroteros que habían compuesto la mayor parte de su vida, un golpeteo en su puerta interrumpió aquella especie de descanso que jamás cumplió su objetivo.

— Mak —Decía Lerna— ¿Estás despierto?

Le dolía enormemente la cabeza y abrió las cortinas; flamante vista a un estacionamiento. Aquello lo encontró tragicómico, ya que jamás se imaginó que un viaje a Sudamérica podía llegar a ser así, tan provisto y desprovisto de sorpresas a la vez.

Se levantó a duras penas y abrió la puerta.

— ¿Sí?

— Te busca el inspector Niko. Dice que necesita hablar contigo urgentemente.

Acto seguido Mak se devolvió y se vistió freneticamente con lo primero que encontró.

Producto del aire acondicionado tenía mucho calor y ahí estaba aquel funcionario de la policía, quien le había recomendado aquel apart hotel allí en la comisaría mientras soltaban a Lerna.

– Buenos días, mister Savicevic –Dijo Niko, en español — ¿Que tal su primera noche en Sudamérica?

No pudo evitar cierto escepticismo ante la amabilidad de aquel tipo que había conocido la noche anterior, puesto que encontraba todo demasiado oscuro y misterioso.

— Regular —Respondió secamente en inglés— ¿Qué es lo que quiere?

Niko hizo una sonrisa que a Mak Savicevic lo invitaba aún más al escepticismo.

– ¿Que formas de responder son esas? —Preguntó, mirando a Lerna.

— Disculpelo —Respondió ella—. Mak ha estado un poco nervioso por lo que ha estado pasando, eso es todo.

— Por eso mismo es que estoy aquí —Dijo Niko, volviendo a sonreír—. Siento en el alma no haber podido brindarle una mejor bienvenida anoche, usted sabe, las penosas circunstancias que nos han obligado a conocernos antes de tiempo.  Supe por ahí que usted es un connotado escritor juvenil de allá de Irlanda.

— Solo soy un estudiante —Dijo Mak.

— Parece que me he equivocado —Le respondió Niko—. Pensé que usted era el autor de Los enemigos imaginarios.

Tras oír el nombre de su primera novela Mak Savicevic no pudo evitar exaltarse.

— ¿Dónde la consiguió? —Preguntó, cambiando bruscamente su actitud.

— Elemental, mi querido Mak Savicevic —Dijo Niko, con aquella sonrisa que al parecer era natural—. Si bien usted no es un autor de éxito en este país, su obra es medianamente ubicable gracias a una traducción qué, si no me equivoco, fue usted mismo quien realizó.

— ¡Eres famoso, Mak! —Exclamó Lerna, tras acercarsele y darle un beso en la mejilla muy cerca de la boca— ¡Tu obra es conocida aquí! ¿No te emociona?

— La verdad es que no —Respondió Mak—. Este viaje ha sido una porquería.

— Por eso mismo es que estoy aquí —Dijo Niko—. He venido a buscarlo para que vayamos a dar un pequeño paseo.

— ¿Un paseo dónde?

— Un paseo a la comisaria, mister Savicevic. La teniente Edwards quisiera interrogarlo.

— ¿Interrogarme? ¿Por qué?

— Se supo que usted recibió dineros de Sonia a cambio de su labor de intérprete y pues bueno, nos hemos visto en la obligación de congelar todos los movimientos bancarios de ella. Esos dineros son producto de los crímenes de guerra y pues bueno, me imagino que comprenderá la importancia de su testimonio.

Acto seguido Mak Savicevic maldijo el aire, sin hacer uso de su voz.

— Usted se queda aquí —Le dijo Niko a Lerna—. Prontamente va a venir otro de nuestros funcionarios a hacerle una visita ¡Tiene prohibido salir de este recinto!

— Está bien —Dijo Lerna.

Mak Savicevic volvía de su habitación. Había ido por una chaqueta, la cual se colocó inmediatamente encima pese al sofocante calor artificial. Luego se puso las manos atrás.

— No se preocupe —Dijo Niko—. Esta vez no lo vamos a esposar ¡En marcha!

Simplemente no daba crédito a lo que ocurría. Aquello era la peor de las tragedias y sentía que se iba a maldecir el resto de su vida por haber aceptado aquella propuesta de una señora desconocida, cuyo único mérito había sido ser vecina de él allá en Castlebar por alrededor de un par de semanas.

Niko se fue con Mak en el asiento trasero y comenzó a ponerle conversación inmediatamente.

– De Los enemigos imaginarios se desprende que usted fue un gran lector de Dostoievski ¿Es así o me equivoco?

— Es así —Respondió Mak Savicevic, un tanto molesto de que aquella gente desconocida supiera tanto de él.

— Me imagino que su obra favorita del escritor ruso es Crimen y castigo.

Mak Savicevic consideraba que todo aquello era definitivamente el colmo de lo surreal.

– Veo que solo me falta una enfermedad mental y un asesinato para que usted me trate igual como Porfirio trataba al protagonista.

Al oír aquello Niko se río violentamente a carcajadas.

— Es usted muy ingenioso, Mak Savicevic  —Dijo el funcionario, sin dejar de reírse del todo—. Sinceramente es un agrado charlar con tipos como usted.

— Me imagino que la charla sería mucho más agradable en compañía de una persona que lo supiera apreciar mejor —Respondió Mak, bostezando— ¿Puedo hacer uso de mi derecho que consiste en guardar silencio?

— Por supuesto que sí, aunque no está obligado a nada —Le respondieron—. Por esta vez no lo estamos llevando a la comisaría en calidad de detenido.

Una vez que llegaron a dicho lugar, Mak Savicevic estuvo consciente de que no se quiso ir mirando por las ventanas, todo con el voluntario fin de no tener acceso a lo que se estaba perdiendo. Lo hicieron ingresar a una de esas típicas salas de interrogatorio que aparecían en las películas y sobre la mesa estaban la totalidad de sus obras impresas en una edición que no conocía.

— La teniente Edwards viene viajando desde el congreso nacional en estos momentos y yo tengo que ir a hacer mi guardia —Dijo Niko— ¿Le ofrezco algo para beber o para comer mientras tanto?

— ¡No necesito nada! —Exclamó Mak— ¡Lo único que quiero es salir de aquí!

— Si no hubiese tenido la pésima idea de hacer tratos con criminales de guerra, le aseguro que usted no estaría aquí. Con su permiso, mister Savicevic.

Acto seguido Niko desapareció y Mak apoyó su cabeza en la mesa. Todo era demasiado horrible y a la vez fascinante desde el punto de vista nuevas experiencias, a propósito de los consejos del profesor Ian Cauldfield con respecto a su decisión final de haber aceptado el viaje.

Se consoló pensando que iba a ser mucho más divertido en un futuro, cuando estuviese relatando aquellas desagradables experiencias de un presente que se le hacía cada vez más insoportable.

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